PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



lunes, 8 de octubre de 2012

QUENTIN EL PIANISTA, FALETE Y OTROS CUENTOS DE NOCHE DE SABADO


Una vez más tengo que pedir disculpas por estar tanto tiempo sin escribir, pero es que se me multiplican los quehaceres. He estado en España diez días para las fiestas de Torrijos y cuando estoy allí no doy más de sí. Quería escribir sobre mi estancia española pero creo que lo voy a dejar para entradas posteriores porque este fin de semana ha sido un poco surrealista y no quiero que se me escapen detalles.

 
El sábado prometía ser un día tranquilo, el viernes me acosté pronto porque estaba cansada y necesitaba dormir, además quería estudiar el sábado porque he retomado la tesis doctoral con muchas ganas y voy a aprovechar antes de que otro batacazo laboral o recorte “rajoiano” me vuelva a desmotivar. Al despertar vi el cielo lluvioso y gris, vamos, un día que invita a estar en casa, si a esto le sumamos que aun tenía la depresión post España los que me conocéis podéis imaginar la mala leche con la que estaba. Aun así, arreglé la habitación y me fui a comprar que es lo que se hace los sábados en los países donde cierran la tiendas a la misma hora que una sale de trabajar por lo que no la da tiempo ni a comprar el pan.

 
Sobre las tres de la tarde Fátima me mandó un mensaje para quedar ese mismo día y cotillear ya que no nos habíamos visto en diez días. Aunque quería estudiar francés y hacer tesis  no pude negarme porque teníamos mucho de qué hablar  nos reunimos para dar un paseo y ver las tiendas con ropa que, y aquí cito textualmente a Fátima,  “ compraremos cuando consigamos  un trabajo decente y tengamos dinero “, sinceramente, yo no veo el día pero bueno, allá fuimos. Tras el paseo fuimos a tomar un chocolate caliente porque hacía un poco de frío y poder así seguir con nuestro marujeo. Allí decidimos también que hacer esa noche y tras descartar una aburrida fiesta de despedida porque Joanna, que era la realmente estaba invitada al evento no salía porque estaba mala, decidimos salir con una pareja de amigos españoles que tenían la visita de otro español residente en Dublín y al que había que enseñar la noche bruselense.
 
A la hora acordada Fati y yo llegamos al bar donde habíamos quedado. El sitio era de lo más curioso porque era una casa, con una decoración super moderna y una cortina en medio que separaba la vivienda de las cuatro mesas y el piano que componían  el bar. Estaba regentado por un chico con rasgos orientales, yo creo que medio japonés, con el pelo super fashion y que servía las bebidas, tocaba el piano y cantaba. Ésto se traduce en que si  querías una cerveza y el tipo estaba cantando te tenias que esperar, pero el tipo era muy simpático y el sitio limpio y barato. Solo estábamos nosotros en la casa-bar: dos españoles de Miguelturra (Ciudad Real), una madrileña y dos torrijeñas…casi nada, la Mancha en estado puro. Tras la primera cerveza y hacernos coleguitas del camarero Fátima se arrancó y le pidió que la dejara cantar acompañándola con el piano. El japonés se mostró encantado y allí estuvo Fati dándonos el concierto. Como canta muy bien había gente que se paraba en la ventana a escucharla. Hubo un momento en que el japonés se cansó de tocar, cogió su cerveza llamó a la que creemos que era su mujer o su novia y nos dijo: -ahora vuelvo-, salieron a la calle y se marcharon a dar un paseo. Y ahí nos quedamos nosotros solos en el bar-casa, escuchando cantar a Fátima  y riéndonos, hablando alto y comparando Miguelturra y Torrijos. Ni que decir tiene que en esa batalla Torri gana por goleada pero bueno.

 
Ya cansados de reír y Fátima de cantar decidimos cambiar de bar as que nos fuimos a la zona de Saint Gery que es donde siempre solemos terminar la noche. Pero nuestros compatriotas no estaban mucho por la labor porque dicen que esos bares no les gustan mucho porque va todo el mundo y tras discutir un poco nos metimos en un bar al lado de la bolsa en el que no habíamos estado nunca y que estaba lleno de gente bailando muy profesionalmente. Quizá esa profesionalidad en la danza explique el olor a regomello que había en el local, que era una mezcla entre sudor y ropa de no muy buena calidad.

 
Tras bailotear un rato y que Fátima, que es la estrella del grupo, exhibiera sus dotes danzarinas en el escenario decidimos que era hora de cambiar de bar (otra vez). Yo volví a sugerir la zona de Saint Gery, pero mis amigos insistieron una vez más e ir a la zona gay. Yo soy un poco despistada a veces y no sabía porque tanto empeño en ir a los bares gays porque no hay nada que rascar, pero Fátima me sacó de dudas diciéndome que el amigo de sus amigos, el chico que vivía en Dublín era gay y que por eso querían ir allí. Como era un invitado no puse pegas y fui obediente. Llegamos a un bar lleno de tios muy monos (la mayoría), muy maqueados y muy gays. Fati y yo nos sentamos en la barra resignándonos a  que esa noche ya estaba todo hecho y pedimos una cerveza en la barra. Al pedir la cervezas el camarero me guiñó el ojo y nos empezó a mirar haciéndose el interesante. Yo me extrañé y dije a Fátima q si era gay porque nos guñiaba el ojo y nos miraba con ojos de cordero pero no supo darme respuesta. Me estaba empezando a sentir como Paco Martínez Soria en sus películas. Cuando llevábamos media cerveza bebida llegó corriendo nuestro amigo de Dublín con una botella de champán y cinco copas para celebrar que le habían ascendido en su trabajo y que la vida le iba mejor que bien. En esas estábamos cuando me percaté de que en la pared junto a cuadros de Marilyn Monroe, Audrey Hepburn y demás guapas de cine clásico esta Rosi de Palma y me reí mucho. -Es que es un icono de gay- me dijo Fátima. -Sí-, dijo nuestro amigo. –y tú eres también divina- dijo dirigiéndose a Fátima –me has encandilado con tu voz. Fátima estaba hinchadísima de alegría y yo no podía para de reír aunque luego llegó mi turno: - y tú eres monísima, cuando te he visto entrar por la puerta me he fijado en tu fabulosa sombra de ojos y me has encantado, divina también pero la voz de Fati pudo con tu sombra de ojos-. Flipando porque ahora me sentía en una película de Almodóvar Felicité a Fátima por haberme librado de ser la nueva Rosi de Palma y seguimos disfrutando del ambiente surrealista del bar. Al ratito un tipo que se daba un aire a Falete se acercó a nosotras y mirando a Fátima susurró: -Miss Venezuela- y se fue, no contento con eso al ratito volvió y tras repetir la operación se acerco a mí y me dijo: -Miss Colombia-. - ¿Qué dice este loco?-  pregunté a Fati, que él parece una miss o que lo parecemos nosotras. Ante la duda cuando se acercó para repetir la operación se lo pregunte porque me estaba mareando un poco y me respondió diciéndome otra vez Miss Colombia así que pensé que era un “chalao” de los que abundan a las tres de la mañana. Los acontecimientos extraños con Falete y compañía siguieron y la hora de ir al baño fue también un circo. La guinda del pastel la puso una señora que seguro que en su día fue un señor que llegó super operada y super tuneada siendo la diva del bar. Con su entrada triunfal decidimos que era suficiente por esa noche y Fati y yo nos dimos de baja del variopinto lugar entre risas y el ya típico comentario de “estas cosas en Torrijos no pasan”.  
 
Nota: Esta vez la foto la he sacado de internet.

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