PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



martes, 22 de noviembre de 2011

LA TORRE DE BABEL

La semana pasada mi jefe me llamó a su despacho y me dijo que teníamos que preparar la fiesta de Navidad de la empresa. Había que buscar un local para unas cincuenta personas y mirar presupuesto de comida y bebida, todo así en plan cóctel porque ya sabemos que a los europeos les gusta más el rollo ese de picoteo y música de piano que sentarse a comer en condiciones, hablar alto y reír como solemos hacer en España en nuestras cenas o comidas de empresa navideñas. El caso es que ni corta ni perezosa me dirigí a realizar la tarea que me había sido encomendada yendo a hablar con los responsables de los posibles sitios y dedicándoles la mejor de mis sonrisas para que me atendieran bien y no se disparara mucho el precio porque “El Gran Jefe” había dado órdenes estrictas a mi jefe de que quería una fiesta chic sin gastarse mucho dinero (lo de siempre vaya).
En el primer sitio al que fui me atendió un chico llamado Musta (Mustafa) que era amigo de mi jefe y que nos ofreció una oferta bastante buena. Yo lo comparaba con las cenas navideñas españolas y me resultaba bastante barato; pero al “Gran Jefe” no terminaba de convencerle ese sitio y quería que siguiéramos buscando. “El Gran Jefe” es italiano así que fui a un restaurante italiano cuyo propietario tiene otro bar que era el lugar perfecto para la fiesta. Al llegar allí el manager de los camareros, un tipo muy repeinado que no podía negar sus raíces mediterráneas, me presentó al propietario quien a su vez me dijo que no hablaba ni inglés ni español, solo francés o italiano. Yo francés puedo entenderlo pero hablarlo no, así que…íbamos apañados. Cuando ya iban a empezar a entrarme los calores nerviosos, el hombre sonrió y me dijo que me esperara, fue para la cocina y apareció con una mujer bajita, gordita y muy simpática que me tendió la mano y me dio las buenas tardes con un español de acento sudamericano; era la cocinera. La expliqué lo que quería y tras hacérselo saber al dueño me pidió que volviera al día siguiente a las tres y media de la tarde que era cuando podíamos hablar tranquilos.
Cuando llegué se lo comenté a mi jefe y me dijo que al día siguiente él vendría conmigo para explicarle qué era exactamente lo que “El Gran Jefe” quería y a ver si podíamos dejarnos solucionada la papeleta de la fiesta chic-barata. Dicho y hecho esta tarde nos hemos dirigido al restaurante italiano para ver si zanjábamos el tema, con una particularidad: mi jefe solo habla alemán e inglés… Así que ahí estábamos sentados en una mesa, dos jefes con idiomas maternos tan dispares como el italiano y el alemán y dos…llamémoslo “assistants” que eran las únicas en esa mesa que se podían entender claramente. Así se desarrollaba la conversación: mi jefe me explicaba en inglés, yo explicaba a la cocinera en castellano, cocinera a su jefe en francés y con la respuesta del señor italiano lo mismo pero a la inversa. Eso parecía un chiste, ahí todos alrededor de la mesa y cada uno hablando como Dios le había dado a entender (nunca mejor dicho).
Al salir del bar mi jefe me ha dado las gracias, yo le he dicho que encantada, que me lo había pasado muy bien porque la situación había sido muy divertida, cosa que es cierta. No sé por cuál de los bares se decidirá “El Gran Jefe”, pero gracias a él y sus caprichos he descubierto mi nueva faceta, ya no solo soy: communication and social affairs assistant, además de secretaria-cogedora de teléfonos, portadora de ordenadores, compradora de leche y azafata de las conferencias que la empresa da en el Parlamento. Ahora también soy Traductora e Intérprete.  

               

miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL “BURDEL” DE LA FÔRET

Como buena viajera aprovecho cada fin de semana para andorrear por los alrededores de Bruselas, cualquier pueblo por pequeño que parezca merece que me de una vuelta por ahí para ver lo que se cuece; es todo tan diferente a lo que tengo en España que no quiero dejarme ningún rincón sin conocer. Por suerte, mis nuevos amigos de Bruselas comparten esta afición así que siempre que podemos cogemos el tren o bus correspondiente y nuestras cámaras de fotos y nos vamos por ahí. 
Hace un par de semanas, aprovechando el solecito, decidimos acercarnos a “La Fôret de Soignes” un bosque que hay al sudeste de Bruselas. Ni que decir tiene que el sábado que fue cuando decidimos ir hacía sol pero el domingo que era el día programado, la mañana se presentó nubosa y con niebla y no abrió el cielo en todo el día, pero bueno, aún así fuimos. Mis amigos se habían informado de cómo ir, una señora muy amable, les había explicado que había que coger dos autobuses y un par de tranvías. A mí me apreció un poco raro porque mi compañero de piso me había dicho que había un autobús que te dejaba derecho pero pensé que no sería el mismo bosque así que allá que nos fuimos muy obedientes a coger los cuatrocientos mil tranvías que la señora nos había indicado.
Lo primero que hicimos fue ir en metro hasta la parada del tranvía, allí tomamos uno y luego un autobús que nos dejó en la parada de otro tranvía que a su vez nos tenía que dejar en la parada de otro autobús. Como nos estábamos liando un poco decidimos preguntar a una señora muy elegante y muy seria que estaba en la parada. Mi amigo le dijo que estábamos buscando la plaza no se qué (no recuerdo el nombre) y que de allí teníamos que ir en bus a la “GARE DE BURDEL”. Al oír la palabra burdel me extrañó un poco, un burdel es un burdel en todas partes y me parecía raro que una estación se llamara así; se lo comenté a mis amigos y me enseñaron el papel con la explicación de la señora donde aparecía escrito “GARE DE BOORDAEL”,  a lo que mi amigo me dijo que suponía que se pronunciaría BUGDEL al más puro estilo francés.
Un chico nos indicó amablemente que tranvía teníamos que coger porque la señora del principio no quiso saber nada de nuestra pregunta y nos contestó q no sabía nada, aunque su parada era la misma que la nuestra. Una vez en el tranvía volvimos a hacer repaso del recorrido que nos quedaba y salió otra vez a relucir la famosa “GARE DE BURDEL”, la chica que estaba en frente de nosotros empezó a sonreírse al oírlo, por lo que otra vez volví a decir a mi amigo el portavoz que dudaba que fuera BURDEL. La chica de la gran sonrisa, nos indicó donde bajar y tomar el autobús y eso fue justo lo que hicimos. Al subir al autobús, el portavoz le pidió por favor al conductor que nos parara en la ya famosa GARE DE BURDEL…la cara del conductor fue un poema…-¿Dónde queréis que pare?, preguntó. –En la GARE DE BUGDEL- contestó mi amigo. –No es BUGDEL, es BUUNDEL, dijo sonriendo el conductor. Y todo el autobús se empezó a reír, nosotros los primeros, con mi amigo el portavoz de la aventura un pelín avergonzado pero riéndose también. El trayecto en el bus hasta GARE DE BOUNDAEL fue muy divertido porque gracias a la tontería estuvimos hablando y riéndonos con la gente del autobús y la pronunciación francesa. Aunque en realidad la culpa no era nuestra si no de la letra de la señora que nos había dado por escrito las indicaciones porque su N de BOUNDAEL parecía una R.
AL final llegamos al bosque, dos horas después de la hora prevista, es el sitio de la foto que adjunto (como me encanta la fotografía todas las fotos que aparecerán aquí estarán hechas por mí o por algún amigo, en ese caso indicaré quien es el autor). Los colores del otoño, la neblina y el frio le daban al bosque un aire de poesía de Espronceda…mereció la pena el viaje. Estuvimos dando una vuelta por el bosque y tomando fotos. Cuando empezó a oscurecer decidimos que había llegado el momento de volver a casa a ver si era posible no volver a armar un espectáculo. Para nuestra sorpresa, nos dirigimos a una de las paradas de autobús y vimos que efectivamente, como me había dicho mi compañero de piso, había un autobús que nos dejaba prácticamente en frente de mi casa y que tardaba unos 30 minutos. Cuando lo vimos nos reímos mucho, podíamos habernos ahorrado la vergüenza del BUGDEL y los cuatrocientos medios de transporte que habíamos cogido para llegar. Pero ya no había que pensarlo, además, había sido la parte más divertía del día, así que cogimos el autobús y entre risas nos fuimos a una de las cafeterías que hay por Saint. Boniface a por un chocolate caliente que bien merecido lo teniamos.


martes, 15 de noviembre de 2011

BRUSELAS

Una vez que ya ha pasado esa vergüenza del comienzo, me dispongo a relatar mis aventuras por ahí. Creo que conviene indicar que aunque soy toledana en estos momentos me encuentro bastante lejos de tierras castellanas; una vez más, ese destino caprichoso al que me referiré en numerosas ocasiones, me ha llevado nada más y nada menos que a la mismísima Bruselas, a la que podemos llamar capital de Europa pero que bueno, entre nosotros, no tiene nada que envidiar a Madrid, Barcelona ni a mi querido Toledo, para que nos vamos a engañar. Con esto no quiero criticar a Bruselas en absoluto, de hecho me gusta mucho estar aquí, está siendo una experiencia muy buena que me está llevando a su vez a otros sitios que visitaremos juntos a través de este blog.
                                                                              
Llegué a Bruselas el 24 de agosto para trabajar como becaria en el departamento de comunicación de una empresa de aquí. Aunque empezaba en septiembre, quise emplear una semana para tomar contacto con el entorno e ir conociendo la ciudad y el idioma porque...no hablo francés, lo que me ocasionó más de una situación ridícula sobre todo el primer mes. En ese ansia visitador de la primera semana me recorrí hasta el último rincón de la ciudad aunque he de confesar que no porque realmente quisiera si no porque leo muy mal los mapas y me perdía y terminaba en el lado contrario de donde realmente quería ir pero que a su vez tenía algo interesante y que me convenía saber así que…de momento no puedo quejarme de mi mala relación con los mapas porque no fue mal del todo.

 
Más de una persona me describió Bruselas como una ciudad aburrida, donde llovía muy a menudo y la gente se encerraba en casa a las 6 de la tarde…creo que esas personas y yo no estamos en la misma Bruselas porque la experiencia que yo tengo es la de una ciudad con muchísima vida, donde se pueden degustar las mejores cervezas y los chocolates más curiosos, por no hablar de sus elaborados gofres y sus tradicionales mejillones con "frites" (patatas fritas). Además el ambiente bruselense es muy multicultural, aquí te encuentras con gente de todas partes del mundo: África, Asia, América, diferentes puntos de Europa…lo que hace que te sientas menos extranjero y abras tu mente a diferentes culturas; no por el hecho de vivir aquí la gente renuncia a sus raíces, el otro día por ejemplo, iba a un cajero automático a sacar dinero (los cajeros en Bruselas son espectaculares, son muy grandes, algunos tienen asientos para que te sientes mientras sacas dinero…vamos que dan ganas de hacer botellón ahí dentro) y vi a alguien medio tumbado en el suelo, unos zapatos, y unas bolsas de la compra. Me quedé muy extrañada y pensaba que serían imaginaciones mías, pero cuando me acerqué aun más vi  a un musulmán rezando. Había llegado la hora de sus rezos y el señor había sacado sus enseres y había aprovechado la soledad del cajero para orar. Me quedé de piedra y no sabía que hacer: entrar o no…Finalmente decidí no hacerlo porque considero la oración como algo muy privado así que anduve un poco más y me fui a otro cajero que hay muchos. Y es que es lo que tiene Bruselas entre bicicletas, coches que van como locos y tanta multiculturalidad una nunca sabe lo que puede encontrarse al doblar la esquina.