PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



viernes, 25 de mayo de 2012

WIDSURF

Como la mayoría sabéis, los españoles, de cara a nuestros vecinos europeos, tenemos fama de tener muchas vacaciones, puentes (que en inglés se llaman “Bank Holidays”) y demás. Bueno pues ya os digo yo por experiencia propia que esa fama es inmerecida porque si bien cuando estaba en Irlanda no había mes que no tuviera un lunes libre de “Bank Holidays”, Bruselas no se queda atrás y este mes de mayo estoy teniendo más puentes que en toda mi vida. Pero mirad que os voy a decir, que los días libres bienvenidos sean y tanto en España como aquí me gusta aprovecharlos haciendo cosas diferentes.

El miércoles por la tarde (cuando oficialmente empezaba el puente) empecé a arrepentirme de mi decisión de no volar a España, tenía cuatro días por delante y ni idea de lo que podía hacer, así que me empecé a poner nerviosa y a imaginarme a mí misma estudiando el examen de francés que tenía el lunes siguiente y era un plan que no me gustaba mucho. Pero todo cambió cuando abrí mi facebook y encontré un mensaje de Estefanía, una chica española que estudió holandés conmigo en la universidad y que vive en un pueblecito en Flandes. Estefanía me contaba que por motivo del watersportdag (día de los deportes de agua), los clubes de deportes acuáticos de la parte flamenca de Bruselas hacían jornada de puertas abiertas, que ella iba a ir con sus amigos a hacer windsurf y que era bienvenida. Como con Estefanía lo paso muy bien y a sus amigos ya les conozco de su cumpleaños (historia que contaré en otra ocasión) me apunté sin pensármelo dos veces.

La noche del miércoles pasó como una más viendo un concierto y tomando unas cervezas que para eso estamos en la capital de la cerveza, digo de Europa. El jueves tocó billar, el lunes estudiar, no penséis que no lo hice y por fin llegó el sábado y con él mi debut en el mundo del windsurf.

Me levanté temprano, brillaba el sol y eso me hizo sentir muy feliz, me puse mi bañador y me fui derechita a la estación para coger un tren hasta un pueblo flamenco llamado Aarst donde me esperaban Estefanía y su novio Davy. Pasamos por casa de uno de sus amigos a recoger al resto y nos dirigimos al lago donde tendría lugar la jornada windsurfera. No puedo describir con palabras la alegría que me dio llegar al lago, me acordé del pantano de  Burguillos y del río Alberche, hasta las carreteras que llevaban a él me hacían sentir como en casa, la jornada no podía empezar mejor.

El lago no era muy grande, frente a él había como una especie de bar y un pequeño almacén donde los miembros del club guardan la ropa, las tablas, velas, etc. Nos comimos un sándwich y fuimos a que nos prestaran un neopreno y los zapatos de agua para subir en la tabla. Muertos de risa por las pintas que teníamos nos acercamos donde estaban los monitores, de los que dudo que llegaran a 18 años, para que nos explicaran lo que teníamos que hacer. Fue ahí donde comenzaron mis problema y me vi inmersa en la primera situación ridícula del día…

En la parte flamenca la gente no habla francés sino flamenco, el monitor miró mi pinta de extranjera y me preguntó en su lengua materna que si le entendía, a lo que Estefanía se apresuró a contestar que no pero que no había problema porque ella haría de interprete. El chico sonrió y comenzó con su explicación que fue perfectamente traducida por Fani y Davy que también habla español. Pero la situación me estaba poniendo un poco nerviosa porque allí entre tanto extranjero la extranjera era yo y me había convertido una vez más en el mono de feria, a quien todo el mundo miraba a ver que hacía, las caras que ponía o cómo reaccionaba ante la explicación por lo que no me enteré muy bien a pesar de la traducción. Una vez que terminamos nos fuimos al agua, de camino confesé a Estefanía que no me acordaba de nada y me dijo que ella tampoco mucho así que lo mejor sería ponernos cerca e ir intentando las dos a la vez.

El agua estaba muy fría, así que me di bastante prisa en subirme a la tabla, una vez encima había que ponerse en cuclillas lo más cerca posible del mástil, quedando éste entre los dos pies. Después había que ir levantándose lentamente a la vez que se izaba la vela…parece fácil pero no lo es porque si tu cuerpo no forma con el mástil el ángulo apropiado pierdes el equilibrio y te caes…y eso fue justo lo que nos pasó a nosotras. Yo fui la primera en caer y a Estefanía le debió dar envidia y fue detrás. El contacto de todo mi cuerpo con el agua fue mortal, estaba muy, muy  fría y sentía como se me cortaba la respiración, como cuando te bañas en los ríos de la sierra. Por eso no tarde nada en subirme otra vez a la tabla y repetir la operación y cuando digo repetir, es porque lo hice exactamente igual de mal que la primera vez y me volví a caer. Tras varios intentos fallidos, uno de los monitores, un chico guapísimo vino y en inglés me dijo que si necesitaba ayuda. No me gusta mentir así que le confesé que no me había enterado de la explicación y muy amablemente, se subió su neopreno (tenía la parte de arriba bajada para lucir el estupendo cuerpo que te deja el windsurf y supongo que para coger un poco de sol) y no dudó en meterse en el agua para sujetarme la tabla y explicarme todo el proceso. Con su ayuda, no solo aprendí a izar la vela sino a mantenerme en la tabla e incluso a cambiar de dirección. Antes de todo eso me caí muchas veces más, porque claro, una vez que me puse de pie la tabla se movía con el viento y el monitor se me quedaba atrás, entonces  no podía ver su explicación de cómo tenía que poner los pies para girar, volvía la cabeza, perdía el equilibrio y me caía…finalmente lo conseguí e hice pasar al chico un buen rato porque no paró de reírse digamos que conmigo (no quiero pensar que de mí) en todo momento.

Una vez que ya supe los pasos básico me dediqué a windsurfear despacito por el lago, a veces me iba hacía alguna orilla, me liaba al torcer, torcía hacía el lado que no quería y me tenía que tirar otra vez al agua y dar la vuelta a la tabla de forma manual. En otra ocasión unos niños expertos windsurfistas trataron de indicarme sin éxito como ir más rápido y digo sin éxito porque mientras miraba su explicación de colocación de manos en el mástil me volví a caer y los pobres lo dejaron por imposible. Estuvimos una hora larga en el lago pero a mí se me hizo cortísimo, me olvidé de todo, solo concentrada en lo que tenía que hacer, creo que por eso me gustó tanto, hacía mucho que no encontraba una actividad que me hiciera olvidarme de mis preocupaciones. Además, me sentía como en España con el sol y el agua, también como el neopreno calienta el cuerpo ya no me acordaba de que hacía un pelín de frio, era perfecto.  La vuelta a la orilla la hice en lancha porque a los que estábamos lejos nos recogían de esta manera para ganar tiempo, me gustó también la lancha, nunca había subido en ninguna y el paseíto por el lago con el monitor guapo no estuvo nada mal.

Una vez que todos estuvimos fuera del agua devolvimos el equipo y nos tomamos una cervecita al sol. Cuando unas horas más tarde llegué a casa me di cuenta de lo cansada que estaba por no hablar de las agujetas que me estaban empezando a aparecer en los brazos, de todos modos, no me importó había sido un día estupendo y la toma de contacto con el windsurf había sido muy buena, aunque me pase más rato en el agua que encima de la tabla, eso sí, no descarto aficionarme a este deporte en un futuro no muy lejano.


2 comentarios:

  1. Saludos, Marta, un placer haber paseado de tu mano por este blog que se me antoja una ventana de aire fresco.Tienes una manera de escribir directa y clara, que transmite sinceridad y amor a la vida. Me ha gustado y espero volver. Recibe un cordial saludo de este tu nuevo seguidor y suscriptor: Jesús Tadeo.
    Y no dejes de escribir como lo haces. Gracias

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  2. Bienvenido a mi mundo Jesús, espero que vayas siguiendo mis andanzas, los lectores sois los que animais a los escritores a que sigamos, espero que vuelvas a visitarlo y que te siga gustando. Muchas gracias :-)

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