A la mañana siguiente
me levanté tarde para mis costumbres. Joanna había dicho a su madre que yo me despertaba
pronto, así que le dio instrucciones sobre lo que suelo desayunar. Pero para
sorpresa de todos (yo la primera) me desperté a las 10 por lo que fui a la
habitación de Joanna imaginando que ya estaría despierta para así bajar con ella. Cuando llegamos a la cocina
su madre me dijo que me esperaba antes, yo me reí y dije que estaba muy cansada
y necesitaba dormir (era cierto). En seguida llegó a la cocina la abuela de
Joanna, yo era todo un espectáculo para ella, además decía que la gustaba
hablar conmigo, también apareció Arek para desayunar con nosotras. Los polacos
se extrañaron de que desayunara dulce, ellos toman pan, diferentes tipo de
jamón cocido, quesos, mantequilla, salchichas…cosas saladas. Yo opté por
tostadas con mantequilla y mermelada preparada por la madre de Joanna. Me
sorprendió que las mermeladas no son tan dulces como las nuestras, eso sí,
están muy buenas. También me introduje en el mundo del Earl Grey Tea (una
variedad de té negro) y he de reconocer que he vuelto siendo un poco adicta y
todos los días me tomo uno. Como podéis imaginar el espectáculo seguía con todo
el mundo hablándome polaco y yo mirando a Joanna y Arek esperando una
traducción y sin parar de sonreír lo que me hacía sentirme un poco tonta.
Joanna me explicó que
teníamos que arreglarnos para ir al cementerio, allí el día 1 de noviembre es
como en España, se va al cementerio, se llevan flores y velas y se escucha
misa. También viene la familia y se reúnen todos y comen juntos y hacen mil
quinientas tartas y comida para todo un regimiento. Joanna me dijo que iba a
venir su tío (el hermano de su madre) con su mujer y sus dos hijos, también me
advirtió de que Agnieszka, la mujer de su tío, no la caía muy bien y que seguro
que me preguntaba estupideces pero que no la hiciera caso. Pasado el mediodía
llegaron los familiares de Joanna, los niños, de 10 y 5 años parecían de anuncio,
tan rubios y tan monos, sobre todo el pequeño. Nos sentamos en la cocina y
Agnieszka empezó a hacerme un montón de preguntas, todo a través de Joanna
porque no hablaba inglés. Lo mejor de todo era que Joanna me hacía su
traducción más sus comentarios personales del tipo: “te lo dije, ya está
preguntando tonterías, tengo que tener cuidado que mi primo el de diez años
entiende inglés no vaya a ser que me entienda decir que su madre dice
tonterías…”, y a mí me daba la risa pero
no me podía reír porque la conversación no era cómica…un espectáculo. A la una
menos veinte o así nos fuimos al cementerio para escuchar allí misa. El camino
pasaba por un bosque y estaba lloviendo, Joanna y yo caminábamos delante acompañadas
por su abuela que no se quería perder ni un momento de nuestras conversaciones,
la verdad es que Joanna estaba haciendo una muy buena labor traductora. El
camino era bonito, me recordaba a algunos paisajes que vi en Galicia cuando
hice el Camino de Santiago, era un lugar que trasmitía paz. El cementerio
estaba hasta los topes, al igual que las tumbas llenas de flores y velas.
Joanna me dijo que en Polonia se encienden muchas velas ese día y que tienen
que estar todo el día luciendo; también me explicó la historia de su abuelo, y
la de un tío suyo al que mataron los alemanes en la Segunda Guerra Mundial
cuando llegaron a Nekla, el hombre les
vio venir y corrió al pueblo para avisar al resto, le pegaron un tiro que le
dio en la espalda pero él siguió corriendo y gritando dando el aviso, al final
se desplomó en ese bosque tan bonito por el que habíamos pasado. Imaginé que
ese cementerio estaría llenoo de caídos de la Segunda Gran Guerra, Joanna me
siguió relatando cosas sobre la invasión alemana y la rusa que vino después:
-Echaron a los polacos
de aquí y los mandaron al este porque estas tierras son mejores y aquí se
quedaban ellos-. Explicó Joanna. Yo asentía.
- Después vamos a ir a
la granja de mi tío para visitarles, echaron a mi familia y ahí vivieron los
alemanes y luego los rusos-, siguió Joanna.
La misa empezó pero no
se oía bien, de todos modos a mí me daba lo mismo que se oyera o no porque no
entendía nada. Después de la paz la madre de Joanna dijo que se marchaba que tenía que poner las
patatas y no se podía esperar porque si no íbamos a comer muy tarde. Nosotras
nos reímos mucho porque su madre es así, hace lo que quiere y cuando quiere,
nos quedamos con la abuela, los tíos y los niños que no habían parado de
juguetear y portarse un poco mal en todo el rato. He de reconocer que este
comportamiento me alegró un poco porque en Bruselas los niños parecen viejos y
no se portan mal en los sitios, parece que les cuesta reír y jugar, echaba de
menos ver niños de verdad.
Cuando llegamos a casa
de Joanna la comida estaba preparada, así que ayudamos a su madre a poner todas
las cosas en la mesa, había mucha comida y yo me asusté al ver todo eso, Joanna
me dijo que no había que comérselo todo pero que en Polonia es así, que hay que
tener muchas cosas aunque luego no te las comas, que lo importante es que las
haya. Había sopa de primero, dos tipos de ensaladas, tres tipos de carne,
patatas asadas con una salsa, repollo con otro tipo de salsa y zumo de cereza y
otro de peras hechos por la madre de Joanna con las frutas de su jardín. Todo
muy natural y muy bueno, las cosas hay que decirlas. Durante la comida no
paramos de hablar, todo el mundo me preguntaba cosas, Joanna traducía y yo
respondía. La abuela de Joanna seguía intentando comunicarse directamente
conmigo usando la voz y los gestos, me hacía gracia ver como no se daba por
vencida, fue una comida de lo más entretenida. El primo pequeño de Joanna me
miraba con recelo, al principio le costó mucho darme los tres besos de rigor,
pero poco a poco empezó a coger confianza:
-
¿No
es polaca?- preguntó a su padre, -habla en idioma raro-.
-
No,
contestó el padre, es española, del país del Futbol Club Barcelona.-
Me
hizo gracia esa explicación y más como estamos ahora con las independencias y
las tonterías. Con esa explicación el niño mayor sonrió porque le gusta mucho
el Barca y el pequeño llegó a la conclusión de que no hablaba polaco y no
entendía polaco…me había convertido en la víctima perfecta de sus trastadas.
Después de comer,
mientras las mujeres de la casa recogían la mesa y preparaban el café y los
postres, los niños, el tío de Joanna, ella y yo, nos fuimos a ver la tele. Como yo era una invitada, nos
libramos de recoger, aunque las dos insistimos en ayudar. Una vez en el cuarto
de estar el tío de Joanna volvió a insistir en que a todos les gustaría hablar
más conmigo pero que no sabían cómo. Estuvimos hablando un poco en inglés y
viendo los dibujos animados…en polaco claro. Pasado un ratito la madre de
Joanna vino con un chupito de licor de manzanas que me dijo que debía
probar…era una sugerencia-orden. El chupito me dejó seca, menos mal que estaba
en el sofá; fue entonces cuando el tío de Joanna decidió ponerme TVE1
internacional para dar un respiro a mi cerebro, se lo agradecí muchísimo. Unos
minutos más tarde estábamos todos de nuevo en el salón alrededor de una mesa
llena de pasteles para pasar a tomar el postre. A mí me encantan los pasteles y
los quería probar todos pero no tenía mucho hueco en el estómago. Me decanté
por uno de queso y melocotón, arriba tenía gelatina y rodajas de melocotón y
parecía la pupila de un ojo, era original y estaba riquísimo. Me puse con
Joanna a hablar de los pasteles de cómo los hacían, que quería la receta…esas
cosas, de repente su tía dijo que era increíble todo lo que hablábamos, Joanna
tradujo seguido del comentario:
-Ya te he dicho que a
veces es un poco tonta-.
Yo me reí como
respuesta y la dije a Joanna que la dijera que sí, que yo hablo muchísimo y que
me tenía que oír en español que hablo el doble.
Tras bebernos el café y
comer los pasteles Joanna y yo fuimos a la granja a ver sus otros tíos, los de
parte de su padre.
-Prepárate, más
pasteles. Además aquí estará otra tía mía que es peor que ésta. Nos mirará de
arriba abajo y nos dirá o que estamos gordas o que estamos delgadas…no sé que
tocará está vez. La gusta mucho cotillear- dijo Joanna sonriendo.
Al llegar a la granja
nos abrió la puerta una señora de aspecto muy saludable, era rubia y regordeta
con unos mofletes colorados muy graciosos, me recordaba a los personajes de los
cuentos. Era la tía de Joanna pero la tía agradable, la granja era suya y de su
marido y tenían tres hijos: un chico al que vi solo de refilón, Marta y el
pequeño Pawel, al que le dio mucha vergüenza de mí, me saludo en inglés y
desapareció. Primero pasamos a la habitación de las mujeres, saludamos a Marta
(prima) y a la tía cotilla y fuimos a la habitación donde estaban los hombres
bebiendo vodka y viendo la tele. Me hizo gracia que el padre de Joanna
estuviera dormido, a Arek le cambió la cara cuando nos vio, el pobre debía
estar muy aburrido y es que en Polonia, los días familiares son como intocables,
la gente joven está con la familia y si se aburren se aguantan. Tras saludar
fuimos a sentarnos con las mujeres y a comer pasteles. Yo está vez quise agua
porque tenía el estomago como un bochinche de tanto comer y beber, también
probé un pequeño pastel de queso que Joanna me recomendó. Agradecía a su tía
todo pero le dije que yo no estaba acostumbrada a comer tantísimo. Tía cotilla
nos dijo que teníamos que comer porque estábamos muy delgadas, me preguntó
cosas a través de Joanna y me dijo que me parecía a Sarah, una amiga egipcia de
Joanna pero con menos pelo, (Sara lo tiene negro, rizado y muy, muy abundante,
lo contrario que yo). Joanna me dijo que no, que lo decía porque las dos
teníamos los ojos oscuros pero que no me parezco y es cierto… Joanna traducía
todo lo que decían, empezaron a criticar a la gente que había llevado ropa
naranja o de colores fuertes al cementerio, después hablaron de cortinas.
Joanna estuvo callada unos cinco minutos, bebiendo té y sin traducir, callada y
mirándome de reojo, de repente me dijo:
-No traduzco porque aun
siguen hablando de las ventanas y las cortinas y no es interesante-.
Me dio la risa, pero
pude aguantarme, decidimos marcharnos y dejarlas con la discusión sobre la
ventana. Joanna fue a despedirse de los hombres y yo me quedé con las dos tías
que empezaron a hablarme como locas y yo sin entender, menos mal que Arek apareció por la puerta riéndose:
-Vengo a ayudarte- me
dijo. Se lo agradecí enormemente.
Ya en el coche Joanna y
yo no paramos de reír y comentar los momentos y los comentarios de Joanna.
Dejamos el coche y fuimos al cementerio con la madre y la abuela, necesitábamos
andar para bajar todo lo que habíamos comido. Era ya noche cerrada pese a que
solo eran las 6 de la tarde pero las velas iluminaban todas las lápidas y
aunque suene macabro era muy bonito, no parecía un cementerio. Volvimos a casa
y Joanna preparó un par de tés para asentar el estomago, de repente llegaron
Arek y el padre de Joanna, ellos también habían terminado la jornada familiar:
-Vamos, ¿qué hacéis las
dos bebiendo té?- dijo el padre de Joanna. Después se dirigió a mí , -Marta
¿drinka?- (que significa: ¿quieres beber algo?, ese algo suele ser bebida
espirituosa).
Miré a Joanna y Joanna
asintió, me dijo que tenía que probar los cócteles que preparaba su padre.
Marek muy contento puso vodka, Martini Blanco y Sprite en unos vasos, luego
exprimió un limón sobre la bebida. Estaba muy bueno y no se apreciaba el sabor
a alcohol. Les hizo gracia que yo pensara que la bebida se llamaba drinka,
porque drinka era la pregunta entera que he explicado antes, de todos modos yo
ya he bautizado ese coctel como drinka. Fuimos al salón a ver la tele con
nuestros “drinkas”, Arek empezó a hablar conmigo, me dijo que su primo el
pequeño Pawel le había dicho que me dijera que no me había hablado porque le
daba vergüenza hacerlo en inglés. También me dijo que su tía Agnieszka había
querido saber los años que tenía pero que la daba vergüenza preguntármelo y que
había mandado a su hijo de diez años que lo hiciera en inglés y el niño había
dicho que no. La madre de Joanna dijo que esa mujer siempre estaba hablando y
preguntando tonterías, eso sí, metió un par de Pierdoles y curvas por medio, lo
único que entendí. Todos reímos. Arek me ofreció otra drinka, (en Polonia es
costumbre que los chicos sirvan la bebida a las chicas y cuiden de que sus
vasos no estén nunca vacíos, a no ser que ellas no quieran más) pero me negué prometiéndole
tomar un drinka con él al día siguiente porque entre todo lo que había comido,
el té y la drinka que me acababa de terminar tenía mucho sueño, así que Joanna
y yo decidimos ir a dormir, el día había sido largo y aun nos quedaba mucho por
delante.