PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



martes, 15 de noviembre de 2011

BRUSELAS

Una vez que ya ha pasado esa vergüenza del comienzo, me dispongo a relatar mis aventuras por ahí. Creo que conviene indicar que aunque soy toledana en estos momentos me encuentro bastante lejos de tierras castellanas; una vez más, ese destino caprichoso al que me referiré en numerosas ocasiones, me ha llevado nada más y nada menos que a la mismísima Bruselas, a la que podemos llamar capital de Europa pero que bueno, entre nosotros, no tiene nada que envidiar a Madrid, Barcelona ni a mi querido Toledo, para que nos vamos a engañar. Con esto no quiero criticar a Bruselas en absoluto, de hecho me gusta mucho estar aquí, está siendo una experiencia muy buena que me está llevando a su vez a otros sitios que visitaremos juntos a través de este blog.
                                                                              
Llegué a Bruselas el 24 de agosto para trabajar como becaria en el departamento de comunicación de una empresa de aquí. Aunque empezaba en septiembre, quise emplear una semana para tomar contacto con el entorno e ir conociendo la ciudad y el idioma porque...no hablo francés, lo que me ocasionó más de una situación ridícula sobre todo el primer mes. En ese ansia visitador de la primera semana me recorrí hasta el último rincón de la ciudad aunque he de confesar que no porque realmente quisiera si no porque leo muy mal los mapas y me perdía y terminaba en el lado contrario de donde realmente quería ir pero que a su vez tenía algo interesante y que me convenía saber así que…de momento no puedo quejarme de mi mala relación con los mapas porque no fue mal del todo.

 
Más de una persona me describió Bruselas como una ciudad aburrida, donde llovía muy a menudo y la gente se encerraba en casa a las 6 de la tarde…creo que esas personas y yo no estamos en la misma Bruselas porque la experiencia que yo tengo es la de una ciudad con muchísima vida, donde se pueden degustar las mejores cervezas y los chocolates más curiosos, por no hablar de sus elaborados gofres y sus tradicionales mejillones con "frites" (patatas fritas). Además el ambiente bruselense es muy multicultural, aquí te encuentras con gente de todas partes del mundo: África, Asia, América, diferentes puntos de Europa…lo que hace que te sientas menos extranjero y abras tu mente a diferentes culturas; no por el hecho de vivir aquí la gente renuncia a sus raíces, el otro día por ejemplo, iba a un cajero automático a sacar dinero (los cajeros en Bruselas son espectaculares, son muy grandes, algunos tienen asientos para que te sientes mientras sacas dinero…vamos que dan ganas de hacer botellón ahí dentro) y vi a alguien medio tumbado en el suelo, unos zapatos, y unas bolsas de la compra. Me quedé muy extrañada y pensaba que serían imaginaciones mías, pero cuando me acerqué aun más vi  a un musulmán rezando. Había llegado la hora de sus rezos y el señor había sacado sus enseres y había aprovechado la soledad del cajero para orar. Me quedé de piedra y no sabía que hacer: entrar o no…Finalmente decidí no hacerlo porque considero la oración como algo muy privado así que anduve un poco más y me fui a otro cajero que hay muchos. Y es que es lo que tiene Bruselas entre bicicletas, coches que van como locos y tanta multiculturalidad una nunca sabe lo que puede encontrarse al doblar la esquina.


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