PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



lunes, 17 de diciembre de 2012

MI CUMPLE BELGA


A pesar de mi más que incierto futuro y de que ya voy teniendo una edad y nada está claro en mi vida, tengo que confesar que me encanta cumplir años porque nunca pienso en realidad los que cumplo. Me gusta mucho que la gente me felicite, sí, me gusta muchísimo y me da igual la manera, lo importante es que ese día me dediquen unas palabritas.

Normalmente en mi familia tenemos una especie de ritual cumpleañero que consiste en ir todos a despertar al protagonista del día, felicitarle, darle nuestros regalos y disfrutar todos del momento. Pero yo ya llevo dos años en que no puedo hacer eso porque estoy lejos de casa, aun así siempre hay alguien que recuerda mi cumple y me hace ese día muy especial. Hace un año Fátima me organizó una sorpresita apareciendo de repente en casa con mis compañeros de piso, otra amiga, una tarta de manzana y regalos, gritando como loca el cumpleaños feliz, me alegró mucho un día en el que más que nunca me acordaba de los míos. Este año ha sido también muy bueno, con muchas felicitaciones y sorpresas…y como no…con la “martada” de fin de fiesta para terminar de rematar la faena.

 

La primera sorpresa la recibí el miércoles 12 por parte de Javi, como se iba a Bolonia justo el día de mi cumple a pasar todo el fin de semana, me regaló la entrada para ir al estreno de la película “El Hobbit". Me gustó mucho el regalo porque tenía muchísimas ganas de ir a ver la peli. Javi se portó muy bien en el cine (claro que ya iba advertido de que no quería escuchar ni un susurro), aprovechó para hablar un montón y sin parar antes de la peli y durante los anuncios pero en el momento clave supo mantener el tipo, eso sí, no pudimos evitar risas e intercambio de opiniones a pesar de habernos propuesto no abrir el pico durante las casi tres horas. Fue una tarde muy divertida.

Al día siguiente, cuando me desperté ya tenía los “veintitodos” pero estaba muy contenta porque ya había comenzado el chorreo de mensajes al móvil de todos aquellos que se acordaban de mí, llegué al trabajo y allí Alexandra, mi compañera de oficina, me esperaba con una flor de Pascua y un libro de recetas con M&M’s, que son uno de mis dulces favoritos. Por su parte mis compañeros de departamento me regalaron una tarjeta  y una caja de bombones Neuhaus que también son de mis favoritos. También, dos días antes había recibido también una felicitación por correo postal de mis padres…vamos que mi cumpleaños no podía ir mejor.

 A las cinco y veinticinco, loca de contenta me fui a casa, había quedado con Fátima y Joanna en Place Luxe para celebrar el cumple con ellas tomándonos las cervecillas de rigor. Llegué a casa, me duché y cuando me estaba secando vi como goterones de sangre caían al suelo, asustada intenté buscar la fuente de mi horrible descubrimiento y vi mi estomago, tripa y pierna izquierda ensangrentadas también. Asustada me miré la mano, y allí encontré el pequeño capilar roto que tengo en el dedo sangrando como loco. Ya me ha pasado más veces así que lo tapé como pude y me dispuse a limpiar la carnicería que mi diminuta herida había liado. A la vez estaba preocupada porque la última vez que me pasó tuve que ir al médico a que me cortaran la hemorragia y claro esta vez no iba a ser menos. Estuve durante unos veinte minutos intentando en vano parar aquel grifo pero era inútil, un poco desesperada me vestí como pude y llamé a Fátima para contarle mi problema y pedirle que me acompañara a urgencias porque estaba sola en casa. Fátima vino corriendo trayendo consigo un montón de gasas por si acaso nos hacían falta. Mientras me ayudaba a vendarme el dedo, Fátima iba practicando en francés lo que le iba a decir al médico, a mí me daba mucha risa porque Fati se mete mucho en el papel, finalmente decidimos meter el diccionario de francés en el bolso por si acaso y nos marchamos al hospital. El camino se me hizo muy ameno porque Fátima me iba entreteniendo y haciéndome reír mucho, más que al médico parecía que nos íbamos de fiesta. Bajamos en la parada de Poret de Hall y comenzamos a andar por un barrio no muy recomendable porque el hospital estaba por allí. Tuvimos que dar una vueltecita pero al final lo encontramos ycuando entré me dio la sensación de que tampoco era un lugar muy recomendable. Me destapé el dedo y había dejado de sangrar, pero lo toqué un poco y comenzó otra vez así que nos acercamos a la recepción a pedir turno. Muy en su papel de madre Fátima me pidió que no me riera mientras ella explicaba que me había pasado y me pidió la tarjeta sanitaria europea para que tomaran mis datos. La enfermera no escuchó la explicación de Fati, solo miró mi dedo, y nos mandó a la sala de espera. Enseguida me llamaron para que pasara a otra sala de espera que me gustó menos que la primera porque había enfermos en camillas por los pasillos, gente con pinta rara y me daba la sensación de suciedad. Aun así Fátima me estaba alegrando la estancia con las cosas que me contaba y me seguía haciendo reír muchísimo. De repente se abrió una puerta tras la que se podía ver una consulta y un hombre con pinta sucia que decía en español no se qué de perros y gatos, una enfermera, que tenía rasgos magrebíes, le dijo también en español que se esperara pero tan pronto como la vio alejarse, el señor se puso su chaqueta y se marchó por donde había venido. Al rato un médico vino preguntando por él y nosotras le dijimos que se había ido, la noticia no pareció gustarle mucho al doctor, yo estaba alucinando porque más que un hospital parecía un manicomio. Tras unas dos horas de espera (el dedo ya había dejado de sangrar) y tras oír unas cuantas veces “enseguida os atendemos”, un enfermero nos hizo pasar a una consulta y me pidió que me tumbara en una camilla. A mí me daba  un poco de cosa tumbarme porque aunque la camilla estaba limpia el hospital no me inspiraba confianza. El enfermero me pregunto qué me pasaba y Fátima le explicó en francés pero tampoco pareció hacer mucho caso:

-¿Tienes puesta la vacuna del tétano?, preguntó el enfermero

-¿Pero que está diciendo del tétano?, dije a Fátima, -si yo no me he cortado-.

Entre las dos y ahora en inglés le volvimos a explicar lo que me pasaba pero él seguía empeñado en la vacuna del tétano mientras yo negaba con la cabeza y no paraba de decir que no, que a mí vacunas no me ponían. Al final el enfermero cansado se fue a llamar al médico. De repente apareció el doctor que más que un médico parecía un presidiario, con él se repitió la misma historia y ni siquiera me limpió la sangre seca del dedo por lo que no pudo ver lo que tenía. Pensaba que era un corte y pasaba de nuestras explicaciones, lo mismo le daba inglés, que francés que mi desesperación en español diciéndole a Fátima que no nos estaban entendiendo, el médico seguía pensando que me había cortado y dañado una arteria, que por eso me salía sangre y que me tenía que poner la inyección del tétano porque si me la pusieron con 16 años me la tenía que haber renovado hace tres. Yo le dije que en España no nos hacía falta la vacuna del tétano y Fátima empezó a preocuparse porque no la teníamos puesta, yo intenté tranquilizarla diciéndola que seguro que en nuestro país no era obligatorio ponérsela porque no está tan sucio como Bruselas, cosa que sigo pensando, pero aun así dijo que quería preguntarlo en Toledo. Volviendo al tema, el médico seguía erre que erre con la vacuna y yo ya incorporada en la camilla y según Fátima con una cara de preocupación enorme seguía diciendo que no y que no a la dichosa vacuna. El médico se cansó y me dijo que si no quería inyección que me ponía una tirita y para casa, llamó al enfermero y fue lo que me hicieron: betadine, tirita y “ale bonita para tu casa”, eso sí antes tuve que pasar por caja y pagar 45 euros, es decir, el desinfectante y la tirita más caros de la historia, eso sí me dieron la factura para que pida el importe a la seguridad social española…me ahorro el comentario.

Salí del hospital muy indignada por el trato recibido y por haber tenido que pagar por nada, aun así, estaba muy agradecida con Fátima por haberme acompañado y amenizado en esa tarde de cumpleaños tan surrealista, si así empecé los veintinueve creo que este año…promete.

domingo, 9 de diciembre de 2012

VUELTA A NEKLA


Por la mañana nos levantamos temprano, Arek nos había despertado a las seis para despedirse de nosotras porque se tenía que ir a clase. Volvimos a dormir y nos levantamos sobre las nueve y pico, desayunamos y nos marchamos a ver la universidad de Poznan. Es un edificio antiguo y muy bonito, además brillaba el sol por lo que se hacía más llevadero estar en la calle. A pesar de que Joanna ya tenía sus botas me hizo entrar a más zapaterías porque quería mirar más. De nada sirvió que le dijera que me parecía una tontería porque ya tenía las suyas, pero bueno.

El día de San Martín estaba cerca y concretamente en Poznan se celebra mucho, hacen unos bollitos especiales llamados Rogale  Świetomarcinskie que es un bollo con forma de croissant relleno de una crema de nueces (creo). Estaba muy, muy bueno y Joanna se cuidó mucho de que los probara de la mejor pastelería de Poznan. Compré unas postales para mandárselas a mis padres y a mi hermano (tengo la costumbre de enviarles postales de los países que visito) y anduvimos a la parada del tranvía para bajar el pastel.

Cuando llevábamos un par de paradas de tranvía se subió un chico guapísimo, alto, rubio y bien vestido, llevaba como una bolsa de deporte. Joanna y yo que estábamos en una animada conversación nos callamos unos segundos al paso del chico y nos miramos con cara de aprobación:

-¡Qué guapo!-exclamó Joanna en español y a grito pelado en el tranvía. (Habíamos acordado que nuestro idioma para hablar de la gente que teníamos delante o cerca sería el español para evitar que nos entendieran).

De repente el chico se dio la vuelta y nos miró.

-¿Entiende?-preguntó Joanna de nuevo en español más roja que un tomate.

Yo no podía parar de reír. Le expliqué que no creía que la hubiera entendido que simplemente se habría girado porque escuchó un idioma raro. No sé si fue así o no pero nosotras continuamos hablando de lo guapo que era ese chico en español, lo mismo nos dio que nos entendiera o que no. Cuando nos bajamos él también lo hizo y tomó nuestra misma dirección. Joanna sonrió y me dijo que a lo mejor era el nuevo compañero de piso de su hermano porque ella no le conocía y no sabía quién era y que a lo mejor nos encontrábamos con él en la casa y podíamos hablar…en fin, una buena historia que se inventó, como el cuento de la lechera. Pero se nos rompió el cántaro cuando le vimos detenerse en una parada de autobús, nos reímos y continuamos nuestro camino. Entramos a comprar agua a un supermercado llamado “Chata Polska”, me hizo mucha gracia el nombre, que por cierto es una cadena muy famosa en Polonia, y digo que me hacía gracia porque siempre que lo veía me acordaba de Ana La Chata, una compañera de colegio, de hecho hice una foto y se la envíe vía facebook para decirla lo presente que la había tenido durante todo el viaje. Después llegamos al piso, cogimos nuestras maletas y fuimos a la estación a coger el tren rumbo a Nekla.

Joanna me había hablado de la aventura de los trenes polacos, pero yo que he viajado en tren en Túnez no me asusto ya con nada, además también aquí en Bruselas hay una tiradita de trenes que un poco más y van  a vapor, así que no me pareció tan horrible. Media hora después estábamos en Nekla y el padre de Joanna nos esperaba impaciente porque estaba viendo el tenis. A toda prisa realizó el recorrido que separaba la estación de la casa:

-Es que estoy viendo el tenis y el partido está muy interesante- nos dijo sonriendo.

Cuando llegamos a casa la madre de Joanna nos esperaba hirviendo agua para preparar el té, le contamos nuestra aventura nocturna y nos dijo que a Arek solo había que hacerle caso cuando se hablara de supermercados y centros comerciales pero nunca de pubs porque con Dominika nunca iba a ningún sitio. Joanna incluso me conto que una vez Dominika tardó tanto en arreglarse que cuando terminó dijo que estaba cansada y que no quería salir entonces Joanna se enfadó con ella porque habían estado esperándola dos horas para nada. Yo me reí mucho y me dio mucha rabia no haber podido conocer mejor a Dominika, es un asunto que tengo pendiente para la próxima vez.

Habíamos decidido que ese día haríamos merienda cena porque en realidad no habíamos comido más que el desayuno y el bollo de San Martín que llenaba un montón así que mientras hacíamos tiempo fuimos a una tiendecita donde venden de todo a que yo me comprara unos caramelos que están super, super ricos y Joanna a hacer unos recados a su madre. Los dulces polacos me encantan, así que no solo compré caramelos sino también una bolsa de galletas que están buenísimas. De camino a casa paramos en un lago que hay cerca de la casa de Joanna para tirar fotos porque las luces eran muy bonitas, hacía frío, estaba atardeciendo y el ambiente empezaba a oler al humo de las chimeneas. Ese olor me recordó a cuando era pequeña e iba al pueblo de mi padre, porque por las tardes en invierno olía igual.

Comimos arroz con pollo todo ello regado con crema de cebolla, estaba muy bueno porque la crema apenas sabe. Los padres de Joanna tenían una cena así que se marcharon pronto y nosotras zanganeamos viendo una telenovela polaca que Joanna me iba explicando hasta que llegaron Paulina (una amiga de Joanna) y su novio que nos llevaron a un pueblo cercano a tomar algo.  

Joanna me había advertido de que Paulina era una chica muy maja pero que se quejaba por todo y nada le hacía feliz. Se estaba quejando porque está estudiando el doctorado y tiene una beca con la universidad por lo que trabaja para ellos, vamos lo que me gustaría hacer a mí, pero dice que no tiene posibilidades de ser profesora en la universidad pública, al menos de momento. A mí me pareció injusto que se quejara por tener la suerte que tenía así que le dije que no se quejara que ya me gustaría a mí y que si no podía trabajar en la universidad pública una vez que se doctorase que lo hiciera en la privada mientras esperaba a que los profesores de la publica se jubilaran que alguna vez digo yo que lo tendrán que hacer. Paulina no había pensado en esa opción y le estuve explicando, su cara de amargamiento se fue alegrando un poco, algo que me agradecieron mucho su pobre novio, al que tiene que tener frito con tanta pena y Joanna. Una vez terminamos nuestros zumos y con una más animada Paulina volvimos a casa.  Los padres de Joanna no tardaron mucho en llegar, estuvimos hablando un rato con su madre que me pidió que buscará un novio español para Joanna y me preguntó que si me gustaba Arek porque me quería de nuera. Yo la dije que sí pero que a ver qué hacíamos con Dominika, y ella me dijo que algo se nos ocurriría. Nos reímos bastante.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano y tras el desayuno preparamos la maleta. Tardamos menos en llegar al aeropuerto que el día que llegamos porque había menos tráfico. Vinieron luego las despedidas y una invitación por parte de los padres de Joanna para volver. Asentí encantadísima pues me llevaba un buen recuerdo, en mis manos tenía el ramo de flores de Arek y la maleta llena de dulces y salchichas polacas que la familia de Joanna me había regalado. Habían sido una vacaciones estupendas que espero repetir muy pronto.

viernes, 30 de noviembre de 2012

POZNAN

El sábado a las nueve ya estábamos despiertas, cuando bajamos a desayunarnos encontramos a Arek en la cocina y nos dijo que su madre había ido a llevar a su abuela a misa y que se pasaría por casa antes de irse a trabajar. Yo me reí porque el día anterior la abuela de Joanna había insistido a la madre en que tenían que estar en la iglesia antes de las 9. Alizia contestó que bueno, que si llegaba un pelín más tarde no pasaba nada pero la abuela Jeanina insistió en que si no la iba a dejar a tiempo que no se molestara en llevarla porque ella tarde a la iglesia no entraba. Al parecer si que habían llegado a tiempo.

 Arek terminó de desayunar antes que nosotras, nos dijo que tenía que marcharse pero que a las 11 volvería para llevarnos a Poznan así que Joanna y yo empezamos a preparar todas las cosas. En esas estábamos cuando Alizia volvió, para saludarnos, tomarse una taza de té y darnos instrucciones-ordenes de la comida que teníamos que llevarnos a Poznan, que como siempre era mucha.

 Sobre las diez y media ya estábamos listas y como sobraba tiempo Joanna me llevó a ver la tienda de ropa de su madre. He de reconocer que me gustó mucho, no es una tienda muy grande pero tiene todo tipo de ropa muy chula. Me compré una bufanda marrón chocolate y Alizia me regaló un bolso negro que es la envidia de mis compañeras de trabajo, todo hay que decirlo.

 A la hora acordada Arek vino a por nosotras y nos pusimos rumbo a Poznan. El viaje duró una media hora y me la pasé callada porque estaba mirando el paisaje que era muy bonito y otoñal:

-Por que no habla Marta, ¿le pasa algo?- preguntó Arek a Joanna en polaco.

 Joanna se giró y me tradujo la pregunta. Yo me reí porque como hablo tanto cuando estoy mucho rato callada la gente piensa que me pasa algo y le explique que me gustaba el paisaje y que estaba pensando. La respuesta no convenció a Arek así que empezó a hablar y preguntar cosas y se acabó mi meditación. Cuando llegamos a Poznan el hermano de Joanna nos dejó en el centro de la ciudad y él se marchó a dejar nuestras cosas en su piso y a ver a Dominika. Vimos unas señoras que se apresuraban a entrar en una iglesia:

-Aquí siempre es así- dijo Joanna, - Las señoras están siempre malas pero cuando están cerca de la iglesia corren que se las pelan y se las olvida lo malas que están-. Me reí porque en España pasa lo mismo aunque creo que la prisa es aun más acentuada cuando van al médico.

Lo primero que hicimos fue ir a cambiar dinero porque Polonia si bien pertenece a la Unión Europea todavía no está dentro de la Unión Monetaria y sigue conservando su zloty. Advertí a Joanna que me tenía que ayudar con esa moneda tan nueva y desconocida para mí porque si no podrían timarme fácilmente. Una vez tuvimos el dinero apropiado en nuestras manos nos dirigimos a gastárnoslo y dar una vuelta por la ciudad, lo digo en ese orden porque casi fue eso lo que hicimos. Joanna quería unas botas, pero de cuero de verdad así que íbamos entrando en todas las zapaterías que veíamos en nuestro trayecto hacia la plaza principal. De camino también nos topamos con la tienda de pulseras Lilou…ese era mi turno. Llevo queriendo un pulsera Lilou desde que conocí a Joanna y se las vi, por lo visto son lo más “ in” en Polonia y tienen también tienda en París. Joanna dice que todas las polacas tienen una y doy fe porque en todas las tiendas que entramos las dependienta las llevaban, supongo que en España empezara a llevarse cuando se las ponga Sara Carbonero así que dejo constancia escrita de que yo las lleve primero. La tienda estaba llena de gente que quería su pulsera así que aproveché para ir eligiendo como sería la mía: cordón beige con una estrella de plata. Quería grabar una palabra en polaco pero la que me gustaba no cabía porque era muy larga así que puse mi nombre. Nos dijeron que tardarían un par de horas así que nos fuimos a ver la ciudad.

 La plaza de Poznan es muy bonita, tiene casitas de colores, un también colorido ayuntamiento y los edificios son de estilo centro europeo, la verdad es que me gustó mucho. Después de callejear por los alrededores de la plaza y hacer las fotos de rigor fuimos a un restaurante que Joanna conocía a comer los típicos Pierogi. Los pierogi son una masa como de hojaldre rellena de carne o de vegetales, los hay de muchos sabores y se pueden comer al horno como si fueran empanadillas pero horneadas en vez de fritas o cocidas como si fueran macarrones. Joanna me dijo que están buenos de las dos formas pero nos decantamos por su versión horneada. Pedimos seis, tres de carne y tres vegetales, cada uno con un relleno diferente, eso sí, todos riquísimos, creo que el que más me gusto era uno relleno de salami. Ya con la barriga llena continuamos con nuestro paseo por Poznan y en la búsqueda de los zapatos de Joanna, de repente llegamos a una calle muy bulliciosa, un estilo la calle Preciados de Madrid. Había mucha gente tocando y pidiendo dinero a cambio, de repente uno de estos músicos callejeros se acercó a nosotras sonriendo y extendiendo la mano:

 -No hablo polaco- dijo Joanna en inglés.
 
A mí me dio mucha risa la respuesta que dicho sea de paso era bastante creíble porque Joanna no tiene cara de polaca, es más, en las tiendas en las que entrabamos en principio nos hablaban en inglés hasta que ella decía que era polaca y ya todo se volvía incomprensible para mí.  El chico sonrió y nos dejó pasar, la operación se repitió un par de veces. Una vez en el centro comercial Joanna encontró por fin unas botas que la gustaron, andorreamos por las tiendas y Joanna me explicó que en Polonia la gente se pasa la vida en los centros comerciales que esa es su diversión, ir y mirar. De nuevo volvió a salir Dominika a relucir porque por lo visto no la gusta salir sino pasarse la vida en los supermercados y centros comerciales mirando para cuando lleguen las rebajas porque en Polonia la ropa es cara.

 Cuando salimos era de noche, aun así fuimos a recoger mi pulsera y a ver la catedral. Después pasamos por un puente con luces violetas que nos llevó a una Poznan más humilde, fue en esa zona donde decidimos coger el tranvía para volver a casa de Arek. Mientras esperábamos una señora llegó nos miró y dirigiéndose a mí me preguntó algo, obviamente tuvo que contesatr Joanna porque yo no sabía ni lo que me estaba preguntando:

 -Tengo más cara de polaca que tú, parece ser- dije riéndome porque no era la primera vez en ese día que los polacos se dirigían a mí a la hora de preguntar por alguna calle.

-Yo creo que te ven exótica y guapa por tus ojos oscuros y por eso te preguntan- me dijo Joanna riendo. Yo me alegre de escuchar esa respuesta, todo hay que decirlo.
 

 Antes de llegar a casa de Arek tuvimos que pasar por casa de Dominika para  recoger las llaves, yo quería que ella estuviera para verla mejor pero nos abrió su madre y nos dijo que se habían ido al centro comercial (Joanna me miró con cara de “lo sabía”), cogimos las llaves, pasamos por el super para comprar cerveza para mí y vino para Joanna y fuimos a casa. Me llamó mucho la atención lo limpio y recogido que tenía Arek el piso, me apuesto el cuello a que estuvo limpiando para que lo encontrásemos en condiciones al llegar pero aun así. Se lo comenté a Joanna y me dijo que sí y que plancha muy bien también mejor que ella. Le dije que su hermano era un buen partido porque limpia y plancha y ella dijo que sí que su deseo era que su hermano se enamorara de mí, dejara a Dominika y se viniera conmigo, así nosotras seriamos cuñadas… la idea me gustó no voy a decir que no.

 Un rato después preparamos algo de comer, pusimos música, nos arreglamos y nos dispusimos a hacer nuestro botellón particular con música del ordenador y  la cerveza y el vino que compramos. Me gustó la cerveza polaca, el sabor es más parecido a la española y se bebe bien, en esas estábamos cuando apareció Arek que decidió unirse a nuestra fiesta. Mientras Joanna se secaba el pelo me ofreció una cerveza que negué amablemente y Arek me preguntó que por qué siempre que me ofrecía algo de beber le decía que no…así que acepté. Joanna me explico que para ellos que dos personas beban juntas es señal de que son amigos y que como caía bien a su hermano, quería beber conmigo para formalizar la amistad. Arek también nos informo de los locales donde había fiesta esa noche, aunque también confesó que como a Dominika no le gusta salir y el tiene clase los fines de semana no está muy puesto en la vida nocturna de Poznan. Aun así nos quedamos con los nombres de los locales que nos dijo y nos marchamos.

 Cuando llegamos al primer local nos sorprendió ver en la entrada a tanta muchachada, aun así entramos pensando que en el interior mejoraría el percal, nos equivocamos. Joanna y yo subíamos la media del pub donde jóvenes aun en la edad del pavo bailoteaban y ligaban como locos. Sin dar crédito a las técnicas de las nuevas generaciones nos dirigimos a la barra a por una “drinka”: dos vodkas con sprite que nos ayudaran a digerir que o los jóvenes salen cada vez antes o nosotras estamos viejas para esos trotes. De repente Joanna se giró con cara de quererse reír y no poder:

-ID (DNI)- me dijo Joanna.
-¿Qué me estas contando?- contesté en español, -pero si probablemente seamos un par más mayores que la mima camarera.
- Lo sé-.

Riéndonos dimos nuestro DNI, yo estaba muy orgullosa de no aparentar los años que tenemos porque eso quiere decir que nos conservamos bien. De todos modos éramos muy mayores para ese ambiente y decidimos cambiar de pub. Entramos en otro, Joanna me dijo que Ewa, una amiga suya que conozco porque ha venido a Bruselas iba allí. Cuando entramos otra gran sorpresa…estaba lleno de gente demasiado  mayor:

 -Lo mejor de cada casa-, dije a Joanna.
 -Oh Dio- exclamó en italiano. -Todos son calvos-.

Volvimos a reír de lo absurdo de la situación y decidimos tomar otra “drinka”; al menos la música era buena. Vimos a una madurita bailoteando como si estuviera en un local de striptease para captar la atención del personal, maduros desesperados que ya no sabían que hacer para ligar…un circo. Yo no podía parar de reír con la situación:

-Matemos a tu hermano nada más llegar- propuse a Joanna entre risas.
-Quien nos manda hacerle caso, él solo entiende de supermercados y centros comerciales, Dominika es muy aburrida y no sale por la noche-, añadió Joanna. 

 Cuando terminamos nuestra “drinka” huimos del pub como alma que lleva el diablo y nos dirigimos a la plaza en busca de otro bar. Dicen que a la tercera va la vencida y podemos decir que así fue, aun así preferimos la noche belga. Cuando nos cansamos cogimos el autobús de vuelta a casa, seguimos riéndonos de todos los personajes que nos habíamos encontrado en los bares y Joanna llegó a la conclusión de que Polonia no es sitio para ella porque la gente “normal” de nuestra edad ya está casada o con hijos o novios y solo salen los raros. Esta vez tuve que darle la razón, aunque aun así lo habíamos pasado muy bien que era el objetivo. Entramos a casa sin hacer ruido (eso creíamos nosotras) para no despertar a Arek pero no lo conseguimos, eso sí   decidimos dejar la paliza que le queríamos dar para otra ocasión, el día había sido largo, aun teníamos cosas que hacer en Poznan al día siguiente y había que descansar.

domingo, 18 de noviembre de 2012

NEKLA (SEGUNDA PARTE)


A la mañana siguiente me levanté tarde para mis costumbres. Joanna había dicho a su madre que yo me despertaba pronto, así que le dio instrucciones sobre lo que suelo desayunar. Pero para sorpresa de todos (yo la primera) me desperté a las 10 por lo que fui a la habitación de Joanna imaginando que ya estaría despierta para así  bajar con ella. Cuando llegamos a la cocina su madre me dijo que me esperaba antes, yo me reí y dije que estaba muy cansada y necesitaba dormir (era cierto). En seguida llegó a la cocina la abuela de Joanna, yo era todo un espectáculo para ella, además decía que la gustaba hablar conmigo, también apareció Arek para desayunar con nosotras. Los polacos se extrañaron de que desayunara dulce, ellos toman pan, diferentes tipo de jamón cocido, quesos, mantequilla, salchichas…cosas saladas. Yo opté por tostadas con mantequilla y mermelada preparada por la madre de Joanna. Me sorprendió que las mermeladas no son tan dulces como las nuestras, eso sí, están muy buenas. También me introduje en el mundo del Earl Grey Tea (una variedad de té negro) y he de reconocer que he vuelto siendo un poco adicta y todos los días me tomo uno. Como podéis imaginar el espectáculo seguía con todo el mundo hablándome polaco y yo mirando a Joanna y Arek esperando una traducción y sin parar de sonreír lo que me hacía sentirme un poco tonta.
 Joanna me explicó que teníamos que arreglarnos para ir al cementerio, allí el día 1 de noviembre es como en España, se va al cementerio, se llevan flores y velas y se escucha misa. También viene la familia y se reúnen todos y comen juntos y hacen mil quinientas tartas y comida para todo un regimiento. Joanna me dijo que iba a venir su tío (el hermano de su madre) con su mujer y sus dos hijos, también me advirtió de que Agnieszka, la mujer de su tío, no la caía muy bien y que seguro que me preguntaba estupideces pero que no la hiciera caso. Pasado el mediodía llegaron los familiares de Joanna, los niños, de 10 y 5 años parecían de anuncio, tan rubios y tan monos, sobre todo el pequeño. Nos sentamos en la cocina y Agnieszka empezó a hacerme un montón de preguntas, todo a través de Joanna porque no hablaba inglés. Lo mejor de todo era que Joanna me hacía su traducción más sus comentarios personales del tipo: “te lo dije, ya está preguntando tonterías, tengo que tener cuidado que mi primo el de diez años entiende inglés no vaya a ser que me entienda decir que su madre dice tonterías…”, y  a mí me daba la risa pero no me podía reír porque la conversación no era cómica…un espectáculo. A la una menos veinte o así nos fuimos al cementerio para escuchar allí misa. El camino pasaba por un bosque y estaba lloviendo, Joanna y yo caminábamos delante acompañadas por su abuela que no se quería perder ni un momento de nuestras conversaciones, la verdad es que Joanna estaba haciendo una muy buena labor traductora. El camino era bonito, me recordaba a algunos paisajes que vi en Galicia cuando hice el Camino de Santiago, era un lugar que trasmitía paz. El cementerio estaba hasta los topes, al igual que las tumbas llenas de flores y velas. Joanna me dijo que en Polonia se encienden muchas velas ese día y que tienen que estar todo el día luciendo; también me explicó la historia de su abuelo, y la de un tío suyo al que mataron los alemanes en la Segunda Guerra Mundial cuando llegaron  a Nekla, el hombre les vio venir y corrió al pueblo para avisar al resto, le pegaron un tiro que le dio en la espalda pero él siguió corriendo y gritando dando el aviso, al final se desplomó en ese bosque tan bonito por el que habíamos pasado. Imaginé que ese cementerio estaría llenoo de caídos de la Segunda Gran Guerra, Joanna me siguió relatando cosas sobre la invasión alemana y la rusa que vino después:

-Echaron a los polacos de aquí y los mandaron al este porque estas tierras son mejores y aquí se quedaban ellos-. Explicó Joanna. Yo asentía.

- Después vamos a ir a la granja de mi tío para visitarles, echaron a mi familia y ahí vivieron los alemanes y luego los rusos-, siguió Joanna.

La misa empezó pero no se oía bien, de todos modos a mí me daba lo mismo que se oyera o no porque no entendía nada. Después de la paz la madre de Joanna  dijo que se marchaba que tenía que poner las patatas y no se podía esperar porque si no íbamos a comer muy tarde. Nosotras nos reímos mucho porque su madre es así, hace lo que quiere y cuando quiere, nos quedamos con la abuela, los tíos y los niños que no habían parado de juguetear y portarse un poco mal en todo el rato. He de reconocer que este comportamiento me alegró un poco porque en Bruselas los niños parecen viejos y no se portan mal en los sitios, parece que les cuesta reír y jugar, echaba de menos ver niños de verdad.

Cuando llegamos a casa de Joanna la comida estaba preparada, así que ayudamos a su madre a poner todas las cosas en la mesa, había mucha comida y yo me asusté al ver todo eso, Joanna me dijo que no había que comérselo todo pero que en Polonia es así, que hay que tener muchas cosas aunque luego no te las comas, que lo importante es que las haya. Había sopa de primero, dos tipos de ensaladas, tres tipos de carne, patatas asadas con una salsa, repollo con otro tipo de salsa y zumo de cereza y otro de peras hechos por la madre de Joanna con las frutas de su jardín. Todo muy natural y muy bueno, las cosas hay que decirlas. Durante la comida no paramos de hablar, todo el mundo me preguntaba cosas, Joanna traducía y yo respondía. La abuela de Joanna seguía intentando comunicarse directamente conmigo usando la voz y los gestos, me hacía gracia ver como no se daba por vencida, fue una comida de lo más entretenida. El primo pequeño de Joanna me miraba con recelo, al principio le costó mucho darme los tres besos de rigor, pero poco a poco empezó a coger confianza:

-          ¿No es polaca?- preguntó a su padre, -habla en idioma raro-.

-          No, contestó el padre, es española, del país del Futbol Club Barcelona.-

Me hizo gracia esa explicación y más como estamos ahora con las independencias y las tonterías. Con esa explicación el niño mayor sonrió porque le gusta mucho el Barca y el pequeño llegó a la conclusión de que no hablaba polaco y no entendía polaco…me había convertido en la víctima perfecta de sus trastadas.

 Después de comer, mientras las mujeres de la casa recogían la mesa y preparaban el café y los postres, los niños, el tío de Joanna, ella y yo, nos fuimos  a ver la tele. Como yo era una invitada, nos libramos de recoger, aunque las dos insistimos en ayudar. Una vez en el cuarto de estar el tío de Joanna volvió a insistir en que a todos les gustaría hablar más conmigo pero que no sabían cómo. Estuvimos hablando un poco en inglés y viendo los dibujos animados…en polaco claro. Pasado un ratito la madre de Joanna vino con un chupito de licor de manzanas que me dijo que debía probar…era una sugerencia-orden. El chupito me dejó seca, menos mal que estaba en el sofá; fue entonces cuando el tío de Joanna decidió ponerme TVE1 internacional para dar un respiro a mi cerebro, se lo agradecí muchísimo. Unos minutos más tarde estábamos todos de nuevo en el salón alrededor de una mesa llena de pasteles para pasar a tomar el postre. A mí me encantan los pasteles y los quería probar todos pero no tenía mucho hueco en el estómago. Me decanté por uno de queso y melocotón, arriba tenía gelatina y rodajas de melocotón y parecía la pupila de un ojo, era original y estaba riquísimo. Me puse con Joanna a hablar de los pasteles de cómo los hacían, que quería la receta…esas cosas, de repente su tía dijo que era increíble todo lo que hablábamos, Joanna tradujo seguido del comentario:
-Ya te he dicho que a veces es un poco tonta-.
Yo me reí como respuesta y la dije a Joanna que la dijera que sí, que yo hablo muchísimo y que me tenía que oír en español que hablo el doble.
Tras bebernos el café y comer los pasteles Joanna y yo fuimos a la granja a ver sus otros tíos, los de parte de su padre.
 
-Prepárate, más pasteles. Además aquí estará otra tía mía que es peor que ésta. Nos mirará de arriba abajo y nos dirá o que estamos gordas o que estamos delgadas…no sé que tocará está vez. La gusta mucho cotillear- dijo Joanna sonriendo.
 
Al llegar a la granja nos abrió la puerta una señora de aspecto muy saludable, era rubia y regordeta con unos mofletes colorados muy graciosos, me recordaba a los personajes de los cuentos. Era la tía de Joanna pero la tía agradable, la granja era suya y de su marido y tenían tres hijos: un chico al que vi solo de refilón, Marta y el pequeño Pawel, al que le dio mucha vergüenza de mí, me saludo en inglés y desapareció. Primero pasamos a la habitación de las mujeres, saludamos a Marta (prima) y a la tía cotilla y fuimos a la habitación donde estaban los hombres bebiendo vodka y viendo la tele. Me hizo gracia que el padre de Joanna estuviera dormido, a Arek le cambió la cara cuando nos vio, el pobre debía estar muy aburrido y es que en Polonia, los días familiares son como intocables, la gente joven está con la familia y si se aburren se aguantan. Tras saludar fuimos a sentarnos con las mujeres y a comer pasteles. Yo está vez quise agua porque tenía el estomago como un bochinche de tanto comer y beber, también probé un pequeño pastel de queso que Joanna me recomendó. Agradecía a su tía todo pero le dije que yo no estaba acostumbrada a comer tantísimo. Tía cotilla nos dijo que teníamos que comer porque estábamos muy delgadas, me preguntó cosas a través de Joanna y me dijo que me parecía a Sarah, una amiga egipcia de Joanna pero con menos pelo, (Sara lo tiene negro, rizado y muy, muy abundante, lo contrario que yo). Joanna me dijo que no, que lo decía porque las dos teníamos los ojos oscuros pero que no me parezco y es cierto… Joanna traducía todo lo que decían, empezaron a criticar a la gente que había llevado ropa naranja o de colores fuertes al cementerio, después hablaron de cortinas. Joanna estuvo callada unos cinco minutos, bebiendo té y sin traducir, callada y mirándome de reojo, de repente me dijo:
-No traduzco porque aun siguen hablando de las ventanas y las cortinas y no es interesante-.
Me dio la risa, pero pude aguantarme, decidimos marcharnos y dejarlas con la discusión sobre la ventana. Joanna fue a despedirse de los hombres y yo me quedé con las dos tías que empezaron a hablarme como locas y yo sin entender, menos mal que  Arek apareció por la puerta riéndose:
-Vengo a ayudarte- me dijo. Se lo agradecí enormemente.
Ya en el coche Joanna y yo no paramos de reír y comentar los momentos y los comentarios de Joanna. Dejamos el coche y fuimos al cementerio con la madre y la abuela, necesitábamos andar para bajar todo lo que habíamos comido. Era ya noche cerrada pese a que solo eran las 6 de la tarde pero las velas iluminaban todas las lápidas y aunque suene macabro era muy bonito, no parecía un cementerio. Volvimos a casa y Joanna preparó un par de tés para asentar el estomago, de repente llegaron Arek y el padre de Joanna, ellos también habían terminado la jornada familiar:
-Vamos, ¿qué hacéis las dos bebiendo té?- dijo el padre de Joanna. Después se dirigió a mí , -Marta ¿drinka?- (que significa: ¿quieres beber algo?, ese algo suele ser bebida espirituosa).
Miré a Joanna y Joanna asintió, me dijo que tenía que probar los cócteles que preparaba su padre. Marek muy contento puso vodka, Martini Blanco y Sprite en unos vasos, luego exprimió un limón sobre la bebida. Estaba muy bueno y no se apreciaba el sabor a alcohol. Les hizo gracia que yo pensara que la bebida se llamaba drinka, porque drinka era la pregunta entera que he explicado antes, de todos modos yo ya he bautizado ese coctel como drinka. Fuimos al salón a ver la tele con nuestros “drinkas”, Arek empezó a hablar conmigo, me dijo que su primo el pequeño Pawel le había dicho que me dijera que no me había hablado porque le daba vergüenza hacerlo en inglés. También me dijo que su tía Agnieszka había querido saber los años que tenía pero que la daba vergüenza preguntármelo y que había mandado a su hijo de diez años que lo hiciera en inglés y el niño había dicho que no. La madre de Joanna dijo que esa mujer siempre estaba hablando y preguntando tonterías, eso sí, metió un par de Pierdoles y curvas por medio, lo único que entendí. Todos reímos. Arek me ofreció otra drinka, (en Polonia es costumbre que los chicos sirvan la bebida a las chicas y cuiden de que sus vasos no estén nunca vacíos, a no ser que ellas no quieran más) pero me negué prometiéndole tomar un drinka con él al día siguiente porque entre todo lo que había comido, el té y la drinka que me acababa de terminar tenía mucho sueño, así que Joanna y yo decidimos ir a dormir, el día había sido largo y aun nos quedaba mucho por delante.

jueves, 8 de noviembre de 2012

NEKLA (PRIMERA PARTE)


Cuando en verano Joanna me invitó a pasar el puente de los Santos en Polonia no me lo pensé dos veces, nunca había estado en ese país, ni siquiera se me había pasado por la cabeza visitarlo y vi en la invitación de mi amiga una oportunidad estupenda.
Joanna vive en un pueblecito llamado Nekla cerca de Poznan, una ciudad universitaria situada al oeste de Polonia a unos doscientos y pico kilómetros de Berlín (sí, ya sé que es la capital de Alemania, pero así nos situamos mejor). Como Ryanair no tiene vuelos directos a Poznan desde Bruselas, tuvimos que volar a Wrocklaw, otra ciudad situada a unos ciento y pico kilómetros de Nekla. En el avión no paramos de hablar y planear que íbamos a hacer en esos cuatro días, yo estaba un poco nerviosa porque iba a estar en casa de Joanna y su familia no habla inglés, solo su hermano. Cuando ella estuvo en mi casa fue fácil porque entiende bastante español pero en este caso yo iba a depender cuatro días de sus traducciones.

 Cuando llegamos al aeropuerto Arek, el hermano de Joanna no estaba allí, ella le llamó por teléfono y dijo que la espera iba para largo porque había mucho atasco, que llevaba cuatro horas metido en el coche. Joanna me explico que aunque su pueblo no está lejos las carreteras son muy malas, de un solo sentido y con camiones y tractores por lo que normalmente llegar a ese aeropuerto les lleva tres horas y si tienes mala suerte (como era el caso) incluso más. Nos sentamos a esperar mientras yo miraba curiosamente los letreros en ese idioma tan desconocido para mí e iba pidiendo a Joanna que me enseñara a decir cosas básicas como: gracias, hola, adiós, sí y no. Aprovechando la espera decidí limpiarme las gafas (siempre vuelo con gafas en vez de lentillas porque son más cómodas) y en esas estaba cuando Arek apareció por la puerta del aeropuerto con dos ramos de flores. Yo sin gafas no veo nada de nada, solo bultos de colores pero cuando me las puse me encontré con un chico guapísimo sonriendo de oreja a oreja y con un ramo de flores para mí. El viaje no empezaba nada mal.

 Antes de poner rumbo a Nekla entramos en un supermercado a comprar algo de comer porque la madre de Joanna nos había enviado pastel hecho por su abuela pero todos queríamos salado. Me sorprendió lo barata que era la comida, aunque para alguien con sueldo polaco es un precio normal, también me llamó la atención lo mandona que era Joanna en su entorno:

-Arek ve a coger el agua- y Arek iba sin rechistar. –Estoy pensando que vamos a coger también zumo de zanahoria y plátano para que Marta lo pruebe- y Arek iba a por ello y no decía nada.

-No conocía esa faceta tuya tan mandona- Le dije cuando Arek se fue a por el zumo.

-No soy mandona- me contestó riendo y poniendo aun más cara de buena, -aquí es así, nosotras pedimos y ellos hacen para tenernos contentas, se supone que los hombres tiene que cuidar a las mujeres lo que no puede ser es lo que hacéis vosotros que parece que son las mujeres las que les tenemos que cuidar a ellos, me costó acostumbrarme a vuestra forma de ser. Veras como aquí es todo el rato así- me dijo sonriendo malignamente.
Me reí por la manera en que me lo contó pero tenía muchísima razón.

 Hacía frío tal y como había visto en la previsión meteorológica, era un frío seco como el de Toledo en diciembre o enero por lo que me era muy familiar y sabía que con ponerte mucha ropa se pasaría, nada que ver con la humedad de Bruselas que se mete en los huesos y no se va ni aunque te pongas encima una piel de oso.

 El coche era una loca mezcla de polaco e inglés, yo seguía repitiendo como un papagayo las palabras básicas que Joanna me había enseñado pero me hacía mucho lío. De repente, el camino despejado y sin coches se transformo en una fila de vehículos casi parados, un camión era el culpable.

-Kurwa (curva)- oí que decía Arek alargando mucho la r y empecé a reír porque sabía que eso era una palabrota.

-No, no Arek, no la enseñes eso-, replico Joanna, el chico se rió y dijo que eso lo tenía que aprender también, así que apuntaba una palabra nueva a mi lista. La siguiente fue “Je Pierdole” y una tercera, esta mucho más suave “Cholera” y que suena como “jolera” que es lo que dice Joanna cuando se enfada pero que es muy Light porque creo que viene de cólera, la enfermedad. Obviamente y como pasa siempre con esas palabras no tuve tanto problema como con la otras. Joanna me advirtió que su madre solía decir muchas palabras feas y que iba a oír unas cuantas variantes de Pierdole.
Con el estómago lleno, el calor del coche y el sonido de fondo de una radio en lengua extraña más la conversación de los hermanos que mezclaban polaco con inglés no tarde nada en quedarme dormida.
 
Más o menos una hora duró mi siesta, cuando me desperté estábamos llegando a Poznan. Como aun quedaba un poco de camino probé el pastel que había hecho la abuela de Joanna que estaba muy, muy bueno. No podéis imaginar lo que me gustan los dulces polacos, ya los había probado en casa de Joanna y me gustan porque no son tan dulces como los nuestros y son casi todos hechos en casa por lo que ni colorantes, ni conservantes ni nada de nada.

 En Poznan nos paramos un momento en casa de la novia del hermano de Joanna, la para mí ya famosa Dominika, no la conozco pero Joanna me cuenta tantas historias de ella que era como si la conociera. Me esperaba algo más espectacular, por lo visto Dominika ha sido segunda en algo de mises, se hace sesiones de fotos y según tengo entendido está encantada de conocerse. Yo la vi con el chándal de estar por casa y me pareció una chica normal y corriente, su novio está veinte mil veces mejor. Media hora larga después estábamos en Nekla, tras cuatro horas de viaje por los atascos y las oscuras carreteras polacas iba a poder dar por inaugurado el show, hasta el momento todo había sido fácil porque en inglés nos habíamos entendido pero ahora…ahora empezaba lo bueno.

 Entramos a casa de Joanna por el garaje, sus padres (Marek y Alizia) y su abuela (Jeanina) esperaban en la puerta todos muy sonrientes. Presentaciones, besos (en Polonia se dan tres) y yo con cara de tonta mirando como todos me decían y preguntaban cosas y yo sonriendo miraba a Joanna y esperaba su traducción. Pero eso no era lo peor, lo peor era a la hora de contestar porque no sabía si mirar a Joanna, si mirarles a ellos…un lío pero nos apañamos. Nos sentamos en la cocina a comer algo mientras la madre de Joanna no paraba de hablar y preguntarme cosas. Su abuela se sentó con nosotros sin dejar de mirarme los ojos:

-Tienes los ojos muy oscuros-, dijo poniendo cara de admiración. Era algo que esperaba porque siempre que voy a países donde la mayoría tiene los ojos claros los míos les llaman mucho la atención, en Irlanda también me pasaba. Yo sonreí porque no sabía que decirle.  

Terminamos de cenar y bebimos un té (los polacos beben té a todas horas), la madre de Joanna la llamó, a Arek no estaba porque no había querido té y me quedé sola con la abuela Jeanina que no paraba de hablarme y yo sin entender, sonriendo y pasando muchos apuros porque yo quería hablar con la mujer. Arek apareció riendo por la puerta y me dijo que su abuela tenía mucho peligro porque la gustaba mucho hablar. En seguida vinieron Joanna y su madre también riendo:

-No te entiende- dijo Alizia a la abuela.

Inmediatamente me empezó a repetir lo que me había dicho pero mucho más despacio, la faltó darme las voces que damos los españoles a los extranjeros porque creemos q si gritamos nos van a entender mejor. Yo me empecé a reír.

-Me refiero a que no habla polaco- corrigió Alizia.

-Me da lo mismo- dijo la abuela mirándome, -me caes bien y voy a hablar contigo igualmente- dijo sin dejar de mirarme simpaticamente. Me reí, no había nada más que decir.  

 Subimos a las habitaciones, la casa de Joanna tiene cuatro plantas, en el ático es donde están las habitaciones de ella y su hermano, y ahí era donde íbamos a dormir,  Joanna en la suya y yo en la de Arek. Me sorprendió lo larga que era la cama, Joanna me dijo que como su hermano es muy alto se la habían tenido que hacer a medida. Dejamos las maletas, ducha y a dormir, el día había sido muy largo y tenía que estar descansada para los días que me esperaban. El viaje no había hecho más que comenzar.

  

 

 

martes, 30 de octubre de 2012

DE PASEO CON BOFILL

El fin de semana se presentaba tranquilo, incluso llegué a pensar que me iba a aburrir porque veía como se acercaba el viernes y no tenia nada planeado. Esto me alegró un poco porque así podría estudiar e ir al cine, además los informes meteorológicos  anunciaban la llegada del invierno con temperaturas de 0º y el hecho de estar en casa no me parecía tan mala idea. Pero el jueves por la tarde mi compañera de piso llamó a la puerta de mi habitación y me propuso ir con ella y algunos amigos a Utrecht y claro no podía negarme. Sinceramente, he de confesar que la compañía no me inspiraba mucho, mi compañera de piso y yo somos muy distintas y si iba con sus amigos estaría en su territorio pero como sobraba un sitio en el coche pude invitar a venir a Michal el eslovaco por tanto ya no me importaba tanto la compañía.
El sábado por la mañana pusimos rumbo a Utrecht un grupo de lo más variopinto: mi compañera de piso (para hacernos una idea es un tipo Paris Hilton con chihuahua incluido aunque lo dejó en casa), su ahora novio, un italiano que me recuerda a Ricardo Bofill hijo (ojito con la pareja), otro italiano compañero de piso de “Bofill “, Michal y yo. Como “Bofill” era quien conducía mi compi podía mangonear todo lo que quisiera y cuando aun no llevábamos ni una hora en el coche la pareja estrella decidió parar en una gasolinera a tomarse un café. No puedo explicar la vergüenza ajena que me daba su comportamiento de divos en la estación de servicio, como si se trataran de dos famosos, andando aquí y allá, haciéndose notar…luego me dice mi compañera que yo hablo alto y que cuando vienen mis amigos españoles a casa hablamos a voces de una habitación a otra…al menos yo lo hago en mi casa no en las gasolineras.
Cuando decidieron que ya estaba bien y era hora de continuar ( yo de mala leche porque hacía mucho frío como para andar haciendo el tonto) seguimos nuestro camino. Llegamos a Utrecht ya pasado el medio día, anduvimos por una soleada y fría ciudad hasta llegar enfrente de la catedral donde habíamos quedado con una amiga de “Bofill” que está allí de Erasmus. No sé si por juventud o por falta de interés pero la chica no supo decirnos que había que ver en la ciudad, dijo que era pequeña, que no había nada…paseamos por sus calles aprovechando el sol y nos fuimos a comer. Nos metimos en un sitio céntrico que parecía muy posh por fuera (imaginad quien lo eligió y quién respaldó la elección) pero por dentro era como los típicos bares americanos donde se comen sándwiches y bocadillos, porque el sitio era así en realidad. No estaba mal, el acceso al baño estaba metido como en una especie de gruta donde vi un cartel publicitario de Mahou Cinco Estrellas, casi lloro de emoción y digo casi porque para mi disgusto no había Mahou y no me pude emocionar del todo por lo que opté por una Pepsi (no había Coca-cola) para acompañar a mi bocadillo de pollo con salsa “ raruna” que no estaba mal.
Durante la comida a mi compi se le antojó ir a Amsterdam que está a unos 20 minutos en coche de Utrecht, así que se lo pidió a “Bofill”, puso morritos y tonterías y lo consiguió. Yo estaba empezando a no dar crédito a lo que veía y parece ser que no era la única. La idea de ir a Amsterdam gustó al resto, a mí me daba lo mismo porque me gusta muchísimo la ciudad pero hacía un frío horripilante y supuse que allí haría más, de todos modos lo mismo daba si yo quería ir o no. Michal estaba muy contento porque no había ido nunca, además mi compi aseguró que como había estado estudiando allí su “Máster en derecho aeroespacial”(le encanta decir que estudió un máster en eso), se conocía la ciudad muy bien y no tardaríamos nada en hacer la visita. Incluso me dijo que si nos daba tiempo y aquí cito textualmente “me llevaría una tienda donde venden vestidos elegantes para ir a la oficina como los que ella usa por si me quería comprar alguno”. La sonreí…Señor dame paciencia.

Llegamos a Amsterdam a eso de las cinco porque “Bofill”se perdió por el camino, que conste que esto no es una crítica porque yo me habría perdido también, es difícil conducir por un país extranjero sin GPS, ni mapas ni nada, así que bastante hizo el pobre. Nada más llegar y estando en las afueras de Amsterdam vimos las típicas letras de I AM AMSTERDAM que están situadas en diferentes puntos de la ciudad. Mi compi solicitó parar a echarnos una foto allí y yo la dije que había esas letras también en el centro, justo enfrente del Rijksmuseum (Museo Nacional de Amsterdam) por lo que no era necesario parar allí mismo. Ella me dijo que estaba equivocada y que esas letras iban cambiando de ubicación por la ciudad. Yo me extrañé pensando que entonces yo era muy afortunada porque he estado tres veces y las tres veces han estado las letras allí pero bueno…“Bofill” fue listo, me hizo caso y no paró hasta llegar cerca del centro. Una vez allí la experta en Amsterdam resultó no ser tan experta y no sabía ni donde estábamos. Anduvimos sin rumbo unos tres minutos hasta que me localicé, estábamos en la zona donde siempre que he ido a Amsterdam me he hospedado así que ya estaba solucionado, la visita podía empezar. Llegamos a la plaza Dam pasando por una de las calles del Barrio Rojo más transitadas por residentes y turistas. Como todos los meses de octubre en la plaza había una feria aunque no se por motivo de qué pero ahí estaba con su noria, sus atracciones y sus puestos de salchichas y algodón de azúcar. Michal aprovechó para ir a comprar postales y mientras, los demás comenzamos a discutir donde queríamos ir. Mi compi propuso ir al museo del sexo y yo me negué rotundamente pensando en el pobre Michal, que no es mucho de esas cosas. Todos me miraron como si de una monja se tratara:
-¿Has estado alguna vez ? preguntó Eli en tono burlón.
-Claro- respondí, -la primera vez que estuve aquí con 20 años y me parece una pérdida de tiempo, nada nuevo que no sepamos, yo no pago otra vez por entrar allí, a mi edad estoy de vuelta de muchas cosas-. Rematé con una sonrisa.
 Me miró desdeñosa, había truncado sus planes provocadores (de momento) pero hay muchas cosas que ver en Amsterdam antes que eso, como el Museo Nacional, la casa Rembrandt, la de Anna Frank o la fábrica de Heineken. Propuse ir al Rijksmuseum y todos me preguntaron atónitos que qué era eso y yo quise llorar, podía entender que quien no ha estado nunca en Amsterdam no supiera  lo  que es pero para alguien que ha vivido allí es imperdonable. Fuimos al museo pasando por el mercado de las flores, de nuevo la guía fui yo aunque mis acompañantes dudaran de mi conocimiento de la ciudad pero bueno...Al llegar al museo ahí estaban las letras del principio, por lo que pude demostrar mi teoría de que hay varias por la ciudad, no las cambian de sitio cada vez. Tiramos fotos, se nos hizo de noche y decidimos volver a  pasear por el barrio rojo de noche que era lo que quería la jefa del grupo. Al llegar a dicha zona comenzaron  a proliferar los coffee shops, las tiendas de cosas variopintas, mezcolanza de turistas con gente rara y como no…los sex shops. Fue entonces cuando llegó la venganza por no haber querido ir al museo del sexo y mi compañera decidió entrar en casi todos los sex shops que nos encontrábamos. No tengo nada en contra de las tiendas eróticas pero no creo que fuera momento de entrar a comprar nada. Cuando la vi entrar en el primero seguida de “Bofill” no podía dar crédito; el resto del séquito decidimos entrar porque en la calle hacía un frío espantoso. Mi compañera miraba los provocativas disfraces (no puedo llamarlos de otra manera) y lencerías de la tienda, yo miraba a un más que cortado Michal que no sabía qué decirme y los italianos se paseaban, “Bofill” muy orgulloso de su chica y el otro con la misma cara de tonto que teníamos el resto. Salimos de la tienda, pero la operación se repitió en un segundo y un tercero, cada vez que veíamos un sex shop Michal me decía:
-Oh my God! , no , another shop- (¡Oh Dios mío!, otra tienda no)
Y yo me reía pero poco porque les esparábamos fuera y hacía mucho frío. Por fin se decidió a comprar algo y salió de la tienda toda contenta con su bolsa negra en la mano en vez de guardarla en el bolso que cabía de sobra y es lo que hubiera hecho cualquier persona normal, pero ella quería que supiéramos que había comprado algo. Estaba super contenta y orgullosa de su adquisición y le dijo al compañero de piso de “Bofill” que si estaba celoso, la cara del pobre chico era para grabarla en video. Yo mientras tanto estaba empezando a pensar que si la situación seguía así iba a tener que entrar a un coffee shop a fumarme el bar entero, comer "setas mágicas"o yo que se qué, lo que fuera con tal de no seguir presenciando ese espectáculo tan bochornoso. No contento con eso, “Bofill” no podía quedarse atrás y tenía que adquirir algún producto él también, no podía ser menos. Gracias a Dios tuvo más cabeza y nos dejó cómodamente sentados en un bar tomando una cervecita mientras él compro lo que fuera. Cuando Bofill se volvió a reunir con nosotros (bolsa negra en mano), regresamos a la plaza Dam para ver un desfile de Halloween y volver después a Bruselas.
Ya en el coche, Bofill nos invitó a continuar la noche cenando en su casa pero educadamente rechacé la invitación, estaba muy cansada, tenía mucho frío y…ya había tenido demasiado show por ese día.


domingo, 21 de octubre de 2012

TARDE EN EL NOVENO PISO


Como os comentaba en la entrada anterior, fue un fin de semana peculiar, uno de esos en los que no me acuerdo de volver a España y en los que pienso que algún día echaré de menos todas esas tonterías que solo me pasan aquí.
 
El sábado, entre pitos y flautas (nunca mejor dicho) me acosté tarde y el domingo tuve que levantarme temprano para preparar una tortilla de patata porque me habían invitado a una comida. En un principio la comida iba a ser en casa de Joanna, con una exquisita selección de personas: Javi (mi antiguo compañero de piso), Joanna y yo. Pero como Javi se ha tenido que mudar porque solo estaba en mi casa por dos meses decidió que se hiciera en su casa y así invitar a más gente con la que tenía compromiso. Fuera en un sitio o en otro la tortilla me tocaba hacerla.
 
Javi fiel a sus costumbres dejó para el último momento fijar la hora de la comida, así supimos a la 13:30 que teníamos que estar en su nueva casa a las 14:00. Esa es la faceta de Javi que me crispa los nervios y nos hace discutir millones de veces. Cuando llegamos a la casa nos encontramos a Javi y a su amigo Daniele haciendo lasaña y a más gente que él conoce alrededor, hablando en la cocina y mirando como los otros dos cocinaban al más puro estilo albañiles en una obra, uno curra y el resto mira y da órdenes. Como la confianza da mucho asco, le canté las cuarenta a Javi por no tener la comida preparada y dejar todo para última hora  Había bastante gente y para mi sorpresa solo una española, aunque luego llegaron más. Aun no se por qué pero creo que a esa española no le caí muy bien porque no había terminado de abrir el bote de coca-cola cuando empezó a martillearme con preguntas : quien era yo, de que conocía a Javi, donde trabajaba, como, por qué, cuando había llegado a Bruselas… dicho así puede parecer que son preguntas de cortesía como las que constantemente te hace la gente en esta ciudad en cuanto te sienta a su lado, pero el tono, ese tonillo de españolita listilla con aire de suficiencia, que llegó a Bruselas hace un par de años justo antes de que en España explotara todo, consiguió un buen trabajo y ahora se cree más belga que Tintín. Sinceramente me estaba hartando un poco porque no me estaba dejando comer las patatas tranquilamente que era lo que yo quería. Pacientemente aguante que me mirara raro porque le dije que yo era becaria. No se me borró la sonrisa cuando me contó que había estado liada con dos compañeros míos de trabajo también españoles (cosa que a mí me importaba un pimiento) y respiré hondo cuando me dijo que ella ya sabía que en España pasaría lo que está pasando (ahora resulta que todo el mundo lo sabía) y que aquí hay mucha gente de comunicación y que lo  tengo complicado y…ya me tocó las narices así que le dije que yo estaba aquí porque estaba terminando mi tesis doctoral y que necesitaba entrevistar a gente que estaba aquí y documentos de aquí y que el ser becaria era por sacarme un dinerillo extra porque lo podía compaginar pero que pronto podría llamarme doctora, y tras esa verdad a medias y sin dejar de sonreír agarré mi bote de coca-cola y me acerqué a ver como iban Javi y Joanna con la comida :
-Ahora vuelves a por más, listilla-, fue lo único que pensé en ese momento.
Pero listilla no se dio por vencida, como la comida se estaba retrasando porque había más cosas que preparar los que no cocinábamos fuimos picoteando algo. Cuando destapé mi tortilla de patata listilla arrugó el morro y preguntó:
-¿Tiene cebolla?-
-Sí pero poca, casi no se aprecia el sabor-
-Todos decís eso y luego sabe muchísimo a cebolla-
-Pues no la comas si no quieres, a mí me gusta-
-Así comemos nosotras más porque nos gusta mucho- exclamaron Joanna y Eli casi a la vez.
Listilla probó la tortilla y me dijo q no estaba mal pero que sabía a cebollas, a lo que la contesté que lo raro sería que supiera a puerro.
Llegó el momento de la lasaña, Javi no había escuchado los consejos de Joanna de preparar dos porque tenían obleas cocidas para dos lasañas y éramos muchos por lo que Javi y yo nos quedamos con unos trozos que daban risa de lo pequeños que eran, Javi porque era el anfitrión y yo porque a lasaña me sienta mal al estomago porque es muy fuerte, además Joanna había hecho tarta de queso con nutella y prefería un trozo grande de tarta. Listilla no puso objeción a mi trozo pequeño de tarta pero cuando Joanna riendo me preguntó que si de tarta quería un trozo grande o pequeño y le dije que grande (lo grande que puede ser un trozo de una tarta de tamaño normal para más de diez personas), listilla se rió y empezó a hacer comentarios tontos. Después Javi trajo melón y me preguntó que si quería porque sabía de sobra q después de la tarta no querría melón pero le encanta preguntarme que si quiero fruta y prepararme un plato y plantármelo en la cara aunque le diga que no. Ante mi negativa listilla añadió: -claro como va a querer después de que ha sido la que se ha comido el trozo más grande de tarta. Yo estaba pensando que ella era un albondigona y que por eso se había comido la lasaña, la tarta, las patatitas, los palitos de no se qué, la cerveza…pero no dije nada, solo miré a Javi, me reí y le dije en broma que me pusiera el melón en un tupper para luego.
Como tenía saturación de listilla y hacía solecito la gente comenzaba a dispersarse y hablar en pequeños corros o jugar al “guitar Hero”, hice un gesto a Joanna para que saliéramos a la terraza a tomar el sol. Era un noveno piso y las vistas increíbles. De repente apareció uno de los nuevos compañeros de piso de Javi, un chico escocés, que alegremente no a  Joanna y a mí que si éramos españolas. Yo contesté con mi orgullo patrio que sí y entonces y empezó la conversación sobre España, diferencias entre norte, centro y sur y esas cosas. De repente el chico desapareció y volvió con dos copas de whisky escocés, así porque sí y sin hielo. Nos ofreció las copas con una sonrisa y tras excusarme alegando que por mis raíces españolas lo mío eran la cerveza y la sangría acepté a compartir una copa con Joanna por no hacer el feo. El fuego escocés me quemó la garganta y las tripas por lo que pedí un hielo al causante de mi malestar:
-Me encanta tu acento- gritó una anglo-holandesa, -es muy bonito-.
Nunca me habían dicho antes que mi acento español hablando inglés era “cute” así que me senté con la susodicha y una alemana a hablar de acentos. Javi se unió pronto a la conversación y en cuanto los acentos pasaron a irse por otros derroteros yo me escapé a pasar el testigo de la copa de whisky a Joanna porque aun con hielo eso era demasiado para mí. Joanna estaba en la cocina así que la esperé asomada a la terraza pensando qué que hace una torrijeña en Bruselas, a las cuatro de la tarde con una copa de whisky escocés en la mano asomada a la ventana de un noveno piso. De repente llegó Joanna:
-si alguien se tira desde está terraza quizá caiga encima del árbol y no pase nada- dijo sonriendo.
 Dejé la copa en la mesita de la terraza  y empujando suavemente a Joanna al interior del piso lejos de barandillas y alturas decidí que ya era demasiado por ese día y que había llegado el momento de irnos a casa.

lunes, 8 de octubre de 2012

QUENTIN EL PIANISTA, FALETE Y OTROS CUENTOS DE NOCHE DE SABADO


Una vez más tengo que pedir disculpas por estar tanto tiempo sin escribir, pero es que se me multiplican los quehaceres. He estado en España diez días para las fiestas de Torrijos y cuando estoy allí no doy más de sí. Quería escribir sobre mi estancia española pero creo que lo voy a dejar para entradas posteriores porque este fin de semana ha sido un poco surrealista y no quiero que se me escapen detalles.

 
El sábado prometía ser un día tranquilo, el viernes me acosté pronto porque estaba cansada y necesitaba dormir, además quería estudiar el sábado porque he retomado la tesis doctoral con muchas ganas y voy a aprovechar antes de que otro batacazo laboral o recorte “rajoiano” me vuelva a desmotivar. Al despertar vi el cielo lluvioso y gris, vamos, un día que invita a estar en casa, si a esto le sumamos que aun tenía la depresión post España los que me conocéis podéis imaginar la mala leche con la que estaba. Aun así, arreglé la habitación y me fui a comprar que es lo que se hace los sábados en los países donde cierran la tiendas a la misma hora que una sale de trabajar por lo que no la da tiempo ni a comprar el pan.

 
Sobre las tres de la tarde Fátima me mandó un mensaje para quedar ese mismo día y cotillear ya que no nos habíamos visto en diez días. Aunque quería estudiar francés y hacer tesis  no pude negarme porque teníamos mucho de qué hablar  nos reunimos para dar un paseo y ver las tiendas con ropa que, y aquí cito textualmente a Fátima,  “ compraremos cuando consigamos  un trabajo decente y tengamos dinero “, sinceramente, yo no veo el día pero bueno, allá fuimos. Tras el paseo fuimos a tomar un chocolate caliente porque hacía un poco de frío y poder así seguir con nuestro marujeo. Allí decidimos también que hacer esa noche y tras descartar una aburrida fiesta de despedida porque Joanna, que era la realmente estaba invitada al evento no salía porque estaba mala, decidimos salir con una pareja de amigos españoles que tenían la visita de otro español residente en Dublín y al que había que enseñar la noche bruselense.
 
A la hora acordada Fati y yo llegamos al bar donde habíamos quedado. El sitio era de lo más curioso porque era una casa, con una decoración super moderna y una cortina en medio que separaba la vivienda de las cuatro mesas y el piano que componían  el bar. Estaba regentado por un chico con rasgos orientales, yo creo que medio japonés, con el pelo super fashion y que servía las bebidas, tocaba el piano y cantaba. Ésto se traduce en que si  querías una cerveza y el tipo estaba cantando te tenias que esperar, pero el tipo era muy simpático y el sitio limpio y barato. Solo estábamos nosotros en la casa-bar: dos españoles de Miguelturra (Ciudad Real), una madrileña y dos torrijeñas…casi nada, la Mancha en estado puro. Tras la primera cerveza y hacernos coleguitas del camarero Fátima se arrancó y le pidió que la dejara cantar acompañándola con el piano. El japonés se mostró encantado y allí estuvo Fati dándonos el concierto. Como canta muy bien había gente que se paraba en la ventana a escucharla. Hubo un momento en que el japonés se cansó de tocar, cogió su cerveza llamó a la que creemos que era su mujer o su novia y nos dijo: -ahora vuelvo-, salieron a la calle y se marcharon a dar un paseo. Y ahí nos quedamos nosotros solos en el bar-casa, escuchando cantar a Fátima  y riéndonos, hablando alto y comparando Miguelturra y Torrijos. Ni que decir tiene que en esa batalla Torri gana por goleada pero bueno.

 
Ya cansados de reír y Fátima de cantar decidimos cambiar de bar as que nos fuimos a la zona de Saint Gery que es donde siempre solemos terminar la noche. Pero nuestros compatriotas no estaban mucho por la labor porque dicen que esos bares no les gustan mucho porque va todo el mundo y tras discutir un poco nos metimos en un bar al lado de la bolsa en el que no habíamos estado nunca y que estaba lleno de gente bailando muy profesionalmente. Quizá esa profesionalidad en la danza explique el olor a regomello que había en el local, que era una mezcla entre sudor y ropa de no muy buena calidad.

 
Tras bailotear un rato y que Fátima, que es la estrella del grupo, exhibiera sus dotes danzarinas en el escenario decidimos que era hora de cambiar de bar (otra vez). Yo volví a sugerir la zona de Saint Gery, pero mis amigos insistieron una vez más e ir a la zona gay. Yo soy un poco despistada a veces y no sabía porque tanto empeño en ir a los bares gays porque no hay nada que rascar, pero Fátima me sacó de dudas diciéndome que el amigo de sus amigos, el chico que vivía en Dublín era gay y que por eso querían ir allí. Como era un invitado no puse pegas y fui obediente. Llegamos a un bar lleno de tios muy monos (la mayoría), muy maqueados y muy gays. Fati y yo nos sentamos en la barra resignándonos a  que esa noche ya estaba todo hecho y pedimos una cerveza en la barra. Al pedir la cervezas el camarero me guiñó el ojo y nos empezó a mirar haciéndose el interesante. Yo me extrañé y dije a Fátima q si era gay porque nos guñiaba el ojo y nos miraba con ojos de cordero pero no supo darme respuesta. Me estaba empezando a sentir como Paco Martínez Soria en sus películas. Cuando llevábamos media cerveza bebida llegó corriendo nuestro amigo de Dublín con una botella de champán y cinco copas para celebrar que le habían ascendido en su trabajo y que la vida le iba mejor que bien. En esas estábamos cuando me percaté de que en la pared junto a cuadros de Marilyn Monroe, Audrey Hepburn y demás guapas de cine clásico esta Rosi de Palma y me reí mucho. -Es que es un icono de gay- me dijo Fátima. -Sí-, dijo nuestro amigo. –y tú eres también divina- dijo dirigiéndose a Fátima –me has encandilado con tu voz. Fátima estaba hinchadísima de alegría y yo no podía para de reír aunque luego llegó mi turno: - y tú eres monísima, cuando te he visto entrar por la puerta me he fijado en tu fabulosa sombra de ojos y me has encantado, divina también pero la voz de Fati pudo con tu sombra de ojos-. Flipando porque ahora me sentía en una película de Almodóvar Felicité a Fátima por haberme librado de ser la nueva Rosi de Palma y seguimos disfrutando del ambiente surrealista del bar. Al ratito un tipo que se daba un aire a Falete se acercó a nosotras y mirando a Fátima susurró: -Miss Venezuela- y se fue, no contento con eso al ratito volvió y tras repetir la operación se acerco a mí y me dijo: -Miss Colombia-. - ¿Qué dice este loco?-  pregunté a Fati, que él parece una miss o que lo parecemos nosotras. Ante la duda cuando se acercó para repetir la operación se lo pregunte porque me estaba mareando un poco y me respondió diciéndome otra vez Miss Colombia así que pensé que era un “chalao” de los que abundan a las tres de la mañana. Los acontecimientos extraños con Falete y compañía siguieron y la hora de ir al baño fue también un circo. La guinda del pastel la puso una señora que seguro que en su día fue un señor que llegó super operada y super tuneada siendo la diva del bar. Con su entrada triunfal decidimos que era suficiente por esa noche y Fati y yo nos dimos de baja del variopinto lugar entre risas y el ya típico comentario de “estas cosas en Torrijos no pasan”.  
 
Nota: Esta vez la foto la he sacado de internet.