A finales de mayo os conté nuestras aventuras por Granada mientras celebrábamos
la despedida de soltera de mi amiga Lucía. Llevamos todo el año hablando de la
boda: que si vestido de la novia, que si despedidas, que si peinados, que si que
te vas a poner tú, que si vas de largo, que si mejor corto porque va a hacer
calor…el caso que por fin llego el gran día y allí estuve volviendo a dar
vueltas por mi patria para estar con Luci en este momento tan importante.
Una de las mejores amigas de una no se casa todos los días, así que planee
mis vacaciones en torno a la boda, calculando estar una semana antes allí para
ponerme morena y hacer acto de presencia en todas las celebraciones, porque eso
señores, pareció una boda gitana; empezamos con la pre-boda el jueves por la
noche y lo alargamos hasta el viernes(el evento era el sábado por la tarde). No
voy a entrar en detalles de la celebraciones de la pre-boda, salvo decir que empezamos
a cargar motores con las cervezas y las raciones de “El Rincón de Manolo” (el
bar de Nacho) , que seguimos con mojitos y que lo pasamos genial.
Y por fin llegó el día del evento, con un calor de mil demonios nos
dirigimos todos a Toledo para ver a Luci hacer su entrada triunfal por la
puerta de la iglesia de San Juan de los Reyes, no sin antes habernos pasado por
su casa para verla vestida. En el camino de Torrijos a Toledo nos fuimos
acordando de la novia y de su madre (con todos mis respetos a Aurora) porque
hacía mucho calor. Yo hostigaba a Nacho al que desde aquí agradezco su paciencia
y que se llevara el coche, diciéndole que subiera el aire, que pusiera no se
qué música, que escuchara mi lectura de la misa a ver si lo hacía bien…esas
cosas. Por otro lado, Alicia y Bea desde la parte de atrás, movían sus abanicos
y se quejaban del calor porque íbamos a salir en las fotos con los “bigotes
perlados “ y restarían glamur a nuestra estampa. Como podéis imaginar un
viaje muy divertido. Paramos en el Hotel Beatriz para recoger a Patri y Luis y
seguimos para la iglesia.
La entrada de la novia fue muy bonita y emotiva, iba muy guapa con un
vestido que la quedaba estupendo y el velo colocado al estilo pirata lo que
daba un aire informal y a la vez glamuroso al conjunto. El novio muy guapo
también, pasando calor con el pingüino y con su eterna sonrisa aun más
acentuada. Yo también tuve mi momentito de gloria en la misa, leí la segunda
lectura y me puse muy nerviosa, sí, una señora periodista acostumbrada a hablar
en radio sin parar se pone nerviosa en situaciones como esa, pero bueno como ya
he dicho, una de las mejores amigas de
una no se casa todos los días.
Después de la ceremonia, tirar el arroz y las fotos de rigor nos fuimos al
cigarral del Santo Ángel Custodio que era donde sería la cena. Un sitio super
bonito, con un jardín cuidadísimo, muy verde y floreado pese a las altas
temperaturas estivales del verano toledano. Me sentía como en un cuento
entrando por el camino lleno de arboles. Nada más entrar unos camareros nos
ofrecieron un coctelito de melón que junto al vestido que llevaba me hicieron
sentir como en la gala de los Oscar. Pero ahí no quedó todo, porque de repente
apareció un camarero (Iñaki) con una bandeja llena de cervezas fresquitas…y ahí
estaba yo vestida de princesa griega observando unas vistas preciosas de Toledo
con mi copa de cerveza fría en la mano y la mítica banda británica Oasis sonando
de fondo…creedme que casi lloro de la emoción y me hubiera encantado parar el
reloj en ese momento y quedarme ahí toda la vida.
Después empezó el coctel: jamón y lomo ibérico por aquí y por allá, queso
manchego, salmorejo, un montón de canapés raros (foia de no sé qué, salmón con
no sé cuantas, bolsitas de no sé qué…) bueno ya os podéis imaginar… todo eso
regado con cervecitas bien frías que Iñaki nos iba acercando cuando veía que
nos quedaba poco, vino, refrescos…en fin cada uno lo que quisiera. Apunto que
hablo del camarero Iñaki como si fuera mi amigo porque nos hicimos sus colegas
ya que principalmente era el portador de la cerveza y los ibéricos que tantísimo
nos gustaron, por ese motivo siempre pasaba primero por nuestro lado…ya sabéis
que hay que tener amigos hasta en el infierno.
Después vino la cena, donde pudimos armar un poquito de jaleo y molestamos
un poco a los novios y tras ésta el baile donde estuvimos hasta que nos
echaron. Lo pasamos muy, muy bien, bailamos un montón de canciones
pachangueras, de estas de todo la vida aunque no faltaron los exitazos de este
verano (Tacabro, Cali y el Dandy, Paulina…). Me sentía como en las fiestas de
Torrijos con tanta música tonta para bailar. El colofón final lo puso el himno
del Atleti que todos berreamos como si no hubiese mañana.
Una vez echados del cigarral, bajamos a seguir la fiesta a las terrazas de
la Peraleda (seguimos en Toledo) pero allí sustituí el baile por una animada
conversación con uno de los primos de la novia. Alrededor de las seis de la mañana nos empezaron a echar. No puedo
dar muchos detalles del viaje de vuelta porque me senté en el coche, me fui
quitando una a una las horquillas de mi moño de Helena de Troya y me quedé
dormida…cuando me desperté estábamos entrando en Torrijos.
Fue una tarde-noche estupenda que creo que ninguno olvidaremos fácilmente,
sobre todo los novios que horas más tarde cogían un avión con destino a Estados
Unidos donde todavía hoy siguen y de donde espero que me traigan un estupendo regalo.
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