PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



jueves, 8 de noviembre de 2012

NEKLA (PRIMERA PARTE)


Cuando en verano Joanna me invitó a pasar el puente de los Santos en Polonia no me lo pensé dos veces, nunca había estado en ese país, ni siquiera se me había pasado por la cabeza visitarlo y vi en la invitación de mi amiga una oportunidad estupenda.
Joanna vive en un pueblecito llamado Nekla cerca de Poznan, una ciudad universitaria situada al oeste de Polonia a unos doscientos y pico kilómetros de Berlín (sí, ya sé que es la capital de Alemania, pero así nos situamos mejor). Como Ryanair no tiene vuelos directos a Poznan desde Bruselas, tuvimos que volar a Wrocklaw, otra ciudad situada a unos ciento y pico kilómetros de Nekla. En el avión no paramos de hablar y planear que íbamos a hacer en esos cuatro días, yo estaba un poco nerviosa porque iba a estar en casa de Joanna y su familia no habla inglés, solo su hermano. Cuando ella estuvo en mi casa fue fácil porque entiende bastante español pero en este caso yo iba a depender cuatro días de sus traducciones.

 Cuando llegamos al aeropuerto Arek, el hermano de Joanna no estaba allí, ella le llamó por teléfono y dijo que la espera iba para largo porque había mucho atasco, que llevaba cuatro horas metido en el coche. Joanna me explico que aunque su pueblo no está lejos las carreteras son muy malas, de un solo sentido y con camiones y tractores por lo que normalmente llegar a ese aeropuerto les lleva tres horas y si tienes mala suerte (como era el caso) incluso más. Nos sentamos a esperar mientras yo miraba curiosamente los letreros en ese idioma tan desconocido para mí e iba pidiendo a Joanna que me enseñara a decir cosas básicas como: gracias, hola, adiós, sí y no. Aprovechando la espera decidí limpiarme las gafas (siempre vuelo con gafas en vez de lentillas porque son más cómodas) y en esas estaba cuando Arek apareció por la puerta del aeropuerto con dos ramos de flores. Yo sin gafas no veo nada de nada, solo bultos de colores pero cuando me las puse me encontré con un chico guapísimo sonriendo de oreja a oreja y con un ramo de flores para mí. El viaje no empezaba nada mal.

 Antes de poner rumbo a Nekla entramos en un supermercado a comprar algo de comer porque la madre de Joanna nos había enviado pastel hecho por su abuela pero todos queríamos salado. Me sorprendió lo barata que era la comida, aunque para alguien con sueldo polaco es un precio normal, también me llamó la atención lo mandona que era Joanna en su entorno:

-Arek ve a coger el agua- y Arek iba sin rechistar. –Estoy pensando que vamos a coger también zumo de zanahoria y plátano para que Marta lo pruebe- y Arek iba a por ello y no decía nada.

-No conocía esa faceta tuya tan mandona- Le dije cuando Arek se fue a por el zumo.

-No soy mandona- me contestó riendo y poniendo aun más cara de buena, -aquí es así, nosotras pedimos y ellos hacen para tenernos contentas, se supone que los hombres tiene que cuidar a las mujeres lo que no puede ser es lo que hacéis vosotros que parece que son las mujeres las que les tenemos que cuidar a ellos, me costó acostumbrarme a vuestra forma de ser. Veras como aquí es todo el rato así- me dijo sonriendo malignamente.
Me reí por la manera en que me lo contó pero tenía muchísima razón.

 Hacía frío tal y como había visto en la previsión meteorológica, era un frío seco como el de Toledo en diciembre o enero por lo que me era muy familiar y sabía que con ponerte mucha ropa se pasaría, nada que ver con la humedad de Bruselas que se mete en los huesos y no se va ni aunque te pongas encima una piel de oso.

 El coche era una loca mezcla de polaco e inglés, yo seguía repitiendo como un papagayo las palabras básicas que Joanna me había enseñado pero me hacía mucho lío. De repente, el camino despejado y sin coches se transformo en una fila de vehículos casi parados, un camión era el culpable.

-Kurwa (curva)- oí que decía Arek alargando mucho la r y empecé a reír porque sabía que eso era una palabrota.

-No, no Arek, no la enseñes eso-, replico Joanna, el chico se rió y dijo que eso lo tenía que aprender también, así que apuntaba una palabra nueva a mi lista. La siguiente fue “Je Pierdole” y una tercera, esta mucho más suave “Cholera” y que suena como “jolera” que es lo que dice Joanna cuando se enfada pero que es muy Light porque creo que viene de cólera, la enfermedad. Obviamente y como pasa siempre con esas palabras no tuve tanto problema como con la otras. Joanna me advirtió que su madre solía decir muchas palabras feas y que iba a oír unas cuantas variantes de Pierdole.
Con el estómago lleno, el calor del coche y el sonido de fondo de una radio en lengua extraña más la conversación de los hermanos que mezclaban polaco con inglés no tarde nada en quedarme dormida.
 
Más o menos una hora duró mi siesta, cuando me desperté estábamos llegando a Poznan. Como aun quedaba un poco de camino probé el pastel que había hecho la abuela de Joanna que estaba muy, muy bueno. No podéis imaginar lo que me gustan los dulces polacos, ya los había probado en casa de Joanna y me gustan porque no son tan dulces como los nuestros y son casi todos hechos en casa por lo que ni colorantes, ni conservantes ni nada de nada.

 En Poznan nos paramos un momento en casa de la novia del hermano de Joanna, la para mí ya famosa Dominika, no la conozco pero Joanna me cuenta tantas historias de ella que era como si la conociera. Me esperaba algo más espectacular, por lo visto Dominika ha sido segunda en algo de mises, se hace sesiones de fotos y según tengo entendido está encantada de conocerse. Yo la vi con el chándal de estar por casa y me pareció una chica normal y corriente, su novio está veinte mil veces mejor. Media hora larga después estábamos en Nekla, tras cuatro horas de viaje por los atascos y las oscuras carreteras polacas iba a poder dar por inaugurado el show, hasta el momento todo había sido fácil porque en inglés nos habíamos entendido pero ahora…ahora empezaba lo bueno.

 Entramos a casa de Joanna por el garaje, sus padres (Marek y Alizia) y su abuela (Jeanina) esperaban en la puerta todos muy sonrientes. Presentaciones, besos (en Polonia se dan tres) y yo con cara de tonta mirando como todos me decían y preguntaban cosas y yo sonriendo miraba a Joanna y esperaba su traducción. Pero eso no era lo peor, lo peor era a la hora de contestar porque no sabía si mirar a Joanna, si mirarles a ellos…un lío pero nos apañamos. Nos sentamos en la cocina a comer algo mientras la madre de Joanna no paraba de hablar y preguntarme cosas. Su abuela se sentó con nosotros sin dejar de mirarme los ojos:

-Tienes los ojos muy oscuros-, dijo poniendo cara de admiración. Era algo que esperaba porque siempre que voy a países donde la mayoría tiene los ojos claros los míos les llaman mucho la atención, en Irlanda también me pasaba. Yo sonreí porque no sabía que decirle.  

Terminamos de cenar y bebimos un té (los polacos beben té a todas horas), la madre de Joanna la llamó, a Arek no estaba porque no había querido té y me quedé sola con la abuela Jeanina que no paraba de hablarme y yo sin entender, sonriendo y pasando muchos apuros porque yo quería hablar con la mujer. Arek apareció riendo por la puerta y me dijo que su abuela tenía mucho peligro porque la gustaba mucho hablar. En seguida vinieron Joanna y su madre también riendo:

-No te entiende- dijo Alizia a la abuela.

Inmediatamente me empezó a repetir lo que me había dicho pero mucho más despacio, la faltó darme las voces que damos los españoles a los extranjeros porque creemos q si gritamos nos van a entender mejor. Yo me empecé a reír.

-Me refiero a que no habla polaco- corrigió Alizia.

-Me da lo mismo- dijo la abuela mirándome, -me caes bien y voy a hablar contigo igualmente- dijo sin dejar de mirarme simpaticamente. Me reí, no había nada más que decir.  

 Subimos a las habitaciones, la casa de Joanna tiene cuatro plantas, en el ático es donde están las habitaciones de ella y su hermano, y ahí era donde íbamos a dormir,  Joanna en la suya y yo en la de Arek. Me sorprendió lo larga que era la cama, Joanna me dijo que como su hermano es muy alto se la habían tenido que hacer a medida. Dejamos las maletas, ducha y a dormir, el día había sido muy largo y tenía que estar descansada para los días que me esperaban. El viaje no había hecho más que comenzar.

  

 

 

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