Siempre me ha gustado disfrazarme, un baile en el colegio, teatros, alguna
fiesta…todo lo que este relacionado con la palabra “disfraz” me gusta muchísimo,
por tanto es fácil imaginar la ilusión que me hace el carnaval. Lamentablemente
no toda la gente que conozco comparte esta afición a la absurdez del disfraz y
en más de una ocasión me quedo con las ganas de ser quien yo quiera por unas
horas.
El año pasado tuve mi carnaval gracias a unos italianos que decidieron
celebrarlo con una fiesta casera, algo muy de andar por casa. Aun así a mí me
hizo mucha ilusión y ha sido una de las fiestas en las que mejor me lo he
pasado. Este año pintaba mal, no había espíritu carnavalero y parecía que el único
disfraz que vería sería a través de las fotos de los otros en Facebook y
muriéndome de envidia…no sabéis lo equivocada que estaba.
El jueves recibí un mensaje de Fátima: Carnaval en Colonia (Alemania), y un
resumen de todo el planing… mi respuesta no se hizo esperar, además ¨Morro Retorcido¨
y sus secuaces (sí ahora tienen secuaces) estaban muy plastas y me apetecía
evadirme y maquinar mi disfraz más que pensar en los desaires que me hace que
cada día me dan más impotencia y me ponen más dolor de cabeza. El viernes por
la tarde fui con Fátima al centro a las tiendas de disfraces, ya sabía de que
me iba a vestir y me hacía falta una pajarita para terminar de rematar mi
disfraz, por un día quería ser un mago. Elegí ese disfraz por varias razones
muy sencillas: me gusta, es simple, tenía casi todas las cosas y por que yo soy
el mago de mi casa, me explico, en mi casa de Bruselas todo el mundo piensa que
las cosas se hacen por “arte de Birlibirloque”: fregar el suelo, limpiar el baño,
cambiar el rollo de papel higiénico, sacar la basura…Obviamente Birlibirloque
soy yo así que por un día me quise convertir en ese personaje y mostrárselo al
mundo. Fátima optó por un disfraz de vaquera, también muy fácil pero terminó
siendo una pirata porque el gorro que tenía era más de pirata que de vaquera.
El sábado por la mañana Joost vestido del típico empollón de las series
norteamericanas nos recogió en casa de Fátima y pusimos rumbo a Colonia donde
habíamos quedado con otros dos españoles. El viaje se me hizo corto porque fuimos
hablando sin parar y riendo con las cosas de Fátima y del disfraz de Joost que
se había puesto los pantalones pesqueros con los calcetines blancos y unas
gafas como las de cuando mi padre estaba en la mili, que ahora parece ser que
se vuelven a llevar, pero que siguen siendo de empollón. A algo más de la mitad
de camino decidimos parar en una gasolinera porque era ya media mañana y teníamos
un poco de hambre, también aprovechamos para ir al baño. Hacía ya un rato que habíamos
empezado a ver los carteles en alemán y pensábamos que ya habíamos pasado la
frontera. Al entrar en el baño de la gasolinera vimos que estaba limpio y olía
bien:
-Mira, se nota que estamos en un país civilizado.-Me dijo Fátima.
Yo me reí muchísimo porque si que es verdad que los belgas son poco
curiosos y era bastante sorprendente que la gasolinera estuviera apañada.
Cuando fuimos a pagar nos dimos cuenta que aun estábamos en Bruselas lo que nos
descolocó un poco pero a unos 100 metros más allá de la gasolinera encontramos
el cartelito que nos daba la bienvenida a Alemania lo que solventó nuestra duda
de la limpieza. Decidimos que la zona fronteriza se podía considerar zona
civilizada del territorio belga. A la una llegamos a Colonia, encontramos el
centro sin problemas (Joost lo encontró) y aparcamos en un parking muy cerca de
la catedral. Hacía sol, mucho frío y los primeros disfrazados ya paseaban por
las calles. La fiesta podía empezar.
La puerta de la catedral era el punto de encuentro, me quedé maravillada y
asombrada ante el edificio. La catedral es inmensa y muy, muy bonita. Había
mucho ambiente festivo: gente disfrazada y con cerveza en mano bailando al
ritmo de pasacalles a la alemana, barracones improvisados donde se vendían
cerveza y salchichas de todos los colores y tamaños donde no faltaba la música
y el bailoteo, casi todo el mundo con gorros en al cabeza…la imagen contraria a
la que se nos vende de los alemanes. Mientras esperábamos al resto optamos por
probar una salchichaza (porque eso una salchicha normal no era) y probar la
tradicional kolsch (cerveza local). Al ratito llegaron los compañeros
disfrazados de científicos locos y nos dirigimos a uno de los bares del centro.
Allí más de lo mismo: mucho disfraz, cerveza aquí y allá, música, baile y gente
amable y muy contenta. Eran un estilo las fiestas de Torrijos a la alemana, lo
pasé muy bien. Después de ese bar fuimos a otro a orillas del río, estaba
atardeciendo y el paisaje era muy bonito. Allí seguimos con el bailoteo.
Cenamos temprano para coger fuerzas y seguir nuestro día festivo. Me llamó la atención fue que había muchísimos
chicos disfrazados de monja y de “Mario y Luigi”, no se si es que está de moda
en Alemania o qué.
Poco a poco se nos fueron acabando las pilas, la cena en lugar de animarnos
nos adormiló aun más y a las diez decidimos poner rumbo a Bruselas. Entramos en
el parking e introducimos el ticket para pagar pero la maquina no quería
aceptarlo. De repente apareció un señor que nos dijo que le diéramos el
billete. Yo supuse que era el señor del parking, además tenía toda la pinta y
justo apareció cuando estábamos en apuros, vaya que debía tener alguna cámara
de vigilancia. Fátima no pensó lo mismo y agarró el billete como si no hubiera
mañana mientras decía que no se lo daba a nadie. Yo la miraba extrañada y sin
decir nada porque el cansancio no me dejaba pensar ni argumentar y Joost apoyaba
la decisión de Fátima. El señor se marchó un poco disgustado y Fátima decidió
llamar al timbre de la máquina para que alguien viniera en nuestra ayuda. De
repente volvió a aparecer el hombrecito echándonos una regañina, Fátima se
quedó sin habla (y eso es muy difícil), yo asentía con aires de suficiencia
porque había tenido razón y Joost se disculpaba
en holandés ya que el señor solo hablaba alemán y con los holandeses se
entienden (algo así como españoles e italianos). Una vez solucionado el
problema volvimos a Bruselas, pro el camino parece ser que nevó yo no lo sé
porque me quedé profundamente dormida antes de salir de Colonia, estaba muy
cansada y solo quería dormir y seguir soñando con el carnaval de Colonia porque
me había gustado tanto que no quería que se acabara el día.
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