PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



martes, 30 de octubre de 2012

DE PASEO CON BOFILL

El fin de semana se presentaba tranquilo, incluso llegué a pensar que me iba a aburrir porque veía como se acercaba el viernes y no tenia nada planeado. Esto me alegró un poco porque así podría estudiar e ir al cine, además los informes meteorológicos  anunciaban la llegada del invierno con temperaturas de 0º y el hecho de estar en casa no me parecía tan mala idea. Pero el jueves por la tarde mi compañera de piso llamó a la puerta de mi habitación y me propuso ir con ella y algunos amigos a Utrecht y claro no podía negarme. Sinceramente, he de confesar que la compañía no me inspiraba mucho, mi compañera de piso y yo somos muy distintas y si iba con sus amigos estaría en su territorio pero como sobraba un sitio en el coche pude invitar a venir a Michal el eslovaco por tanto ya no me importaba tanto la compañía.
El sábado por la mañana pusimos rumbo a Utrecht un grupo de lo más variopinto: mi compañera de piso (para hacernos una idea es un tipo Paris Hilton con chihuahua incluido aunque lo dejó en casa), su ahora novio, un italiano que me recuerda a Ricardo Bofill hijo (ojito con la pareja), otro italiano compañero de piso de “Bofill “, Michal y yo. Como “Bofill” era quien conducía mi compi podía mangonear todo lo que quisiera y cuando aun no llevábamos ni una hora en el coche la pareja estrella decidió parar en una gasolinera a tomarse un café. No puedo explicar la vergüenza ajena que me daba su comportamiento de divos en la estación de servicio, como si se trataran de dos famosos, andando aquí y allá, haciéndose notar…luego me dice mi compañera que yo hablo alto y que cuando vienen mis amigos españoles a casa hablamos a voces de una habitación a otra…al menos yo lo hago en mi casa no en las gasolineras.
Cuando decidieron que ya estaba bien y era hora de continuar ( yo de mala leche porque hacía mucho frío como para andar haciendo el tonto) seguimos nuestro camino. Llegamos a Utrecht ya pasado el medio día, anduvimos por una soleada y fría ciudad hasta llegar enfrente de la catedral donde habíamos quedado con una amiga de “Bofill” que está allí de Erasmus. No sé si por juventud o por falta de interés pero la chica no supo decirnos que había que ver en la ciudad, dijo que era pequeña, que no había nada…paseamos por sus calles aprovechando el sol y nos fuimos a comer. Nos metimos en un sitio céntrico que parecía muy posh por fuera (imaginad quien lo eligió y quién respaldó la elección) pero por dentro era como los típicos bares americanos donde se comen sándwiches y bocadillos, porque el sitio era así en realidad. No estaba mal, el acceso al baño estaba metido como en una especie de gruta donde vi un cartel publicitario de Mahou Cinco Estrellas, casi lloro de emoción y digo casi porque para mi disgusto no había Mahou y no me pude emocionar del todo por lo que opté por una Pepsi (no había Coca-cola) para acompañar a mi bocadillo de pollo con salsa “ raruna” que no estaba mal.
Durante la comida a mi compi se le antojó ir a Amsterdam que está a unos 20 minutos en coche de Utrecht, así que se lo pidió a “Bofill”, puso morritos y tonterías y lo consiguió. Yo estaba empezando a no dar crédito a lo que veía y parece ser que no era la única. La idea de ir a Amsterdam gustó al resto, a mí me daba lo mismo porque me gusta muchísimo la ciudad pero hacía un frío horripilante y supuse que allí haría más, de todos modos lo mismo daba si yo quería ir o no. Michal estaba muy contento porque no había ido nunca, además mi compi aseguró que como había estado estudiando allí su “Máster en derecho aeroespacial”(le encanta decir que estudió un máster en eso), se conocía la ciudad muy bien y no tardaríamos nada en hacer la visita. Incluso me dijo que si nos daba tiempo y aquí cito textualmente “me llevaría una tienda donde venden vestidos elegantes para ir a la oficina como los que ella usa por si me quería comprar alguno”. La sonreí…Señor dame paciencia.

Llegamos a Amsterdam a eso de las cinco porque “Bofill”se perdió por el camino, que conste que esto no es una crítica porque yo me habría perdido también, es difícil conducir por un país extranjero sin GPS, ni mapas ni nada, así que bastante hizo el pobre. Nada más llegar y estando en las afueras de Amsterdam vimos las típicas letras de I AM AMSTERDAM que están situadas en diferentes puntos de la ciudad. Mi compi solicitó parar a echarnos una foto allí y yo la dije que había esas letras también en el centro, justo enfrente del Rijksmuseum (Museo Nacional de Amsterdam) por lo que no era necesario parar allí mismo. Ella me dijo que estaba equivocada y que esas letras iban cambiando de ubicación por la ciudad. Yo me extrañé pensando que entonces yo era muy afortunada porque he estado tres veces y las tres veces han estado las letras allí pero bueno…“Bofill” fue listo, me hizo caso y no paró hasta llegar cerca del centro. Una vez allí la experta en Amsterdam resultó no ser tan experta y no sabía ni donde estábamos. Anduvimos sin rumbo unos tres minutos hasta que me localicé, estábamos en la zona donde siempre que he ido a Amsterdam me he hospedado así que ya estaba solucionado, la visita podía empezar. Llegamos a la plaza Dam pasando por una de las calles del Barrio Rojo más transitadas por residentes y turistas. Como todos los meses de octubre en la plaza había una feria aunque no se por motivo de qué pero ahí estaba con su noria, sus atracciones y sus puestos de salchichas y algodón de azúcar. Michal aprovechó para ir a comprar postales y mientras, los demás comenzamos a discutir donde queríamos ir. Mi compi propuso ir al museo del sexo y yo me negué rotundamente pensando en el pobre Michal, que no es mucho de esas cosas. Todos me miraron como si de una monja se tratara:
-¿Has estado alguna vez ? preguntó Eli en tono burlón.
-Claro- respondí, -la primera vez que estuve aquí con 20 años y me parece una pérdida de tiempo, nada nuevo que no sepamos, yo no pago otra vez por entrar allí, a mi edad estoy de vuelta de muchas cosas-. Rematé con una sonrisa.
 Me miró desdeñosa, había truncado sus planes provocadores (de momento) pero hay muchas cosas que ver en Amsterdam antes que eso, como el Museo Nacional, la casa Rembrandt, la de Anna Frank o la fábrica de Heineken. Propuse ir al Rijksmuseum y todos me preguntaron atónitos que qué era eso y yo quise llorar, podía entender que quien no ha estado nunca en Amsterdam no supiera  lo  que es pero para alguien que ha vivido allí es imperdonable. Fuimos al museo pasando por el mercado de las flores, de nuevo la guía fui yo aunque mis acompañantes dudaran de mi conocimiento de la ciudad pero bueno...Al llegar al museo ahí estaban las letras del principio, por lo que pude demostrar mi teoría de que hay varias por la ciudad, no las cambian de sitio cada vez. Tiramos fotos, se nos hizo de noche y decidimos volver a  pasear por el barrio rojo de noche que era lo que quería la jefa del grupo. Al llegar a dicha zona comenzaron  a proliferar los coffee shops, las tiendas de cosas variopintas, mezcolanza de turistas con gente rara y como no…los sex shops. Fue entonces cuando llegó la venganza por no haber querido ir al museo del sexo y mi compañera decidió entrar en casi todos los sex shops que nos encontrábamos. No tengo nada en contra de las tiendas eróticas pero no creo que fuera momento de entrar a comprar nada. Cuando la vi entrar en el primero seguida de “Bofill” no podía dar crédito; el resto del séquito decidimos entrar porque en la calle hacía un frío espantoso. Mi compañera miraba los provocativas disfraces (no puedo llamarlos de otra manera) y lencerías de la tienda, yo miraba a un más que cortado Michal que no sabía qué decirme y los italianos se paseaban, “Bofill” muy orgulloso de su chica y el otro con la misma cara de tonto que teníamos el resto. Salimos de la tienda, pero la operación se repitió en un segundo y un tercero, cada vez que veíamos un sex shop Michal me decía:
-Oh my God! , no , another shop- (¡Oh Dios mío!, otra tienda no)
Y yo me reía pero poco porque les esparábamos fuera y hacía mucho frío. Por fin se decidió a comprar algo y salió de la tienda toda contenta con su bolsa negra en la mano en vez de guardarla en el bolso que cabía de sobra y es lo que hubiera hecho cualquier persona normal, pero ella quería que supiéramos que había comprado algo. Estaba super contenta y orgullosa de su adquisición y le dijo al compañero de piso de “Bofill” que si estaba celoso, la cara del pobre chico era para grabarla en video. Yo mientras tanto estaba empezando a pensar que si la situación seguía así iba a tener que entrar a un coffee shop a fumarme el bar entero, comer "setas mágicas"o yo que se qué, lo que fuera con tal de no seguir presenciando ese espectáculo tan bochornoso. No contento con eso, “Bofill” no podía quedarse atrás y tenía que adquirir algún producto él también, no podía ser menos. Gracias a Dios tuvo más cabeza y nos dejó cómodamente sentados en un bar tomando una cervecita mientras él compro lo que fuera. Cuando Bofill se volvió a reunir con nosotros (bolsa negra en mano), regresamos a la plaza Dam para ver un desfile de Halloween y volver después a Bruselas.
Ya en el coche, Bofill nos invitó a continuar la noche cenando en su casa pero educadamente rechacé la invitación, estaba muy cansada, tenía mucho frío y…ya había tenido demasiado show por ese día.


domingo, 21 de octubre de 2012

TARDE EN EL NOVENO PISO


Como os comentaba en la entrada anterior, fue un fin de semana peculiar, uno de esos en los que no me acuerdo de volver a España y en los que pienso que algún día echaré de menos todas esas tonterías que solo me pasan aquí.
 
El sábado, entre pitos y flautas (nunca mejor dicho) me acosté tarde y el domingo tuve que levantarme temprano para preparar una tortilla de patata porque me habían invitado a una comida. En un principio la comida iba a ser en casa de Joanna, con una exquisita selección de personas: Javi (mi antiguo compañero de piso), Joanna y yo. Pero como Javi se ha tenido que mudar porque solo estaba en mi casa por dos meses decidió que se hiciera en su casa y así invitar a más gente con la que tenía compromiso. Fuera en un sitio o en otro la tortilla me tocaba hacerla.
 
Javi fiel a sus costumbres dejó para el último momento fijar la hora de la comida, así supimos a la 13:30 que teníamos que estar en su nueva casa a las 14:00. Esa es la faceta de Javi que me crispa los nervios y nos hace discutir millones de veces. Cuando llegamos a la casa nos encontramos a Javi y a su amigo Daniele haciendo lasaña y a más gente que él conoce alrededor, hablando en la cocina y mirando como los otros dos cocinaban al más puro estilo albañiles en una obra, uno curra y el resto mira y da órdenes. Como la confianza da mucho asco, le canté las cuarenta a Javi por no tener la comida preparada y dejar todo para última hora  Había bastante gente y para mi sorpresa solo una española, aunque luego llegaron más. Aun no se por qué pero creo que a esa española no le caí muy bien porque no había terminado de abrir el bote de coca-cola cuando empezó a martillearme con preguntas : quien era yo, de que conocía a Javi, donde trabajaba, como, por qué, cuando había llegado a Bruselas… dicho así puede parecer que son preguntas de cortesía como las que constantemente te hace la gente en esta ciudad en cuanto te sienta a su lado, pero el tono, ese tonillo de españolita listilla con aire de suficiencia, que llegó a Bruselas hace un par de años justo antes de que en España explotara todo, consiguió un buen trabajo y ahora se cree más belga que Tintín. Sinceramente me estaba hartando un poco porque no me estaba dejando comer las patatas tranquilamente que era lo que yo quería. Pacientemente aguante que me mirara raro porque le dije que yo era becaria. No se me borró la sonrisa cuando me contó que había estado liada con dos compañeros míos de trabajo también españoles (cosa que a mí me importaba un pimiento) y respiré hondo cuando me dijo que ella ya sabía que en España pasaría lo que está pasando (ahora resulta que todo el mundo lo sabía) y que aquí hay mucha gente de comunicación y que lo  tengo complicado y…ya me tocó las narices así que le dije que yo estaba aquí porque estaba terminando mi tesis doctoral y que necesitaba entrevistar a gente que estaba aquí y documentos de aquí y que el ser becaria era por sacarme un dinerillo extra porque lo podía compaginar pero que pronto podría llamarme doctora, y tras esa verdad a medias y sin dejar de sonreír agarré mi bote de coca-cola y me acerqué a ver como iban Javi y Joanna con la comida :
-Ahora vuelves a por más, listilla-, fue lo único que pensé en ese momento.
Pero listilla no se dio por vencida, como la comida se estaba retrasando porque había más cosas que preparar los que no cocinábamos fuimos picoteando algo. Cuando destapé mi tortilla de patata listilla arrugó el morro y preguntó:
-¿Tiene cebolla?-
-Sí pero poca, casi no se aprecia el sabor-
-Todos decís eso y luego sabe muchísimo a cebolla-
-Pues no la comas si no quieres, a mí me gusta-
-Así comemos nosotras más porque nos gusta mucho- exclamaron Joanna y Eli casi a la vez.
Listilla probó la tortilla y me dijo q no estaba mal pero que sabía a cebollas, a lo que la contesté que lo raro sería que supiera a puerro.
Llegó el momento de la lasaña, Javi no había escuchado los consejos de Joanna de preparar dos porque tenían obleas cocidas para dos lasañas y éramos muchos por lo que Javi y yo nos quedamos con unos trozos que daban risa de lo pequeños que eran, Javi porque era el anfitrión y yo porque a lasaña me sienta mal al estomago porque es muy fuerte, además Joanna había hecho tarta de queso con nutella y prefería un trozo grande de tarta. Listilla no puso objeción a mi trozo pequeño de tarta pero cuando Joanna riendo me preguntó que si de tarta quería un trozo grande o pequeño y le dije que grande (lo grande que puede ser un trozo de una tarta de tamaño normal para más de diez personas), listilla se rió y empezó a hacer comentarios tontos. Después Javi trajo melón y me preguntó que si quería porque sabía de sobra q después de la tarta no querría melón pero le encanta preguntarme que si quiero fruta y prepararme un plato y plantármelo en la cara aunque le diga que no. Ante mi negativa listilla añadió: -claro como va a querer después de que ha sido la que se ha comido el trozo más grande de tarta. Yo estaba pensando que ella era un albondigona y que por eso se había comido la lasaña, la tarta, las patatitas, los palitos de no se qué, la cerveza…pero no dije nada, solo miré a Javi, me reí y le dije en broma que me pusiera el melón en un tupper para luego.
Como tenía saturación de listilla y hacía solecito la gente comenzaba a dispersarse y hablar en pequeños corros o jugar al “guitar Hero”, hice un gesto a Joanna para que saliéramos a la terraza a tomar el sol. Era un noveno piso y las vistas increíbles. De repente apareció uno de los nuevos compañeros de piso de Javi, un chico escocés, que alegremente no a  Joanna y a mí que si éramos españolas. Yo contesté con mi orgullo patrio que sí y entonces y empezó la conversación sobre España, diferencias entre norte, centro y sur y esas cosas. De repente el chico desapareció y volvió con dos copas de whisky escocés, así porque sí y sin hielo. Nos ofreció las copas con una sonrisa y tras excusarme alegando que por mis raíces españolas lo mío eran la cerveza y la sangría acepté a compartir una copa con Joanna por no hacer el feo. El fuego escocés me quemó la garganta y las tripas por lo que pedí un hielo al causante de mi malestar:
-Me encanta tu acento- gritó una anglo-holandesa, -es muy bonito-.
Nunca me habían dicho antes que mi acento español hablando inglés era “cute” así que me senté con la susodicha y una alemana a hablar de acentos. Javi se unió pronto a la conversación y en cuanto los acentos pasaron a irse por otros derroteros yo me escapé a pasar el testigo de la copa de whisky a Joanna porque aun con hielo eso era demasiado para mí. Joanna estaba en la cocina así que la esperé asomada a la terraza pensando qué que hace una torrijeña en Bruselas, a las cuatro de la tarde con una copa de whisky escocés en la mano asomada a la ventana de un noveno piso. De repente llegó Joanna:
-si alguien se tira desde está terraza quizá caiga encima del árbol y no pase nada- dijo sonriendo.
 Dejé la copa en la mesita de la terraza  y empujando suavemente a Joanna al interior del piso lejos de barandillas y alturas decidí que ya era demasiado por ese día y que había llegado el momento de irnos a casa.

lunes, 8 de octubre de 2012

QUENTIN EL PIANISTA, FALETE Y OTROS CUENTOS DE NOCHE DE SABADO


Una vez más tengo que pedir disculpas por estar tanto tiempo sin escribir, pero es que se me multiplican los quehaceres. He estado en España diez días para las fiestas de Torrijos y cuando estoy allí no doy más de sí. Quería escribir sobre mi estancia española pero creo que lo voy a dejar para entradas posteriores porque este fin de semana ha sido un poco surrealista y no quiero que se me escapen detalles.

 
El sábado prometía ser un día tranquilo, el viernes me acosté pronto porque estaba cansada y necesitaba dormir, además quería estudiar el sábado porque he retomado la tesis doctoral con muchas ganas y voy a aprovechar antes de que otro batacazo laboral o recorte “rajoiano” me vuelva a desmotivar. Al despertar vi el cielo lluvioso y gris, vamos, un día que invita a estar en casa, si a esto le sumamos que aun tenía la depresión post España los que me conocéis podéis imaginar la mala leche con la que estaba. Aun así, arreglé la habitación y me fui a comprar que es lo que se hace los sábados en los países donde cierran la tiendas a la misma hora que una sale de trabajar por lo que no la da tiempo ni a comprar el pan.

 
Sobre las tres de la tarde Fátima me mandó un mensaje para quedar ese mismo día y cotillear ya que no nos habíamos visto en diez días. Aunque quería estudiar francés y hacer tesis  no pude negarme porque teníamos mucho de qué hablar  nos reunimos para dar un paseo y ver las tiendas con ropa que, y aquí cito textualmente a Fátima,  “ compraremos cuando consigamos  un trabajo decente y tengamos dinero “, sinceramente, yo no veo el día pero bueno, allá fuimos. Tras el paseo fuimos a tomar un chocolate caliente porque hacía un poco de frío y poder así seguir con nuestro marujeo. Allí decidimos también que hacer esa noche y tras descartar una aburrida fiesta de despedida porque Joanna, que era la realmente estaba invitada al evento no salía porque estaba mala, decidimos salir con una pareja de amigos españoles que tenían la visita de otro español residente en Dublín y al que había que enseñar la noche bruselense.
 
A la hora acordada Fati y yo llegamos al bar donde habíamos quedado. El sitio era de lo más curioso porque era una casa, con una decoración super moderna y una cortina en medio que separaba la vivienda de las cuatro mesas y el piano que componían  el bar. Estaba regentado por un chico con rasgos orientales, yo creo que medio japonés, con el pelo super fashion y que servía las bebidas, tocaba el piano y cantaba. Ésto se traduce en que si  querías una cerveza y el tipo estaba cantando te tenias que esperar, pero el tipo era muy simpático y el sitio limpio y barato. Solo estábamos nosotros en la casa-bar: dos españoles de Miguelturra (Ciudad Real), una madrileña y dos torrijeñas…casi nada, la Mancha en estado puro. Tras la primera cerveza y hacernos coleguitas del camarero Fátima se arrancó y le pidió que la dejara cantar acompañándola con el piano. El japonés se mostró encantado y allí estuvo Fati dándonos el concierto. Como canta muy bien había gente que se paraba en la ventana a escucharla. Hubo un momento en que el japonés se cansó de tocar, cogió su cerveza llamó a la que creemos que era su mujer o su novia y nos dijo: -ahora vuelvo-, salieron a la calle y se marcharon a dar un paseo. Y ahí nos quedamos nosotros solos en el bar-casa, escuchando cantar a Fátima  y riéndonos, hablando alto y comparando Miguelturra y Torrijos. Ni que decir tiene que en esa batalla Torri gana por goleada pero bueno.

 
Ya cansados de reír y Fátima de cantar decidimos cambiar de bar as que nos fuimos a la zona de Saint Gery que es donde siempre solemos terminar la noche. Pero nuestros compatriotas no estaban mucho por la labor porque dicen que esos bares no les gustan mucho porque va todo el mundo y tras discutir un poco nos metimos en un bar al lado de la bolsa en el que no habíamos estado nunca y que estaba lleno de gente bailando muy profesionalmente. Quizá esa profesionalidad en la danza explique el olor a regomello que había en el local, que era una mezcla entre sudor y ropa de no muy buena calidad.

 
Tras bailotear un rato y que Fátima, que es la estrella del grupo, exhibiera sus dotes danzarinas en el escenario decidimos que era hora de cambiar de bar (otra vez). Yo volví a sugerir la zona de Saint Gery, pero mis amigos insistieron una vez más e ir a la zona gay. Yo soy un poco despistada a veces y no sabía porque tanto empeño en ir a los bares gays porque no hay nada que rascar, pero Fátima me sacó de dudas diciéndome que el amigo de sus amigos, el chico que vivía en Dublín era gay y que por eso querían ir allí. Como era un invitado no puse pegas y fui obediente. Llegamos a un bar lleno de tios muy monos (la mayoría), muy maqueados y muy gays. Fati y yo nos sentamos en la barra resignándonos a  que esa noche ya estaba todo hecho y pedimos una cerveza en la barra. Al pedir la cervezas el camarero me guiñó el ojo y nos empezó a mirar haciéndose el interesante. Yo me extrañé y dije a Fátima q si era gay porque nos guñiaba el ojo y nos miraba con ojos de cordero pero no supo darme respuesta. Me estaba empezando a sentir como Paco Martínez Soria en sus películas. Cuando llevábamos media cerveza bebida llegó corriendo nuestro amigo de Dublín con una botella de champán y cinco copas para celebrar que le habían ascendido en su trabajo y que la vida le iba mejor que bien. En esas estábamos cuando me percaté de que en la pared junto a cuadros de Marilyn Monroe, Audrey Hepburn y demás guapas de cine clásico esta Rosi de Palma y me reí mucho. -Es que es un icono de gay- me dijo Fátima. -Sí-, dijo nuestro amigo. –y tú eres también divina- dijo dirigiéndose a Fátima –me has encandilado con tu voz. Fátima estaba hinchadísima de alegría y yo no podía para de reír aunque luego llegó mi turno: - y tú eres monísima, cuando te he visto entrar por la puerta me he fijado en tu fabulosa sombra de ojos y me has encantado, divina también pero la voz de Fati pudo con tu sombra de ojos-. Flipando porque ahora me sentía en una película de Almodóvar Felicité a Fátima por haberme librado de ser la nueva Rosi de Palma y seguimos disfrutando del ambiente surrealista del bar. Al ratito un tipo que se daba un aire a Falete se acercó a nosotras y mirando a Fátima susurró: -Miss Venezuela- y se fue, no contento con eso al ratito volvió y tras repetir la operación se acerco a mí y me dijo: -Miss Colombia-. - ¿Qué dice este loco?-  pregunté a Fati, que él parece una miss o que lo parecemos nosotras. Ante la duda cuando se acercó para repetir la operación se lo pregunte porque me estaba mareando un poco y me respondió diciéndome otra vez Miss Colombia así que pensé que era un “chalao” de los que abundan a las tres de la mañana. Los acontecimientos extraños con Falete y compañía siguieron y la hora de ir al baño fue también un circo. La guinda del pastel la puso una señora que seguro que en su día fue un señor que llegó super operada y super tuneada siendo la diva del bar. Con su entrada triunfal decidimos que era suficiente por esa noche y Fati y yo nos dimos de baja del variopinto lugar entre risas y el ya típico comentario de “estas cosas en Torrijos no pasan”.  
 
Nota: Esta vez la foto la he sacado de internet.