Una de las cosas que más me gustan de vivir en Bruselas es lo cerca que estoy de dos ciudades tan maravillosas como son Gante y Brujas, dos destinos muy recomendables donde ya he ido más de una vez y a los que seguiré yendo cada vez que venga una visita. No sería justo dedicar un post para las dos así que hoy dedicaré la parrafada a Gante y otro día Brujas será la protagonista.
La primera vez que estuve en Gante el tiempo no me acompañó, había estado lloviendo y ya venía cansada de Brujas por lo que no disfrute la ciudad como merecía, eso sí, tomé unas fotos estupendas de las que estoy orgullosísima gracias en, a que las nubes se despejaron y dejaron tras de sí una luz bastante rara que dio a la ciudad un aire extraño, algo así como si estuviera metida en una especie de sueño o país de las maravillas. El caso es que esa primera vez no pude disfrutar de Gante y no me pareció tan asombrosa como la segunda vez que estuve; he de decir en mi defensa que la primera vez que se hace algo nuevo no suele gustar mucho o si no que digan los fumadores si les gustó la primera calada, o la primera vez que se prueba la cerveza o la primera vez que uno va al dentista…pues a mí me pasó eso justo con Gante.
Pero a veces segundas partes sí que fueron buenas y no solo eso, fueron mejores y una vez más el destino quiso que volviera a Gante, con buena compañía (mis padres y mis tíos habían venido a visitarme) y con un solecito estupendo, eso sí, con un frío de narices también pero que no quitó glamour a la monumentalidad de la ciudad.
Me gustaron muchísimo sus casitas flamencas al lado del puerto, esas que han sido inmortalizadas una y otra vez por afamados pintores (y por los no tanto también). Me impresionaron mucho el castillo de los condes de Flandes y las iglesias de San Jacobo y San Miguel pero lo que de verdad me dejó boquiabierta fue la monumentalidad de la catedral de San Babón, tanto por dentro como por fuera. He de reconocer que yo soy muy toledana y que cada vez que veo una catedral siempre digo lo mismo “muy bonita, sí, pero como la de Toledo…” y me hincho como una paloma al recordar que tengo la suerte de vivir muy cerca de una de las ciudades más bonitas del mundo (al menos eso creo yo), pero con la catedral de San Babón no pude decir eso, me acordé de mi catedral de Toledo pero no abrí el pico porque por una vez en tema de catedrales no tenía nada que decir.
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