Hay cosas que solo pasan en Bruselas, o por lo menos en mi pueblo no pasan,
creo que ni siquiera en Madrid y por tanto yo digo que solo pasan en Bruselas. Pensareis
que exagero pero os voy a mostrar aquí algunos ejemplos:
-Como en muchas ciudades europeas en Bruselas hay que pagar para entrar en
el baño de los bares, restaurantes, pubs, discotecas, etc. No en todos, pero sí
en la mayoría. A mí a veces me fastidia porque tienes que pagar la entrada a un
Pub con la que no entra consumición y luego encima tienes que pagar para ir al baño.
Otras veces lo puedo entender, como en el caso del McDonald porque si yo estoy
dando un paseo por el centro y de repente me entran las incontrolables gansa de
hacer pis, voy al McDonald, pago por ello y no tengo el por qué comerme nada,
ya he pagado por ese servicio. Además es una garantía de que el baño estará un
poco decente (bueno, no siempre). El hecho de hacer negocio de una necesidad
fisiológica, que absolutamente todo el mundo tiene, provoca enfado en mucha gente y conozco a más
de uno que me ha confesado que se permite el lujo de no apuntar correctamente al
miccionar descargando de esta manera su ira por tener que pagar por algo tan
natural e incontrolable. Hasta aquí podemos decir que pagar por ir a hacer pis
no tiene nada de excepcional y es cierto, lo raro es cuando te encuentras
ofertas, lo que me he dado el lujo de bautizar como “barra libre de pis” y que
consiste en pagar un euro (en vez de las 50 céntimos que se te exigen cada vez
que vas), te ponen un sello y puedes entrar toda la noche tantas veces como
quieras sin necesidad de volver a pagar. ¿Como nos quedamos?, yo me quedé loca
cuando lo vi por no hablar de la risa que me dio.
-Otro ejemplo de cosas que se escapan a mi lógica me ocurrió a finales de
marzo o principios de abril, ya no recuerdo, solo sé que era jueves, no hacía
frío y que la lluvia había dado paso al sol nublado de Bruselas que te invita a
ir a Place Luxe a tomarte algo con los amigos. Pensando en eso y deprisita iba
a comprar a Carrefour caminando por la concurrida rue Beliard. De repente paró
un coche ocupado por tres ciudadanos creo que magrebíes bastante fuertotes, uno
de ellos con súper móvil en mano, que me
preguntaron sí sabía donde estaba la rue Chaussée de Lovain. Yo no sabía
exactamente donde estaba pero sí más o menos por donde quedaba, lo malo es
que me encontré con el problema de que
no hablaban inglés y yo en aquellos tiempos no me atrevía a hablar francés.
Pero el tipo del otro lado del teléfono si que hablaba inglés así que aparcaron
el coche en una calle paralela y me tendieron el teléfono para que diera las
explicaciones. Aquí dejo una nota a mis lectores que no piensen que soy una intrépida
que me fío de cualquiera porque como ya he dicho es una calle muy concurrida y
el peligro es mínimo. Hablé con el tipo y cuando terminé colgamos, algo un poco
tonto por mi parte porque digo yo que el tipo del otro lado del teléfono les
tendría que dar mis explicaciones pero bueno. Cuando me acerque a la ventanilla
del coche para devolver el súper móvil el conductor arreó una torta al
copiloto, éste a su vez se la devolvió y el que estaba sentado en la parte
trasera miraba divertido. De repente se quitaron las cazadoras, se las
arrojaron al de atrás, salieron del coche y se empezaron a dar de tortas. A
todo esto, yo retirada con el móvil en la mano esperando a que terminaran de
pegarse para podérselo devolver y el otro chico intentando separarles. Creo que
se habían olvidado de que yo estaba allí. De repente se dieron cuenta de mí,
pararon y me sonrieron, yo ya tenía un poco de mala cara porque llevaba prisa
ya que tenía que comprar y había quedado para ir a Luxe y no me apetecía perder
el tiempo viendo como nadie se pegaba. Se disculparon muy sonrientes, les dí el
móvil, les indique como tomar la avenida principal y que llamaran a su
compañero de nuevo (eso si lo sabía decir en francés) y me alejé de allí muy
sorprendida por el espectáculo de lucha libre a lo cutre que acababa de
presenciar. Y me dio un poco de risa imaginando la pinta de tonta que tenía que
tener ahí en la calle, de brazos cruzados, con un móvil ultimo modelo en la
mano, mirando como tres gañanes se daban de tortas vete a saber por qué.
-Pero aquí no ha terminado todo porque ni siquiera en mi casa estoy libre
de sobresaltos y no, esta vez no es ninguna sorpresita por parte de mi
compañera de piso, esta vez fue uno de los amigos de mi compañero. Era el
primer fin de semana de diciembre y Pablo había organizado una fiesta, creo que
ya he dicho en alguna ocasión que es DJ. Cuatro amigos suyos de diferentes
puntos de España que habían estudiado todos juntos en al universidad decidieron
venir a visitar la capital de Europa y de paso no perderse tan magno evento que
cada vez va adquiriendo más fama local. La fiesta fue un viernes, divertida, lo
pasamos bien…esas cosas que tiene las fiestas. La sorpresa vino al día siguiente
por la mañana. El sábado tras levantarme, apañar la habitación y esas cosas, me
disponía a colocarme mi bufanda para salir a dar un paseo matutino por el
centro cuando de repente se abrió la puerta de mi habitación y apareció un
chico en calzoncillos con un gorrito de
esos de mafiosos que llevan los guays ahora para salir), esponja, jabón y
toalla dispuesto a darse una ducha (supongo). Mi cara la podéis imaginar:
-Hola, ¿puedo ayudarte?- pregunté muy sorprendida y algo molesta.
-Creo que me he confundido, ¿por qué hablas español?- me contestó el chico.
-Creo que si que te has confundido.- contesté aguantándome las ganas de
darle un sopapo. –Y hablo español porque soy española, la otra chica es la que
no lo habla porque es griega.
-Pero, ¿cuántas españolas sois aquí? porque ayer en la fiesta conocí a
otra-.
- Yo sin gafas-contesté sin dejar de pensar en lo absurdo de la situación.
–¿Quieres algo?- Volví a preguntar porque me tenía que ir y me parecía estúpido
estar hablando con un tipo en calzoncillos con un gorro en la cabeza.
-Busco el baño, es que me han dicho que está al final del pasillo- dijo el
chico sonriendo como si en vez de estar en ropa interior y con un sombrero,
estuviera con un traje de Hugo Boss.
-Final del pasillo a la derecha- dije aguantándome la risa.
-Bueno, gracias, luego te veo- dijo un pelín avergonzado, -perdona otra
vez-.
Lo que más me impactó no fue que
anduviera por la vida sin ropa que al fin y al cabo la gente en la piscina y en
la playa va prácticamente así sino…QUE LLEVARA UN SOMBRERO DE MAFIOSO A LA
DUCHA, de verdad que me estaban dando ganas de darle un bofetón para quitarle
el resacón y que espabilara.
En fin, como dicen Patri y Luci: -tú allí no te aburres-, y es cierto, porque
con cosas así es imposible hacerlo.