PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



miércoles, 27 de abril de 2016

EL SHOW DE LAS MARIONETAS

Desde pequeñita me han gustado las marionetas, recuerdo que siempre en las fiestas de mi pueblo mi madre me llevaba a los guiñoles que hacían en la plaza y me fascinaban. También las he visto en algún teatro de la sala San Pol de Madrid y por supuesto en espectáculos callejeros en el Retiro. 

Recuerdo también que en mi etapa anterior en Bélgica vi en Brujas un espectáculo callejero de un ratón-marioneta que me gustó muchísimo, creo que disfruté más que los niños que lo estaban viendo.
El caso es que en Bruselas hay un bar donde realizan un espectáculo de marionetas, se llama “Theatre Royal de Toone” y llevo años queriendo ir. La primera vez que estuve por Bruselas no fui porque las actuaciones son en francés y creí que no las entendería, pero esta vez que mi nivel de francés está empezando a ser aceptable no quería perdérmelo por nada del mundo. Pregunté a Fátima si vendría conmigo y no lo dudó un momento así que aprovechando que era viernes y que Fati libraba el sábado allá que fuimos.


Nada más entrar nos recibió un camarero muy guapo, la cosa empezaba bien,  su compañera, una chica muy simpática nos dijo que teníamos que esperar porque el espectáculo empezaría en media hora y hasta 15 minutos antes de la sesión no vendían las entradas. Como nos sobraba tiempo fuimos a dar un paseo por la Grand Place para estirar las piernas y luego pasamos otra vez al bar y esperamos allí sentadas a que abrieran la puerta de la sala donde se hacen las representaciones. Allí estábamos las dos cotilleando y riéndonos cuando de repente un gato saltó a mi lado y se sentó en el banco como si también estuviera prestando atención a la conversación. Confieso que no soy persona muy gatuna, los perros si me gustan pero los gatos no y nuestro nuevo compañero de mesa no me gustaba un pelo. De repente otro gato pasó por mis pies y es que el bar de las marionetas es también uno de esos bares con gatos que están tan de moda ahora, por suerte, abrieron las puertas del teatro y pude escapar de la compañía gatuna que no me estaba gustando en absoluto.

Subimos por unas escaleras de madera y al final de las mismas un señor muy gracioso nos vendió las entradas. Una vez dentro elegimos nuestro sitio y yo empecé a lanzar fotos a diestro y siniestro porque la salita estaba llena de marionetas colgadas por todas partes. Me llamó mucho la atención que sentados delante de nosotras había una pareja oriental que no hablaban nada de francés, pero quizá les pasará como a mí, que les gustan mucho las marionetas y les daba igual si entendían o no.

Unos minutos después, el señor de las entradas, que era además uno de los actores que ponía voz a las marionetas, hizo una estupenda presentación de la obra que íbamos a ver, una adaptación belga de “Hamlet”. No paré de reírme todo el rato, la obra fue genial y eso que como era en francés había cosas que no entendía, estaba llena de guiños a Bruselas y alrededores y los actores eran unos crack moviendo las marionetas y poniendo voces. Mi personaje favorito era Laertes, el hermano de Ofelia que le ponían como un tontainas que no pronunciaban bien las “s”, las hacía como si fueran “z” y me resultó super gracioso escuchar e francés que no se pronunciaran las “s”.

A mitad de la función hubo un descanso durante el que abrían otra sala donde había marionetas expuestas y podíamos sentarnos allí a tomar algo. Fati y yo aprovechamos para tomar una coca-cola, cotorrear y seguir tirando fotos a las marionetas. A la vuelta del descanso no había ni rastro de la pareja oriental, yo creo que creyeron que se había terminado y sencillamente se marcharon.


El final de la obra fue también muy gracioso, a pesar de que “Hamlet” de comedia tiene poco pero lo hacían tan divertido que era imposible no reírse. Cuando terminó todos los espectadores aplaudimos sin parar y sin podernos quitar la sonrisa de la cara, lo hicieron genial y los escenarios estaban también muy trabajados. La verdad es que la obra no tuvo desperdicio ninguno y es un espectáculo muy, muy recomendable para todos aquellos que os acerquéis a Bruselas y queráis hacer algo divertido y diferente. 

domingo, 17 de abril de 2016

EL CAMARERO GUARRO

Creo que lo primero que tengo que hacer en esta entrada es pedir una disculpa porque llevo casi dos años sin escribir. No sabría decir por qué, quizá lo más sincero sea decir que al volver de Gales se me quitaron las ganas, y aunque me han ocurrido muchas cosas dignas de ser contadas y que sé que os hubieran gustado leer no encontré la inspiración ni el ánimo para hacerlo. Pero también creo que todo el mundo necesita un descanso (el mío ha sido muy largo) y por eso ahora lo retomo con muchas ganas y dispuesta a compartir con vosotros las anécdotas que considero que merecen ser compartidas.
Nos quedamos en que estuve en Gales, pues a finales de junio de dos mil catorce regresé a España y estuve dando vueltas y guerra por la península hasta septiembre de dos mil quince que el destino me llevó otra vez de vuelta a mi querida Bruselas. Confieso que una vez allí quise retomar el blog pero trabajaba mucho y no pude pero he recopilado muchas historias que iré relatando poco a poco junto con otras que pasen a partir de ahora (aunque vuelvo a España y España siempre da menos juego pero vamos allá.

En Bruselas hay un bar que me gusta especialmente, no sabría decir por qué ya que en general los bares bruselenses están bastante descuidados y a veces da un poco de grimita sentarse en las mesas pegajosas, pero cuando ya llevas centenares de mesas pegajosas a tus espaldas te da un poco igual (ya sabemos que lo que no nos mata nos hace más fuertes). El caso es que yo suelo ir al bar en cuestión bastantes veces y aquella fría tarde de finales de noviembre decidimos ir allí a tomarnos un cappuccino.

Llegué con unas amigas y subimos a la parte de arriba, tras esperar unos minutos y ver que nadie nos atendía bajé a preguntar y el camarero (un señor gordito y bastante peculiar) me dijo que bajásemos porque había sitio suficiente abajo y él no pensaba subir. Sí en Bruselas por lo general la atención al cliente es bastante “curiosa”. Muy obedientes bajamos y el camarero nos tomó nota. Ya con nuestros cafés en la mesa y una animada conversación me dio por mirar al camarero gordito y vi que había cogido uno de los botes de mostaza de las mesas y se lo estaba comiendo con una cuchara:
-Pero, ¿Y este hombre?-pregunté a mis amigas que estaban tan flipadas como yo.

A partir de ese momento la conversación terminó porque ninguna queríamos perdernos el espectáculo que se estaba desarrollando ante nuestros ojos. El señor camarero debía tener mucha hambre porque dio buena cuenta de la mostaza del tarro. Rebañó bien con una cuchara de las largas y no contento con eso, se bebió lo que quedaba. Fue un espectáculo muy desagradable y no solo porque a mí la mostaza no me guste sino porque ver a alguien comer mostaza a cucharadas como si fuera un yogur no es el sueño de nadie. A pesar de eso no podía parar de reír y de pensar que ese señor metía los morros de vez en cuando en el bote de mostaza y luego las personas se echaban esa misma mostaza en sus comidas, una guarrada se mire por donde se mire.

Tras el show y con mis amigas protestando porque decían que a menudos sitios las llevaba (fue idea mía ir allí) pedimos la cuenta. El camarero hizo gala de su “simpatía” y nos trajo la cuenta reguñendo algo que no entendí muy bien, supongo que después de comerse medio tarro de mostaza no le apetecía mucho moverse. Una vez en la calle yo seguí a sin poder parar de reír mientras mis amigas maldecían al camarero y afirmaban que las había hasta sentado mal el café. Había nacido un nuevo personaje bruselense junto a “la loca de Trone” y “el hombre que huele mal”, ahora viene “el camarero guarro”.


Tras ese episodio he vuelto al bar porque el cappuccino allí me gusta mucho. El “camarero guarro” sigue estando allí porque creo que es el dueño y sigue atendiendo con una mezcla entre guasa y mala leche. No le he vuelto a ver haciendo ninguna guarrada de las suyas pero estoy segura que las hace y cada vez que entro al bar me rio al mirar los botes de kétchup y mostaza imaginando que secretos guardaran el fondo de esos “sabrosos” tarros. 

lunes, 30 de junio de 2014

LOS 10K DE CAERPHILLY

Hace unos meses escribí un post en el que relataba mis aventuras en el “Parkrun Cardiff”, concretamente conté como  María Zubizarreta, a la que apodé “la mujer maratoniana”, me había metido una pasada en un sprint al final de una de las sesiones del parkrun que me dejó seca. A partir de ahí nos hicimos amigas y ha sido en parte gracias a ella y a querer ponerme a su altura por lo que he conseguido grandes adelantos en mis carreras. Por eso, cuando hace poco menos de un mes me propuso participar en una carrera de 10 kilómetros en Caerphilly no lo dudé ni un momento. Hacía muchos años que no participaba en una 10K y me apetecía ver si realmente había mejorado así que ni corta ni perezosa me apunté.

El día del evento deportivo amaneció soleado y caluroso, llevaba toda la semana haciendo buen tiempo y el pronóstico se repetía. A las ocho y media de la mañana llegué frente al museo de Cardiff, el lugar donde había quedado con María y su novio Phill para ir a Caerphilly. Ya estaban allí, muy sonrientes, esperándome en su mini descapotable. Era la primera vez que montaba en un coche sin techo y me sentí como importante aunque es un poco incomodo porque con el aire todo el pelo se viene a la cara. En unos veinte minutos llegamos a Caerphilly. 

Había mucha gente en los alrededores del punto de partida y como no gente disfrazada, había incluso un grupo de chicos que pertenecían a un club de Taekwondo y decidieron correr con el traje; confieso que me pareció algo muy atrevido porque hacía mucho calor y el traje tenía pinta de pesar mucho. Pero lo que más me llamó la atención era la cantidad de chicas y mujeres que iban a participar. Las había de todas las tallas y tamaños porque en Gales la gente es muy dada a participar en eventos deportivos incluso si no están realmente preparados, la verdad es que es algo que me gusta porque el deporte es para todos y la carreras populares también. Lo que ya no comparto es que para pequeñas carreras de 5 o 10 km se tomen geles y bebidas energéticas porque no hacen falta…luego se quejan y dicen que aun haciendo deporte engordan…
Volviendo a la carrera, tuve la ocasión de conocer a más miembros del club de atletismo “les Croupiers”, club al que pertenecen María y Phil y al que me propusieron unirme. Todos fueron muy amables y simpáticos (al tímido estilo galés) y pude escuchar sus hazañas y proezas como la de un hombre que participaba en carreras contra caballos por las colinas galesas o un par de corredoras de ultra maratones.
A las diez de la mañana, con puntualidad británica y bajo un sol de justicia, comenzó la carrera. Antes del primer kilómetro me alegré de haber hecho caso a María y correr en top (cosa que nunca hago porque me da vergüenza) ya que el calor era insoportable, los pobres británicos estaban asfixiados y el olor a crema solar predominaba sobre el típico olor a réflex de toda carrera que se precie.

Confieso que el recorrido fue duro, con muchas pequeñas cuestas que ralentizaban la velocidad y algunos tramos de camino demasiado rectos pero con cuestecita a la vez lo que endurecía el trayecto. Me alegré mucho cuando ya por fin vi el magnífico castillo de Caerphilly ya no solo porque sea una vista muy bonita sino porque la carrera estaba llegando a su fin. Tardé 45 minutos en total en completar todo el recorrido. Estaba muy, muy contenta porque mi primera carrera importante en Gales había sido todo un éxito, el tiempo había sido soleado y estupendo y había batido un nuevo record en 10 Kilómetros.

Me reuní con Phill y María y fuimos a tomar un café con hielo; todos estábamos contentos con los resultados y lo merecíamos. Sentados en el parque frente al castillo y con nuestro refresco en mano, me dieron consejos sobre zapatillas y hablamos sobre todo de carreras.


De vuelta a casa en el mini descapotable y con el viento despeinando aún más mi ya alborotada coleta no podía parar de sonreír, estaba muy contenta con el resultado obtenido porque es señal de que el entrenamiento funciona, eso sí, ahora viene lo más duro que es superar esa marca pero estoy muy animada porque he visto que con empeño se puede conseguir. 

viernes, 20 de junio de 2014

TEA TIME

Como ya he dicho en más de una ocasión… ¡me encanta Reino Unido! porque a pesar de la lluvia y el cielo gris tiene un montón de cosas que me gustan: parques verdes super bonitos, ríos caudalosos que cruzan sus pueblos y ciudades, ardillas correteando por los parques, tiendas de tonterías, pubs agradables, gentes amables, supermercados fantásticos y cafeterías/teterias/pastelerías donde venden las tartas, muffins y scones más ricos que he probado nunca. Vamos que en más de una ocasión al terminar de trabajar me dejo caer por alguna cafetería para reponer fuerzas tras la dura jornada investigadora…la hora de la merienda es mi hora favorita.

Si tuviera que decantarme por alguna de las tartas que he probado lo haría sin duda sobre el “Carrot Cake” o “Tarta de Zanahorias”, concretamente el que venden en una “teashop” llamada Pettigrew, y es que este sitio debería ser visita obligada para todos los turistas que decidan visitar Cardiff. No sabría describir muy bien qué tiene esta tarta para que me guste tanto, es esponjosa, tienen nueces y pasas y el bizcocho ofrece un agradable sabor a canela que mezclado con el toque de naranja de la crema de queso que lo cubren le dan un sabor único y especial. Eso sí, ponen unos pedazos tan enormes que es recomendable pedir uno para compartir.

Pero no solo de “Carrot Cake” vive el británico, en el mismo Pettigrew he podido degustar el “Cheesecake Brownie”, un brownie de chocolate y queso crema que está estupendo, otra tarta de chocolate de la que no recuerdo el nombre pero que también estaba muy rica y la Tarta de té verde que aunque contaba con un sabor exótico me resultó un poco seca, de todos modos tengo que probar a hacerla en casa y ver la manera en que se la pueda dar jugosidad. Por tanto, “Pettigrew” es mi lugar favorito para ir a merendar ya no solo por su amplia variedad de tartas y porque sus tés y cafés están buenísimos sino porque tiene la terraza en un jardín que da al parque y sirven todo en unas tazas y platos super cursis a la vez que bonitos. Cuando voy me siento como “Alicia en el País de las Maravillas” a la hora del té.

 No solo las tartas pueden alegrarme la tarde ya que Reino Unido es también el país de las “Muffins”, unas magdalenas gigantes de todos los sabores imaginables y que a cada cual está más buena. Las Muffins me llevan gustando desde que las conozco, en Irlanda mi amiga Rosa me llamaba “Martita Muffin” por la pasión que siento hacia estas magdalenas. A día de hoy Rosa me sigue llamando por tan descriptivo apodo J Volviendo a las Muffins, yo siempre he sido muy fan de la de “Triple Chocolate”, una bomba de sabor y calorías o la de Cappucinno, que era mi preferida en Irlanda. Pero la edad me ha vuelto más arriesgada y estoy empezando a experimentar con otros sabores: Arándanos, Frambuesa con relleno de Chocolate Blanco, Manzana con especias y Nueces de Macadamia o Limón con Semillas de Amapola. Éstas dos últimas me gustan muchísimo y ya he encontrado la receta para hacerlas en casa.

Pasamos ahora a las “Cookies”, otro gran mundo de sabor porque no se que tendrán esas galletonas que también me chiflan. Bueno, sinceramente, yo soy muy “Triky, el monstruo de las galletas” todo tipo de pasta o galleta me gusta y me parece bien por lo que no tengo problema.

Podría pasarme horas escribiendo sobre toda la repostería que ofrece el Reino Unido, aquí os he dejado solo una pequeña muestra, pensareis que soy una golosa y hacéis bien porque…así es, luego vienen los cargos de conciencia y los madrugones para ir a correr pero es que hay que compensar. Por cierto, el domingo tengo carrera en Caerphilly así que el lunes os contaré que tal ha ido.






P.D: Si tenéis ocasión de probar el “Red Velvet Cake” hacerlo porque también está muy bueno. Es España no lo he visto pero llevo conmigo la receta así que todos mis allegados seréis los conejillos de indias. 

lunes, 19 de mayo de 2014

LAS GAVIOTAS


Cardiff es una ciudad que me gusta  muchísimo, es pequeña, manejable, tienen parques muy bonitos para correr, tiendas, cafeterías con tartas exquisitas, restaurantes, una bahía que cuando hace sol puedes incluso creer que estas en alguna ciudad costera española…pero tienen una cosa que odio, y mucho…las gaviotas.
Por las mañanas yo no me despierto con el canto del gallo, ni con el piar de los pájaros sino con el ruido molesto que hacen las gaviotas. Además  me dan mucho asco porque siempre están rebuscando en la basura y son muy chulas y no se asustan con nada, en definitiva, me dan tanto horror o incluso más que las palomas, y ya es decir.

Una mañana corriendo por el parque vi a lo lejos una pequeña “explosión” de agua que salía disparada de un árbol. Al principio pensé que el viento habría movido las hojas y se habría caído agua de lluvia de la noche anterior, pero cuando me acerque al lugar vi que era una grandísima caca de gaviota. Me estremecí al pensar que si hubiera pasado por allí tan solo unos segundos antes me habría caído encima y desde entonces corro por el parque un poco obsesionada con la idea de que una gaviota me de los buenos días a su manera.
La verdad es que al imagen de la cagada de gaviota saliendo disparada de entre los árboles estuvo atormentándome un mes entero y ya se me estaba empezando a olvidar, de hecho solo me acordaba en contadas ocasiones como cuando veía que las gaviotas habían bombardeado los coches de mis vecinos o la moto de Liam, uno de miscompañeros de piso. Incluso había dejado de atormentarme la idea de que una caca me callera encima…hoy todo ha cambiado.

Esta mañana me he levantado temprano porque quería ir a correr y luego poner una lavadora y dejar que la ropa se secara fuera porque según la predicción meteorológica de la BBC ( que es muy precisa) hoy se nos termina el buen tiempo que hemos estado teniendo durante esta última semana. Todo ha salido estupendo: el sol brillaba, la temperatura era ideal y al terminar la lavadora he salido a tender la ropa al patio trasero. De repente, cuando estaba tendiendo mi camiseta roja de la “San Silvestre Toledana” he oído como un pedo aéreo (un sonido como de pedo que venía de arriba), he arrugado la nariz como suelo hacer cuando algo me extraña y de repente una caca de gaviota ha caído justo a mi lado con una onda expansiva que ha ensuciado mi camiseta roja y mi pelo. ¡No me lo podía creer, me había cagado una gaviota! Me he quedado petrificada mirando la camiseta y analizando cada rincón de mi cuerpo para saber el grado de los daños colaterales de la mierda de la maldita gaviota.  Menos mal que ha sido la camiseta roja de la “San Silvestre” y no la camiseta rosa de Nike que es mi preferida y que aguardaba dentro de la casa esperando su turno para ser tendida. Cuando he reaccionado he recogido toda la ropa para tenderla dentro y he vuelto a poner la lavadora con las prendas afectadas: la famosa camiseta roja y los vaqueros y la camisa que llevaba puestos, que aunque no he visto resto alguno de excremento he preferido prevenir. También he tenido que volver a lavarme el pelo (no hacia ni una hora que había salido de la ducha). Ni que decir tiene que he tendido la ropa dentro, en el tendedero.

La cosa no queda ahí porque el viernes recibí el efecto colateral de otra caca lo que pasa es que no tenía claro si era caca u oxido de un puente porque justo me pillo pasando por debajo de un puente y como aquí llueve tanto siempre hay como goteras. Curiosamente las cacas de gaviotas no huelen ni bien ni mal, al menos las de las gaviotas galesas, huelen como a algo oxidado de ahí que el viernes me auto convenciera de que había sido el puente aunque confieso que llegue a casa y por si acaso, me metí entera en la ducha dándome unos buenos restregones de jabón en la piel y el pelo. La ropa fue derechita a la lavadora.


Dicen que pisar cacas o que te cague un pájaro encima es señal de buena suerte así que a mí me espera algo muy grande porque ser alcanzada por dos cacas de gaviota (nada de gorrión o cualquier otro pajarito pequeño) en rodeo de tres días no puede ser solo fruto del azar. J

miércoles, 14 de mayo de 2014

EL CAMIÓN DE LA BASURA

Una vez más tengo que comenzar con una disculpa por tardar tanto en escribir, la anécdota nunca falta pero a mis cuatro meses de experiencia galesa lo que me falta a veces es un poco de inspiración porque mi cuerpo y mi mente me van pidiendo ya unas vacaciones en territorio patrio tomando un poco de sol (que por Cardiff se ve poco), luciendo ya la ropa de verano y sobre todo comiendo jamón, lomo, croquetas, empanada y otras muchas cosas que no apreciamos lo suficiente hasta que no estamos lejos de casa. Pero bueno, no sirve lloriquear porque dentro de una semana estaré disfrutando unos días de España que espero que sean tan buenos y veraniegos como los que estáis teniendo desde abril.

La verdad es que estas dos últimas semanas están siendo un poco tontas, el martes pasado viendo el último capítulo de El Príncipe, el disco duro de mi ordenador decidió que era el momento de dejar de funcionar y así lo hizo.  A mí en ese momento casi me da algo literalmente, acostumbrada como estoy a tener siempre frío me vinieron unos calores que casi me tengo que quitar el pijama. Encendía y apagaba el ordenador y eso no resucitaba, era un hecho,  el disco duro había pasado a mejor vida. Muchos podéis pensar que no es para tanto pero silo es cuando vives en una casa sin televisión y en un país donde lo más normal es que haga mal tiempo y que encima en ese semana haya temporal de lluvia y viento…vamos que no tenía nada que hacer salvo sentarme en la cama. Finalmente mis compañeros de piso me dijeron donde podía ir a arreglar el ordenador (viaje que contaré otra ocasión porque la tienda estaba lejísimos) y el problema quedó resuelto en dos días.

Como ya os he comentado, la semana pasada tuvimos un tiempo horrible, llovió toda la semana y hacía un viento huracanado que no había quien estuviera en la calle. Yo miraba desesperada el tiempo de la BBC que siempre acierta y veía que eso no anunciaba más que lluvias y viento. Aun así, el jueves por la mañana me puse el despertador para levantarme y salir a correr porque la BBC decía que empezaría a llover a las nueve de la mañana. A las siete y diez sonó la alarma de mi móvil pero la lluvia se había adelantado y con cierta satisfacción, apagué la alarma y volví al calorcito de mi cama. Estaba disponiéndome a volver a coger el sueño por una horita más cuando de repente escuché el camión de la basura y me acordé que no habíamos sacado las cuatro bolsas de reciclaje que tenemos a la calle.

Aquí hago un inciso para explicar que en Cardiff el camión de la basura pasa solo una vez a la semana. Tenemos contenedores particulares fuera de las casas y las bolsas verdes (las de reciclaje que no huelen mal) se dejan en los jardines delanteros. Para que te recojan la bolsa tienes que sacarla a la acera, si no nada.

Me levanté de un salto y vi a todos mis vecinos sacando sus bolsitas. De repente reaccioné y bajé corriendo las escaleras para ver si me daba tiempo a dar a los señores de la basura mis bolsas. Cuando salí el camión se marchaba pero mi vecino me dijo que aun tenía que dar la vuelta porque mi calle no tiene salida para los vehículos, que les esperara y que se les diera las bolsas. Y ahí estaba yo en medio de mi calle, lloviendo, con mi pijama de Mickie Mouse y mis pelos de recién levantada rodeada de cuatro bolsas de basura haciendo aspavientos con las manos para que el camión me viera y se parase.

A todo esto mis vecinos, que son muy cotillas, no quisieron perderse semejante espectáculo y desde detrás de sus visillos observaban la escena sonriéndome. Uno de ellos cogió a su nietecita (una niña de unos cuatro años) para que también se asomara. Abuelo y nieta me saludaban con la mano y una gran sonrisa y yo allí, plantificada les devolvía las sonrisas y el saludo. Mis aspavientos fueron respondidos por los señores de la basura que partiéndose de risa detuvieron el camión. Me disculpé por no haber estado atenta de las basuras pero entre risas y bromas me dijeron que no pasaba nada.


Me metí en mi casa muerta de vergüenza y riéndome mucho al mismo tiempo. Soy el mono de feria de mi calle pero no me importa mucho porque conseguí arrancar la primera carcajada del día a medio vecindario y a los señores del camión de la basura y alegrar el día a la gente es algo que considero que tiene mucho mérito. 

lunes, 21 de abril de 2014

WICKED, EL MUSICAL


¡Hola!, sí soy yo que he vuelto. Siento tener el blog un poco abandonado pero es que estoy muy perezosa. Creo que necesito unas buenas vacaciones, que me de un poco el sol, calor…es que el sol galés no calienta nada, vienen siempre acompañado de una mareíta… Dejando el tiempo galés a parte, voy contaros como fue mi primera experiencia con un musical en inglés.

La primera vez que estuve en un musical fue hace unos cuantos años en Madrid para ver “La Bella y la Bestia”. Sobra decir que salí emocionadísima, ya no solo porque la historia me encante sino porque la puesta en escena fue lo más. Comprendí que las entradas fueran tan caras porque los musicales, en general, llevan mucho trabajo detrás pero me da mucha rabia porque eso me impide ir a más musicales, pero bueno, que se le va a hacer.

El segundo musical que vi fue en mi pueblo el pasado mes de Noviembre. Era benéfico y lo organizó una asociación cultural de un pueblo cercano al mío. Interpretaron “No me puedo levantar”, el musical de Mecano y la verdad que para ser una asociación cultural con actores aficionados lo hicieron estupendamente y me gustó mucho también. Tras ver este musical mi cabeza empezó a maquinar que quizá el siguiente podría ser “El Rey León” cuando volviera de Cardiff, pero lo que mi cabeza no sabía es que Cardiff me daría la oportunidad de ver en musical uno de mis libros favoritos: “Wicked, memorias de una bruja mala”.

Seguro que a muy poquitos os suena este título, es una pena porque la novela está genial. Su autor es el neoyorquino Gregory Maguire y cuenta la historia de “la Malvada Bruja del Oeste” de “El Mago de Oz” desde el punto de vista de la bruja. Genial, aconsejo a todo el mundo leer la novela si tenéis oportunidad porque o tiene desperdicio y hace al lector cuestionarse ¿qué es ser malo en realidad? Porque si escuchas la versión de Wicked lo de “Malvada” sobra.

Volviendo al musical, he de confesar que iba con un poco de miedo porque como la mayor parte es cantado no sabía si lo iba a entender bien. Yo hablo bien inglés, lo entiendo muy bien y puedo ver películas y series y seguir  una clase en la universidad pero las canciones ya sabemos que son algo más difíciles. Llegue pronto al “Millenium Centre”, el auditorio donde se representa la obra, porque tenía que recoger la entrada. Me sorprendió la cantidad de merchandising que había: bolsas, llaveros, libretos del musical, colgantes, camisetas… todo un mundo de “Wicked”. De repente se me acercó un señor que vendía el programa del musical (un libro bastante grueso con muchas fotos y detalles sobre los actores, los ensayos, etc).

-Hi, would you like a book?- (Hola, ¿Quieres un libro?). Me dijo a modo de saludo.

-Hi- le contesté. –How much is it? (¿Cuánto cuestan?).

-Seven- (Siete)

-Seven Euros?- (¿Siete euros?).

- No, siete libras- me dijo riéndose en español y con un fuerte acento británico.

-¡Anda, si sabes español!- le dije sonriendo.

-Sí, es que he estado viviendo en España- contestó devolviéndome la sonrisa multiplicada por tres.

Estuve hablando un ratito con él sobre su estancia española y me dirigí hacia la puerta, estaban a punto de abrir y yo tenía que subir unos cuantos pisos para llegar a mi destino. En cuanto abrieron las puertas entré muy contenta porque tenía unas ganas locas de que empezara el espectáculo. Mi entrada estaba situada en lo que popularmente se conoce como “el gallinero” ( el inexistente sueldo de un estudiante de doctorado español no da para más), no sabía cómo sería la visibilidad y me sorprendió ver que era bastante buena, un poco lejos eso sí pero se veía todo el escenario y eso era lo importante.

Con puntualidad británica comenzó el espectáculo: los decorados eran geniales, los disfraces, los bailes, las canciones…no tengo palabras para describirlo. Además entendía todo (menos cuando cantaban los coros porque entender a unos quince ingleses cantando a la vez es algo que aun no domino). Me gusto mucho la actuación de la chica que interpretaba a Wicked, la Bruja Mala, pero la que bordó el papel fue la actriz que hacía de Glinda, la bruja buena. Tan cursi, tan tontorrona, tan “voy de buena pero en realidad no lo soy tanto”, presumida y vanidosa pero muy graciosa a la vez. Fue la que dio el toque de humor a la obra y en mi opinión la que mejor lo hizo.

La adaptación fue bastante buena pero aún así muy diferente al libro, de todos modos fueron dos horas y media de espectáculo que se me pasaron volando y me hicieron salir del auditorio con una sensación de felicidad muy grande.

Decidido, tengo que ir a musicales más a menudo.

lunes, 31 de marzo de 2014

MASTERCHEF


Hola a todos, llevo mucho tiempo sin escribir pero es que estoy un poco vaga últimamente.  Como la última entrada que escribí se la dediqué a las  “tonterías” británicas, especialmente a sus supermercados que tantísimo me gustan hoy he decidido seguir hablando de comida.

No sé si he comentado en alguna ocasión que cuando era pequeña no me decidía entre ser periodista o pastelera/cocinera.  Como tenía tiempo para pensarlo me dedicaba a escribir relatos para el colegio y a levantarme temprano los domingos para ayudar a mi padre a hacer tostadas en la sartén (nada de tostador, tostadas ricas y elaboradas).  Con diez años los Reyes magos me trajeron el Choconova, ese juego de “Mediterraneo” que serbia para hacer bombones y cosas de chocolate y creedme que lo daba un buen uso. También estaba empezando a  hacer mis pinitos con los bizcochos de limón, tartas de chocolate y galleta, tartas de queso, en fin, todo ese tipo de cosillas fáciles y siempre como pinche de mi madre porque aun no me había ganado el rango de chef. Luego entre unas cosas y otras empecé a decantarme más por la escritura y las actividades intelectuales dejando de lado mi faceta culinaria que ha decidido despertar aquí, en el Reino Unido, el país donde todo el mundo dice que se come mal y que uno se pone gordo, algo en lo que yo no estoy para nada de acuerdo.

Todo empezó a los pocos días de estar aquí cuando Liam, uno de mis compañeros de piso me dijo que él veraneaba en Javea (Alicante) cuando era pequeño y que le gustaba mucho la paella. Tras un silencio acompañado de mi sonrisa como respuesta vino la pregunta del millón:

-¿Puedes preparar una “paela”?-

 
Yo le dije que sí, acordándome de su madre porque no había hecho una paella en mi vida y de la mía porque tenía que llamarla para pedirle la receta y que me enviará colorante por correo. En un detallado e-mail mi madre me dijo como hacer la paella y a los pocos días recibía una carta desde España con unos sobrecitos de colorante. Acordé hacer la paella para un martes, Liam me dijo que prefecto pero que seriamos uno más a comer porque venía de visita la hermana de Miriam, otra compi de piso que no había probado nunca la paella. Ese detalle me puso más nerviosa, tenía que dejar el pabellón español bien alto delante del inglés y las alemanas.  

El martes, volviendo de la universidad compré los ingredientes que me faltaban y nada más llegar a casa me puse a preparar todo teniendo como fondo la música de Bastille, mi grupo favorito, que me relaja mucho. Esta mal que yo lo diga pero mi primera paella fue un éxito, reconozco que un poco sosa de sal porque yo no suelo echar sal a las comidas y por tanto calculo muy mal ese aspecto pero por lo demás genial. Mi compañeros me felicitaron, les gustó muchísimo y no quedó ni un solo grano de arroz ya que Liam se encargó personalmente de comerse hasta el último resquicio de paella que quedaba en la cazuela.

A partir de ese día todo cambió, mi espíritu cocinero despertó al ver que se me daba tan bién cocinar y ya van varias veces en las que se ha repetido la paella por no hablar de las lentejas que me preparo los sábados o el pollo asado con patatas de los domingos. Además como tengo que comer todos los días en la universidad me preparó unas ensaladas muy ricas. Estoy descubriendo ingredientes nuevos, algunos de ellos propios de la cocina vegetariana que tienen muchas vitaminas y aportan muchos nutrientes ya que apenas puedo comer carne porque la carne fría no me gusta. De este modo la quinoa, el parsnip (chirivía en español) y los frutos secos se han convertido en ingredientes estrella de todo tipo de ensaladas y platos que me preparo y que reconozco que me encantan.

Por otro lado, ya he adquirido un libro de dulces británicos, unas tazas y cucharas  medidoras para poder hacer recetas americanas (los británicos son mas apañados y ponen las recetas con las medidas en gramos pero los americanos no) y un mezclador de masa ara preparar “Welsh Cakes” (pastelitos galeses) que están super ricos. He echado también el ojo a unos cortadores de galleta en forma de pollos y conejos que seguro me compraré en breve, por no hablar del libro de Marta Stewart sobre tartas y galletas. En fin, todo un mundo que me ha hecho reconciliarme con esa faceta que un día dejé a un lado para dedicarme a esta otra (la periodística) pero que creo que puedo compaginar muy bien.
 
Y de momento eso es todo, preparaos queridos lectores porque a mi vuelta a España vais a tener que seguir leyendo “De Vueltas por ahí”, eso que no falte,  pero mientras hacéis de conejillos de indias de mis dotes reposteras.

miércoles, 19 de marzo de 2014

MADE IN UK


Una de las cosas que más me gustan del Reino Unido es que tienen muchas “tonterías”, es decir, tarjetitas para todo tipo de ocasiones, rotuladores con purpurina, sartenes color rosa y todo tipo de cachivaches que yo ni siquiera sabía que existían. Todas estas cosas, sobre todo los utensilios del baño y de la cocina suelen tener a su vez dos versiones: la sosa (que es la que podemos encontrar en cualquier país de Europa) y la cursi que está llena de color rosa, animalitos pegados, lentejuelas, purpurinas y demás.

Como ya os he confesado a mí estas tonterías me gustan mucho y si algún día por motivos de trabajo termino viviendo en el Reino Unido de manera habitual, mi casa estará llena de cosas de estas porque ¿quién tienen unos guantes de fregar los platos normales y corrientes de color amarillo o rosa cuando se pueden tener rosas y verdes simulando un jardín y con una mariquita pegada en la parte de arriba? las inglesas pueden tenerlo las españolas nos tenemos que conformar con los guantes feos y sosos. (Ver foto, lo que hay al lado es un cepillo de fregar los platos que, por supuesto, va a juego)

Claro que todas estas “tonterías” no se quedan ahí sino que pasan también al plano alimenticio, por eso, no es de extrañar que pueda pasarme horas en el supermercado (cuando digo horas lo digo en sentido literal) observando embelesada todas las cosas raras que ahí. Me voy a la sección de cereales y encuentro cien mil tipos diferentes: integrales, normales, con azúcar, sin azúcar, de trigo, de avena, de cebada, integrales de chocolate y sabor a caramelo, rellenos de avellana o de fresas, con pasas, con frutas, con caramelos, con forma de galletas cookie pero que en realidad son cereal… todos ellos muy sanos, con ocho vitaminas y hierro, fuente de fibra y de calcio... bueno, bueno, el no va más.

En la sección de congelado ocurre lo mismo: guisantes con mantequilla (sí, lo que estáis leyendo), verduras con salsa de ajo, pescado con salsa no sé cómo, filetes ya empanados…vamos que te las ves y te las deseas para comprar algo normal que no lleve ninguna salsa extraña añadida. Lo mismo ocurre con las patatas fritas de bolsa, los británicos son los amos de los snacks, yo no sé la cantidad de bolsitas de tontunas que pueden llegar a tener y además de todos los sabores. Los que más me llaman la atención son las patatas fritas con sabor a pollo (a mí me saben a cocido) y las patatas fritas con sabor a gamba. Confieso que no soy muy de snacks por esa fobia a los kilos de más pero estos sabores los probé la primera vez que estuve en UK hace ya muchos años. Mis favoritos son los hula hopos, que son unos aritos de patata, sositos pero muy buenos.

 
 Podría pasarme horas hablando de los supermercados británicos porque son sitios que me fascinan, la sección de azúcar y harina es también para crear una entrada a parte así que me reservo los comentarios para un “post” futuro, pero lo que sí que no voy a pasar por alto es la sección del chocolate.

Como todos ya sabéis a mí el chocolate me gusta muchísimo y aunque como buena amante del placer chocolatero prefiero el chocolate negro, no hago ascos tampoco a su versión blanca o con leche. Es verdad que he vivido en el país del chocolate (Bélgica) donde he probado algunos que casi me han hecho llorar de lo ricos que estaban pero los chocolates británicos tampoco se quedan muy atrás. Si tuviera que elegir alguno sería el de “Wonka” una tabletita que ha diseñado Nestlé simulando los chocolates de la conocida película de Tim Burton “Charlie y la fábrica de chocolate”. “Wonka” tiene tres sabores pero yo me quedo sobre todo con el “Chocolate Nice Cream” uno que esta relleno de Crema con corazón de chocolate. Podéis imaginar…

El caso es que como soy tan choco-adicta me gusta probar todos los chocolates raros que me encuentro en el supermercado con tan mala suerte que el otro día vi un chocolate negro de jengibre. Y no he probado en mi vida el jengibre pero el papel era verde y me recordó a un pistacho y mi cabeza ya empezó a inventarse un sabor así entre el pistacho y el mazapán y me compré la tableta. En cuanto pagué, lo abrí , lo probé y me horrorizó; estaba malísimo porque el jengibre pica un poco sabe raro y me revolvió el estómago. Me empecé a sentir muy mal y cuando llegué a casa el chocolate salió por donde entró y regalé la tableta horrorosa a mis compañeros de piso.

Cuesta creerlo pero hay un chocolate en el mundo que no me gusta y he tenido que venir a UK para adivinarlo. De todas maneras yo no desisto y seguiré probando todo chocolate y dulce “raruno” que me encuentre en pastelerías y supermercados porque si bien con el chocolate de jengibre me salió el tiro por la culata ha habido otras muchas cosas como los “welsh cakes”, “carrot cakes” o “maple syrup (sirope de Arce)" que me han gustado muchísimo.

El día que vuelva a España no echaré de menos el clima británico pero si sus supermercados, aunque me he enterado que en algunas zonas de costa hay un supermercado llamado “Iceland” popularmente conocido como el supermercado inglés donde venden gran parte de estas “tonterías” que en los super españoles no podemos encontrar así que si la morriña del producto británico me atormente demasiado siempre puedo irme a vivir a Torrevieja donde tendré un “Mercadona” y un “Iceland” que me ofrezcan lo mejor de cada uno de los países que más me gustan.

                                                      (Cupcake de Chocolate con Oveja de mazapán)

martes, 11 de marzo de 2014

LA MOQUETA


Una de las cosas que más nos llama la atención a los españoles de las casa británicas e irlandesas es la moqueta. Una casa enmoquetada es algo que no entendemos porque las moquetas no hacen más que almacenar polvo, ácaros y raros olores. Cuando nos preguntan desde España:

 –¿y cómo es tu casa?

La respuesta es siempre la misma: -pues tiene moqueta, ya sabes…- y arrugamos el morro porque la moqueta es lo peor.

Pero en Irlanda aprendí que la moqueta tienen su utilidad que es la de preservar el calor y también aprendí que se están dando cuenta que aunque mantengan las casas calentitas es un poco sucia y que lo están empezando a sustituir por parqué que cumple la misma función y es más higiénico. Ante la pregunta que os está rodando a todos en la cabeza sobre mi casa de Cardiff la respuesta es: -Tiene moqueta- y retuerzo el morro cuando lo digo.

A mí personalmente no me gusta la moqueta pero reconozco que la de mi casa galesa tienen un punto a su favor y es que es oscura por tanto es muy sufrida y no se nota mucho la mierda (con perdón). Me alegré mucho al ver el color porque en la casa en la que estuve viviendo en Irlanda la moqueta en principio era blanca, ya cuando llegué yo a la casa había una mancha negra presidiendo la entrada en el salón, ni que decir tiene que  tras ocho meses allí la moqueta blanca ya no lo era. Que coste que no era porque no se aspiraba, era porque se manchaba demasiado porque poner una moqueta blanca es algo no se le ocurre a nadie (solo a la casera de Irlanda).

Volviendo a mi actual moqueta como digo no me molesta mucho, es marrón jaspeado  que es algo muy útil porque no se notan las pisadas, además es un color que al ser tan sufrido parece que da como más calor y hace contraste con las paredes blancas y con los muebles de madera clarita por lo que mi habitación presenta unos colores tierra que me relajan y me gustan.  Hasta aquí todo bien, incluso podéis pensar que me gusta mi moqueta pero no es así porque mi moqueta tienen un inconveniente tan grande que puede más que todas las “ventajas” que intento sacarla y es que cada vez que paso la aspiradora mi moqueta desprende un horrible olor a pies, sí, sí, ese olor al castillo flotante de la feria que es bastante desagradable. A mi favor he de decir que a mí no me huelen los pies y que el olor de la moqueta ya venía de serie, es algo de lo que me percaté el primer día cuando di un repaso a la habitación antes de colocar mis cosas. Al principio pensé que era la aspiradora pero la probé sobre el suelo del baño (que gracias a Dios no tienen moqueta) y no olía a nada por lo que tuve que admitir que a pesar de que la moqueta estaba impoluta a saber qué cantidad de pies y en qué condiciones habían pasado por esa habitación, por tanto tuve que aceptar que mi moqueta albergaba ese olor que tanta grima me daba desde que de pequeña subía al castillo flotante de las fiestas de mi pueblo. Por descontado que mis pies descalzos no tocan esa moqueta y dando gracias tengo que estar que no es un olor constante es solo un olor que aparece cuando paso la aspiradora por tanto he decidido dejar a un lado mis escrúpulos y ser un poco descuidada por unos meses por lo que solo aspiro la habitación una vez a la semana (sin olvidarme de pulverizar el ambiente con absorbe olores después) porque la primera lección que aprendí en Cardiff es que las moquetas ajenas es algo que no conviene mucho remover porque su interior siempre alberga escondida una sorpresa.

 Nota: que conste que a pesar del olor a “castillo flotante” cuando se aspira  mi habitación es muy chula y mi casa es la más limpia de todas las que he tenido en mis estancias en el extranjero, además ya me encargo yo personalmente de que mi habitación huela siempre a colonia, salvo el minuto después de pasar la aspiradora ;)

sábado, 8 de marzo de 2014

ECHANDO UNAS CARRERAS. EL PARKRUN CARDIFF


Siempre he escuchado que correr es de cobardes pero yo no hago caso a ese dicho porque a mí me gusta mucho y no me considero una cobarde en absoluto. Soy una persona bastante nerviosa y correr me ayuda a sosegarme, en palabras de mi amiga Fátima: “a ti lo que te pasa es que tienes mucha energía y necesitas expulsarla de alguna manera y lo haces corriendo”, yo siempre me río cuando me dice eso pero creo que tiene razón.

Sea como fuere siempre que viajo para temporadas largas llevo mis atuendos de correr, me congratula decir que este año he sumado a mis apaños deportivos un reloj GPS chulísimo de Nike que me trajeron los Reyes Magos en casa de mi hermano y que ya no puedo salir a correr sin él. Sí, estoy haciendo publicidad gratuita pero es que me encanta mi reloj-GPS y la ropa deportiva de Nike. El caso es que al llegar a Cardiff una de las primeras cosas que hice fue buscar un sitio para correr, y lo encontré  detrás de mi casa porque vivo justo delante del Bute Park, el parque más grande de Cardiff (creo). Pero la cosa no quedó ahí porque en el Bute Park se celebran cada sábado los “Parkrun”,  un evento deportivo que consiste en una carrera semanal de cinco kilómetros por el parque. Es un evento que tienen lugar por diferentes parques del Reino Unido y la verdad que tienen bastante éxito y se apunta mucha gente y yo no iba a ser menos.

Lo que más me gusta del “Parkrun” es que hay muy buen ambiente porque no es una competición, es más bien una carrera contra ti mismo en la que intentas superarte cada semana. No hay límite de edad para correrla por lo que acuden muchos padres con sus niños e incluso personas más mayores, lo más importante del “Parkrun” es hacer deporte y pasar un rato divertido. Pero aunque no sea una competición tengo que reconocer que yo soy una persona muy competitiva y como vi con el paso de las semanas que iba escalando posiciones el “Parkrun” se ha convertido para mí en el acontecimiento más importante de la semana. Desde hace un mes quedo siempre en muy buen lugar: entre la ciento veintialgo o ciento treinta y algo de entre cuatrocientos o quinientos corredores, entre las diez primeras mujeres y en el cuarto o quinto puesto de mi categoría. Reconozco que son muy buenas marcas y que he mejorado mucho desde que empecé pero a mí ser la cuarta como que no, por eso cada sábado intento superarme para ver si consigo hacer pódium y ese día llegó por fin el sábado uno de marzo.

Cuando me levanté vi que hacia sol, eso hizo que me vistiera con ganas y fuera contenta al “Parkrun”. La temperatura era perfecta, ni frío, ni calor y mis ánimos se iban viniendo cada vez más arriba. Un vez que llegué al lugar donde empieza la carrera me coloqué cerquita de la línea de salida porque el sendero por el que discurre la carrera es muy estrecho al principio y se forma una pelota que te impide correr bien. A las nueve en punto dieron el pistoletazo de salida y empecé a correr. Me sentía con fuerzas y empecé a correr más deprisa, en mi ipod empezó  sonar “Counting Start” de One Republic  y subí el ritmo, luego ya sonó Bastille que es mi grupo favorito y el ritmo se mantuvo más alto que otras veces. Una cosa curiosa que me pasa en Cardiff es que no respiro bien por la humedad y a la hora de correr eso se nota mucho pero yo solo veía que adelantaba a gente y que a mí no me adelantaban y yo creo que hasta se me olvidó que no podía correr bien. Miraba de vez en cuando mi reloj para ver el ritmo y veía que se mantenía, yo seguía contenta. De repente la vi, ahí a lo lejos…”la mujer marotoniana”, un mujer que tienen un aspecto de corredora impresionante, muy delgada y fibrosa; me propuse adelantarla y lo conseguí cuando quedaban 200 metros para llegar a la meta, fue entonces cuando me di cuenta que había cometido un error, que no se puede esprintar tan pronto y que mi estomago me pedía a gritos que bajara el ritmo o tendríamos un problema.“La mujer maratoniana” me alcanzó entrando en la meta y me dieron hasta ganas de llorar, ella hacia el número noventa y nueve y yo el cien. Aun así sabía que había hecho buena marca y que ella, “la mujer maratoniana” no es rival porque no entra en mi categoría. Por la noche me enviaron los resultados  había quedado segunda en mi categoría, ya había conseguido hacer pódium ahora mi próximo reto será…alcanzar a “la mujer maratoniana”.

Pero los acontecimientos deportivos del fin de semana no quedaron ahí porque el domingo dos de marzo se celebraba otra carrera de cinco kilómetros por motivo del día de San David, el patrón de Cardiff y tampoco me quise perder el evento. Esta vez el día era malo, nublado y cayendo un sirimiri que hizo que ya llegara mojada al lugar donde empezaba la carrera. Era una explanada llena de barro por la lluvia caída la noche anterior y mantenido por el sirimiri del que os he hablado unas líneas más arriba. Como uno de los  patrocinadores de la carrera era un centro de fitness militar había unos chicos y chicas muy jovencitos vestidos con indumentaria militar haciendo demostraciones de los ejercicios que se hacen en el centro, así cogían ruedas pequeñas de tractor, las daban la vuelta y saltaban dentro y fuera de ellas, de esta manera hacían carreras entre ellos. También tiraban de cuerdas, hacían muchas flexiones, tenían que ponerse firmes…vamos que entre eso y el barro me daba la sensación de estar en Afganistán. Recogí mi chip y mi dorsal y mientras estiraba me puse a ver los ejercicios que hacían y  pensar lo ridícula que quedaría yo intentando levantar una rueda pequeña de tractor cuando ni siquiera tengo fuerza para abrir un tarro de mermelada.

Cuarto de hora antes de que empezara la carrera y estando ya todos los participantes colocados en la línea de salida, uno de los monitores del centro, guapísimo todo hay que decirlo, nos dijo por un megáfono que teníamos que hacer ejercicios de calentamiento todos juntos y empezó a darnos las instrucciones. Fue super divertido y más aún porque el tipo estaba vestido de militar pero era muy gracioso y simpático y no le pegaba. Nos iba mostrando los ejercicios de calentamiento que teníamos que hacer, que también incluían chocar los cinco con todo aquél que tuviéramos cerca o contar hasta diez todos juntos antes de ponernos a correr sin movernos del sitio, saltos moviendo brazos y piernas…en fin, toda una serie de tonterías que nos hicieron pasar un buen rato y empezar la carrera con ganas y energía.

Me coloqué también de las primeras y al igual que el día anterior mantuve un buen ritmo durante los cinco primeros kilómetros, tanto es así que llegué la veintidós de toda la carrera, la cuarta de todas las chicas y tercera de mi categoría. Me dieron una medallita y me fui a mi casa tan contenta. A todo esto…había olvidado el sirimiri que no había parado de caer y llegué a mi casa pingando J

Y ese fue mi fin de semana, el sábado también disfruté del desfile del día de San David con gente disfrazada y actividades en el castillo pero fue bastante soso y es que mi vida en Cardiff no es tan divertida y apasionante como en Bruselas, tanto es así que he calificado a esta etapa de mi vida como “retiro intelectual” porque no hago más que documentarme para mi tesis, practicar inglés y correr pero estoy contenta porque creo que a todo el mundo le viene bien una etapa de “retiro” de vez en cuando, quien sabe si sigo mejorando mis tiempos de carreras lo mismo me ofrecen representar a Gales en las próximas olimpiadas aunque de momento me conformo con ganar a “la mujer maratoniana”.

 
Nota: Desde que escribí este articulo hasta que lo he publicado han pasado unos días y un nuevo Parkrun ha tenido lugar hoy sábado 8 de marzo. “La mujer maratoniana” que es de Paraguay me estaba esperando en la meta para ofrecerme entrar a formar parte de uno de los equipos de atletismo de Cardiff. No son las olimpiadas pero por algo se empieza.

sábado, 22 de febrero de 2014

MI PRIMERA CLASE DE PIRATERÍA EN INGLÉS


En la primera entrada que publiqué sobre mi llegada a Gales creo que expliqué que estaba en Cardiff realizando una estancia investigadora para mi tesis doctoral. Lo que dudo que dijera es el tema de mi tesis. Solo lo hago si me preguntan porque cuando lo digo todo el mundo me mira con asombro, me dicen que es muy interesante y a veces solo algunos valientes me dicen que vaya cosas como si no estuviera bien de la cabeza. Yo de todas maneras me siento muy orgullosa de estar investigando lo que estoy investigando y mucho mejor que a la gente le parezca raro, me da muchos más ánimos para seguir. Para los que no lo sepáis mi tema de investigación es la piratería marítima y estoy en Cardiff porque su universidad cuenta con un super experto en el tema que es el que me está llevando la tesis aquí.

En España mi experiencia con la tesis doctoral es mala, no hay presupuesto para doctores y tenemos que investigar por nuestra cuenta. En UK los estudiantes de doctorado si que reciben dinero por ello (aunque yo como solo soy visitante no puedo aprovechar esa ventaja), además la relación profesor-alumno es muy directa, hay reuniones semanales en las que los tutores te encargan una serie de tareas y hay que cumplir con los plazos, a su vez intentan introducirte en el mundo del tema que estés investigando y facilitan tu participación en foros, publicaciones, seminarios y en mi caso hasta en conferencias internacionales, pero ese será un capitulo para el que tendremos que esperar unos meses.

Teniendo en cuenta que mi tutor es un experto en la materia, no es de extrañar que esté impartiendo un seminario de piratería al que yo estoy invitada a ir. Fue una invitación muy curiosa,  porque mi nombre estaba en el programa antes de que yo aceptara, el segundo día de seminario iba a tener mi media hora de gloria explicando a los alumnos la piratería en diferentes zonas del mundo. ¡No me lo podía creer!, estaba muy contenta y asustada a la vez porque impartir una clase de piratería en inglés es algo que no pasa todos los días. No era la primera vez que lo hacía ya que mi tutora en España me había brindado la oportunidad el pasado mes de noviembre impartiendo en un máster oficial de la Universidad Complutense de Madrid una  clase de tres horas sobre piratería en Somalia. En diciembre hice lo mismo pero por videoconferencia para la Universidad Tecnológica Equinoccial, UTE, Campus de Santo Domingo en Ecuador. Lo que pasaba es que en ocasiones anteriores lo había hecho en español, mi lengua materna y ahora tenía que hacerlo en inglés y el profesor no me dejaba leer mi discurso sino que tenía que hablarlo. Estaba muy nerviosa porque no es lo mismo hablar inglés en un bar, con amigos o como turista que hacerlo a nivel de clase. Además había escalado un nivel, iba a impartir una clase de piratería a los británicos que es como impartir una clase de tauromaquia a los españoles, tenía que estar a la altura.

Preparé muy bien el power point y el texto con lo que iba a decir, en balde intenté aprendérmelo de memoria pero nunca podía reproducirlo tal cual con lo que decidí dejarlo a su suerte. El viernes por la mañana Christian, mi tutor, me recibió con un gran sonrisa y me preguntó que si estaba preparada. Le dije que no, que estaba asustada y que me daba miedo que los alumnos no entendieran mi inglés. Christian me dijo que solo tenía que pensar que los angloparlantes normalmente no hablan más idiomas que el suyo por lo que tengo que estar orgullosa y no menospreciarme. No me quedé muy convencida pero bueno.

Aquel día las dos de la tarde llegaron super pronto, llegué pronto al aula para preparar el power point, los alumnos fueron llegando poco a poco, Christian me dijo que yo intervendría en la segunda parte de la clase. Durante la primera parte trabajamos en pareja, como yo soy a la vez alumna del seminario trabajé con un compañero indio muy simpático. Christian se esforzó en que yo hablara y participara para perder la vergüenza y yo colaboré encantada. Gracias a ese ejercicio cuando llegó la hora de mi exposición todo salió como la seda, solo tuve un problema con la pronunciación de la palabra “features” (rasgos) pero mis compañeros me enseñaron a decirlo bien. Había programado hablar unos 15 minutos pero al final estuve media hora. Todo había salido rodado.

Al terminar mi exposición todos me aplaudieron y me dieron las gracias, yo no cabía en el aula de lo contenta y lo orgullosa que estaba. De camino a casa me compré una Cookie de tres chocolates para merendar y celebrar mi primera clase sobre piratería marítima en inglés.

jueves, 30 de enero de 2014

EL CASTILLO DE CAERPHILLY


Hace dos domingo fui a visitar el castillo de Caerphilly. Caerphilly es una pequeña ciudad situada a unos veinte minutos en tren de Cardiff y alberga el segundo castillo más grande de Gales que además es el segundo más grande de todo Reino Unido.

La excursión a Caerphilly prometía ser tranquila, yo solo conocía a una de las chicas con las que iba a ir, las otras eran amigas suyas y nos las había visto nunca. La mala suerte hizo que Carla, la chica que yo conocía no pudiera venir porque al ser domingo el tren que la tenía que traer a Cardiff pasa con menos regularidad que los días de diario así que se quedó en tierra. Siguiendo sus indicaciones y las descripciones que me daba por whatssap al fin me encontré en el tren con las otras dos chicas: una española y una chipriota. Una vez hechas las presentaciones comenzamos a hablar y entre que yo hablo mucho y las otras que no se quedaban atrás nos pasamos tres paradas de Caerphilly, en realidad nos dimos cuenta del error porque la ciudad está a veinte minutos de Cardiff y llevábamos cuarenta en el tren. Así que nos bajamos en una estación en medio de la nada a esperar el tren de vuelta.

Como los domingos la vida en Gales tiende a paralizarse un poco, solo había un tren que daba la vuelta así que tuvimos que esperar en una estación que parecía que estaba en un bosque una hora entera. Ni que decir tiene que como el día era soleado y no había edificios hacía un frío que pelaba. Caminamos un poco para entrar en calor pero sin alejarnos demasiado de es estación fantasma no fuera a ser que volviéramos a perder el tren.

Pasada la hora más larga de mi vida y conociendo la vida entera de mis dos nuevas amigas cogimos el tren que nos dejó en Caerphilly. Una vez allí comimos un sándwich con una chocolatina y una fruta (sí señor ahí bien metida en la cultura británica) y visitamos el castillo.

La verdad que por fuer es muy bonito y está rodeado por un parque con lagos precioso, parecía que estaba en un cuento, por dentro ya es más normal. No tiene nada salvo habitaciones vacías y muchas goteras. Pero merece la pena visitarlo aunque mejor en primavera porque pasé tanto frío que solo estaba pensando en el chocolate caliente que me iba a tomar a la vuelta. Además me han dicho que el queso de Caerphilly está muy bueno así que tendré que volver para probarlo.
La visita terminó enseguida y como estabamos tiesas de frío decidimos volver a Cardiff y terminar allí la tarde en el café Nero. Con un chocolate con nata y ay entradas en calor nos alegramos mucho de haber escogido ese día para visitar Caerphilly porque había hecho sol y eso en Gales es algo que se ve muy pocas veces, al menos en invierno.

Salvo esperar en la estación en medio de la nada en este viaje no me pasó nada extraño, pero retomando mis aventuras con las cisternas de las lavabos…hora está averiada la del otro baño y garantizo que ni yo ni mi taza hemos tenido nada que ver y bueno aunque rota funciona un poco y mi cebra no ha tenido que volver a salir de la oficina nada más que para ser fregada en la cocina, vamos, donde tiene que estar.

miércoles, 22 de enero de 2014

LOS DUROS COMIENZOS


Hace ya dos años y algo que comencé este blog y la verdad, no esperaba que me fuera a dar para tanto y esperaba dejar de dar vueltas por ahí porque una llega ya a una edad en la que le apetece más quedarse en un sitio y solo dar vueltas para ir de vacaciones. De todos modos yo soy de esas personas que creen en el destino y si el mío es tan caprichoso supongo que será por algo. En fin, todo esto para decir…qué duros son los comienzos.

Y…¿por qué son duros los comienzos? Porque acostumbrarse a países, personas y culturas diferentes siempre es complicado al principio, todo esto teniendo en cuenta que al fin y al cabo yo siempre viajo por Europa por lo que las diferencias culturales son mínimas, no me quiero imaginar viviendo en Kuwait como mi amiga Marta o en Qatar como mi amiga Marisol o en Senegal como estuvo mi amiga Irene; en esos casos creo que me habrían echado del país por esa tendencia que tengo a meter la pata o estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Digo esto por una anécdota que me pasó el primer día de universidad que si bien no tiene nada que ver con la cultura del país (o al menos eso creo) si que tiene que ver con mi tendencia a las malas elecciones y estar donde no debo cuando no debo.

En la oficina de la universidad estoy sola, creo que hay más gente en otras oficinas del pasillo pero yo nunca les he visto, al igual que me gusta pensar que hay gente en el edificio aunque nunca haya visto presencia humana alguna. El caso es que en Gales yo no sé si por la humedad, la lluvia, el frío o qué tengo ganas de hacer pis muy a menudo. Había visto que enfrente de mi oficina está el baño de hombres  y la chica que me había dado las explicaciones de donde está cada cosa me dijo que el de chicas estaba por el otro lado. Fui a inspeccionar y en el otro lado solo encontré un baño para caballeros y minusválidos pero ni rastro del de chicas. Pensé que no tenía sentido que hubiera dos baños de hombres así que me metí en el de minusválidos que era el que me pillaba más cerca y ya no podía más. Hasta aquí todo bien, muy limpio y muy bien aunque me dio la sensación de que ese servicio no se había usado en milenios y no me equivocaba. Cuando fui a tirar de la cadena la cisterna estaba más seca que la mojama y yo me empecé a poner nerviosa porque no podía dejar el pis ahí. Muerta de vergüenza porque todo el mundo sabría que había sido yo ya que no parece que haya nadie más en el piso empecé a pensar cómo podría hacer llegar agua al váter para que se fuera el pis.
Mira tú por donde ese día me había comprado una taza para la oficina para el agua, el té o lo que fuera, muy bonita por cierto, de cerámica y con forma de cebra así que rauda y veloz por si a alguien le daba por entrar a ese baño me fui a coger la taza para echar agua en el wc. Y ahí estaba yo al más puro estilo Mr. Bean cogiendo agua del lavabo y echando “tazazos” por el váter, una situación muy ridícula la verdad, pensando que cualquiera que me viera en semejante situación y riéndome, por supuesto, de que siempre me tienen que pasar a mí esas cosas.

Tras muchos “tazazos” de agua el pis se fue, mi trabajo me costó y no he vuelto a usar ese baño ni creo que lo haga, total vaya al que vaya de ese edificio siempre será de caballeros y mi taza prefiero usarla para lo que la compré, tomarme un té calentito a media mañana.