Y llego el último
puente de mayo y con él, mi tan ansiada visita a España, aunque esta vez sería
una visita un tanto peculiar porque no iría a casa como suelo hacer siempre
sino a la despedida de soltera de Lucía, una de mis mejores amigas, y como
destino elegido le tocó el turno a Granada. Yo nunca había estado
allí así que me pareció una idea estupenda celebrar la despedida de Luci allí,
además ella tenía unas ganas locas de visitar la ciudad así que…como no íbamos
a dar el gusto a la novia…
Mi viaje fue muy
relámpago y la verdad que un poco paliza, la idea era salir el viernes después de
trabajar, llegar a Madrid a las 8:30 de la tarde, a la 1:30 de la mañana coger
un autobús para Granada, regresar el domingo a las 7 de la tarde y coger el
avión de vuelta a Bruselas el lunes tempranito. Yo iba mentalizada y ese
viernes trabajé poco porque ya tenía la cabeza pensando en mis mini vacaciones.
En cuanto el reloj marco las 14:30 salí corriendo dejando atrás Eurocontrol y
sus tareas para coger un bus urbano que me dejara en la estación y así poder
pillar el otro autobús que me dejara en el aeropuerto, iba muy justa de tiempo
y no podía entretenerme. Cuando entré en el urbano sonreí porque solo quedaba
un minuto para que saliera, todo iba según lo previsto, pero no
podía ser todo tan bonito y pasados cinco minutos seguíamos sin movernos y el
conductor se paseaba nervioso por el pasillo del vehículo. Como yo soy un poco
como Dori, el pez despistado de la película “Buscando
a Nemo” no me había dado cuenta que sentado en uno de los asientos del
autobús había un chico que dormía aunque puesto de una manera un poco rara,
vamos que daba la impresión de que estaba inconsciente y así era, lo único que
hacía pensar que no se tratara de algo peor era que se le oía respirar. Pasados
esos cinco minutos llegaron unos guardias de seguridad que empezaron a dar
bofetaditas al chico para ver si se despertaba, pero lo único q obtuvieron por
respuesta fue un manotazo y un ruido raro. Yo me estaba enfadando porque como
siguiéramos moneando perdería el autobús, vamos que de buena gana le hubiera
dado yo dos buenas tortas para que se despertara porque me estaba desquiciando.
Viendo que el chico ni se inmutaba nos cambiaron a otro autobús que salía en
unos diez minutos pero cuando ya estábamos acomodados el chico se despertó y
tranquilamente se bajo del bus dispuesto a subirse al otro como si nada hubiera
pasado. La policía había llegado así que le pidieron la documentación y a
nosotros nos volvieron a llevar al primer bus para salir inmediatamente. Los
que me conocéis podéis imaginar mi estado de nervios y la de cosas malas que estaban
pasando por mi cabeza, menos mal que no abrí la boca, encima hacía mucho calor
lo que empeoraba mi humor; acababa de empezar el viaje y no lo había hecho con
muy bien pie que se pueda decir.
Con la hora pegadísima llegué
a la estación de Midi para coger el otro coche de línea que me llevaría al
aeropuerto, lo pillé a tiempo pero a los belgas también les gusta salir de puente
y el atasco que había para salir de la ciudad era como los que se forman en Madrid en la M-40,
estos en los que te pasas media vida y escuchas en la radio toda la música habida
y por haber. Gracias a Dios, un poco de suerte estuvo de mi lado y llegué al
aeropuerto a las 17:25, mi avión empezaba a embarcar a las 17:55. Corrí como
loca porque ya me veía compuesta y sin viaje pero cuando ya pasé todos los
controles de seguridad y llegué a las pantallas para ver la puerta de embarqué
un gran cartel luminosos señalaba que el vuelo estaba retrasado y creedme…me
alegré.
Llegué con la media
hora de retraso que había traído el avión, en la puerta me esperaba mi hermano
que le tocaba trabajar y vino a verme (no sabéis la alegría que me da eso),
hablé un poco con él y me fui pitando porque había quedado con el novio de
Lucia para que me guardara la maleta mientras nosotras cañeábamos por Madrid
hasta que saliera el bus a Granada. El reencuentro con las chicas fue muy
bueno, estuvimos cenando y riéndonos mucho, el viaje prometía. A la una de la
mañana llegamos a la estación de Méndez Álvaro en Madrid para coger el autobús,
las fumadoras se estaban muy chulamente echado el último cigarro de la noche y hablando
de todo un poco. Patricia y yo decidimos subir porque estábamos cansadas y
nerviosas y queríamos ya sentarnos, pero al entregar los billetes al conductor
nos dijo muy serio que nuestros billetes no valían…-Es una broma, ¿no?- dijo
Patricia confiando en que la respuesta por parte del hombre fuera una sonrisa…-No-,
contestó éste muy serio, -teníais que haber viajado ayer-. Otro conductor que
andaba por allí saco la lista del día anterior y ahí estábamos nosotras, la
confusión fue que el coche al salir a la 1:30 de la mañana ya no se contaba
como día 25 sino como día 26 por tanto no nos servían los billetes, además el
autobús estaba lleno y no nos podían meter así que, con las caras aun como de
cera nos quedamos en tierra.
Pero ya lo dice el
refrán “todo tiene arreglo en esta vida menos la muerte” y eso es algo que
Pilar, otra de las chicas de la despedida tiene muy presente así que sacó su
móvil y llamó a su padre para que nos dejara su coche “grande”…-¿qué es grande
Pilar?-, pregunté un poco preocupada, -grande es grande, Marta-, contestó ella;
-Me refiero a si viajaremos en la legalidad, recuerda que somos seis-, la
respuesta de Pilar volvió a ser-el coche es grande-. Empezaríamos el viaje
pasándonos las normas de tráfico por las mismísimas narices.
Hay que reconocer que
el esfuerzo que hicieron Pilar y Lucía (la futura novia) fue enorme porque se
pasaron toda la noche despiertas, una conduciendo y la otra dando palique, las
cuatro de atrás si que dimos alguna cabezada, no muchas porque estábamos muy
apretujadas pero nos rendíamos de vez en cuando al encanto de un sueñecito. A
pesar de eso el viaje fue divertido porque encontramos unos CD´s del padre de
Pilar con música de Rocía Durcal y Antonio Molina. Qué alegría nos dio, así que
así íbamos cantando “Soy minero”, “Así son los hombres” y “Me gustas mucho” como
si no hubiera mañana.Sobre las 7 llegamos a
Granada, la entrada me recordó un poco a La Puebla de Montalbán pero con
palmeras, no dije nada porque seguro que mis amigas se reirían de mí pero fue
lo que me pareció así de repente. Llamamos al hombre que nos alquilaba los
apartamentos, ya le habíamos dicho que le llamaríamos temprano pero creo que no
se imaginó que tanto y debió de acordarse un poquito de nuestras madres. Nos
explicó más o menos por donde teníamos que ir pero no nos enteramos mucho.
Finalmente llegamos al parking donde nos dijo el señor siguiendo las
indicaciones de los barrenderos granadinos que no veáis la guasa que tienen aun
siendo horas que debería estar prohibido no estar durmiendo.
El dueño de los
apartamentos nos esperaba en el sitio acordado, cuando le vimos no pudimos
evitar echarnos a reír porque parecía un auténtico guiri; tenía el pelo blanco,
medio largo, muy bronceado, con unas bermudas, unos zapatos (queriendo parecer pijo), el casco de la moto…en fin, un
personaje con un atuendo bastante interesante, muy majo, eso sí y con unos
pisitos muy apañados donde nos instalamos y tomamos una ducha para sin dormir,
comenzar nuestra jornada.
Después de la ducha
vimos las cosas de otra manera, desayunamos y fuimos a ver la Alhambra (muy
bonita, recomiendo a todos ir). Después de la visita ya eran casi la una y comenzaba
lo que todas estábamos esperando y lo que básicamente nos había llevado a
Granada…cañas y tapas. Había muchas despedidas de solteros y solteras allí y el
ambiente era muy animado. En uno de los bares entraron unos chicos que celebraban
la despedida de un amigo con el futuro novio con el culo al aire, tuvimos la
buena suerte de que como estábamos en la primera mesa nos le plantificaron
encima. Menos mal que Lucía había dado la voz de alarma y habíamos agarrado
nuestras cervezas con fuerza para salir pitando, la que resultó peor parada fue
Patricia que nos estaba contando algo importante y cuando se giró al ver que
todas nos retirábamos se encontró un culo ajeno prácticamente en su cara. Su
grito, mezcla de horror y pavor, nos hizo reír a todos; fue también Patricia la
que exigió a la camarera que nos limpiara la mesa porque ella no pensaba
apoyar su cerveza en una mesa donde ¨había
plantado el culo sin nada una persona que no conozco”. Todas celebramos con
risas esta petición y la camarera realizó rauda su tarea dando la razón a
Patricia y criticando a los chicos por su osado atrevimiento.
Cuando terminamos nos
dirigimos a otro bar donde nos tomamos la primera caña y decidimos cambiar de
tercio porque el cansancio volvía a aflorar y las cervezas nos estaban
amodorrando así que…llegaba la hora de los cubatas. Armadas con Gin Tonic, Rones
y Martinis, nos salimos a la calle a degustar nuestro cubatita vespertino al
sol andaluz. En esas estábamos cuando vimos aparecer por al calle a una chica
que celebraba su despedida de soltera subida en un burro. Hizo una entrada triunfal
en la calle, saludando elegantemente como si de una reina se tratara y
recibiendo con sonrisas a todos los valientes que entre voces, vasos de cerveza
y gritos se iban acercando al burro. Pero el pobre animal no debió encontrar
divertido semejante espectáculo y viéndose acorralado por esa marabunta de
personas voceando se asustó y empezó a defenderse de la única manera que sabe…dando
coces. Así que a partir de ahí lo único que pude ver fueron vasos de cerveza
volando, coces de burro a diestro y siniestro, una futura novia que asustada se
caía del burro y un pelotón de gente corriendo calle abajo como si en vez de un
inofensivo pollino se tratara de un toro de miura. Ante semejante espectáculo solo
pudimos reír. Lloré de risa, hacía mucho que no lloraba de risa y el estómago
me dolía tanto que aunque quería parar porque creía que me iba a partir por la
mitad no podía. Sin lugar a dudas el episodio del burro desbocado fue uno de
los momentos más graciosos del fin de semana y que os puedo asegurar que
recordaré toda mi vida.
Después del espectáculo
subimos a la novia a casa, la disfrazamos de vaquera, nosotras de indias y
seguimos recorriendo los bares de la ciudad hasta que nos cansamos, compramos lambrusco,
coca-cola, chocolate y galletas (olvidando nuestra dieta para estar perfectas
el día de la boda) y nos fuimos al apartamento a jugar al Sing Start (sí, nos
llevamos la Play Station). Dejo a la imaginación del lector el espectáculo del
karaoke, cinco indias y una vaquera cantando a grito pelado sobre todo
canciones de los 60, pero donde no faltaron Rocía Durcal, Rocío Jurado ni la
Pantoja, mientras comíamos galletas y chocolate, fue un rato muy divertido
donde exhibimos nuestras dotes como cantantes y bailarinas y lo pasamos
realmente bien. Después ducha, ponernos guapas, cena en un italiano y paseíto
en limusina por las calles de Granada.
Nunca había subido en
limusina y está bastante bien, la primera media hora fue muy divertida,
cantando, bailando, vacilando al pobre conductor y viendo la cara de felicidad
da la novia que lo estaba pasando en grande. Pero luego el cansancio nos volvió
a vencer, llevábamos más de veinticuatro horas sin dormir y eso pesa. Vamos que
si el tipo de la limusina hubiera alargado su paseo quince minutos más nos
hubiera encontrado durmiendo a pierna suelta. Después fuimos a una discoteca
con varias salas, donde estuvimos tomando algo y echándonos unas risas hasta
las tres de la mañana que nuestro cuerpo nos empezó a pedir una cama a gritos y
esta vez sí le hicimos caso.
A la mañana siguiente
fuimos a la estación de autobús a descambiar los billetes de las que se volvían
en coche y a adelantar una horita el de Patricia y el mío que éramos las que
nos volvíamos en bus porque teníamos que estar antes en Madrid. Fue un fin de
semana que recordaremos siempre, no solo porque ha sido nuestra primera despedida
de soltera sino también por todas las tonterías y cosas graciosas que nos han
pasado. Ahora solo nos queda esperar a la boda, donde estoy segura que lo
pasaremos igual de bien o mejor, eso sí, espero que Lucía no olvide incluir en
el repertorio de canciones a Antonio Molina, Rocio Durcal y el borriquito como
tú de Peret porque sin ellos la fiesta no sería lo mismo.
(Fotografías por cortesía de Patricia Domínguez)