Por la mañana nos
levantamos temprano, Arek nos había despertado a las seis para despedirse de
nosotras porque se tenía que ir a clase. Volvimos a dormir y nos levantamos
sobre las nueve y pico, desayunamos y nos marchamos a ver la universidad de Poznan.
Es un edificio antiguo y muy bonito, además brillaba el sol por lo que se hacía
más llevadero estar en la calle. A pesar de que Joanna ya tenía sus botas me
hizo entrar a más zapaterías porque quería mirar más. De nada sirvió que le
dijera que me parecía una tontería porque ya tenía las suyas, pero bueno.
El día de San Martín
estaba cerca y concretamente en Poznan se celebra mucho, hacen unos bollitos
especiales llamados Rogale Świetomarcinskie que es un bollo con forma de croissant relleno de una
crema de nueces (creo). Estaba muy, muy bueno y Joanna se cuidó mucho de que
los probara de la mejor pastelería de Poznan. Compré unas postales para mandárselas
a mis padres y a mi hermano (tengo la costumbre de enviarles postales de los
países que visito) y anduvimos a la parada del tranvía para bajar el pastel.
Cuando llevábamos
un par de paradas de tranvía se subió un chico guapísimo, alto, rubio y bien
vestido, llevaba como una bolsa de deporte. Joanna y yo que estábamos en una
animada conversación nos callamos unos segundos al paso del chico y nos miramos
con cara de aprobación:
-¡Qué
guapo!-exclamó Joanna en español y a grito pelado en el tranvía. (Habíamos
acordado que nuestro idioma para hablar de la gente que teníamos delante o
cerca sería el español para evitar que nos entendieran).
De
repente el chico se dio la vuelta y nos miró.
-¿Entiende?-preguntó
Joanna de nuevo en español más roja que un tomate.
Yo no
podía parar de reír. Le expliqué que no creía que la hubiera entendido que simplemente
se habría girado porque escuchó un idioma raro. No sé si fue así o no pero
nosotras continuamos hablando de lo guapo que era ese chico en español, lo
mismo nos dio que nos entendiera o que no. Cuando nos bajamos él también lo
hizo y tomó nuestra misma dirección. Joanna sonrió y me dijo que a lo mejor era
el nuevo compañero de piso de su hermano porque ella no le conocía y no sabía quién
era y que a lo mejor nos encontrábamos con él en la casa y podíamos hablar…en
fin, una buena historia que se inventó, como el cuento de la lechera. Pero se
nos rompió el cántaro cuando le vimos detenerse en una parada de autobús, nos reímos
y continuamos nuestro camino. Entramos a comprar agua a un supermercado llamado
“Chata Polska”, me hizo mucha gracia el nombre, que por cierto es una cadena
muy famosa en Polonia, y digo que me hacía gracia porque siempre que lo veía me
acordaba de Ana La Chata, una compañera de colegio, de hecho hice una foto y se
la envíe vía facebook para decirla lo presente que la había tenido durante todo
el viaje. Después llegamos al piso, cogimos nuestras maletas y fuimos a la
estación a coger el tren rumbo a Nekla.
Joanna me
había hablado de la aventura de los trenes polacos, pero yo que he viajado en tren
en Túnez no me asusto ya con nada, además también aquí en Bruselas hay una
tiradita de trenes que un poco más y van
a vapor, así que no me pareció tan horrible. Media hora después estábamos
en Nekla y el padre de Joanna nos esperaba impaciente porque estaba viendo el
tenis. A toda prisa realizó el recorrido que separaba la estación de la casa:
-Es que
estoy viendo el tenis y el partido está muy interesante- nos dijo sonriendo.
Cuando
llegamos a casa la madre de Joanna nos esperaba hirviendo agua para preparar el
té, le contamos nuestra aventura nocturna y nos dijo que a Arek solo había que
hacerle caso cuando se hablara de supermercados y centros comerciales pero
nunca de pubs porque con Dominika nunca iba a ningún sitio. Joanna incluso me
conto que una vez Dominika tardó tanto en arreglarse que cuando terminó dijo
que estaba cansada y que no quería salir entonces Joanna se enfadó con ella
porque habían estado esperándola dos horas para nada. Yo me reí mucho y me dio
mucha rabia no haber podido conocer mejor a Dominika, es un asunto que tengo
pendiente para la próxima vez.
Habíamos
decidido que ese día haríamos merienda cena porque en realidad no habíamos
comido más que el desayuno y el bollo de San Martín que llenaba un montón así
que mientras hacíamos tiempo fuimos a una tiendecita donde venden de todo a que
yo me comprara unos caramelos que están super, super ricos y Joanna a hacer
unos recados a su madre. Los dulces polacos me encantan, así que no solo compré
caramelos sino también una bolsa de galletas que están buenísimas. De camino a
casa paramos en un lago que hay cerca de la casa de Joanna para tirar fotos
porque las luces eran muy bonitas, hacía frío, estaba atardeciendo y el
ambiente empezaba a oler al humo de las chimeneas. Ese olor me recordó a cuando
era pequeña e iba al pueblo de mi padre, porque por las tardes en invierno olía
igual.
Comimos
arroz con pollo todo ello regado con crema de cebolla, estaba muy bueno porque
la crema apenas sabe. Los padres de Joanna tenían una cena así que se marcharon
pronto y nosotras zanganeamos viendo una telenovela polaca que Joanna me iba
explicando hasta que llegaron Paulina (una amiga de Joanna) y su novio que nos
llevaron a un pueblo cercano a tomar algo.
Joanna me
había advertido de que Paulina era una chica muy maja pero que se quejaba por
todo y nada le hacía feliz. Se estaba quejando porque está estudiando el doctorado
y tiene una beca con la universidad por lo que trabaja para ellos, vamos lo que
me gustaría hacer a mí, pero dice que no tiene posibilidades de ser profesora
en la universidad pública, al menos de momento. A mí me pareció injusto que se
quejara por tener la suerte que tenía así que le dije que no se quejara que ya me
gustaría a mí y que si no podía trabajar en la universidad pública una vez que
se doctorase que lo hiciera en la privada mientras esperaba a que los
profesores de la publica se jubilaran que alguna vez digo yo que lo tendrán que
hacer. Paulina no había pensado en esa opción y le estuve explicando, su cara de
amargamiento se fue alegrando un poco, algo que me agradecieron mucho su pobre novio,
al que tiene que tener frito con tanta pena y Joanna. Una vez terminamos nuestros
zumos y con una más animada Paulina volvimos a casa. Los padres de Joanna no tardaron mucho en
llegar, estuvimos hablando un rato con su madre que me pidió que buscará un
novio español para Joanna y me preguntó que si me gustaba Arek porque me quería
de nuera. Yo la dije que sí pero que a ver qué hacíamos con Dominika, y ella me
dijo que algo se nos ocurriría. Nos reímos bastante.
A la
mañana siguiente nos levantamos temprano y tras el desayuno preparamos la
maleta. Tardamos menos en llegar al aeropuerto que el día que llegamos porque
había menos tráfico. Vinieron luego las despedidas y una invitación por parte
de los padres de Joanna para volver. Asentí encantadísima pues me llevaba un
buen recuerdo, en mis manos tenía el ramo de flores de Arek y la maleta llena
de dulces y salchichas polacas que la familia de Joanna me había regalado.
Habían sido una vacaciones estupendas que espero repetir muy pronto.
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