PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



jueves, 30 de enero de 2014

EL CASTILLO DE CAERPHILLY


Hace dos domingo fui a visitar el castillo de Caerphilly. Caerphilly es una pequeña ciudad situada a unos veinte minutos en tren de Cardiff y alberga el segundo castillo más grande de Gales que además es el segundo más grande de todo Reino Unido.

La excursión a Caerphilly prometía ser tranquila, yo solo conocía a una de las chicas con las que iba a ir, las otras eran amigas suyas y nos las había visto nunca. La mala suerte hizo que Carla, la chica que yo conocía no pudiera venir porque al ser domingo el tren que la tenía que traer a Cardiff pasa con menos regularidad que los días de diario así que se quedó en tierra. Siguiendo sus indicaciones y las descripciones que me daba por whatssap al fin me encontré en el tren con las otras dos chicas: una española y una chipriota. Una vez hechas las presentaciones comenzamos a hablar y entre que yo hablo mucho y las otras que no se quedaban atrás nos pasamos tres paradas de Caerphilly, en realidad nos dimos cuenta del error porque la ciudad está a veinte minutos de Cardiff y llevábamos cuarenta en el tren. Así que nos bajamos en una estación en medio de la nada a esperar el tren de vuelta.

Como los domingos la vida en Gales tiende a paralizarse un poco, solo había un tren que daba la vuelta así que tuvimos que esperar en una estación que parecía que estaba en un bosque una hora entera. Ni que decir tiene que como el día era soleado y no había edificios hacía un frío que pelaba. Caminamos un poco para entrar en calor pero sin alejarnos demasiado de es estación fantasma no fuera a ser que volviéramos a perder el tren.

Pasada la hora más larga de mi vida y conociendo la vida entera de mis dos nuevas amigas cogimos el tren que nos dejó en Caerphilly. Una vez allí comimos un sándwich con una chocolatina y una fruta (sí señor ahí bien metida en la cultura británica) y visitamos el castillo.

La verdad que por fuer es muy bonito y está rodeado por un parque con lagos precioso, parecía que estaba en un cuento, por dentro ya es más normal. No tiene nada salvo habitaciones vacías y muchas goteras. Pero merece la pena visitarlo aunque mejor en primavera porque pasé tanto frío que solo estaba pensando en el chocolate caliente que me iba a tomar a la vuelta. Además me han dicho que el queso de Caerphilly está muy bueno así que tendré que volver para probarlo.
La visita terminó enseguida y como estabamos tiesas de frío decidimos volver a Cardiff y terminar allí la tarde en el café Nero. Con un chocolate con nata y ay entradas en calor nos alegramos mucho de haber escogido ese día para visitar Caerphilly porque había hecho sol y eso en Gales es algo que se ve muy pocas veces, al menos en invierno.

Salvo esperar en la estación en medio de la nada en este viaje no me pasó nada extraño, pero retomando mis aventuras con las cisternas de las lavabos…hora está averiada la del otro baño y garantizo que ni yo ni mi taza hemos tenido nada que ver y bueno aunque rota funciona un poco y mi cebra no ha tenido que volver a salir de la oficina nada más que para ser fregada en la cocina, vamos, donde tiene que estar.

miércoles, 22 de enero de 2014

LOS DUROS COMIENZOS


Hace ya dos años y algo que comencé este blog y la verdad, no esperaba que me fuera a dar para tanto y esperaba dejar de dar vueltas por ahí porque una llega ya a una edad en la que le apetece más quedarse en un sitio y solo dar vueltas para ir de vacaciones. De todos modos yo soy de esas personas que creen en el destino y si el mío es tan caprichoso supongo que será por algo. En fin, todo esto para decir…qué duros son los comienzos.

Y…¿por qué son duros los comienzos? Porque acostumbrarse a países, personas y culturas diferentes siempre es complicado al principio, todo esto teniendo en cuenta que al fin y al cabo yo siempre viajo por Europa por lo que las diferencias culturales son mínimas, no me quiero imaginar viviendo en Kuwait como mi amiga Marta o en Qatar como mi amiga Marisol o en Senegal como estuvo mi amiga Irene; en esos casos creo que me habrían echado del país por esa tendencia que tengo a meter la pata o estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Digo esto por una anécdota que me pasó el primer día de universidad que si bien no tiene nada que ver con la cultura del país (o al menos eso creo) si que tiene que ver con mi tendencia a las malas elecciones y estar donde no debo cuando no debo.

En la oficina de la universidad estoy sola, creo que hay más gente en otras oficinas del pasillo pero yo nunca les he visto, al igual que me gusta pensar que hay gente en el edificio aunque nunca haya visto presencia humana alguna. El caso es que en Gales yo no sé si por la humedad, la lluvia, el frío o qué tengo ganas de hacer pis muy a menudo. Había visto que enfrente de mi oficina está el baño de hombres  y la chica que me había dado las explicaciones de donde está cada cosa me dijo que el de chicas estaba por el otro lado. Fui a inspeccionar y en el otro lado solo encontré un baño para caballeros y minusválidos pero ni rastro del de chicas. Pensé que no tenía sentido que hubiera dos baños de hombres así que me metí en el de minusválidos que era el que me pillaba más cerca y ya no podía más. Hasta aquí todo bien, muy limpio y muy bien aunque me dio la sensación de que ese servicio no se había usado en milenios y no me equivocaba. Cuando fui a tirar de la cadena la cisterna estaba más seca que la mojama y yo me empecé a poner nerviosa porque no podía dejar el pis ahí. Muerta de vergüenza porque todo el mundo sabría que había sido yo ya que no parece que haya nadie más en el piso empecé a pensar cómo podría hacer llegar agua al váter para que se fuera el pis.
Mira tú por donde ese día me había comprado una taza para la oficina para el agua, el té o lo que fuera, muy bonita por cierto, de cerámica y con forma de cebra así que rauda y veloz por si a alguien le daba por entrar a ese baño me fui a coger la taza para echar agua en el wc. Y ahí estaba yo al más puro estilo Mr. Bean cogiendo agua del lavabo y echando “tazazos” por el váter, una situación muy ridícula la verdad, pensando que cualquiera que me viera en semejante situación y riéndome, por supuesto, de que siempre me tienen que pasar a mí esas cosas.

Tras muchos “tazazos” de agua el pis se fue, mi trabajo me costó y no he vuelto a usar ese baño ni creo que lo haga, total vaya al que vaya de ese edificio siempre será de caballeros y mi taza prefiero usarla para lo que la compré, tomarme un té calentito a media mañana.

domingo, 12 de enero de 2014

BIENVENIDA A GALES



Pues aquí estamos otra vez, dando vueltas por ahí tras un descansito por tierras españolas. Sé que a mis lectores les dejé con un sabor un poco amargo tras escribir sobre Teocles porque daba la sensación de que estaba triste pero hay que comprender que acababa de llegar de Bruselas tras pasar casi dos años allí y adaptarse a la nueva situación era difícil. Fue en junio cuando empecé a coger el gustillo otra vez a España y a estar en casa y di también muchas vueltas por ahí dentro del territorio español: el teatro de Mérida con su correspondiente visita a la ciudad, vacaciones en Torrevieja, coger níscalos…un no parar. Y cuando ya me había acostumbrado a estar en casa y estaba contenta otra vez llegó la hora de marchar de nuevo.

 Esta nueva aventura ya estaba programada desde enero del año pasado y consiste en pasar unos meses en Cardiff haciendo una estancia investigadora para mi doctorado el cual espero terminar a finales de este año. Todo el mundo me hace la misma pregunta, qué hasta cuando voy a estar aquí y yo siempre contesto lo mismo, que un mínimo de seis meses porque la vida da muchas vueltas, pero a día de hoy mis planes son estar a finales de junio disfrutando del buen tiempo español así que tengo que aprovechar estos meses para estudiar mucho y para disfrutar mucho también de esta nueva aventura.

Mi llegada a Reino Unido ha estado llenita de anécdotas desde que pise el aeropuerto de Bristol pero vamos a ir por partes. Como ya he dicho no tenía ninguna gana de venir porque estaba muy a gusto en mi casa, sin nada que hacer ( que era justo lo que me mataba) pero muy a gusto así que el día nueve de enero me lo pasé llorando como una magdalena: lloré en casa, lloré en el coche, lloré en el aeropuerto y lloré en el avión, luego me dormí y cuando me desperté ya estaba en Bristol y llorar no servía de nada. Cuando salí del avión se me retorció el morro al más puro estilo “morro retorcido” porque hacía mucho frío. Era un frío húmedo como el que hace en Holanda y no me gusta nada. Entré en el aeropuerto a coger mi maleta y tuve que pasar por el riguroso control de pasaporte que tienen los británicos. Con una sonrisa saludé a la señora que amablemente me  ayudó a poner el pasaporte en el escáner y entré en una especie de jaula; estaba encerrada frente a una cámara de fotos que tenía que fotografiarme la cara para indicar que había entrado al país. La cámara subía, bajaba, volvía a subir…pero nunca terminaba de tirar la foto, yo me estaba poniendo de los nervios y secretamente pensaba…ojala me manden a casa en el primer avión de vuelta, pero no fue así. –Quítate el gorro- me dijo un chico español, sino no te va sacar la foto nunca…-Primera metedura de pata, “welcome to UK”-.  Tras ese pequeño incidente me dirigí a recoger mi maleta, aquí si tuve suerte y me fui a ver si pillaba un taxi que me llevara a mi hotel. Fui donde en teoría estaban los taxis aparcados y los que vi no me convencieron mucho porque no tenían el cartelito que pone taxi donde lo tenían que tener y los conductores no me gustaban así que pregunté a unos españoles ( yo es que me fio siempre mucho de mis compatriotas que además están por todos lados) que me dijeron que había que ir a una oficina de taxis en el mismo aeropuerto para que ellos llamaran a uno. Así que así lo hice, me salió más caro pero llegué sana y salva a mi hotel. En el hotel no me pasó nada especial, solo que el ascensor estaba roto y yo llevaba un maletón de aquí te espero y una maletita que pesaba un quintal, pero un chico muy amable me subió el maletón al primer piso así que solucionado.

A la mañana siguiente otro taxi me llevó a la estación de Bristol para coger un tren destino a Cardiff que es donde voy a pasar estos seis meses, bueno, cinco en realidad J

El camino ha sido tortuoso porque moverse con dos maletas es una lata pero rompiendo con estereotipos he de decir que los ingleses son muy amables y me han ayudado mucho tanto en guiarme a los sitios como con mis dos maletas. Una vez en la estación de Cardiff he cogido otro taxi para que me llevara a mi destino, esta vez si que era más al estilo español y belga, todos los taxis en fila y coges el primero. Me ha tocado un conductor de Sudán que no paraba de hablar y de preguntarme cosas y yo, ansiosa por conversar (algo que he hecho con todos los taxistas desde que he llegado), contestaba sus preguntas y le preguntaba también. Cuando me ha dejado en mi casa me ha dado un papelito con su nombre y su teléfono por si necesito algo, me hubiera gustado más ligar con un galés que son guapísimos.

Mi casa está muy chula, mi casera es muy amable y a mis compañeros no les he visto, solo a una q se marchaba corriendo a pasar el fin de semana a Londres, así que aquí estoy yo sola en casa y sin conexión a internet porque no me han dicho la contraseña y ninguno ha contestado a las llamadas de la casera para dármela. Ahora si que estoy como Teocles encerrada en la habitación y sin internet, sin conocer a nadie y super descolocada. Pero es lo que tienen ir dando vueltas por ahí, los primeros días son un asco pero sé que en cuanto empiece a ir a la universidad todo cambiará (además tengo despacho) y que Cardiff me va a gustar mucho ya veréis porque ya os iré contando las “Marta´s adventures in Walesland”.