Cardiff es una ciudad que me gusta muchísimo,
es pequeña, manejable, tienen parques muy bonitos para correr, tiendas, cafeterías
con tartas exquisitas, restaurantes, una bahía que cuando hace sol puedes
incluso creer que estas en alguna ciudad costera española…pero tienen una cosa
que odio, y mucho…las gaviotas.
Por las mañanas yo no me despierto con el canto del gallo, ni con el piar de
los pájaros sino con el ruido molesto que hacen las gaviotas. Además me dan mucho asco porque siempre están
rebuscando en la basura y son muy chulas y no se asustan con nada, en
definitiva, me dan tanto horror o incluso más que las palomas, y ya es decir.
Una mañana corriendo por el parque vi a lo lejos una pequeña “explosión” de
agua que salía disparada de un árbol. Al principio pensé que el viento habría
movido las hojas y se habría caído agua de lluvia de la noche anterior, pero
cuando me acerque al lugar vi que era una grandísima caca de gaviota. Me estremecí
al pensar que si hubiera pasado por allí tan solo unos segundos antes me habría
caído encima y desde entonces corro por el parque un poco obsesionada con la
idea de que una gaviota me de los buenos días a su manera.
La verdad es que al imagen de la cagada de gaviota saliendo disparada de
entre los árboles estuvo atormentándome un mes entero y ya se me estaba
empezando a olvidar, de hecho solo me acordaba en contadas ocasiones como
cuando veía que las gaviotas habían bombardeado los coches de mis vecinos o la
moto de Liam, uno de miscompañeros de piso. Incluso había dejado de
atormentarme la idea de que una caca me callera encima…hoy todo ha cambiado.
Esta mañana me he levantado temprano porque quería ir a correr y luego
poner una lavadora y dejar que la ropa se secara fuera porque según la
predicción meteorológica de la BBC ( que es muy precisa) hoy se nos termina el
buen tiempo que hemos estado teniendo durante esta última semana. Todo ha
salido estupendo: el sol brillaba, la temperatura era ideal y al terminar la
lavadora he salido a tender la ropa al patio trasero. De repente, cuando estaba
tendiendo mi camiseta roja de la “San Silvestre Toledana” he oído como un pedo
aéreo (un sonido como de pedo que venía de arriba), he arrugado la nariz como
suelo hacer cuando algo me extraña y de repente una caca de gaviota ha caído
justo a mi lado con una onda expansiva que ha ensuciado mi camiseta roja y mi
pelo. ¡No me lo podía creer, me había cagado una gaviota! Me he quedado
petrificada mirando la camiseta y analizando cada rincón de mi cuerpo para
saber el grado de los daños colaterales de la mierda de la maldita
gaviota. Menos mal que ha sido la
camiseta roja de la “San Silvestre” y no la camiseta rosa de Nike que es mi
preferida y que aguardaba dentro de la casa esperando su turno para ser
tendida. Cuando he reaccionado he recogido toda la ropa para tenderla dentro y
he vuelto a poner la lavadora con las prendas afectadas: la famosa camiseta
roja y los vaqueros y la camisa que llevaba puestos, que aunque no he visto
resto alguno de excremento he preferido prevenir. También he tenido que volver
a lavarme el pelo (no hacia ni una hora que había salido de la ducha). Ni que
decir tiene que he tendido la ropa dentro, en el tendedero.
La cosa no queda ahí porque el viernes recibí el efecto colateral de otra
caca lo que pasa es que no tenía claro si era caca u oxido de un puente porque
justo me pillo pasando por debajo de un puente y como aquí llueve tanto siempre
hay como goteras. Curiosamente las cacas de gaviotas no huelen ni bien ni mal,
al menos las de las gaviotas galesas, huelen como a algo oxidado de ahí que el
viernes me auto convenciera de que había sido el puente aunque confieso que
llegue a casa y por si acaso, me metí entera en la ducha dándome unos buenos restregones
de jabón en la piel y el pelo. La ropa fue derechita a la lavadora.
Dicen que pisar cacas o que te cague un pájaro encima es señal de buena
suerte así que a mí me espera algo muy grande porque ser alcanzada por dos
cacas de gaviota (nada de gorrión o cualquier otro pajarito pequeño) en rodeo
de tres días no puede ser solo fruto del azar. J