Pues aquí estamos otra
vez, dando vueltas por ahí tras un descansito por tierras españolas. Sé que a
mis lectores les dejé con un sabor un poco amargo tras escribir sobre Teocles
porque daba la sensación de que estaba triste pero hay que comprender que acababa
de llegar de Bruselas tras pasar casi dos años allí y adaptarse a la nueva
situación era difícil. Fue en junio cuando empecé a coger el gustillo otra vez
a España y a estar en casa y di también muchas vueltas por ahí dentro del
territorio español: el teatro de Mérida con su correspondiente visita a la
ciudad, vacaciones en Torrevieja, coger níscalos…un no parar. Y cuando ya me
había acostumbrado a estar en casa y estaba contenta otra vez llegó la hora de
marchar de nuevo.
Esta nueva aventura ya estaba programada desde
enero del año pasado y consiste en pasar unos meses en Cardiff haciendo una
estancia investigadora para mi doctorado el cual espero terminar a finales de
este año. Todo el mundo me hace la misma pregunta, qué hasta cuando voy a estar
aquí y yo siempre contesto lo mismo, que un mínimo de seis meses porque la vida
da muchas vueltas, pero a día de hoy mis planes son estar a finales de junio
disfrutando del buen tiempo español así que tengo que aprovechar estos meses
para estudiar mucho y para disfrutar mucho también de esta nueva aventura.
Mi llegada a Reino
Unido ha estado llenita de anécdotas desde que pise el aeropuerto de Bristol
pero vamos a ir por partes. Como ya he dicho no tenía ninguna gana de venir
porque estaba muy a gusto en mi casa, sin nada que hacer ( que era justo lo que
me mataba) pero muy a gusto así que el día nueve de enero me lo pasé llorando
como una magdalena: lloré en casa, lloré en el coche, lloré en el aeropuerto y
lloré en el avión, luego me dormí y cuando me desperté ya estaba en Bristol y
llorar no servía de nada. Cuando salí del avión se me retorció el morro al más
puro estilo “morro retorcido” porque hacía mucho frío. Era un frío húmedo como
el que hace en Holanda y no me gusta nada. Entré en el aeropuerto a coger mi
maleta y tuve que pasar por el riguroso control de pasaporte que tienen los
británicos. Con una sonrisa saludé a la señora que amablemente me ayudó a poner el pasaporte en el escáner y
entré en una especie de jaula; estaba encerrada frente a una cámara de fotos
que tenía que fotografiarme la cara para indicar que había entrado al país. La
cámara subía, bajaba, volvía a subir…pero nunca terminaba de tirar la foto, yo
me estaba poniendo de los nervios y secretamente pensaba…ojala me manden a casa
en el primer avión de vuelta, pero no fue así. –Quítate el gorro- me dijo un chico
español, sino no te va sacar la foto nunca…-Primera metedura de pata, “welcome
to UK”-. Tras ese pequeño incidente me
dirigí a recoger mi maleta, aquí si tuve suerte y me fui a ver si pillaba un
taxi que me llevara a mi hotel. Fui donde en teoría estaban los taxis aparcados
y los que vi no me convencieron mucho porque no tenían el cartelito que pone
taxi donde lo tenían que tener y los conductores no me gustaban así que
pregunté a unos españoles ( yo es que me fio siempre mucho de mis compatriotas
que además están por todos lados) que me dijeron que había que ir a una oficina
de taxis en el mismo aeropuerto para que ellos llamaran a uno. Así que así lo
hice, me salió más caro pero llegué sana y salva a mi hotel. En el hotel no me
pasó nada especial, solo que el ascensor estaba roto y yo llevaba un maletón de
aquí te espero y una maletita que pesaba un quintal, pero un chico muy amable
me subió el maletón al primer piso así que solucionado.
A la mañana siguiente
otro taxi me llevó a la estación de Bristol para coger un tren destino a
Cardiff que es donde voy a pasar estos seis meses, bueno, cinco en realidad J
El camino ha sido
tortuoso porque moverse con dos maletas es una lata pero rompiendo con
estereotipos he de decir que los ingleses son muy amables y me han ayudado
mucho tanto en guiarme a los sitios como con mis dos maletas. Una vez en la
estación de Cardiff he cogido otro taxi para que me llevara a mi destino, esta
vez si que era más al estilo español y belga, todos los taxis en fila y coges
el primero. Me ha tocado un conductor de Sudán que no paraba de hablar y de
preguntarme cosas y yo, ansiosa por conversar (algo que he hecho con todos los
taxistas desde que he llegado), contestaba sus preguntas y le preguntaba
también. Cuando me ha dejado en mi casa me ha dado un papelito con su nombre y
su teléfono por si necesito algo, me hubiera gustado más ligar con un galés que
son guapísimos.
Mi casa está muy chula,
mi casera es muy amable y a mis compañeros no les he visto, solo a una q se
marchaba corriendo a pasar el fin de semana a Londres, así que aquí estoy yo
sola en casa y sin conexión a internet porque no me han dicho la contraseña y
ninguno ha contestado a las llamadas de la casera para dármela. Ahora si que
estoy como Teocles encerrada en la habitación y sin internet, sin conocer a
nadie y super descolocada. Pero es lo que tienen ir dando vueltas por ahí, los
primeros días son un asco pero sé que en cuanto empiece a ir a la universidad
todo cambiará (además tengo despacho) y que Cardiff me va a gustar mucho ya veréis
porque ya os iré contando las “Marta´s adventures in Walesland”.
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