PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



jueves, 23 de febrero de 2012

BRUJAS

Si tuviera que decantarme por uno de los sitios que he visitado desde que estoy en Bélgica sin duda alguna me quedaría con Brujas. Todos habréis escuchado lo bonita que es, muchos incluso pensareis que son exageraciones o que lo bonito es relativo, pero creo que la belleza de esta ciudad no es relativa y todo el que la visita queda maravillado. Yo no me canso de ir, también es verdad que cada vez que recibo una visita me toca ir a Brujas, pero igual que a Amberes voy resoplando a Brujas voy de muy buena gana haga frío, calor, llueva o nieve porque también puedo “presumir” de haber estado allí con todos los fenómenos atmosféricos posibles.

La primera vez que visité Brujas fue en Septiembre, aunque no hacía mucho calor si que disfruté de un día más o menos soleado que me permitió disfrutar de la singular belleza de una ciudad que parece sacada de los mismísimos cuentos de Hans Christian Andersen. Fotografié sus canales, su pequeño castillo en el lago, sus antiguos edificios…creo que no hay rincón de Brujas que dejara sin inmortalizar con mi cámara. Me llamarón mucho la atención los caballos percherones que trotan por la ciudad paseando a los turistas, actividad que da a la ciudad un aire todavía más irreal y romántico (Esproncedianamente hablando, por supuesto,  que los que bien me conocen saben que no soy yo muy pastelosa y los rollos romanticones no me van a mi mucho). El caso es que amorosa o no, si me quedé enamorada de la ciudad y del delicioso chocolate que allí se fabrica siempre de manera artesana y que os aconsejo probar porque es de lo mejor de Bélgica.

La segunda vez que estuve fue en noviembre, el frío ya había hecho su aparición y como anécdota de la visita solo decir que estuve así como quince minutos riendo con mi primo por el pis de un caballo. Sí, como lo leéis, porque aunque sea de pueblo nunca había visto a un caballo hacer pis y mucho menos a un percherón que parecen osos. Recuerdo estar en el Grote Mark de Brujas y oír un tremendo ruido como si un camión cisterna estuviera depositando todo su contenido en la depuradora de turno, solo que no era un camión cisterna sino un caballo percherón liberando su vejiga caballuna y creedme dejó el suelo pingando, un charco gigante como si hubiera habido una tormenta…me pregunté si a lo largo de esa mañana no habríamos pisado más de una micción de caballo pensando que era eso…solo agua.

En mi tercera visita no tuve tanta suerte con el tiempo, fue en diciembre con mis padres y mis tíos y nos hizo frío y llovió aunque no por eso la ciudad perdió su encanto sino todo lo contrario, las luces navideñas lo inundaban todo y daban a Brujas un aire todavía más de cuento y mucho más bonito.

Y claro, tampoco podía perderme Brujas nevada, esa fue la prueba de fuego para saber si la ciudad me gustaba o si no volvería a poner un pie en ella. Todo ocurrió hace dos semanas con la visita de mi amiga Patri. La ola de frío de la que tanto os quejabais en España no era nada con la que tuvimos en Bélgica, pero claro, si alguien viene de visita hay que enseñarle todo y no hacer casos de fríos ni calores así que habiendo dormido apenas cuatro horas y con los termómetros en negativo nos dirigimos a la ciudad flamenca para que Patri pudiera apreciarla en todo su esplendor. A los cinco minutos de estar allí empezó a nevar, además los canales estaban congelados y el frío de Bruselas no era nada con el que hacía en Brujas. Aun así he de reconocer que la ciudad no perdió ni un ápice de su encanto y aunque los canales congelados restan belleza al asunto aun se pueden tomar buenas fotos de algunos intrépidos que se atreven a desafiar al hielo del canal. Como punto positivo añadir que con el frío tanto el café como el chocolate se vuelven todavía mejores y más apetecibles…Después de la ruta y congeladas cogimos el tren de vuelta a Bruselas.

 Con Brujas no puedo señalar mi admiración por ningún edificio concreto como sique hice en Gante, mi invitación para los curiosos es que vengan, se pierdan por sus calles y disfruten del recorrido, eso sí, creo que es mejor visitarlo en primavera porque aunque el sueño de todos es pasear por un cuento siempre es mejor darse una vuelta por el clima primaveral o veraniego de El Patito Feo que por el gélido invierno de La Pequeña Cerillera y que conste que os lo digo por experiencia.

miércoles, 15 de febrero de 2012

UN POQUITO DE GIMNASIO

Todos estamos de acuerdo en que el deporte en su justa medida es algo muy bueno y necesario para el ser humano, de hecho a mí me gusta hacer deporte porque es una manera de descargar tensión acumulada a lo largo del día, por eso, en España salgo a correr por los campos cercamos a mi casa para que me dé el aire y así poder despejarme. El problema es que en Bruselas, sobre todo ahora en invierno, cuando no está lloviendo está nevando y cuando no, hace mucho viento por lo que correr se convierte en toda una odisea. Dado que me paso el día sentada en la oficina y mi desgaste calórico es mínimo, decidí apuntarme al gimnasio para así poder moverme un poco sin preocuparme por la lluvia y de paso evitar que se me ponga el culo como un autentico pandero.

Cuando comenté mis deseos a mi compañero de piso me habló del gimnasio al que él debería ir y me dijo que le parecía buena idea que me apuntara porque así nos animaríamos mutuamente. De este modo y antes de que mis buenos propósitos cayeran en saco roto nos acercamos al gimnasio para mi debut. Pedí a Pablo que viniera conmigo el primer día por el tema del idioma y que me da vergüenza ir sola, pero a pesar de eso hice el ridículo nada más entrar por la misma puerta del gimnasio y tener que decir mi fecha de nacimiento porque mezclé el francés con el inglés y al final no sé ni lo que dije, eso sí, el tipo del gimnasio me entendió aunque todo el proceso de rellenar mi ficha se lo paso riéndose de mí y de mis mezcolanzas idiomáticas, Pablo, mi compañero de piso me echaba un cable con el francés pero se unía a las bromas del hombre del gimnasio.

Una vez que terminamos el proceso de inscripción nos dirigimos a la sala donde están todas las máquinas. Entré con un poco de miedo porque yo siempre he pensado que los gimnasios están llenos de “Pepitos Piscinas” que solo van allí para lucirse y de tías buenas que no sabe una a lo que van porque no lo necesitan pero… me equivoqué  y lo primero que vi fue a una chica muy entrada en carnes que lo daba todo en una de las máquinas de correr y a un par de gorditos sudando la gota gorda en las bicicletas, así que ya más animada, le dije a Pablo que me iba a la zona del spinning.

Cuando llegué donde estaban las bicis de spinning me dio un poco de asco, no por el deporte en sí sino porque ya había empezado a captar el olor a humanidad que se respira en los gimnasios y yo soy una persona muy sensible a los olores. Pensando que me acostumbraría pronto y concentrándome para no marearme (soy muy exagerada para los malos olores), me senté en una de las bicis del final, que como todas estaba como mojada, a pesar de que su ocupante anterior la había limpiado (lo vi con mis propios ojos). Lo que hice fue limpiarla yo otra vez pero aun así había mucha condensación y seguía estando mojada. Haciendo de tripas corazón y ya sudando como un pollo por la humedad del ambiente empecé a pedalear pero…yo no sé hacer spinning, hay que cambiar una ruedecita que tiene la bici o no sé qué historias pero yo no tenía ni idea, lo único que notaba era que no me podía parar y que una vez se me salió el pie fuera del pedal. A vistas de que iba a hacer el ridículo y que el gimnasio a esa hora estaba lleno, decidí pedalear sin más para disimular y a las 20 minutos me bajé de la bici con cara de dignidad pero a la vez huyendo como alma que lleva el diablo porque una de las máquinas de correr se había quedado libre y esa era para mí.

Ya en la máquina de correr creí estar a salvo pero me equivocaba de nuevo porque no sabía cómo ponerla en marcha. Me esforcé en buscar al monitor en la distancia pero no sabía quién porque tome como referencia que era negro y eso en Bruselas no se puede hacer porque hay muchos y el gimnasio no iba a ser menos. Menos mal que apareció Pablo por allí y me ayudó a poner en marcha la máquina. Duré quince minutos porque se puso en la elíptica de al lado un tipo con un olor muy fuerte y entre el calor que tenía y el olor decidí irme a las bicis normales que estaban completamente vacías y donde ningún olor extraño me podría molestar. Cuando llevaba 30 minutos en la bici vino Pablo a buscarme para ver si estaba lista para que nos fuéramos a casa.

Salí contenta porque a pesar de mi inexperiencia en los gimnasios y mi poca familiaridad con la maquinaria, la condensación de sudor humano y los olores ya había pasado la prueba, es más, pienso volver y está vez no habrá bicicleta de spinning que se me resista.

miércoles, 8 de febrero de 2012

ASSWERPEN

Cuenta la leyenda de Silvio Brabo que en el río Schelde vivía un gigante llamado Druoon Antigoon que cobraba un peaje a todos los barcos que querían pasar por allí. Si algún capitán se negaba a pagar, el gigante le cortaba la mano y la tiraba al río. Un día, un centurión romano cansado de las exigencias del gigante, le pagó con su propia medicina, es decir, cuando el gigante les exigió el pago por el paso, el romano sacó su espada, le cortó la mano y la tiró al río, acabando con las tonterías del gigante. Dicen que es de ahí de donde surge el nombre de la ciudad (en flamenco Antwerpen, Ant=mano y werpen=lanzar). Bonita historia para una bonita ciudad.

La gente se extraña cuando arrugo el morro al oír el nombre de Amberes, -¿Qué pasa que no te gusta?, ¿Cómo no te puede gustar la segunda ciudad más grande de Bélgica?-. Mi problema no es con la ciudad en sí sino con el tiempo que me acompaña cuando voy a Amberes. La primera vez que fui me hizo un calor horrible, y yo el calor lo llevo muy mal, así que volví un poco harta de Amberes y sudando como un pollo, eso sí, me reí muchísimo y me lo pasé muy bien.

La segunda vez que fui a Amberes (todas las visitas se empeñan en ir y tengo que acompañarlas), llovía a mares, se me mojaron los pies y en fin…ya recordareis el episodio de la lluvia y mi sentimiento hacía ese fenómeno meteorológico tan necesario pero a la vez tan horrible. No contenta con eso y a pesar de haber dicho por activa y por pasiva que ya no volvería a Amberes porque siempre que voy el tiempo me la juega, el domingo pasado volví a ir. La idea era dar una vuelta por las tiendas (Amberes tiene una avenida que nada tiene que envidiar a la calle Preciados), comer y pasar el día porque sinceramente, es una ciudad chula y con muchísima vida pero los planes cambiaron y allí me vi yo por tercera vez en mi vida visitando Amberes turísticamente y…con nieve y los termómetros en negativo.

La nieve tampoco me gusta, no es que sea una quejica que no me gusta ni el frío, ni el calor, ni la lluvia, ni la sequía, es que a mí me gustan las temperaturas intermedias en las que hace fresquito y con una cazadorita te apañas pero no…-9º y nosotras pateando Amberes porque no teníamos nada mejor que hacer ese  sábado. Nada más pisar la calle principal, ya empecé a retorcer el morro, estaba todo nevado pero la nieve estaba ya guarreada, así que en vez de nieve parecía que estaba en una granja pisando barro o algo así. Además el suelo estaba resbaloso y había que tener mucho cuidado. Aún así, la calle estaba llena de gente porque aunque hacía muchísimo frío brillaba el sol y las personas que viven en los países más allá de los Pirineos jamás se quedan en casa un día soleado por mucho frío que haga. Era gracioso ver la nieve y a todos envueltos en abrigos, gorros y bufandas y en los escaparates de las tiendas la ropa anunciando la primavera. Tras reírnos de la ironía y el contraste entre los escaparates y la realidad llegamos a la zona turística: una catedral muy bonita (aunque nada que ver con la de Toledo, je, je), una Grand Place muy chula también y finalmente el puerto, donde el frío se multiplica por cuarenta. Antes de ir al puerto comimos, un bocadillo de jamón serrano, del malo pero bueno, me apetecía jamón y para una vez que lo encuentro por aquí me daba igual como fuera.

Después de comer, una de mis amigas, Alice, quiso ir a ver el castillo, que no  tiene más que una puerta que va a parar a un mirador del puerto pero le dimos el capricho y allá fuimos. Estuvimos tirándonos bolas de nieve y haciéndonos fotos, cuando ya teníamos las manos lo suficientemente rojas a pesar de llevar guantes, decidimos que ya estaba bien de coger frío y que lo mejor era irnos a por un chocolate caliente, pero para volver teníamos que bajar unas escaleras. Alice iba la primera, dirigiendo el cotarro y hablando sin parar, puso un pie en la escalera, se medio giró para advertirnos de lo peligroso que estaba por la nieve y se pego un culetazo impresionante escaleras abajo que nos hizo reír a todos, aunque paramos enseguida porque debió de hacerse daño. Aun así ella no perdió la sonrisa, nos dijo que como había hecho judo en el colegio sabía cómo caer y que por eso solo se había hecho daño en el culo que no nos preocupáramos. Seguimos por nuestro camino, Alice iba muy callada, -¿te duele?-, pregunté, -un poco- me contestó, -anda que venir a Amberes para perder el culo-. Me dijo esta frase en inglés, y no sé por qué me acordé de la leyenda del gigante, a ella la debió pasar lo mismo porque exclamamos las dos a la vez  “Asswerpen” (Ass=culo en inglés y werpen=lanzar en holandés). Nos reímos pro haber tenido las dos la misma ocurrencia tonta.


Pero ahí no quedo todo porque Silvia, la otra italiana que vino con nosotras quería ir al museo de arte contemporáneo y también le dimos el capricho. A mí personalmente el arte contemporáneo no me gusta porque no lo entiendo, creo que soy una persona demasiado corriente para apreciarlo,  no veo el arte en una tela rasgada, en un trozo de yeso o en cosas así. Alice y yo no paramos de reír durante toda la visita precisamente por eso, Silvia en cambio disfrutaba con cada obra, una de las veces la vi embelesada mirando un cuadro que era completamente azul, era de Kleen y por lo visto es un tipo de azul que se llama así, azul Kleen, porque se lo inventó ese señor. Yo no veía más que un cuadrado azul pero como ya he dicho…soy demasiado corriente para apreciar la belleza del arte contemporáneo. En una de las salas había unos focos todos juntos formando como una especie de pirámide, al acercarme noté que se estaba calentito y con el frio que tenía allí me quedé pensando precisamente en eso: lo a gusto que estaba al calor de los focos. -Es una obra muy famosa-me dijo Silvia-a mí también me gusta mucho-.-No lo sabía- contesté, -estoy aquí porque hace calor-. Se empezó a reír y me dijo que creía que estaba admirando la obra. Vimos muchas cosas en el museo a cada cual más “contemporánea”, incluso estaba expuesto un globo que venía con un infla en una caja de madera y explicaba como hincharlo en italiano. Nos reímos mucho mientras mis compañeras me traducían lo que ponía, el problema fue que me arrime tanto al cristal de donde estaba expuesta la caja que di al globo con la cabeza y casi lo tiro. Anduve lista y lo sujeté entre la pared y mi cabeza mientras Alice lo ponía en su sitio (más o menos) y huíamos de allí como alma que lleva el diablo. No entendimos el arte contemporáneo pero pasamos un rato muy bueno. Cuando salimos ya estaba anocheciendo y se había levantado más frío así que decidimos coger un autobús que nos dejara en la estación del tren para volver a Bruselas.
A pesar de mis malas experiencias meteorológicas con Amberes no pienso rendirme, volveré a Amberes, claro que volveré porque es una ciudad que me gusta pero…creo que lo haré en primavera para que la próxima vez que alguien mencione el nombre de la ciudad no arrugue el morro y me den ganas de hacer lo mismo que hacía el gigante con aquellos que no querían pagar el peaje: cortarles la mano y mandarles a Amberes lloviendo o nevando a por ella.