A pesar de mi más que
incierto futuro y de que ya voy teniendo una edad y nada está claro en mi vida,
tengo que confesar que me encanta cumplir años porque nunca pienso en realidad
los que cumplo. Me gusta mucho que la gente me felicite, sí, me gusta muchísimo
y me da igual la manera, lo importante es que ese día me dediquen unas
palabritas.
Normalmente en mi
familia tenemos una especie de ritual cumpleañero que consiste en ir todos a
despertar al protagonista del día, felicitarle, darle nuestros regalos y
disfrutar todos del momento. Pero yo ya llevo dos años en que no puedo hacer
eso porque estoy lejos de casa, aun así siempre hay alguien que recuerda mi
cumple y me hace ese día muy especial. Hace un año Fátima me organizó una
sorpresita apareciendo de repente en casa con mis compañeros de piso, otra
amiga, una tarta de manzana y regalos, gritando como loca el cumpleaños feliz,
me alegró mucho un día en el que más que nunca me acordaba de los míos. Este año
ha sido también muy bueno, con muchas felicitaciones y sorpresas…y como no…con
la “martada” de fin de fiesta para terminar de rematar la faena.
La primera sorpresa la
recibí el miércoles 12 por parte de Javi, como se iba a Bolonia justo el día de
mi cumple a pasar todo el fin de semana, me regaló la entrada para ir al estreno
de la película “El Hobbit". Me gustó mucho el regalo porque tenía muchísimas
ganas de ir a ver la peli. Javi se portó muy bien en el cine (claro que ya iba
advertido de que no quería escuchar ni un susurro), aprovechó para hablar un
montón y sin parar antes de la peli y durante los anuncios pero en el momento
clave supo mantener el tipo, eso sí, no pudimos evitar risas e intercambio de
opiniones a pesar de habernos propuesto no abrir el pico durante las casi tres
horas. Fue una tarde muy divertida.
Al día siguiente,
cuando me desperté ya tenía los “veintitodos” pero estaba muy contenta porque
ya había comenzado el chorreo de mensajes al móvil de todos aquellos que se
acordaban de mí, llegué al trabajo y allí Alexandra, mi compañera de oficina,
me esperaba con una flor de Pascua y un libro de recetas con M&M’s, que son
uno de mis dulces favoritos. Por su parte mis compañeros de departamento me
regalaron una tarjeta y una caja de
bombones Neuhaus que también son de mis favoritos. También, dos días antes
había recibido también una felicitación por correo postal de mis padres…vamos
que mi cumpleaños no podía ir mejor.
-¿Tienes puesta la
vacuna del tétano?, preguntó el enfermero
-¿Pero que está
diciendo del tétano?, dije a Fátima, -si yo no me he cortado-.
Entre las dos y ahora
en inglés le volvimos a explicar lo que me pasaba pero él seguía empeñado en la
vacuna del tétano mientras yo negaba con la cabeza y no paraba de decir que no,
que a mí vacunas no me ponían. Al final el enfermero cansado se fue a llamar al
médico. De repente apareció el doctor que más que un médico parecía un
presidiario, con él se repitió la misma historia y ni siquiera me limpió la
sangre seca del dedo por lo que no pudo ver lo que tenía. Pensaba que era un
corte y pasaba de nuestras explicaciones, lo mismo le daba inglés, que francés
que mi desesperación en español diciéndole a Fátima que no nos estaban
entendiendo, el médico seguía pensando que me había cortado y dañado una
arteria, que por eso me salía sangre y que me tenía que poner la inyección del
tétano porque si me la pusieron con 16 años me la tenía que haber renovado hace
tres. Yo le dije que en España no nos hacía falta la vacuna del tétano y Fátima
empezó a preocuparse porque no la teníamos puesta, yo intenté tranquilizarla diciéndola
que seguro que en nuestro país no era obligatorio ponérsela porque no está tan
sucio como Bruselas, cosa que sigo pensando, pero aun así dijo que quería
preguntarlo en Toledo. Volviendo al tema, el médico seguía erre que erre con la
vacuna y yo ya incorporada en la camilla y según Fátima con una cara de
preocupación enorme seguía diciendo que no y que no a la dichosa vacuna. El
médico se cansó y me dijo que si no quería inyección que me ponía una tirita y
para casa, llamó al enfermero y fue lo que me hicieron: betadine, tirita y “ale bonita para tu casa”, eso sí antes
tuve que pasar por caja y pagar 45 euros, es decir, el desinfectante y la tirita
más caros de la historia, eso sí me dieron la factura para que pida el importe
a la seguridad social española…me ahorro el comentario.
Salí del hospital muy
indignada por el trato recibido y por haber tenido que pagar por nada, aun así,
estaba muy agradecida con Fátima por haberme acompañado y amenizado en esa
tarde de cumpleaños tan surrealista, si así empecé los veintinueve creo que
este año…promete.
Menuda peripecia, amiga. No querría ni imaginar lo que podría ser aparecer por ese hospital sangrando por la nariz por culpa de alguna venilla dilatada... Seguramente te escayolarían de la barbilla hasta las orejas y te pondrían la vacuna de la gripe. Impresionante.
ResponderEliminarPues ala, que muchas Felicidades y que sigas transmitiendo ese optimismo que emites cuando se te lee.
Y lo del dedo, mándame las señas que te envío seis cajas de tiritas del chino, por menos de un euro... No pegan mucho, pero puedes sujetarlas con un poco de cinta aislante por encima.
Besotes, amiga.
Muchas gracias Jesús, la verdad que si que fue toda una aventura y una experiencia. No te olvides de esas tiritas por favor, que aquí salen muy caras. Un fuerte abrazo.
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