PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



lunes, 30 de abril de 2012

LUXEMBURGO


No podéis imaginar la alegría que me dio cuando mi amiga Magdalena me ofreció pasar las vacaciones de Semana Santa en su casa en Luxemburgo. No es que Magdalena sea una luxemburguesa que he conocido dando vueltas por ahí, sino que es otra becaria que anda también danzando por estos mundos y que tras terminar su práctica en Bruselas consiguió otra en el país vecino y allá que se fue.

En cuanto recibí el mail con la invitación, no dude un segundo en aceptarla porque las vacaciones se me presentaban bastante aburridas, sola en Bruselas porque casi todo el mundo estaba en su casa disfrutando los días libres. El viernes por la mañana cogí el tren en la estación central de Bruselas, pero no podía ser un viaje normal, no. Nada más entrar en el tren escuché una voz en off que decía que miráramos bien los vagones porque en no sé qué pueblo el tren se dividía, unos vagones irían para Luxemburgo y otros no. Como no tenía ganas de empezar el día hacienda mucho ridículo ni preguntando a nadie porque era temprano y no me apetecía hablar, me senté en el primer vagón que me pareció y esperé al revisor y que él me dijera si era ahí donde tenía que estar o no. A la media hora o así pasó el revisor que me miró el billete y no me dijo absolutamente nada salvo el “bonjour” y el “merci” de rigor. Yo estaba bastante contenta  porque hacía solecito y había pillado un buen asiento en el tren, al lado de la ventana y sola en un sitio para cuatro así que estaba a mis anchas. Tal como lo escribo lo pensé y me podía haber puesto a pensar en otra cosa porque justo en ese momento el tren paró en una estación y se subió una pareja “caracol”, es decir, llevaban sus maletas, una mochila, el ordenador, un libro, el i-phone, el i-pod…y no llevaban un armario con dos ruedas yo no sé por qué. El caso es que les debí parecer una buena compañera de viaje o también les gusto el sitio y allí se plantificaron. El tren arrancó y un nuevo revisor llegó y me dijo que ese no era mi vagón, que sería mejor que me fuera dos más adelante o si no terminaría en otro sitio…esta vez me había librado de la super anécdota pero aún me sigo preguntando por qué el primero no me dijo nada…Con las mismas me fui donde me indicaron pero ya no encontré sitios geniales, tuve que sentarme en sentido contrario al que va el tren, justo detrás de unos indios que no paraban de dar voces (luego dicen de los españoles) y de comer algo que olía bastante raro. Cuando ya no pude más del revoltijo de olores y voces me volví a cambiar de vagón. Esta vez me senté frente a un señor al que no le hizo mucha gracia que me sentara ahí porque tuvo que recoger las piernas y pude notar en su cara como se acordó de alguien de mi familia, no sé bien de quién, por suerte se bajó pronto y llegué a Luxemburgo sentada yo sola en un asiento para cuatro y en la dirección que va el tren.
Una vez allí mi amiga Magda me estaba esperando, fuimos a su casa, conocí al matrimonio que la está hospedando, con nietecito y perro incluido y nos fuimos a visitar la ciudad. Antes de comenzar con nuestro paseo decidimos ir a comer porque con la tripa llena todo se ve más bonito. Elegimos un bar en el centro de la ciudad que mi amiga ya conocía, un señor de mediana edad muy amable y sonriente nos llevó a una mesita y nos dio la carta. Elegimos nuestros platos pero se nos antojaron unas patatas que Magda había probado una vez pero que no sabíamos cómo se llamaban así que llamamos al camarero e intentamos explicárselo. Fue Magda la que en un arrebato de valentía comenzó a darle la explicación en francés; mientras ella hablaba y le explicaba que eran unas patatas fritas pero más gordas que las normales que estaban como con la piel y todo lo referente a las patatas deseadas, yo veía al hombre levantar la ceja. Lo intenté yo en inglés, esta vez en vez de levantar la ceja se sentó junto a Magda con una gran sonrisa y nos dejó que las dos hiciéramos tranquilamente el ridículo mientras mezclando inglés con francés le explicábamos lo que queríamos. Cuando ya no pudo más se empezó a reír a carcajadas y a decirnos que sabía lo que queríamos, pero que le estaba pareciendo tan graciosa la explicación que no quería interrumpirnos. Al menos le alegramos el día y he de reconocer que si vuelvo a Luxemburgo comeré allí porque me gustó mucho la comida. Una vez calmada una de las necesidades más básicas del ser humano como es comer, comenzó la visita turística…


Luxemburgo es una ciudad muy pequeña y tranquila, más parece un pueblo que otra cosa, está excesivamente limpio y se respira tranquilidad allá donde vas. Tiene dos partes, la alta la más importante, donde está el centro, las tiendas y los lugares más turísticos y la baja que es más humilde. Las dos juntas forman un paisaje muy bonito, y un destino muy aconsejable para pasar un fin de semana tranquilo. El tiempo nos acompañó haciendo una temperatura excelente y un día soleado…qué más se podía pedir. Cuando terminamos de ver la ciudad fuimos a por la merienda-cena, Magda me había hablado de una cafetería pijales donde ponen unos pedazos de tarta impresionantes y un chocolate caliente delicioso (advierto que ese lugar puede ser uno de los motivos de mi futura segunda visita a Luxemburgo), luego al cine y a casa a dormir ya que al día siguiente teníamos pensado ir a Trier, en Alemania y teníamos que madrugar.

El viaje a Trier os lo contaré en un post diferente, ya sabéis que no me gusta mezclar “vueltas”, así como el resto del viaje a Luxemburgo por lo que de momento nos quedamos en la buhardilla de Magda durmiendo tranquilamente.

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