PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



lunes, 19 de diciembre de 2011

AACHEN

Este nombre tan raro que veis escrito en el título de esta entrada es, nada más y nada menos lo que en Español conocemos como Aquisgrán, en holandés Aken y en francés Aix-la-Chapelle (estos franceses…). El caso es que este fue el destino que elegimos el sábado pasado para ir a pasar el día, perdernos por sus calles y visitar sus mercadillos navideños. Es lo que tiene Bruselas, una se levanta una mañana y dice: yo creo que me voy a ir a Alemania a pasar el día, o a Francia, bueno quizá Holanda…coge el tren y en más o menos una hora ya está en uno de esos países.
En este caso la excursión había sido planificada con un par de días de antelación y el viaje no fue en tren sino en coche. El grupo de excursionistas era bastante curioso: dos holandeses (el conductor y su amigo) y tres españolas. He de destacar que yo a los holandeses apenas les conocía, trabajan con mis amigas y aunque con el conductor había coincidido en alguna fiesta, al copiloto era la primera vez que lo veía. En todo caso, cuando estas lejos de casa “los amigos de mis amigos son mis amigos”, un poco lío, pero así es, así que ahí iba yo en el coche como la que más dispuesta a pasar el día en el país vecino.
Todos llevábamos en mente que el idioma oficial del viaje fuera el inglés, por ser el único idioma con el que todos podíamos entendernos pero… tres españolas juntas, en la parte trasera de un coche no pueden aguantar mucho hablando inglés entre ellas, mucho menos si quieres hablar de ropa, peluquería y maquillaje; menos aun si la idea es idear un plan para ver como engañas a dos chicos para que entren en una tienda de cosméticos que en Alemania son muy baratos. Los pobres holandeses al escuchar que en la parte trasera del coche se estaba cociendo algo en español cambiaron ellos también a su lengua materna, el neerlandés, para seguir hablando de coches y bicicletas (al menos esos nos dijeron) ajenos los pobres, al destino “cosmetiquil “que estábamos planeando para ellos.
Fue un viaje bastante divertido con mezcolanzas idiomáticas e intentos par parte de unos y otros por entablar en inglés una conversación conjunta que la mayoría de las veces se veía truncada por el amor que los españoles tenemos hacía nuestra lengua materna.
A medio día llegamos a Aquisgrán, aparcamos el coche y nos dirigimos a uno de los mercadillos navideños tal y como habíamos planeado. Pasamos por la catedral y por los restos de una muralla y finalmente llegamos a nuestro destino donde probamos las tradicionales salchichas alemanas (Bratwurst) y el GlühWein (vino caliente) muy típico en Navidad en el Norte de Europa. Como ya teníamos a los chicos con el estomago lleno, era el momento de llevarlos a por nuestros maquillajes y así lo hicimos. Fuimos andando hacía una calle muy adornada, llena de gente y tiendas, al más puro estilo “Calle Preciados”; en cuanto divisamos la tienda objetivo, la más dicharachera de mis amigas (también toledana, de hecho en España vivimos en el mismo pueblo) puso carita de buena y con una voz entre melosa y maliciosa exclamó: “Eih Guys…we want to go in because we would like to buy some make ups”. Yo me empecé a reír seguida de los pobres holandeses que nos miraron con resignación pero que sin decir ni pío, accedieron a nuestros deseos. Pero aquí no acaba la cosa porque los pobres tuvieron que hacernos de traductores ya que nosotras no sabemos alemán y ellos sí y necesitábamos saber para qué tipo de pieles eran las cremas o si los productos desmaquillantes eran o no waterproof. Eso sí, ni una mala cara, ni una queja sino que cuando ya consideraron que habían visto demasiado, que no necesitábamos más su ayuda y comprarse un par de peines (ya que estaban allí) nos esperaron fuera. Entonces nuestra conciencia empezó a hacer de las suyas y como ya teníamos en nuestras manos nuestro ansiado botín, decidimos seguir viendo la ciudad.
Cerca de las seis de la tarde fuimos a tomarnos una cervecita alemana (las belgas las tomamos siempre que queremos) y emprendimos el viaje de regreso que fue aun más divertido que el de ida porque después de pasar el día juntos todos teníamos más confianza y estábamos más sueltos. Nuestros guías hicieron un alto en el camino en medio del bosque para enseñarnos una piedra que es el punto de unión entre Alemania, Holanda y Bélgica. Nos hicimos la foto de rigor y tonteamos un rato saltando de un país a otro.
Ya en Bélgica decidimos poner punto y final a nuestro multicultural día cenando una pizza italiana y tomando unas cervezas belgas, ocasión que aprovecharon nuestros compañeros para enseñarnos a abrir botellines con un periódico; sí, es posible, yo tampoco lo creí hasta que lo vi y es una lección que merece la pena aprender y muy útil por si tenemos que abrir botellas y no hay abridores a mano. He de confesar que yo no lo conseguí.
Llegué a casa cansada y contenta; había estado en otro país, probado comidas y bebidas diferentes, practicado idiomas, aprendiendo cosas práctica y tenía mis ansiados pintauñas…¡qué más podía pedir!.
                                                                            
                                                                            

lunes, 12 de diciembre de 2011

GANTE

Una de las cosas que más me gustan de vivir en Bruselas es lo cerca que estoy de dos ciudades tan maravillosas como son Gante y Brujas, dos destinos muy recomendables donde ya he ido más de una vez y a los que seguiré yendo cada vez que venga una visita. No sería justo dedicar un post para las dos así que hoy dedicaré la parrafada a Gante y otro día Brujas será la protagonista.
La primera vez que estuve en Gante el tiempo no me acompañó, había estado lloviendo y ya venía cansada de Brujas por lo que no disfrute la ciudad como merecía, eso sí, tomé unas fotos estupendas de las que estoy orgullosísima gracias en,  a que las nubes se despejaron y dejaron tras de sí una luz bastante rara que dio a la ciudad un aire extraño, algo así como si estuviera metida en una especie de sueño o país de las maravillas. El caso es que esa primera vez no pude disfrutar de Gante y no me pareció tan asombrosa como la segunda vez que estuve; he de decir en mi defensa que la primera vez que se hace algo nuevo no suele gustar mucho o si no que digan los fumadores si les gustó la primera calada, o la primera vez que se prueba la cerveza o la primera vez que uno va al dentista…pues a mí me pasó eso justo con Gante.
Pero a veces segundas partes sí que fueron buenas y no solo eso, fueron mejores y una vez más el destino quiso que volviera a Gante, con buena compañía (mis padres y mis tíos habían venido a visitarme) y con un solecito estupendo, eso sí, con un frío de narices también pero que no quitó glamour a la monumentalidad de la ciudad.
Me gustaron muchísimo sus casitas flamencas al lado del puerto, esas que han sido inmortalizadas una y otra vez por afamados pintores (y por los no tanto también). Me impresionaron mucho el castillo de los condes de Flandes y las iglesias de San Jacobo y San Miguel pero lo que de verdad me dejó boquiabierta fue la monumentalidad de la catedral de San Babón, tanto por dentro como por fuera. He de reconocer que yo soy muy toledana y que cada vez que veo una catedral siempre digo lo mismo “muy bonita, sí, pero como la de Toledo…” y me hincho como una paloma al recordar que tengo la suerte de vivir muy cerca de una de las ciudades más bonitas del mundo (al menos eso creo yo), pero con la catedral de San Babón no pude decir eso, me acordé de mi catedral de Toledo pero no abrí el pico porque por una vez en tema de catedrales no tenía nada que decir.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Tandém

Uno de mis objetivos mientras dure mi estancia en Bruselas es aprender francés porque aunque lo estudié en el instituto como no lo he practicado se me ha olvidado todo; tanto es así que he tenido que empezar de cero y he de reconocer que me cuesta.
Me considero una persona a la que la gustan los idiomas, hablo español (estaría bueno) e inglés y he picoteado el francés, el neerlandés y el rumano. De estos tres últimos reconozco que el que peor se me ha dado y se me da es el francés. No sé explicar porque se me da tan mal la lengua de nuestros vecinos del norte, todo el mundo dice que es el idioma del amor, que es muy bonito y agradable a los oídos y todas esas cosas pero…que voy a decir, a mi no me sale; me siento ridiculísima porque hay sonidos que no existen en español y hay que poner la boca rara…no sé. El caso es que una cosa que me he propuesto es irme de aquí chapurreando francés y si tengo que seguir con ello en España o en la Conchinchina pues sigo, pero tengo que terminar hablándolo y más estando en un país donde es uno de los idiomas oficiales. Así que ni corta ni perezosa me apunté a clases de francés, que de momento están siendo bastante fáciles porque son un repaso a esos tres años que estudié francés en el instituto y que estaban escondidos en algún lugar de mi cerebro y tímidamente se están atreviendo a aparecer. Pero las clases no me parecían suficiente, vamos un poco lentos y yo soy una persona un poco impaciente así que opté por probar otros métodos.
El primero fue escuchar la radio y ver películas en francés. Tengo que destacar que como las películas me las deja un compañero de trabajo que es eslovaco tienen subtítulos en inglés y me vuelvo un poco loca viéndolas…pero oye, es un paso. Y muy bueno porque el oído se va haciendo.
El segundo ha sido arrancarme a hablar en francés en las tiendas y cuando cojo el teléfono en el trabajo. Suelo empezar en francés y cuando mis interlocutores se emocionan y empiezan a hablarme deprisa cambio a inglés y punto que tampoco se puede correr antes de andar. Pero, aún así estos dos pasos me sabían a poco, necesitaba algo más, algo más emocionante y que me sirviera para ponerme realmente las pilas con este idioma tan complicado para mí; lo que yo necesitaba era un tándem, es decir, alguien interesado en hacer un intercambio lingüístico español-francés. Yo no me terminaba de atrever a dar este paso así que de nuevo el destino caprichoso (que se está cebando conmigo desde que estoy aquí y del que cada día entiendo menos sus movimientos) hizo que una de mis amigas conociera a un chico que quería hacer un tándem; cómo ella se volvía a España me lo pasó a mí y…no pude decir que no.
Quedé con el chico, al que no había visto en mi vida, por correo electrónico. -Es muy guapo-, me dijo mi amiga –muy alto y hace surf-, datos muy importantes y que me asustaron un poco porque yo quería un tándem no un modelo porque aunque me gusta mucho la fotografía es hablar lo que me interesa, pero bueno. Según iba de camino me asusté pensando que iba a hacer el ridículo: -solo se hablar en presente, no tengo casi vocabulario, que vergüenza, seguro que el habla español muy bien y encima…es alto, guapo y hace surf- (no podía olvidar eso). Cuando llegué mis nervios desaparecieron en el momento en que el surfista y yo nos miramos y nos empezamos a reír, creo q él se sentía tan bobo como yo.



Entramos en el bar y ya empezamos a hablar; para mi sorpresa él tampoco hablaba muy bien español así que estábamos en las mismas pero a la inversa. Estuvo muy bien la tarde, hablamos en español, en francés y cuando no sabíamos por donde tirar en inglés, además como es flamenco habla también neerlandés así que podré practicar los dos idiomas. Ya hemos vuelto a quedar la próxima semana, espero que me vaya sirviendo de algo porque si mis tres pasos más las clases no funcionan con el francés entonces tendré que empezar a estudiarlo mediante hipnosis o algo así.  
Y va la anécdota, que como no me iba a pasar alguna historia…muchos sabréis que en castellano no hacemos al hablar la diferencia entre “b” y “v”, suenan igual; bueno pues algunas veces cuando hablamos otro idioma es muy importante hacer esa diferencia para no decir barbaridades o cosas que no queremos decir aunque nuestro interlocutor nos entienda. No me acuerdo de que estábamos hablando que yo dije que algo iba más deprisa o algo así; para decir “deprisa” usé la palabra francesa “vite” pero pronunciada como “bite” lo que provocó un ataque de risa del surfista; -¿qué he dicho?- le pregunté riéndome yo también, -una cosa que me ha hecho mucha gracia, pon atención en no pronunciar mal esa palabra-. Pero no me quiso decir el significado, me dijo que lo buscara en internet cuando llegara a casa. Imaginé que le daba vergüenza decírmelo así que me hice a la idea de lo que podían ser…efectivamente era eso; lo miré cuando llegué a casa, era un vulgarismo, como decir coj*nes o algo así asi que os invito a que pongáis atención si alguna vez tenéis que hacer uso de "vite" en francés no vaya a ser que, por ejemplo queráis decir “tengo que comer deprisa” y la terminéis liando.

martes, 22 de noviembre de 2011

LA TORRE DE BABEL

La semana pasada mi jefe me llamó a su despacho y me dijo que teníamos que preparar la fiesta de Navidad de la empresa. Había que buscar un local para unas cincuenta personas y mirar presupuesto de comida y bebida, todo así en plan cóctel porque ya sabemos que a los europeos les gusta más el rollo ese de picoteo y música de piano que sentarse a comer en condiciones, hablar alto y reír como solemos hacer en España en nuestras cenas o comidas de empresa navideñas. El caso es que ni corta ni perezosa me dirigí a realizar la tarea que me había sido encomendada yendo a hablar con los responsables de los posibles sitios y dedicándoles la mejor de mis sonrisas para que me atendieran bien y no se disparara mucho el precio porque “El Gran Jefe” había dado órdenes estrictas a mi jefe de que quería una fiesta chic sin gastarse mucho dinero (lo de siempre vaya).
En el primer sitio al que fui me atendió un chico llamado Musta (Mustafa) que era amigo de mi jefe y que nos ofreció una oferta bastante buena. Yo lo comparaba con las cenas navideñas españolas y me resultaba bastante barato; pero al “Gran Jefe” no terminaba de convencerle ese sitio y quería que siguiéramos buscando. “El Gran Jefe” es italiano así que fui a un restaurante italiano cuyo propietario tiene otro bar que era el lugar perfecto para la fiesta. Al llegar allí el manager de los camareros, un tipo muy repeinado que no podía negar sus raíces mediterráneas, me presentó al propietario quien a su vez me dijo que no hablaba ni inglés ni español, solo francés o italiano. Yo francés puedo entenderlo pero hablarlo no, así que…íbamos apañados. Cuando ya iban a empezar a entrarme los calores nerviosos, el hombre sonrió y me dijo que me esperara, fue para la cocina y apareció con una mujer bajita, gordita y muy simpática que me tendió la mano y me dio las buenas tardes con un español de acento sudamericano; era la cocinera. La expliqué lo que quería y tras hacérselo saber al dueño me pidió que volviera al día siguiente a las tres y media de la tarde que era cuando podíamos hablar tranquilos.
Cuando llegué se lo comenté a mi jefe y me dijo que al día siguiente él vendría conmigo para explicarle qué era exactamente lo que “El Gran Jefe” quería y a ver si podíamos dejarnos solucionada la papeleta de la fiesta chic-barata. Dicho y hecho esta tarde nos hemos dirigido al restaurante italiano para ver si zanjábamos el tema, con una particularidad: mi jefe solo habla alemán e inglés… Así que ahí estábamos sentados en una mesa, dos jefes con idiomas maternos tan dispares como el italiano y el alemán y dos…llamémoslo “assistants” que eran las únicas en esa mesa que se podían entender claramente. Así se desarrollaba la conversación: mi jefe me explicaba en inglés, yo explicaba a la cocinera en castellano, cocinera a su jefe en francés y con la respuesta del señor italiano lo mismo pero a la inversa. Eso parecía un chiste, ahí todos alrededor de la mesa y cada uno hablando como Dios le había dado a entender (nunca mejor dicho).
Al salir del bar mi jefe me ha dado las gracias, yo le he dicho que encantada, que me lo había pasado muy bien porque la situación había sido muy divertida, cosa que es cierta. No sé por cuál de los bares se decidirá “El Gran Jefe”, pero gracias a él y sus caprichos he descubierto mi nueva faceta, ya no solo soy: communication and social affairs assistant, además de secretaria-cogedora de teléfonos, portadora de ordenadores, compradora de leche y azafata de las conferencias que la empresa da en el Parlamento. Ahora también soy Traductora e Intérprete.  

               

miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL “BURDEL” DE LA FÔRET

Como buena viajera aprovecho cada fin de semana para andorrear por los alrededores de Bruselas, cualquier pueblo por pequeño que parezca merece que me de una vuelta por ahí para ver lo que se cuece; es todo tan diferente a lo que tengo en España que no quiero dejarme ningún rincón sin conocer. Por suerte, mis nuevos amigos de Bruselas comparten esta afición así que siempre que podemos cogemos el tren o bus correspondiente y nuestras cámaras de fotos y nos vamos por ahí. 
Hace un par de semanas, aprovechando el solecito, decidimos acercarnos a “La Fôret de Soignes” un bosque que hay al sudeste de Bruselas. Ni que decir tiene que el sábado que fue cuando decidimos ir hacía sol pero el domingo que era el día programado, la mañana se presentó nubosa y con niebla y no abrió el cielo en todo el día, pero bueno, aún así fuimos. Mis amigos se habían informado de cómo ir, una señora muy amable, les había explicado que había que coger dos autobuses y un par de tranvías. A mí me apreció un poco raro porque mi compañero de piso me había dicho que había un autobús que te dejaba derecho pero pensé que no sería el mismo bosque así que allá que nos fuimos muy obedientes a coger los cuatrocientos mil tranvías que la señora nos había indicado.
Lo primero que hicimos fue ir en metro hasta la parada del tranvía, allí tomamos uno y luego un autobús que nos dejó en la parada de otro tranvía que a su vez nos tenía que dejar en la parada de otro autobús. Como nos estábamos liando un poco decidimos preguntar a una señora muy elegante y muy seria que estaba en la parada. Mi amigo le dijo que estábamos buscando la plaza no se qué (no recuerdo el nombre) y que de allí teníamos que ir en bus a la “GARE DE BURDEL”. Al oír la palabra burdel me extrañó un poco, un burdel es un burdel en todas partes y me parecía raro que una estación se llamara así; se lo comenté a mis amigos y me enseñaron el papel con la explicación de la señora donde aparecía escrito “GARE DE BOORDAEL”,  a lo que mi amigo me dijo que suponía que se pronunciaría BUGDEL al más puro estilo francés.
Un chico nos indicó amablemente que tranvía teníamos que coger porque la señora del principio no quiso saber nada de nuestra pregunta y nos contestó q no sabía nada, aunque su parada era la misma que la nuestra. Una vez en el tranvía volvimos a hacer repaso del recorrido que nos quedaba y salió otra vez a relucir la famosa “GARE DE BURDEL”, la chica que estaba en frente de nosotros empezó a sonreírse al oírlo, por lo que otra vez volví a decir a mi amigo el portavoz que dudaba que fuera BURDEL. La chica de la gran sonrisa, nos indicó donde bajar y tomar el autobús y eso fue justo lo que hicimos. Al subir al autobús, el portavoz le pidió por favor al conductor que nos parara en la ya famosa GARE DE BURDEL…la cara del conductor fue un poema…-¿Dónde queréis que pare?, preguntó. –En la GARE DE BUGDEL- contestó mi amigo. –No es BUGDEL, es BUUNDEL, dijo sonriendo el conductor. Y todo el autobús se empezó a reír, nosotros los primeros, con mi amigo el portavoz de la aventura un pelín avergonzado pero riéndose también. El trayecto en el bus hasta GARE DE BOUNDAEL fue muy divertido porque gracias a la tontería estuvimos hablando y riéndonos con la gente del autobús y la pronunciación francesa. Aunque en realidad la culpa no era nuestra si no de la letra de la señora que nos había dado por escrito las indicaciones porque su N de BOUNDAEL parecía una R.
AL final llegamos al bosque, dos horas después de la hora prevista, es el sitio de la foto que adjunto (como me encanta la fotografía todas las fotos que aparecerán aquí estarán hechas por mí o por algún amigo, en ese caso indicaré quien es el autor). Los colores del otoño, la neblina y el frio le daban al bosque un aire de poesía de Espronceda…mereció la pena el viaje. Estuvimos dando una vuelta por el bosque y tomando fotos. Cuando empezó a oscurecer decidimos que había llegado el momento de volver a casa a ver si era posible no volver a armar un espectáculo. Para nuestra sorpresa, nos dirigimos a una de las paradas de autobús y vimos que efectivamente, como me había dicho mi compañero de piso, había un autobús que nos dejaba prácticamente en frente de mi casa y que tardaba unos 30 minutos. Cuando lo vimos nos reímos mucho, podíamos habernos ahorrado la vergüenza del BUGDEL y los cuatrocientos medios de transporte que habíamos cogido para llegar. Pero ya no había que pensarlo, además, había sido la parte más divertía del día, así que cogimos el autobús y entre risas nos fuimos a una de las cafeterías que hay por Saint. Boniface a por un chocolate caliente que bien merecido lo teniamos.


martes, 15 de noviembre de 2011

BRUSELAS

Una vez que ya ha pasado esa vergüenza del comienzo, me dispongo a relatar mis aventuras por ahí. Creo que conviene indicar que aunque soy toledana en estos momentos me encuentro bastante lejos de tierras castellanas; una vez más, ese destino caprichoso al que me referiré en numerosas ocasiones, me ha llevado nada más y nada menos que a la mismísima Bruselas, a la que podemos llamar capital de Europa pero que bueno, entre nosotros, no tiene nada que envidiar a Madrid, Barcelona ni a mi querido Toledo, para que nos vamos a engañar. Con esto no quiero criticar a Bruselas en absoluto, de hecho me gusta mucho estar aquí, está siendo una experiencia muy buena que me está llevando a su vez a otros sitios que visitaremos juntos a través de este blog.
                                                                              
Llegué a Bruselas el 24 de agosto para trabajar como becaria en el departamento de comunicación de una empresa de aquí. Aunque empezaba en septiembre, quise emplear una semana para tomar contacto con el entorno e ir conociendo la ciudad y el idioma porque...no hablo francés, lo que me ocasionó más de una situación ridícula sobre todo el primer mes. En ese ansia visitador de la primera semana me recorrí hasta el último rincón de la ciudad aunque he de confesar que no porque realmente quisiera si no porque leo muy mal los mapas y me perdía y terminaba en el lado contrario de donde realmente quería ir pero que a su vez tenía algo interesante y que me convenía saber así que…de momento no puedo quejarme de mi mala relación con los mapas porque no fue mal del todo.

 
Más de una persona me describió Bruselas como una ciudad aburrida, donde llovía muy a menudo y la gente se encerraba en casa a las 6 de la tarde…creo que esas personas y yo no estamos en la misma Bruselas porque la experiencia que yo tengo es la de una ciudad con muchísima vida, donde se pueden degustar las mejores cervezas y los chocolates más curiosos, por no hablar de sus elaborados gofres y sus tradicionales mejillones con "frites" (patatas fritas). Además el ambiente bruselense es muy multicultural, aquí te encuentras con gente de todas partes del mundo: África, Asia, América, diferentes puntos de Europa…lo que hace que te sientas menos extranjero y abras tu mente a diferentes culturas; no por el hecho de vivir aquí la gente renuncia a sus raíces, el otro día por ejemplo, iba a un cajero automático a sacar dinero (los cajeros en Bruselas son espectaculares, son muy grandes, algunos tienen asientos para que te sientes mientras sacas dinero…vamos que dan ganas de hacer botellón ahí dentro) y vi a alguien medio tumbado en el suelo, unos zapatos, y unas bolsas de la compra. Me quedé muy extrañada y pensaba que serían imaginaciones mías, pero cuando me acerqué aun más vi  a un musulmán rezando. Había llegado la hora de sus rezos y el señor había sacado sus enseres y había aprovechado la soledad del cajero para orar. Me quedé de piedra y no sabía que hacer: entrar o no…Finalmente decidí no hacerlo porque considero la oración como algo muy privado así que anduve un poco más y me fui a otro cajero que hay muchos. Y es que es lo que tiene Bruselas entre bicicletas, coches que van como locos y tanta multiculturalidad una nunca sabe lo que puede encontrarse al doblar la esquina.