PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



viernes, 17 de mayo de 2013

TEOCLES

Ya ha llegado la hora de poner fin a estos dos meses que me he tomado de vacaciones. Tienen su explicación, los que me conocéis sabéis que yo no hago nada sin una razón y la razón es muy sencilla: estaba acostumbrándome a mi nueva vida. Sí, ya no vivo en Bruselas, el contrato se terminó sin posibilidad de extensión (nunca la tuvo) y me vi obligada a volver. Lo que en un principio fue alegría en un mes se convirtió en aburrimiento y en tristeza porque esa es la parte mala de los que nos pasamos la vida de vueltas por ahí…no sabemos bien donde queremos estar porque nuestro sitio ideal no existe, tiene un poco de aquí y de allá por tanto la única solución es aceptar nuestras cambiantes realidades hasta que encontremos la NUESTRA y yo no la he encontrado de momento.
Sé que mi estancia en España tienen los meses contados porque en enero emigro otra vez y aunque en un principio también hay fecha de vuelta, cuanto más tiempo paso en mi pueblo más me doy cuenta que mi sitio no está aquí y no está aquí porque me marché hace mucho y tanto yo como el lugar y sus gentes hemos evolucionado por diferentes caminos lo que se traduce en que soy la pieza que no encaja en el puzle.  
Por tanto, aunque quiero seguir manteniendo el blog, aunque parece ser que solo lo leen mis padres, me va a costar bastante dado que apenas salgo de mi casa, las salidas se suelen resumir a correr 8 kilómetros cada día y ahora con una pequeñita lesión en el pié ni eso. Así que de golpe y porrazo he pasado de estar hoy en Alemania, mañana en Luxemburgo pasado en Francia a vivir encerrada en las cuatro paredes de mi casa o como dice la gente de mi edad a los que la vida les sonríe, tienen casa, coche, novios o maridos con los que viven y no se ven obligados a cruzar fronteras para vivir en países fríos y lluviosos, “la casa de mis padres” porque a los nómadas como yo de repente al llegar a su sitio de origen la gente les toma como a unos cirqueros que van y vienen sin aspiraciones en la vida y sin quehaceres y te miran con pena mientras hablan de cómo han preparado las lentejas  o si han pasado la aspiradora a su casa de repente te miran y dicen dirigiéndose a ti cosas como:
-Ah pensarás que somos unas marujas como a ti eso no te toca.
Claro que no porque cuando vivía en Bruselas mi madre se cogía el Ryanair de las 6:30 de la mañana, llegaba, me limpiaba la casa, me preparaba la comida y la cena para que la calentara por la noche y se volvía en el Ryanair de las 6 de la tarde. Tampoco he tenido que lavar, ni planchar, ni que limpiar el filtro de la lavadora, ni cambiar bombillas, ni arreglar la percha que se calló de la pared dejándome dos preciosos agujeros, ni que pinchar unos radiadores que llevaban sin ser pinchados desde la batalla de Waterloo.
La diferencia está en que la gente que anda dando vueltas por ahí, no tiene temas de conversación tales como la comida, la ropa, o la plancha. Bastante tenemos con acostumbrarnos a las nuevas culturas y los climas como para andarnos preocupando si el arroz ha salido bueno o malo, nos lo comemos y punto.


Bueno pensareis que qué tiene que ver Teocles con todo esto, es más, os preguntareis quién es Teocles, pues es mi tortuga. Teo, como la llamo cariñosamente, llegó a mi casa en septiembre del año pasado, de hecho nos hemos conocido más a fondo esta primavera cuando ella se ha despertado de su letargo invernal y yo he vuelto de Bélgica. Desde que se ha despertado Teo se pasa las tardes estudiando la manera de escapar de las cuatro paredes del patio de mi casa. Como yo estoy ociosa como ella, los días que hace sol me siento a observarla y veo su largo cuello estudiando cada rincón del patio, de repente se acerca a alguna de las paredes y hace un esfuerzo inútil por trepar mientras mira con sus ojos de serpiente al cielo azul. Entonces me acerco a ella, me mira, pestañea y la digo que no se preocupe que en esas cuatro paredes está bien que tiene comida y agua. Y ella vuelve a pestañear y a veces me mira con cara de mala y cuando me descuido se sube a cualquier maceta, o planta o cubo o lo que sea que encuentre que es alto para poder escapar. A veces se cae y tengo que cogerla, darle la vuelta y regañarla. Estas últimas semanas ha estado muy latosa, portándose muy mal por las tardes y rompiendo plantas en su ardiente deseo de marcharse. Incluso me planteé  buscar algún criadero de tortugas y llevarla allí porque aunque Teo no lo sabe, la entiendo un poquito, porque las dos estamos igual.
Esta semana ya ha estado más tranquila y no ha intentado escaparse, ha debido considerar que no va a estar en ningún sitio mejor que aquí, ahora hace las labores de cualquier tortuga normal: comer, pasear, darse un baño, subirse a algún tiesto pero a tomar el sol no para intentar ir más arriba. Yo la sigo observando sentada al sol porque no tengo nada mejor que hacer y porque según la mitología china las tortugas son  signo de sabiduría, vamos a ver si se me pega algo y me acostumbro yo también pronto a mi nueva situación tomando el ejemplo de la sabia Teocles.

miércoles, 20 de marzo de 2013

BRINDANDO CON TITO

El viernes por la tarde Sara, una chica de Croacia que trabaja conmigo decidió invitarnos a los compañeros becarios a su casa el sábado por la noche. Aunque llevaba una semana planeando ir a una fiesta griega llegado el momento me apeteció más ir  con mis compañeros de trabajo a casa de Sara y decir adiós al ucraniano Alex (el lunes volvería a su país) por millonésima vez. Tras las negativas de Joanna y Fátima de acudir a la reunión casera, cogí el autobús y a las nueve llegué a casa de Sara. El edificio era viejo por dentro y por fuera por lo que me extrañó que siendo hija de un adinerado croata viviera allí, cuando entré dentro de su apartamento comprendí por qué. Era un ático totalmente reformado compuesto por un saloncito, una cocina, un cuarto de baño y un salón todo nuevo y muy bien decorado. Me llamó muchísimo la atención el retrato de un señor que había en una de las paredes, me hizo pesar en el mariscal Tito  pero enseguida descarté la idea.
Éramos solo siete personas en La casa: un serbio, un ucraniano, una macedonia, una rumana, un holandés y yo. Curiosamente la única española y por primera vez en mi vida estaba en una fiesta con mayoría de personas de Europa del Este.
-Que quieres tomar?-, me preguntó Sara.
-Zumo- contesté sonriendo porque no me apetecía beber cerveza ese día.
-No- dijo el serbio Nemanja con su eterna sonrisa, -tienes que probar Rakia, que es una bebida típica de los Balcanes, además es casera-.
Temblé porque bebida destilada serbia, hecha en casa me da a mí que es demasiado espirituosa pero no quería hacer un feo a mis amigos balcánicos así que acepte un pequeño chupito mientras escuchaba las explicaciones de Nemanja:
-este es de melocotón aunque el más tradicional es de ciruelas y no te lo bebas de golpe que no estás acostumbrada-.
Bebí un sorbo de Rakia y sinceramente nuestro licor de hierbas es más fuerte, no me gustó mucho por lo que cambié al zumo y aparté el vaso para irlo terminando en el transcurso d e la noche.
-Quien es?- pregunté al fin mirando el retrato que me había llamado la atención al principio.
-Es Tito-contestaron Nemanja, Sara y Vera al unísono. –El mejor presidente de nuestros países- dijo Sara con orgullo, los otros asentían sin dejar de sonreír. 
Mientras hablábamos, reíamos y escuchábamos a Alex tocar la guitarra me sorprendía ver a una croata, un serbio y una macedonia, juntos y tan amigos. Hace un par de años conocí a una Bosnia que no quería ni oír hablar de los serbios ya la que le simpatizaban mucho. En cambio, cuando Nemanja y Sara se vieron por primera vez lo que dijeron fue “un anda que bien otro yugoslavo”, lo que me extrañó más aun.
Volviendo a la fiesta, de repente Alex hizo un parón para sacar de su mochila un casco que compró en el museo militar en Bruselas y que se lo quería dejar a alguien como legado porque no le cabía en la maleta.

-Espera- gritó Sara eufórica, yo tengo aquí otro- y de una estantería cogió un gorro cuartelero del ejercito del aire yugoslavo y se lo puso sobre la cabeza.
-Me encanta-dijo Nemanja, -me gusta mucho las cosas de Yugoslavia-. A modo de anecdota tengo que añadir que Nemanja se apellida Milosevic, lo que hace todo la cosa más curiosa. Eso sí, no tiene nada que ver con el ex-presidente Milosevic.

Yo que he estudiado bastante los Balcanes no daba crédito, Sara y Nemanja me rompían los esquemas y la idea que yo tenía de yugoslava, claro que también eran un claro ejemplo de lo que ya he leído en varios libros y que venía a decir que a los yugoslavos de a pié no les molestaba tanto ser yugoslavos como a los políticos.  Lo que pasa casi siempre.

De repente Alex en un ataque  de frío se arropó con una manta hasta la cabeza. Alex es un chico que se parece a la imagen que aparece en las películas de Jesús de Nazareth,  y con la manta en la cabeza por lo que todos nos reímos y se lo dijimos. También entre risas nos contó que una vez fue a visitar a su abuela que vive lejos de Kiev y no le aviso para darle una sorpresa. Cuando Alex llegó a casa de su abuela, ésta estaba en la calle mirando para otro lado. Alex saludó y su abuela se asustó:
-Jesús- exclamó la abuela.
-Abuela soy yo-dijo Alex.
-Oleksi (Alex en ucraniano), haz el favor de avisarme la próxima vez. Qué susto me has dado creía que eras Jesús-.
No podíamos parar de reír.
Así transcurrió la noche, entre chupitos de Rakia por parte de los balcánicos y vasos de zumo por parte del resto.

Tras las risas llegó la nostalgia, supongo que inspirada por el Rakia. Los balcánicos miraron con melancolía el retrato de Tito y comenzaron a decir que les gustaría una Yugoslavia unida, que separarse había sido una tontería. Según palabras de Sara:

-Ya ves-, dijo mirándome con cierta tristeza, -no queremos estar juntos, nos separamos con guerra y ahora queremos entrar todos en bloque en la Unión Europea. Quién lo entiende, es de locos.-

Miré el retrato de Tito que con un aire a Anthony Hopkins creo que hubiera aplaudido las palabras de Sara. Fue entonces cuando Nemanja llenó todos nuestros vasos de Rakia, haciendo caso omiso de las quejas de Alina, Mike y mías.

-Vamos, la ocasión lo merece, mirad que ambiente más multicultural- dijo sonriendo.

Entonces alzamos nuestros vasos, y brindamos por la multiculturalidad bajo la atenta mirada de un orgulloso Tito.

domingo, 17 de febrero de 2013

ESTO Y LO OTRO


Hay cosas que solo pasan en Bruselas, o por lo menos en mi pueblo no pasan, creo que ni siquiera en Madrid y por tanto yo digo que solo pasan en Bruselas. Pensareis que exagero pero os voy a mostrar aquí algunos ejemplos:

 -Como en muchas ciudades europeas en Bruselas hay que pagar para entrar en el baño de los bares, restaurantes, pubs, discotecas, etc. No en todos, pero sí en la mayoría. A mí a veces me fastidia porque tienes que pagar la entrada a un Pub con la que no entra consumición y luego encima tienes que pagar para ir al baño. Otras veces lo puedo entender, como en el caso del McDonald porque si yo estoy dando un paseo por el centro y de repente me entran las incontrolables gansa de hacer pis, voy al McDonald, pago por ello y no tengo el por qué comerme nada, ya he pagado por ese servicio. Además es una garantía de que el baño estará un poco decente (bueno, no siempre). El hecho de hacer negocio de una necesidad fisiológica, que absolutamente todo el mundo tiene,  provoca enfado en mucha gente y conozco a más de uno que me ha confesado que se permite el lujo de no apuntar correctamente al miccionar descargando de esta manera su ira por tener que pagar por algo tan natural e incontrolable. Hasta aquí podemos decir que pagar por ir a hacer pis no tiene nada de excepcional y es cierto, lo raro es cuando te encuentras ofertas, lo que me he dado el lujo de bautizar como “barra libre de pis” y que consiste en pagar un euro (en vez de las 50 céntimos que se te exigen cada vez que vas), te ponen un sello y puedes entrar toda la noche tantas veces como quieras sin necesidad de volver a pagar. ¿Como nos quedamos?, yo me quedé loca cuando lo vi por no hablar de la risa que me dio.

 -Otro ejemplo de cosas que se escapan a mi lógica me ocurrió a finales de marzo o principios de abril, ya no recuerdo, solo sé que era jueves, no hacía frío y que la lluvia había dado paso al sol nublado de Bruselas que te invita a ir a Place Luxe a tomarte algo con los amigos. Pensando en eso y deprisita iba a comprar a Carrefour caminando por la concurrida rue Beliard. De repente paró un coche ocupado por tres ciudadanos creo que magrebíes bastante fuertotes, uno de ellos con súper móvil en mano,  que me preguntaron sí sabía donde estaba la rue Chaussée de Lovain. Yo no sabía exactamente donde estaba pero sí más o menos por donde quedaba, lo malo es que  me encontré con el problema de que no hablaban inglés y yo en aquellos tiempos no me atrevía a hablar francés. Pero el tipo del otro lado del teléfono si que hablaba inglés así que aparcaron el coche en una calle paralela y me tendieron el teléfono para que diera las explicaciones. Aquí dejo una nota a mis lectores que no piensen que soy una intrépida que me fío de cualquiera porque como ya he dicho es una calle muy concurrida y el peligro es mínimo. Hablé con el tipo y cuando terminé colgamos, algo un poco tonto por mi parte porque digo yo que el tipo del otro lado del teléfono les tendría que dar mis explicaciones pero bueno. Cuando me acerque a la ventanilla del coche para devolver el súper móvil el conductor arreó una torta al copiloto, éste a su vez se la devolvió y el que estaba sentado en la parte trasera miraba divertido. De repente se quitaron las cazadoras, se las arrojaron al de atrás, salieron del coche y se empezaron a dar de tortas. A todo esto, yo retirada con el móvil en la mano esperando a que terminaran de pegarse para podérselo devolver y el otro chico intentando separarles. Creo que se habían olvidado de que yo estaba allí. De repente se dieron cuenta de mí, pararon y me sonrieron, yo ya tenía un poco de mala cara porque llevaba prisa ya que tenía que comprar y había quedado para ir a Luxe y no me apetecía perder el tiempo viendo como nadie se pegaba. Se disculparon muy sonrientes, les dí el móvil, les indique como tomar la avenida principal y que llamaran a su compañero de nuevo (eso si lo sabía decir en francés) y me alejé de allí muy sorprendida por el espectáculo de lucha libre a lo cutre que acababa de presenciar. Y me dio un poco de risa imaginando la pinta de tonta que tenía que tener ahí en la calle, de brazos cruzados, con un móvil ultimo modelo en la mano, mirando como tres gañanes se daban de tortas vete a saber por qué.

 -Pero aquí no ha terminado todo porque ni siquiera en mi casa estoy libre de sobresaltos y no, esta vez no es ninguna sorpresita por parte de mi compañera de piso, esta vez fue uno de los amigos de mi compañero. Era el primer fin de semana de diciembre y Pablo había organizado una fiesta, creo que ya he dicho en alguna ocasión que es DJ. Cuatro amigos suyos de diferentes puntos de España que habían estudiado todos juntos en al universidad decidieron venir a visitar la capital de Europa y de paso no perderse tan magno evento que cada vez va adquiriendo más fama local. La fiesta fue un viernes, divertida, lo pasamos bien…esas cosas que tiene las fiestas. La sorpresa vino al día siguiente por la mañana. El sábado tras levantarme, apañar la habitación y esas cosas, me disponía a colocarme mi bufanda para salir a dar un paseo matutino por el centro cuando de repente se abrió la puerta de mi habitación y apareció un chico en calzoncillos con un gorrito  de esos de mafiosos que llevan los guays ahora para salir), esponja, jabón y toalla dispuesto a darse una ducha (supongo). Mi cara la podéis imaginar:

 -Hola, ¿puedo ayudarte?- pregunté muy sorprendida y algo molesta.

-Creo que me he confundido, ¿por qué hablas español?- me contestó el chico.

-Creo que si que te has confundido.- contesté aguantándome las ganas de darle un sopapo. –Y hablo español porque soy española, la otra chica es la que no lo habla porque es griega.

-Pero, ¿cuántas españolas sois aquí? porque ayer en la fiesta conocí a otra-.

- Yo sin gafas-contesté sin dejar de pensar en lo absurdo de la situación. –¿Quieres algo?- Volví a preguntar porque me tenía que ir y me parecía estúpido estar hablando con un tipo en calzoncillos con un gorro en la cabeza.

-Busco el baño, es que me han dicho que está al final del pasillo- dijo el chico sonriendo como si en vez de estar en ropa interior y con un sombrero, estuviera con un traje de Hugo Boss.

-Final del pasillo a la derecha- dije aguantándome la risa.

-Bueno, gracias, luego te veo- dijo un pelín avergonzado, -perdona otra vez-.

 Lo que más me impactó no fue que anduviera por la vida sin ropa que al fin y al cabo la gente en la piscina y en la playa va prácticamente así sino…QUE LLEVARA UN SOMBRERO DE MAFIOSO A LA DUCHA, de verdad que me estaban dando ganas de darle un bofetón para quitarle el resacón y que espabilara.

 
En fin, como dicen Patri y Luci: -tú allí no te aburres-, y es cierto, porque con cosas así es imposible hacerlo.

martes, 12 de febrero de 2013

EL CARNAVAL DE COLONIA

Siempre me ha gustado disfrazarme, un baile en el colegio, teatros, alguna fiesta…todo lo que este relacionado con la palabra “disfraz” me gusta muchísimo, por tanto es fácil imaginar la ilusión que me hace el carnaval. Lamentablemente no toda la gente que conozco comparte esta afición a la absurdez del disfraz y en más de una ocasión me quedo con las ganas de ser quien yo quiera por unas horas.

El año pasado tuve mi carnaval gracias a unos italianos que decidieron celebrarlo con una fiesta casera, algo muy de andar por casa. Aun así a mí me hizo mucha ilusión y ha sido una de las fiestas en las que mejor me lo he pasado. Este año pintaba mal, no había espíritu carnavalero y parecía que el único disfraz que vería sería a través de las fotos de los otros en Facebook y muriéndome de envidia…no sabéis lo equivocada que estaba.

 El jueves recibí un mensaje de Fátima: Carnaval en Colonia (Alemania), y un resumen de todo el planing… mi respuesta no se hizo esperar, además ¨Morro Retorcido¨ y sus secuaces (sí ahora tienen secuaces) estaban muy plastas y me apetecía evadirme y maquinar mi disfraz más que pensar en los desaires que me hace que cada día me dan más impotencia y me ponen más dolor de cabeza. El viernes por la tarde fui con Fátima al centro a las tiendas de disfraces, ya sabía de que me iba a vestir y me hacía falta una pajarita para terminar de rematar mi disfraz, por un día quería ser un mago. Elegí ese disfraz por varias razones muy sencillas: me gusta, es simple, tenía casi todas las cosas y por que yo soy el mago de mi casa, me explico, en mi casa de Bruselas todo el mundo piensa que las cosas se hacen por “arte de Birlibirloque”: fregar el suelo, limpiar el baño, cambiar el rollo de papel higiénico, sacar la basura…Obviamente Birlibirloque soy yo así que por un día me quise convertir en ese personaje y mostrárselo al mundo. Fátima optó por un disfraz de vaquera, también muy fácil pero terminó siendo una pirata porque el gorro que tenía era más de pirata que de vaquera.

 El sábado por la mañana Joost vestido del típico empollón de las series norteamericanas nos recogió en casa de Fátima y pusimos rumbo a Colonia donde habíamos quedado con otros dos españoles. El viaje se me hizo corto porque fuimos hablando sin parar y riendo con las cosas de Fátima y del disfraz de Joost que se había puesto los pantalones pesqueros con los calcetines blancos y unas gafas como las de cuando mi padre estaba en la mili, que ahora parece ser que se vuelven a llevar, pero que siguen siendo de empollón. A algo más de la mitad de camino decidimos parar en una gasolinera porque era ya media mañana y teníamos un poco de hambre, también aprovechamos para ir al baño. Hacía ya un rato que habíamos empezado a ver los carteles en alemán y pensábamos que ya habíamos pasado la frontera. Al entrar en el baño de la gasolinera vimos que estaba limpio y olía bien:  

 -Mira, se nota que estamos en un país civilizado.-Me dijo Fátima.

 Yo me reí muchísimo porque si que es verdad que los belgas son poco curiosos y era bastante sorprendente que la gasolinera estuviera apañada. Cuando fuimos a pagar nos dimos cuenta que aun estábamos en Bruselas lo que nos descolocó un poco pero a unos 100 metros más allá de la gasolinera encontramos el cartelito que nos daba la bienvenida a Alemania lo que solventó nuestra duda de la limpieza. Decidimos que la zona fronteriza se podía considerar zona civilizada del territorio belga. A la una llegamos a Colonia, encontramos el centro sin problemas (Joost lo encontró) y aparcamos en un parking muy cerca de la catedral. Hacía sol, mucho frío y los primeros disfrazados ya paseaban por las calles. La fiesta podía empezar.  

La puerta de la catedral era el punto de encuentro, me quedé maravillada y asombrada ante el edificio. La catedral es inmensa y muy, muy bonita. Había mucho ambiente festivo: gente disfrazada y con cerveza en mano bailando al ritmo de pasacalles a la alemana, barracones improvisados donde se vendían cerveza y salchichas de todos los colores y tamaños donde no faltaba la música y el bailoteo, casi todo el mundo con gorros en al cabeza…la imagen contraria a la que se nos vende de los alemanes. Mientras esperábamos al resto optamos por probar una salchichaza (porque eso una salchicha normal no era) y probar la tradicional kolsch (cerveza local). Al ratito llegaron los compañeros disfrazados de científicos locos y nos dirigimos a uno de los bares del centro. Allí más de lo mismo: mucho disfraz, cerveza aquí y allá, música, baile y gente amable y muy contenta. Eran un estilo las fiestas de Torrijos a la alemana, lo pasé muy bien. Después de ese bar fuimos a otro a orillas del río, estaba atardeciendo y el paisaje era muy bonito. Allí seguimos con el bailoteo. Cenamos temprano para coger fuerzas y seguir nuestro día festivo.  Me llamó la atención fue que había muchísimos chicos disfrazados de monja y de “Mario y Luigi”, no se si es que está de moda en Alemania o qué.

 
Poco a poco se nos fueron acabando las pilas, la cena en lugar de animarnos nos adormiló aun más y a las diez decidimos poner rumbo a Bruselas. Entramos en el parking e introducimos el ticket para pagar pero la maquina no quería aceptarlo. De repente apareció un señor que nos dijo que le diéramos el billete. Yo supuse que era el señor del parking, además tenía toda la pinta y justo apareció cuando estábamos en apuros, vaya que debía tener alguna cámara de vigilancia. Fátima no pensó lo mismo y agarró el billete como si no hubiera mañana mientras decía que no se lo daba a nadie. Yo la miraba extrañada y sin decir nada porque el cansancio no me dejaba pensar ni argumentar y Joost apoyaba la decisión de Fátima. El señor se marchó un poco disgustado y Fátima decidió llamar al timbre de la máquina para que alguien viniera en nuestra ayuda. De repente volvió a aparecer el hombrecito echándonos una regañina, Fátima se quedó sin habla (y eso es muy difícil), yo asentía con aires de suficiencia porque había tenido razón y Joost se  disculpaba en holandés ya que el señor solo hablaba alemán y con los holandeses se entienden (algo así como españoles e italianos). Una vez solucionado el problema volvimos a Bruselas, pro el camino parece ser que nevó yo no lo sé porque me quedé profundamente dormida antes de salir de Colonia, estaba muy cansada y solo quería dormir y seguir soñando con el carnaval de Colonia porque me había gustado tanto que no quería que se acabara el día.

 

 

domingo, 27 de enero de 2013

NIEGE, NIEGE...JE TE DETESTE!!!!!!

El año pasado dediqué una entrada a la lluvia, concretamente al horror que me dan los días lluviosos, eso sí, todo perfectamente argumentado que no me gusta a mí juzgar así como así. Odiaba este fenómeno meteorológico porque no conocía otro peor, mi experiencia cognitiva se limitaba a dos: lluvia-sol, el centro de España no da para más. Puede haber un poco de aire, ya sea frío o caliente, en verano hasta calima, o puede, como pasa casi siempre que ni aire ni nada. La primera vez que vi nevar tenía doce años y me emocioné tanto que escribí una carta a mi abuela, que en esos momentos vivía en Alicante, para decirle que estaba nevando. Indescriptible la alegría que me dio ver que la nieve había cuajado un poquito, por eso, me ofrecí voluntariamente a ir a comprar el pan para poder pisar la nieve. En cuanto puse un pié en el suelo me resbalé y me caí al más puro estilo Bambi, en ese momento aprendí que la nieve y yo NO, que a lo mejor para un ratito, para pasar un día, pero nada más.
 Durante todos estos años la nieve no me ha molestado mucho, solo un par de veces como el día de la gran nevada que colapsó Madrid durante toda una mañana hace un par de inviernos y poco más. Incluso aquí en Bruselas el invierno pasado quiso ser bueno conmigo y solo nevó un día, eso sí una grandísima nevada que nos tuvo con nieve por el suelo una semana, pero bueno.

 

Pero este año no iba  a ser tan afortunada, “el General Invierno” como decían los rusos me ha declarado la guerra abiertamente y llevamos con fríos imposibles y nieves casi todo el mes de enero. Las nevadas no son como las españolas, que duran tres ratos, no, aquí la nieve dura una semana (o dos) en el suelo y se congela y ya no sabes si caminas o patinas. Para más INRI, aquí tampoco están preparados para la nieve y casi  no echan sal, ni hay quita nieves ni narices, la nieve la retiran los coches o los viandantes, ya sea con los pies o con el mismísimo trasero.

 Otra de las razones por las que odio la nieve es porque no puedo apenas salir de mi casa, como hace tanto frío no se donde ir, además a pesar de llevar gorro se me hielan las orejas y la nariz, las botas me resbalan y las únicas que tengo que agarran bien en la nieve son las de agua con las que se me quedan los pies tiesos de frío aunque lleve calcetines de piel de oso. Por descontado que tampoco puedo ir a correr porque si las calles están repletas de nieve el parque ya ni os cuento, y toda esa inactividad se traduce en frustración y/o mala leche. Fátima me dice que yo soy una persona que tiene mucha energía y que necesita estar siempre haciendo algo para poderla quemar, esa es su manera de explicar que me  vaya a trabajar, al volver me de un paseo hasta el centro para hacer la compra, vuelva, me vaya a correr, me duche y salga a tomar algo. Todo esto rapidito para más o menos cumplir con todas mis horas y poder estar a tiempo en casa para cenar e irme a dormir a partir de medianoche. Yo no sé si es energía de más o que mis antepasados eran nómadas del desierto del Kalahari, el caso es que a mí estar parada me mata y por la estúpida nieve llevo casi un mes yendo de casa al trabajo y del trabajo a casa por lo que estoy como los toros. Sumemos a eso las tonterías de “Morro Retorcido”, la alergia a la limpieza y a cambiar el rollo de papel higiénico de mi compañera de piso y el estupendísimo parte meteorológico que se empeña en mostrarme cada día que el invierno no ha terminado y así, podremos encontrar la explicación de porqué hoy me gustaría ser un oso para dormir hasta primavera, merendarme a morro retorcido nada más despertar para que no vuelva a dar la lata y holgazanear por el bosque con el buen tiempo sin molestarme de cambiar el rollo de papel higiénico porque a los osos no les hace falta.

domingo, 20 de enero de 2013

MORRO RETORCIDO


Dando vueltas por ahí no se conocen solo lugares si no que mis idas y venidas me están dando la oportunidad de conocer a muchísima gente de diferentes nacionalidades, cada uno con sus cosas buenas, malas, sus rarezas, sus costumbres y un sinfín de cosas más. Por tanto hoy he decidido dedicar la entrada por primera vez a una de esas personas que me he encontrado por aquí. Esta persona no se caracteriza por ser mi mejor amiga, ni divertida ni nada por el estilo, se caracteriza por ser la persona que mas horror me da de toda Bruselas. Muchos días el hecho de verla aparecer por la puerta de mi oficina puede tenerme amargada un par de horas y es que “Morro Retorcido”, ese es el mote que la he puesto, es tan toca narices que quedará grabada en mi memoria para siempre solamente por todo lo que me molesta cuando estoy haciendo mi trabajo. Muchos os preguntareis que hace esta buena señora para que me dé tanto horror, pero vamos a ir por partes y a empezar por las presentaciones.

“Morro Retorcido” es una de mis superiores, no es mi jefa directa, ni siquiera es mi tutora, es simplemente la responsable de una de las secciones del departamento en el que trabajo que piensa que los becarios somos tontos. Dado que ella es francesa si encima de becaria eres española aumenta la percepción de grado de estupidez que ella tiene sobre ti. El día que nos presentaron recuerdo sus ojos saltones mirando por encima de las enormes gafas que se pone solo para trabajar y con las que pretende ser moderna y su morro retorciéndose bajo una expresión de: -Oh Mom Dieu, otra española-. Cuando me preguntó si hablaba francés dije que no pero que podía entenderlo si me hablaban despacio. Con esa respuesta “Morro Retorcido” me hizo una cruz que a día de hoy y tras casi un año trabajando con ella sigo arrastrando. Su apodo viene porque al hablar francés hay que poner morritos y a ella las arrugas le han salido de acuerdo a eso y se la ha quedado como el morro para afuera, luego como hace más gestos que una mona cada vez que mira los papeles del trabajo (todo el día) pues se le ha quedado la boca así, no sé rara.

Dado que soy becaria, española y no hablo francés, “Morro Retorcido” ha supuesto que no sé hacer las cosas y al entrar por la puerta de nuestra oficina, se dirige en francés a mi compañera Alexandra, otra becaria de Rumania que sí habla la lengua gala. Le encarga las tareas y desaparece y Alexandra tiene que delegar en mí algunas de esas tareas porque no puede ella con todo y yo con nada, otros días me mira y repite lo que ya ha dicho en inglés a lo que yo ya cansada de tantas tonterías le digo que he entendido perfectamente en francés y que no es necesario que lo repita. Esto lo lleva haciendo desde el principio y fue una cosa que no le tomé mucho en cuenta porque sé que algunos franceses son así porque ya me lo habían hecho antes en el otro trabajo, pero lo que me empezó a tocar las narices fue el episodio de las direcciones. Tenemos una base de datos con las direcciones de todos los pensionistas para poder enviarles los papeles que necesitan. De repente empezamos a tener problemas con las direcciones de Francia y la mayoría de las cartas venían de vuelta porque el número de la casa en Francia lo ponen antes que la calle y en el sistema aparecía al revés (sin comentarios sobre la eficacia de los carteros franceses). La prodigiosa mente de “Morro retorcido” debió atar cabos y pensar que el problema empezó desde mi llegada así que me llamó a su despacho y me empezó a explicar el problema añadiendo que cuando introdujera direcciones en el sistema lo hiciera bien. Yo me quedé extrañadísima porque yo no he introducido una dirección en el sistema en mi vida porque no es tarea mía pero bueno no  dije nada. Dos días después me volvió a  llamar al despacho y otra vez la misma historia pero esta vez si le dije que yo no sabía nada porque yo no era la encargada de hacer esa tarea. El punto culminante fue cuando a los pocos días volvió a llamarme para lo mismo y cansada le dije que el problema iba a seguir existiendo porque ella llamaba al orden a la persona equivocada por tanto, quien lo hiciera mal iba a seguir haciéndolo mal porque no sabía que estaba mal ya que la única que parece ser que lo sabía era yo que no hago esa tarea. “Morro Retorcido” había abierto conmigo la Caja de Pandora, el mal estaba hecho, ya le había cogido horror.

Pero la historia no terminó ahí, siempre que había algún fallo en un papel, fuera mío o de Alexandra ella venía a mi mesa y me decía que estaba mal, aun sigue ocurriendo. Un día tuve que mandar un e-mail a un señor en inglés, me faltó en un verbo poner la s en tercera persona y me dijo que a partir de ese día ella quería supervisar todos y cada uno de los e-mails que enviaba para ver si estaban correctos. Obviamente no lo hago, los envío y punto. Otra estupenda ocurrencia es recordarme cada vez que cambiamos de mes que tengo que cambiarlo también en el tampón del sello porque una vez de cien mil cartas que envío olvidé cambiarlo.

Podría crear un nuevo blog con las historias de esta mujer porque no hay semana que no venga con alguna tontería cuando no son dos o tres, lo hayamos hecho nosotras o no y especialmente yo. La semana pasada nos hizo ordenar y limpiar un armario, obviamente yo pasé un papel así por encima para quitar un poco el polvo y listo porque yo no estoy ahí para limpiar nada. Y el viernes para rematar la semana vino a última hora contándome no se qué de unos papeles, una cosa que yo no tenía porque saber y ella diciéndome que la tengo que preguntar, cosa que no es cierta, pero bueno…era viernes y se conoce que había que hacer el remate de fin de fiesta. Al principio le hacía poco caso pero ahora ya no le hago ninguno porque creo que eso le molesta más.

A pesar del horror que me da “Morro Retorcido” reconozco que me da mucho juego y me llena de anécdotas, Bruselas no sería lo mismo sin ella…son las cosas de ir dando vueltas por ahí.

Nota: Por razones obvias esta vez no puedo añadir ninguna foto, no quiero tampoco pensar el morro que pondría si le pido una o voy con la camara a sacársela.