PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



martes, 12 de junio de 2012

SUFRIENDO CON LA ROJA


Me encanta cuando juega la selección española, me sale un orgullo patrio solamente comparable a cuando estoy viviendo fuera así que podéis imaginaros como voy a vivir esta Eurocopa en la que no solo juega la roja sino que encima no estoy viviendo en España.

Yo no soy muy sufridora con el fútbol, soy del Atleti pero no suelo ver los partidos porque mis amigos son la mayoría del Barcelona o del Real Madrid y cuando los veo, bueno me da un poco lo mismo, si gana estupendísimo y si pierde…pues nada ya jugara mejor el próximo día, aunque creo que ese es el verdadero espíritu indio que nunca nos entristecemos si pierde y seguimos pensando que la próxima vez nos irá mejor. Bromas aparte, lo mismo que con el Atleti no sufro, con la selección española la cosa cambia, me pongo nerviosa, me enfado si hay faltas, celebro los goles y victorias y me afectan mucho las derrotas…esas cosillas que tiene el fútbol.

Este año la Eurocopa me pilla aquí, en Bruselas, la verdad es que en principio no me hacía mucha gracia porque aquí no tengo mis enseres (pinturas de los colores de España, bandera y camisa roja) ni tampoco está la gente de mi pueblo dando voces a los jugadores que creo que es lo más divertido. Nunca olvidaré cuando en la Eurocopa anterior, un señor llamó ciervo a uno de los jugadores de la selección por fallar un penalti, su novia o esposa (del jugador), ya no recuerdo bien su estado civil, era una de las más frescas de España y al señor lo primero que le salió fue eso. Todo el bar nos quedamos callados cuando lo escuchamos y rompimos a reír cuando nos dimos cuenta de la gran estupidez, es que en mi pueblo hay mucho fenómeno viendo fútbol y merece mucho la pena ir a los bares a verlo ya no solo por el juego en sí sino por el buen rato que te hacen pasar los aficionados. El caso es que aunque fuera sin arripápanos de hincha ni torrijeños vocingleros yo no me podía perder el partido.

Quedé con Alesia (una chica española), una rumana, su novio, también rumano y un holandés, ese día todos éramos españoles, y nos dirigimos a la Plaza de Luxemburgo a verlo porque fue donde pensamos que habría menos italianos, nos habían llegado rumores de que una amplia comunidad italiana iría a verlo a la plaza Flagey y en esta ocasión los colores iban por encima de amistades. Cuando llegamos allí, nos encontramos una mezcolanza de banderas que no me gustó mucho, eso sí, los españoles  los que más voces daban. Tras mirar en varios bares nos decidimos por uno en el que sabíamos que estaban unos amigos de Alesia, no había sitio en la terraza donde hubiera sido perfecto porque no hacía muy mala tarde pero sí dentro. La parte de fuera estaba llena de compatriotas con camisas rojas y amarillas y pensamos que ese sería buen sitio. Pero para nuestra sorpresa al entrar, el bar no era tan territorio nuestro como creíamos y nada más sentarnos, pude apreciar voces italianas a todo mi alrededor. No podía creerme que después de tanta vuelta terminara viendo el partido casi en territorio hostil. –Mira ese italiano de delante, está bueno-, me dijo Alesia nada más sentarnos, -siempre queremos italianos pero hoy no Alesia, hoy no-, la dije bastante seria porque estaba viendo ya sus intenciones. Ella me miró muy seria y me dijo que ella no se tomaba el fútbol tan a pecho y que aunque tenía un poco de razón ella iba a hacerle ojitos al italiano de delante. No me quedó otra que reírme, la verdad es que el susodicho no era mi tipo, y como tras una rápida ojeada me di cuenta que ninguno de los presentes contaba entre sus genes con el “profilo dantesco” que tanto me gusta, decidí dejárselos a Alesia que no es tan exigente y disfrutar del partido que era a lo que realmente había ido.

El partido comenzó y con él los nervios, las voces y la desesperación por parte de unos y otros. Rodeadas de italianos, pronto empezaron a bromear con nosotras, uno incluso se atrevió a cambiarse de bando y a entonar un tímido viva España que de vez en cuando le ayudaba a terminar con una sonrisa porque se quedaba solo en el viva y esa canción o se canta bien o no se canta. Nos estábamos riendo mucho, incluso la camarera en sus pocos ratos de descanso se acercaba por donde andábamos para reírse, nuestro espectáculo estaba en la televisión pero el de ella estaba en nosotros. Mientras yo no paraba de mirar a la tele y sufría silenciosamente tapándome la cara, tocándome el pelo, o con tímidos: -dale, dale- y  -uih-, Alesia sacó su lado más camionero y puso a Buffon (el portero italiano) de vuelta y media, lo que no sabíamos si divertía o crispaba al italianito de delante, en el que Alesia se había fijado, que la miraba con una media sonrisa difícil de interpretar. En esas estábamos cuando vino el primer gol, Italia marcaba, yo me deprimía, Alesia maldecía, los italianos cantaban y nos estrechaban la mano muy alegremente. Minutos después éramos nosotras las que les estrechábamos la mano a ellos con la mejor de nuestras sonrisas.

El partido terminó, ni contentos ni tristes, empate a uno, me esperaba más de la roja pero bueno, no estaba mal el resultado. De repente el italiano de delante se giró sacando su lado más encantador y mediterráneo, -me llamo Angelo, ¿me das tu teléfono?- preguntó a Alesia, meterse con Buffon había dado buenos resultados. Tras el intercambio telefónico y de Facebook (la red social es incluso más importante que el teléfono) salimos fuera, mientras Alesia relataba que no pensaba quedar con él porque la parecía un chulo y que ya no le gustaba. Eché un último vistazo por si veía nariz dantesca que mereciera que me quedara un rato más pero todos los Dantes debían estar en la plaza Flagey, así que decidimos volver a casa la emoción nos había agotado además, esa misma tarde habíamos estado jugando al baloncesto, curioso episodio que os contaré el próximo día.

2 comentarios:

  1. gracias, compañera, por tus escritos variados y coloridos... Pero también, por llevarnos de la mano por ahí, siempre dando requiebros y nunca, como bien dices, en línea recta. Un abrazo. Saludos desde Sevilla

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