PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



jueves, 28 de junio de 2012

EL PANTANO DE BURGUILLOS



Cuando hablo de “dar vueltas por ahí »no me refiero solo a salir al extranjero, en España también se pueden dar cincuenta mil vueltas y encontrar ciudades y parajes de lo más bonitos, aunque muchas veces no sepamos apreciarlo porque simplemente lo tenemos ahí, al ladito de casa y llevamos toda la vida viéndolo. He de confesar que esto me pasa con Toledo, me parece una de las ciudades más bonitas que conozco (de acuerdo, la más, que yo soy muy toledana) pero no lo aprecio todo lo que me gustaría porque simplemente lo tengo siempre ahí, voy a comprar ropa, a tomar unas cañas, a ver el Corpus, a las fiestas de agosto, a salir por ahí, al médico, a tomarme un limón a la vega, a dar la vuelta al valle, a la boda de Lucía (de la que también tendréis una crónica)…en fin, ese tipo de cosas.

Todo esto viene porque la semana pasada estuve en España, en un viaje bastante improvisado y precipitado que entre otras cosas me permitió tomar muchísimo sol y coger la cantidad suficiente de calor corporal (40 graditos el domingo) para poder pasar los 18 días que me quedan en la capital belga hasta mis tan ansiadas y merecidas vacaciones. El caso es que el famoso domingo de los 40º me marché al valle de Iruelas a ver nadar a mi hermano en el pantano de dicho paraje. El Club Máster Natación de mi pueblo celebra cada año por estas fechas una travesía popular a la que no podemos faltar, ya sea de manera activa o como meros espectadores. He de confesar que me dio un poco de envidia porque yo también quería nadar y no pude porque no había entrenado y no me veía con fuerzas, pero eso sí, disfrute de un fabuloso día de pantano que aumentó aun más esas ganas que tengo de volver a España  querida, aunque de momento no será posible.

Ese domingo, nos levantamos a las 7:30 de la mañana para preparar todo e irnos a la travesía, no me sentó muy bien el madrugón porque el sábado había estado viendo el fútbol y luego tomando algo hasta tarde y me dio mucha pereza pero al final conseguí levantarme. Después de dar cuenta de un buen desayuno y preparar nuestras mochilas nos fuimos al pantano. La palabra pantano es muy fea, suena a lago sucio y cutre pero nada más lejos de la verdad, vale que el agua no es cristalina como en las playas del Caribe, sino todo lo contrario pero…está limpio (salvo algún insecto imprudente ) y el paraje natural es una maravilla, se pueden ver las montañas de la sierra, rocas en el agua, pequeñas calas…un sitio que hay que ver. Además no cuenta con la aglomeración de gente que hay en el pantano de San Juan, sitio de recreo para muchos madrileños, así que todo eso hace que sea un lugar idóneo para pasar una tarde de sábado o domingo, incluso de día de diario ahora que con la crisis estamos más ociosos y buscamos escapadas baratas e interesantes.

Cuando llegamos allí me inundó una alegría inmensa, hacía mucho calor, me encanta el pantano de Burguillos porque me gusta mucho el agua y la montaña, y oye…que cuando una está lejos de casa cuando vuelve se emociona fácilmente y disfruta más de esas pequeñas cosas. Aparcamos el coche en el quinto pimiento porque había muchos coches, se conoce que este año mucha gente decidió participar en la travesía, acompañamos a mi hermano a por el chic y esperamos dándonos un chapuzón a que empezaran las competiciones mientras escuchábamos al speaker hacer demostración de su don para la palabra intercalando publicidad de melones, gafas, dentista y sandias con comentarios sobre los participantes, distancia de la travesía y exaltación del paraje.

A la hora prevista empezó el espectáculo, primero los más pequeños en una prueba corta (800 metros), luego los más veteranos y algún chavalín valiente con la prueba larga (5.600 metros). Me hubiera gustado mucho contar mi experiencia en el agua pero como ya he dicho este año no he participado; el año pasado lo hice en la prueba corta, llegue de las últimas y me ganó un niño entradito en carnes del que estoy segura que dentro de un tiempo será un estupendo nadador. Y es que los adultos que participan en la prueba corta tienen q ir mentalizaos de que los niños les van a dar para el pelo porque nadan muchísimo y muy rápido por lo que hay que contar con que ellos nos fundirán, de todos modos y aunque yo sabía eso, me piqué con el pobre chaval y me sentó  mal que me ganara. 

Pero lo pasado,  pasado está y volviendo al 2012, mientras los nadadores recorrían los más de cinco kilómetros de travesía, Raquel (la novia de mi hermano) y yo nadábamos entre las calas, tomábamos el sol, nos poníamos pingando de piedras y arena…en fin esas cosas que en Bruselas no se pueden hacer porque no hay verano y que los 40 gradazos que hacían el domingo nos permitían y excusaban. Poco a poco fueron llegando los nadadores, desde aquí felicitar a mi hermano que hizo muy buena marca, los últimos muy cansados por el gran esfuerzo pero se llevaron muchos aplausos y algún que otro grito de ánimo porque hay que reconocer su fuerza de voluntad. Después  de todo eso…llegó lo más divertido: la cervecita y la paella. Los torrijeños tenemos la costumbre de celebrar todo con cerveza, la travesía, la carrera popular, las fiestas del pueblo…todo, nos montamos un chiringuito con unas barras portátiles, unos barriles, patatas fritas y ale, y si nos apuramos un poco la paella también, y esta vez sí que tocó. De nuevo me faltan palabras para describir lo contenta que estaba allí haciendo cosas de pueblo con la gente de mi pueblo porque vale, el ambiente europeo es muy cosmopolita y todo lo que queramos pero…esas cosas no las tiene y no sirve a mí las cervezadas improvisadas, las verbenas y las tertulias veraniegas me gustan muchísimo.
 Después de la paella nos fuimos a dar el último chapuzón, cuando consideré que en mi cabeza ya se podía hacer una barbacoa porque con las prisas de la mañana olvidamos sombrillas y gorros volvimos a casa, ni hablar quiero de los 52º que marcaba el coche al sol, eso sí, me senté sin rechistar porque ya imaginaba el tiempo que me esperaba a mi vuelta a la capital de Europa.

martes, 12 de junio de 2012

SUFRIENDO CON LA ROJA


Me encanta cuando juega la selección española, me sale un orgullo patrio solamente comparable a cuando estoy viviendo fuera así que podéis imaginaros como voy a vivir esta Eurocopa en la que no solo juega la roja sino que encima no estoy viviendo en España.

Yo no soy muy sufridora con el fútbol, soy del Atleti pero no suelo ver los partidos porque mis amigos son la mayoría del Barcelona o del Real Madrid y cuando los veo, bueno me da un poco lo mismo, si gana estupendísimo y si pierde…pues nada ya jugara mejor el próximo día, aunque creo que ese es el verdadero espíritu indio que nunca nos entristecemos si pierde y seguimos pensando que la próxima vez nos irá mejor. Bromas aparte, lo mismo que con el Atleti no sufro, con la selección española la cosa cambia, me pongo nerviosa, me enfado si hay faltas, celebro los goles y victorias y me afectan mucho las derrotas…esas cosillas que tiene el fútbol.

Este año la Eurocopa me pilla aquí, en Bruselas, la verdad es que en principio no me hacía mucha gracia porque aquí no tengo mis enseres (pinturas de los colores de España, bandera y camisa roja) ni tampoco está la gente de mi pueblo dando voces a los jugadores que creo que es lo más divertido. Nunca olvidaré cuando en la Eurocopa anterior, un señor llamó ciervo a uno de los jugadores de la selección por fallar un penalti, su novia o esposa (del jugador), ya no recuerdo bien su estado civil, era una de las más frescas de España y al señor lo primero que le salió fue eso. Todo el bar nos quedamos callados cuando lo escuchamos y rompimos a reír cuando nos dimos cuenta de la gran estupidez, es que en mi pueblo hay mucho fenómeno viendo fútbol y merece mucho la pena ir a los bares a verlo ya no solo por el juego en sí sino por el buen rato que te hacen pasar los aficionados. El caso es que aunque fuera sin arripápanos de hincha ni torrijeños vocingleros yo no me podía perder el partido.

Quedé con Alesia (una chica española), una rumana, su novio, también rumano y un holandés, ese día todos éramos españoles, y nos dirigimos a la Plaza de Luxemburgo a verlo porque fue donde pensamos que habría menos italianos, nos habían llegado rumores de que una amplia comunidad italiana iría a verlo a la plaza Flagey y en esta ocasión los colores iban por encima de amistades. Cuando llegamos allí, nos encontramos una mezcolanza de banderas que no me gustó mucho, eso sí, los españoles  los que más voces daban. Tras mirar en varios bares nos decidimos por uno en el que sabíamos que estaban unos amigos de Alesia, no había sitio en la terraza donde hubiera sido perfecto porque no hacía muy mala tarde pero sí dentro. La parte de fuera estaba llena de compatriotas con camisas rojas y amarillas y pensamos que ese sería buen sitio. Pero para nuestra sorpresa al entrar, el bar no era tan territorio nuestro como creíamos y nada más sentarnos, pude apreciar voces italianas a todo mi alrededor. No podía creerme que después de tanta vuelta terminara viendo el partido casi en territorio hostil. –Mira ese italiano de delante, está bueno-, me dijo Alesia nada más sentarnos, -siempre queremos italianos pero hoy no Alesia, hoy no-, la dije bastante seria porque estaba viendo ya sus intenciones. Ella me miró muy seria y me dijo que ella no se tomaba el fútbol tan a pecho y que aunque tenía un poco de razón ella iba a hacerle ojitos al italiano de delante. No me quedó otra que reírme, la verdad es que el susodicho no era mi tipo, y como tras una rápida ojeada me di cuenta que ninguno de los presentes contaba entre sus genes con el “profilo dantesco” que tanto me gusta, decidí dejárselos a Alesia que no es tan exigente y disfrutar del partido que era a lo que realmente había ido.

El partido comenzó y con él los nervios, las voces y la desesperación por parte de unos y otros. Rodeadas de italianos, pronto empezaron a bromear con nosotras, uno incluso se atrevió a cambiarse de bando y a entonar un tímido viva España que de vez en cuando le ayudaba a terminar con una sonrisa porque se quedaba solo en el viva y esa canción o se canta bien o no se canta. Nos estábamos riendo mucho, incluso la camarera en sus pocos ratos de descanso se acercaba por donde andábamos para reírse, nuestro espectáculo estaba en la televisión pero el de ella estaba en nosotros. Mientras yo no paraba de mirar a la tele y sufría silenciosamente tapándome la cara, tocándome el pelo, o con tímidos: -dale, dale- y  -uih-, Alesia sacó su lado más camionero y puso a Buffon (el portero italiano) de vuelta y media, lo que no sabíamos si divertía o crispaba al italianito de delante, en el que Alesia se había fijado, que la miraba con una media sonrisa difícil de interpretar. En esas estábamos cuando vino el primer gol, Italia marcaba, yo me deprimía, Alesia maldecía, los italianos cantaban y nos estrechaban la mano muy alegremente. Minutos después éramos nosotras las que les estrechábamos la mano a ellos con la mejor de nuestras sonrisas.

El partido terminó, ni contentos ni tristes, empate a uno, me esperaba más de la roja pero bueno, no estaba mal el resultado. De repente el italiano de delante se giró sacando su lado más encantador y mediterráneo, -me llamo Angelo, ¿me das tu teléfono?- preguntó a Alesia, meterse con Buffon había dado buenos resultados. Tras el intercambio telefónico y de Facebook (la red social es incluso más importante que el teléfono) salimos fuera, mientras Alesia relataba que no pensaba quedar con él porque la parecía un chulo y que ya no le gustaba. Eché un último vistazo por si veía nariz dantesca que mereciera que me quedara un rato más pero todos los Dantes debían estar en la plaza Flagey, así que decidimos volver a casa la emoción nos había agotado además, esa misma tarde habíamos estado jugando al baloncesto, curioso episodio que os contaré el próximo día.

lunes, 4 de junio de 2012

DESPEDIDA DE SOLTERA.


Y llego el último puente de mayo y con él, mi tan ansiada visita a España, aunque esta vez sería una visita un tanto peculiar porque no iría a casa como suelo hacer siempre sino a la despedida de soltera de Lucía, una de mis mejores amigas, y como destino elegido le tocó el turno a Granada. Yo nunca había estado allí así que me pareció una idea estupenda celebrar la despedida de Luci allí, además ella tenía unas ganas locas de visitar la ciudad así que…como no íbamos a dar el gusto a la novia…

Mi viaje fue muy relámpago y la verdad que un poco paliza, la idea era salir el viernes después de trabajar, llegar a Madrid a las 8:30 de la tarde, a la 1:30 de la mañana coger un autobús para Granada, regresar el domingo a las 7 de la tarde y coger el avión de vuelta a Bruselas el lunes tempranito. Yo iba mentalizada y ese viernes trabajé poco porque ya tenía la cabeza pensando en mis mini vacaciones. En cuanto el reloj marco las 14:30 salí corriendo dejando atrás Eurocontrol y sus tareas para coger un bus urbano que me dejara en la estación y así poder pillar el otro autobús que me dejara en el aeropuerto, iba muy justa de tiempo y no podía entretenerme. Cuando entré en el urbano sonreí porque solo quedaba un minuto para que saliera, todo iba según lo previsto, pero no podía ser todo tan bonito y pasados cinco minutos seguíamos sin movernos y el conductor se paseaba nervioso por el pasillo del vehículo. Como yo soy un poco como Dori, el pez despistado de la película “Buscando a Nemo” no me había dado cuenta que sentado en uno de los asientos del autobús había un chico que dormía aunque puesto de una manera un poco rara, vamos que daba la impresión de que estaba inconsciente y así era, lo único que hacía pensar que no se tratara de algo peor era que se le oía respirar. Pasados esos cinco minutos llegaron unos guardias de seguridad que empezaron a dar bofetaditas al chico para ver si se despertaba, pero lo único q obtuvieron por respuesta fue un manotazo y un ruido raro. Yo me estaba enfadando porque como siguiéramos moneando perdería el autobús, vamos que de buena gana le hubiera dado yo dos buenas tortas para que se despertara porque me estaba desquiciando. Viendo que el chico ni se inmutaba nos cambiaron a otro autobús que salía en unos diez minutos pero cuando ya estábamos acomodados el chico se despertó y tranquilamente se bajo del bus dispuesto a subirse al otro como si nada hubiera pasado. La policía había llegado así que le pidieron la documentación y a nosotros nos volvieron a llevar al primer bus para salir inmediatamente. Los que me conocéis podéis imaginar mi estado de nervios y la de cosas malas que estaban pasando por mi cabeza, menos mal que no abrí la boca, encima hacía mucho calor lo que empeoraba mi humor; acababa de empezar el viaje y no lo había hecho con muy bien pie que se pueda decir.

Con la hora pegadísima llegué a la estación de Midi para coger el otro coche de línea que me llevaría al aeropuerto, lo pillé a tiempo pero a los belgas también les gusta salir de puente y el atasco que había para salir de la ciudad era   como los que se forman en Madrid en la M-40, estos en los que te pasas media vida y escuchas en la radio toda la música habida y por haber. Gracias a Dios, un poco de suerte estuvo de mi lado y llegué al aeropuerto a las 17:25, mi avión empezaba a embarcar a las 17:55. Corrí como loca porque ya me veía compuesta y sin viaje pero cuando ya pasé todos los controles de seguridad y llegué a las pantallas para ver la puerta de embarqué un gran cartel luminosos señalaba que el vuelo estaba retrasado y creedme…me alegré.

Llegué con la media hora de retraso que había traído el avión, en la puerta me esperaba mi hermano que le tocaba trabajar y vino a verme (no sabéis la alegría que me da eso), hablé un poco con él y me fui pitando porque había quedado con el novio de Lucia para que me guardara la maleta mientras nosotras cañeábamos por Madrid hasta que saliera el bus a Granada. El reencuentro con las chicas fue muy bueno, estuvimos cenando y riéndonos mucho, el viaje prometía. A la una de la mañana llegamos a la estación de Méndez Álvaro en Madrid para coger el autobús, las fumadoras se estaban muy chulamente echado el último cigarro de la noche y hablando de todo un poco. Patricia y yo decidimos subir porque estábamos cansadas y nerviosas y queríamos ya sentarnos, pero al entregar los billetes al conductor nos dijo muy serio que nuestros billetes no valían…-Es una broma, ¿no?- dijo Patricia confiando en que la respuesta por parte del hombre fuera una sonrisa…-No-, contestó éste muy serio, -teníais que haber viajado ayer-. Otro conductor que andaba por allí saco la lista del día anterior y ahí estábamos nosotras, la confusión fue que el coche al salir a la 1:30 de la mañana ya no se contaba como día 25 sino como día 26 por tanto no nos servían los billetes, además el autobús estaba lleno y no nos podían meter así que, con las caras aun como de cera nos quedamos en tierra.

Pero ya lo dice el refrán “todo tiene arreglo en esta vida menos la muerte” y eso es algo que Pilar, otra de las chicas de la despedida tiene muy presente así que sacó su móvil y llamó a su padre para que nos dejara su coche “grande”…-¿qué es grande Pilar?-, pregunté un poco preocupada, -grande es grande, Marta-, contestó ella; -Me refiero a si viajaremos en la legalidad, recuerda que somos seis-, la respuesta de Pilar volvió a ser-el coche es grande-. Empezaríamos el viaje pasándonos las normas de tráfico por las mismísimas narices.

Hay que reconocer que el esfuerzo que hicieron Pilar y Lucía (la futura novia) fue enorme porque se pasaron toda la noche despiertas, una conduciendo y la otra dando palique, las cuatro de atrás si que dimos alguna cabezada, no muchas porque estábamos muy apretujadas pero nos rendíamos de vez en cuando al encanto de un sueñecito. A pesar de eso el viaje fue divertido porque encontramos unos CD´s del padre de Pilar con música de Rocía Durcal y Antonio Molina. Qué alegría nos dio, así que así íbamos cantando “Soy minero”, “Así son los hombres” y “Me gustas mucho” como si no hubiera mañana.Sobre las 7 llegamos a Granada, la entrada me recordó un poco a La Puebla de Montalbán pero con palmeras, no dije nada porque seguro que mis amigas se reirían de mí pero fue lo que me pareció así de repente. Llamamos al hombre que nos alquilaba los apartamentos, ya le habíamos dicho que le llamaríamos temprano pero creo que no se imaginó que tanto y debió de acordarse un poquito de nuestras madres. Nos explicó más o menos por donde teníamos que ir pero no nos enteramos mucho. Finalmente llegamos al parking donde nos dijo el señor siguiendo las indicaciones de los barrenderos granadinos que no veáis la guasa que tienen aun siendo horas que debería estar prohibido no estar durmiendo.

El dueño de los apartamentos nos esperaba en el sitio acordado, cuando le vimos no pudimos evitar echarnos a reír porque parecía un auténtico guiri; tenía el pelo blanco, medio largo, muy bronceado, con unas bermudas, unos zapatos (queriendo parecer  pijo), el casco de la moto…en fin, un personaje con un atuendo bastante interesante, muy majo, eso sí y con unos pisitos muy apañados donde nos instalamos y tomamos una ducha para sin dormir, comenzar nuestra jornada.

Después de la ducha vimos las cosas de otra manera, desayunamos y fuimos a ver la Alhambra (muy bonita, recomiendo a todos ir). Después de la visita ya eran casi la una y comenzaba lo que todas estábamos esperando y lo que básicamente nos había llevado a Granada…cañas y tapas. Había muchas despedidas de solteros y solteras allí y el ambiente era muy animado. En uno de los bares entraron unos chicos que celebraban la despedida de un amigo con el futuro novio con el culo al aire, tuvimos la buena suerte de que como estábamos en la primera mesa nos le plantificaron encima. Menos mal que Lucía había dado la voz de alarma y habíamos agarrado nuestras cervezas con fuerza para salir pitando, la que resultó peor parada fue Patricia que nos estaba contando algo importante y cuando se giró al ver que todas nos retirábamos se encontró un culo ajeno prácticamente en su cara. Su grito, mezcla de horror y pavor, nos hizo reír a todos; fue también Patricia la que exigió a  la camarera que nos limpiara la mesa porque ella no pensaba apoyar su cerveza en una mesa donde ¨había plantado el culo sin nada una persona que no conozco”. Todas celebramos con risas esta petición y la camarera realizó rauda su tarea dando la razón a Patricia y criticando a los chicos por su osado atrevimiento.

Cuando terminamos nos dirigimos a otro bar donde nos tomamos la primera caña y decidimos cambiar de tercio porque el cansancio volvía a aflorar y las cervezas nos estaban amodorrando así que…llegaba la hora de los cubatas. Armadas con Gin Tonic, Rones y Martinis, nos salimos a la calle a degustar nuestro cubatita vespertino al sol andaluz. En esas estábamos cuando vimos aparecer por al calle a una chica que celebraba su despedida de soltera subida en un burro. Hizo una entrada triunfal en la calle, saludando elegantemente como si de una reina se tratara y recibiendo con sonrisas a todos los valientes que entre voces, vasos de cerveza y gritos se iban acercando al burro. Pero el pobre animal no debió encontrar divertido semejante espectáculo y viéndose acorralado por esa marabunta de personas voceando se asustó y empezó a defenderse de la única manera que sabe…dando coces. Así que a partir de ahí lo único que pude ver fueron vasos de cerveza volando, coces de burro a diestro y siniestro, una futura novia que asustada se caía del burro y un pelotón de gente corriendo calle abajo como si en vez de un inofensivo pollino se tratara de un toro de miura. Ante semejante espectáculo solo pudimos reír. Lloré de risa, hacía mucho que no lloraba de risa y el estómago me dolía tanto que aunque quería parar porque creía que me iba a partir por la mitad no podía. Sin lugar a dudas el episodio del burro desbocado fue uno de los momentos más graciosos del fin de semana y que os puedo asegurar que recordaré toda mi vida.
Después del espectáculo subimos a la novia a casa, la disfrazamos de vaquera, nosotras de indias y seguimos recorriendo los bares de la ciudad hasta que nos cansamos, compramos lambrusco, coca-cola, chocolate y galletas (olvidando nuestra dieta para estar perfectas el día de la boda) y nos fuimos al apartamento a jugar al Sing Start (sí, nos llevamos la Play Station). Dejo a la imaginación del lector el espectáculo del karaoke, cinco indias y una vaquera cantando a grito pelado sobre todo canciones de los 60, pero donde no faltaron Rocía Durcal, Rocío Jurado ni la Pantoja, mientras comíamos galletas y chocolate, fue un rato muy divertido donde exhibimos nuestras dotes como cantantes y bailarinas y lo pasamos realmente bien. Después ducha, ponernos guapas, cena en un italiano y paseíto en limusina por las calles de Granada.

Nunca había subido en limusina y está bastante bien, la primera media hora fue muy divertida, cantando, bailando, vacilando al pobre conductor y viendo la cara de felicidad da la novia que lo estaba pasando en grande. Pero luego el cansancio nos volvió a vencer, llevábamos más de veinticuatro horas sin dormir y eso pesa. Vamos que si el tipo de la limusina hubiera alargado su paseo quince minutos más nos hubiera encontrado durmiendo a pierna suelta. Después fuimos a una discoteca con varias salas, donde estuvimos tomando algo y echándonos unas risas hasta las tres de la mañana que nuestro cuerpo nos empezó a pedir una cama a gritos y esta vez sí le hicimos caso.

A la mañana siguiente fuimos a la estación de autobús a descambiar los billetes de las que se volvían en coche y a adelantar una horita el de Patricia y el mío que éramos las que nos volvíamos en bus porque teníamos que estar antes en Madrid. Fue un fin de semana que recordaremos siempre, no solo porque ha sido nuestra primera despedida de soltera sino también por todas las tonterías y cosas graciosas que nos han pasado. Ahora solo nos queda esperar a la boda, donde estoy segura que lo pasaremos igual de bien o mejor, eso sí, espero que Lucía no olvide incluir en el repertorio de canciones a Antonio Molina, Rocio Durcal y el borriquito como tú de Peret porque sin ellos la fiesta no sería lo mismo.

(Fotografías por cortesía de Patricia Domínguez)