Una vez más tengo que pedir disculpas por estar tanto tiempo sin escribir,
pero es que se me multiplican los quehaceres. He estado en España diez días
para las fiestas de Torrijos y cuando estoy allí no doy más de sí. Quería
escribir sobre mi estancia española pero creo que lo voy a dejar para entradas
posteriores porque este fin de semana ha sido un poco surrealista y no quiero
que se me escapen detalles.
El sábado prometía ser un día tranquilo, el viernes me acosté pronto porque
estaba cansada y necesitaba dormir, además quería estudiar el sábado porque he
retomado la tesis doctoral con muchas ganas y voy a aprovechar antes de que
otro batacazo laboral o recorte “rajoiano” me vuelva a desmotivar. Al despertar
vi el cielo lluvioso y gris, vamos, un día que invita a estar en casa, si a
esto le sumamos que aun tenía la depresión post España los que me conocéis podéis
imaginar la mala leche con la que estaba. Aun así, arreglé la habitación y me
fui a comprar que es lo que se hace los sábados en los países donde cierran la
tiendas a la misma hora que una sale de trabajar por lo que no la da tiempo ni
a comprar el pan.
Sobre las tres de la tarde Fátima me mandó un mensaje para quedar ese mismo
día y cotillear ya que no nos habíamos visto en diez días. Aunque quería
estudiar francés y hacer tesis no pude
negarme porque teníamos mucho de qué hablar nos reunimos para dar un paseo y ver las
tiendas con ropa que, y aquí cito textualmente a Fátima, “ compraremos cuando consigamos un trabajo decente y tengamos dinero “, sinceramente,
yo no veo el día pero bueno, allá fuimos. Tras el paseo fuimos a tomar un
chocolate caliente porque hacía un poco de frío y poder así seguir con nuestro
marujeo. Allí decidimos también que hacer esa noche y tras descartar una
aburrida fiesta de despedida porque Joanna, que era la realmente estaba invitada
al evento no salía porque estaba mala, decidimos salir con una pareja de amigos
españoles que tenían la visita de otro español residente en Dublín y al que
había que enseñar la noche bruselense.
A la hora acordada Fati y yo llegamos al bar donde habíamos quedado. El
sitio era de lo más curioso porque era una casa, con una decoración super
moderna y una cortina en medio que separaba la vivienda de las cuatro mesas y
el piano que componían el bar. Estaba
regentado por un chico con rasgos orientales, yo creo que medio japonés, con el
pelo super fashion y que servía las bebidas, tocaba el piano y cantaba. Ésto se
traduce en que si querías una cerveza y
el tipo estaba cantando te tenias que esperar, pero el tipo era muy simpático y
el sitio limpio y barato. Solo estábamos nosotros en la casa-bar: dos españoles
de Miguelturra (Ciudad Real), una madrileña y dos torrijeñas…casi nada, la
Mancha en estado puro. Tras la primera cerveza y hacernos coleguitas del
camarero Fátima se arrancó y le pidió que la dejara cantar acompañándola con el
piano. El japonés se mostró encantado y allí estuvo Fati dándonos el concierto.
Como canta muy bien había gente que se paraba en la ventana a escucharla. Hubo
un momento en que el japonés se cansó de tocar, cogió su cerveza llamó a la que
creemos que era su mujer o su novia y nos dijo: -ahora vuelvo-, salieron a la
calle y se marcharon a dar un paseo. Y ahí nos quedamos nosotros solos en el
bar-casa, escuchando cantar a Fátima y riéndonos,
hablando alto y comparando Miguelturra y Torrijos. Ni que decir tiene que en
esa batalla Torri gana por goleada pero bueno.
Ya cansados de reír y Fátima de cantar decidimos cambiar de bar as que nos
fuimos a la zona de Saint Gery que es donde siempre solemos terminar la noche. Pero
nuestros compatriotas no estaban mucho por la labor porque dicen que esos bares
no les gustan mucho porque va todo el mundo y tras discutir un poco nos metimos
en un bar al lado de la bolsa en el que no habíamos estado nunca y que estaba
lleno de gente bailando muy profesionalmente. Quizá esa profesionalidad en la
danza explique el olor a regomello que había en el local, que era una mezcla
entre sudor y ropa de no muy buena calidad.
Tras bailotear un rato y que Fátima, que es la estrella del grupo,
exhibiera sus dotes danzarinas en el escenario decidimos que era hora de
cambiar de bar (otra vez). Yo volví a sugerir la zona de Saint Gery, pero mis
amigos insistieron una vez más e ir a la zona gay. Yo soy un poco despistada a
veces y no sabía porque tanto empeño en ir a los bares gays porque no hay nada
que rascar, pero Fátima me sacó de dudas diciéndome que el amigo de sus amigos,
el chico que vivía en Dublín era gay y que por eso querían ir allí. Como era un
invitado no puse pegas y fui obediente. Llegamos a un bar lleno de tios muy
monos (la mayoría), muy maqueados y muy gays. Fati y yo nos sentamos en la
barra resignándonos a que esa noche ya
estaba todo hecho y pedimos una cerveza en la barra. Al pedir la cervezas el
camarero me guiñó el ojo y nos empezó a mirar haciéndose el interesante. Yo me
extrañé y dije a Fátima q si era gay porque nos guñiaba el ojo y nos miraba con
ojos de cordero pero no supo darme respuesta. Me estaba empezando a sentir como
Paco Martínez Soria en sus películas. Cuando llevábamos media cerveza bebida
llegó corriendo nuestro amigo de Dublín con una botella de champán y cinco copas
para celebrar que le habían ascendido en su trabajo y que la vida le iba mejor
que bien. En esas estábamos cuando me percaté de que en la pared junto a
cuadros de Marilyn Monroe, Audrey Hepburn y demás guapas de cine clásico esta
Rosi de Palma y me reí mucho. -Es que es un icono de gay- me dijo Fátima. -Sí-,
dijo nuestro amigo. –y tú eres también divina- dijo dirigiéndose a Fátima –me
has encandilado con tu voz. Fátima estaba hinchadísima de alegría y yo no podía
para de reír aunque luego llegó mi turno: - y tú eres monísima, cuando te he
visto entrar por la puerta me he fijado en tu fabulosa sombra de ojos y me has
encantado, divina también pero la voz de Fati pudo con tu sombra de ojos-.
Flipando porque ahora me sentía en una película de Almodóvar Felicité a Fátima
por haberme librado de ser la nueva Rosi de Palma y seguimos disfrutando del
ambiente surrealista del bar. Al ratito un tipo que se daba un aire a Falete se
acercó a nosotras y mirando a Fátima susurró: -Miss Venezuela- y se fue, no
contento con eso al ratito volvió y tras repetir la operación se acerco a mí y me
dijo: -Miss Colombia-. - ¿Qué dice este loco?-
pregunté a Fati, que él parece una miss o que lo parecemos nosotras.
Ante la duda cuando se acercó para repetir la operación se lo pregunte porque
me estaba mareando un poco y me respondió diciéndome otra vez Miss Colombia así
que pensé que era un “chalao” de los que abundan a las tres de la mañana. Los acontecimientos
extraños con Falete y compañía siguieron y la hora de ir al baño fue también un
circo. La guinda del pastel la puso una señora que seguro que en su día fue un
señor que llegó super operada y super tuneada siendo la diva del bar. Con su
entrada triunfal decidimos que era suficiente por esa noche y Fati y yo nos
dimos de baja del variopinto lugar entre risas y el ya típico comentario de “estas
cosas en Torrijos no pasan”.
Nota: Esta vez la foto la he sacado de internet.
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