Hola
a todos, llevo mucho tiempo sin escribir pero es que estoy un poco vaga
últimamente. Como la última entrada que
escribí se la dediqué a las “tonterías”
británicas, especialmente a sus supermercados que tantísimo me gustan hoy he
decidido seguir hablando de comida.
No
sé si he comentado en alguna ocasión que cuando era pequeña no me decidía entre
ser periodista o pastelera/cocinera.
Como tenía tiempo para pensarlo me dedicaba a escribir relatos para el
colegio y a levantarme temprano los domingos para ayudar a mi padre a hacer
tostadas en la sartén (nada de tostador, tostadas ricas y elaboradas). Con diez años los Reyes magos me trajeron el Choconova, ese juego de “Mediterraneo”
que serbia para hacer bombones y cosas de chocolate y creedme que lo daba un
buen uso. También estaba empezando a
hacer mis pinitos con los bizcochos de limón, tartas de chocolate y
galleta, tartas de queso, en fin, todo ese tipo de cosillas fáciles y siempre
como pinche de mi madre porque aun no me había ganado el rango de chef. Luego
entre unas cosas y otras empecé a decantarme más por la escritura y las
actividades intelectuales dejando de lado mi faceta culinaria que ha decidido
despertar aquí, en el Reino Unido, el país donde todo el mundo dice que se come
mal y que uno se pone gordo, algo en lo que yo no estoy para nada de acuerdo.
Todo
empezó a los pocos días de estar aquí cuando Liam, uno de mis compañeros de
piso me dijo que él veraneaba en Javea (Alicante) cuando era pequeño y que le gustaba
mucho la paella. Tras un silencio acompañado de mi sonrisa como respuesta vino
la pregunta del millón:
-¿Puedes
preparar una “paela”?-
Yo le dije que sí, acordándome de su madre
porque no había hecho una paella en mi vida y de la mía porque tenía que llamarla
para pedirle la receta y que me enviará colorante por correo. En un detallado e-mail
mi madre me dijo como hacer la paella y a los pocos días recibía una carta
desde España con unos sobrecitos de colorante. Acordé hacer la paella para un
martes, Liam me dijo que prefecto pero que seriamos uno más a comer porque
venía de visita la hermana de Miriam, otra compi de piso que no había probado nunca
la paella. Ese detalle me puso más nerviosa, tenía que dejar el pabellón
español bien alto delante del inglés y las alemanas.
Y
de momento eso es todo, preparaos queridos lectores porque a mi vuelta a España
vais a tener que seguir leyendo “De Vueltas por ahí”, eso que no falte, pero mientras hacéis de conejillos de indias
de mis dotes reposteras.
El
martes, volviendo de la universidad compré los ingredientes que me faltaban y
nada más llegar a casa me puse a preparar todo teniendo como fondo la música de
Bastille, mi grupo favorito, que me relaja mucho. Esta mal que yo lo diga pero
mi primera paella fue un éxito, reconozco que un poco sosa de sal porque yo no
suelo echar sal a las comidas y por tanto calculo muy mal ese aspecto pero por
lo demás genial. Mi compañeros me felicitaron, les gustó muchísimo y no quedó
ni un solo grano de arroz ya que Liam se encargó personalmente de comerse hasta
el último resquicio de paella que quedaba en la cazuela.
A
partir de ese día todo cambió, mi espíritu cocinero despertó al ver que se me
daba tan bién cocinar y ya van varias veces en las que se ha repetido la paella
por no hablar de las lentejas que me preparo los sábados o el pollo asado con
patatas de los domingos. Además como tengo que comer todos los días en la
universidad me preparó unas ensaladas muy ricas. Estoy descubriendo
ingredientes nuevos, algunos de ellos propios de la cocina vegetariana que
tienen muchas vitaminas y aportan muchos nutrientes ya que apenas puedo comer
carne porque la carne fría no me gusta. De este modo la quinoa, el parsnip
(chirivía en español) y los frutos secos se han convertido en ingredientes
estrella de todo tipo de ensaladas y platos que me preparo y que reconozco que
me encantan.
Por
otro lado, ya he adquirido un libro de dulces británicos, unas tazas y
cucharas medidoras para poder hacer
recetas americanas (los británicos son mas apañados y ponen las recetas con las
medidas en gramos pero los americanos no) y un mezclador de masa ara preparar
“Welsh Cakes” (pastelitos galeses) que están super ricos. He echado también el
ojo a unos cortadores de galleta en forma de pollos y conejos que seguro me compraré
en breve, por no hablar del libro de Marta Stewart sobre tartas y galletas. En
fin, todo un mundo que me ha hecho reconciliarme con esa faceta que un día dejé
a un lado para dedicarme a esta otra (la periodística) pero que creo que puedo
compaginar muy bien.