PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



lunes, 9 de julio de 2012

ZAPATOS ROTOS


Hace un par de semanas, cuando estuve en España me compré unos zapatos, me gusta comprarme los zapatos allí porque me parece que la calidad es mejor, aunque, ahora ya no se…el caso que al llegar no me lo pensé dos veces y me fui a por zapatos primaverales, en concreto me compré unos mocasines. Hago aquí un pequeño paréntesis para avisar que odio las manoletinas (que ahora se llaman bailarinas que suena más chic), los mocasines o cualquier zapato de ese estilo que pueda existir, lo que pasa es que como en Bélgica el verano tal y como lo entiende un español es algo que solo existe en sus sueños o ven en película californianas no podemos llevar zapatos veraniegos y me veo obligada a llevar los malditos zapatos que tanto odio.

En realidad, no sé porque tengo horror a ese tipo de zapatos porque cuando se los veo a la gente puestos incluso me gustan pero en mí no, siento como que no van con mi estilo, como si fuera otra persona, me hacen bajita y me veo como redonda…no sé, que los he cogido manía y ya está. Pero los mocasines que me había comprado me gustaban, no tenían mala calidad, precio razonable, color veraniego…una serie de características que los hicieron pasar por el aro de mi cabeza “odiadora” de mocasines y he de confesar que hasta me gustaban y no me veía tan mal con ellos.

Mi primer día de vuelta al trabajo estrené mis mocasines, perfectos, no me hacían daño, iban bien con mi ropa, todo genial. Aguanté todo el día con ellos puestos y estaba empezando a cambiar mi concepto sobre los zapatos de ese tipo, pero… no duró mucho la sensación. El segundo día que me puse los zapatos todo estaba correcto por la mañana antes de salir de casa, pero cuando llegué a la oficina me encontré con que uno se me había  roto de un lado y el otro estaba empezando a romperse de los dos lados. Ya sé que la culpa la tiene que tengo los pies muy anchos pero yo arremetí contra el zapato acordándome de todos los zapateros del país. ¡Cómo voy a ir con un agujero en los zapatos !, encima no me podía volver a casa a cambiar porque trabajo muy lejos, tampoco hay zapaterías cercanas para entrar a comprarme otras odiadas manoletinas, nada, así que empecé a pensar cómo demonios iba a arreglar eso para que me aguantaran toda la mañana sin pasar vergüenza. Cuando llegó mi compañera a la oficina le expuse lo sucedido y le pregunté si tenía aguja e hilo para hacer  un cosidito que me sacara del apuro, pero nada; claro que después de este episodio la que va a llevar siempre en el bolso aguja e hilo voy a ser yo. Mi compañera me dijo que a ella también le pasaba porque también tiene los pies anchos, que no me preocupara, pero yo si me preocupaba, tanto que según iban llegando mis compañeros de oficina me preguntaban que si estaba triste o cansada, a lo que yo contestaba que cansada porque duerno poco lo que no era del todo cierto, lo que estaba era pensando cómo arreglar el zapato y no me gusta que me molesten cuando pienso. Podéis pensar que mi situación era exagerada pero es que teníamos comida de departamento y no podía presentare delante de mis compañeras, mujeres de importante rango en agencia europea que imagino que tendrán un armario de ropa y zapatos como el del anuncio de Heineken con mis zapatos semi nuevos rotos. Tras un rato de pensar vi un rollo celofán encima de la mesa y los pegue  por dentro y por fuera, no se notaba mucho el apaño pero cuando andaba sonaba como si tuviera los bolsillos llenos de caramelos pero parecía que con el invento iba a salir del aprieto. Pero… duró dos ratos porque se empezaron a despegar y los agujeros se iban haciendo más grandes y a mí me daba cada vez más vergüenza y no sabía cómo esconderlos así que al final decidí salir un pelín antes del trabajo porque ya no aguantaba más estar con los zapatos rotos y con los dedos pequeños de los pies medio fuera explorando el mundo.

No sé que hacer con estos zapatos la verdad, voy a intentar (cuando vuelva a Torrijos) llevárselos a Fausto el zapatero, alías “El McGiver de los Zapatos”, que no hay zapato roto que se le resista a ver si puede hacer algo con ellos y así hacer que me reconcilie con los mocasines hasta que me vuelvan a jugar una de las suyas.

miércoles, 4 de julio de 2012

CAMPEONES DE EUROPA


No todo el mundo vive una final de la Copa de Europa cuando tu país juega la final fuera de casa, y he de reconocer que no es plato de gusto, al menos en mi caso, porque me hubiera encantado estar viendo el partido en Torrijos y celebrar nuestra victoria en la rotonda de la bandera con los bomberos echándonos agua y la gente dando voces. Y continuar cerveceando y jugando al billar con banderas pintadas en la cara hasta las tantas de la mañana como ya hice en la anterior Eurocopa y el Mundial. Pero esta vez no ha podido ser así y me he visto obligada a vivir una final de Eurocopa en un ambiente muy internacional donde todo el mundo quiso ser español por unas horas y en la que los propios españoles nos sentíamos más españoles que nunca en esta multicultural ciudad. 

Esa misma tarde, mi compañera de piso, una griega, me preguntó si podía venir conmigo a ver el partido porque lo quería ver con españoles. La respuesta fue un sí como un piano porque todo soporte es poco en ocasiones como esta. Le dije que estuviera preparada para las 19:45 ya que habíamos quedado a las 20:00. A la hora acordada aporreé la puerta de su habitación para meter prisa y presión porque llevaba toda la tarde nerviosa y quería ver el partido tranquilamente sentada. Cuando me contestó diciéndome que ya iba me quedé esperándola mirándome al espejo de la entrada; vaqueros, manoletinas y bolso beige y una de mis camisetas de la suerte (beige y marrón) era el modelito que había elegido para el partido porque no tengo aquí nada rojo, eso sí, la bandera española lucía sobre mis hombros para dejar bien claro de parte de quien estaba. En esas estaba yo, observando lo sencilla a la par que elegante que iba cuando oí unos tacones por el pasillo y vi a mi compañera subida en unas plataformas enormes y embutida en un minúsculo vestido rojo. –Viva España-, me dijo con un extraño acento, -viva- contesté casi sin voz e intentando que no se me notara la cara de estupor que se me había quedado al ver semejante atuendo. Me volví a mirar al espejo y  a analizar mi ropa rápidamente…-vas muy bien para ver el partido-, pensé mientras agarraba con fuerza la bandera rojigualda.

 A la hora acordada llegamos a la Plaza de Luxemburgo donde había quedado con mis amigas: dos españolas, Alesia y Fátima (torrijeña como yo) y la polaca Joanna a la que tuve que regañar porque se había puesto una americana azul Italia. –Es que voy con los dos-, me dijo a modo de disculpa, -me gustan los chicos italianos-, -a mí también, pero no es motivo para cambiarse la chaqueta en el último partido, llevas todo el rato animando a España-, la dije riendo y señalando con falso desprecio a la chaqueta azul “Azurra” que se había plantificado para animar a Italia porque no la vi celebrar ni un solo gol español pero si que oí sus resoplidos e más de una ocasión mientras yo palmeaba y me emocionaba con las jugadas de los chicos de “La Roja”.

Tuvimos que sentarnos separadas porque no había sitio para todas en la terraza del bar, así que Alesia y Fátima se fueron dentro y yo me quedé fuera con Eli, Joanna y un montón de españoles a los que no conocía y que gritaban tonterías y amenizaban el partido. En esas estábamos cuando de repente se nos apagó la tele, todas funcionaban menos la nuestra y la gente empezó a silbar y a quejarse, -como marquen gol matamos al dueño-, me dijo Eli riendo, y mira por donde de repente escuchamos gritos de admiración y ánimo en las terrazas de los bares de al lado, seguidos de gritos de gol. Nosotros no sabíamos que hacer hasta que vimos hondear una bandera española y a los que estaban dentro que salían fuera gritando y empezamos a gritar gol y dar palmas y creo que todos nos acordamos mucho de la madre de los dueños del bar que se apresuraban por arreglar la tele antes de que la marabunta de españoles nos echáramos encima por no haber disfrutado de nuestro primer gol de partido. Una vez arreglada la tele seguimos viendo el espectáculo, eso sí, en el segundo tiempo me fui dentro con Fátima y Alesia, seguida por la alicaída Joanna y dejando a Eli en la terraza con un amigo suyo.

Dentro del bar todo fueron risas y celebraciones, el tercer gol de España ya no dejaba dudas de que volveríamos a ser los campeones de Europa y Alesia sacó sus pinturas para decorarnos la cara con la bandera española para la posterior celebración. En esas estábamos cuando llegó el cuarto gol y casi seguido el final del partido. Ya se empezaban a escuchar los pitos de los coches y la Plaza de Luxemburgo se llenaba de barullo y de personas ataviadas con los colores de nuestra selección. Fue un momento muy emotivo, como siempre que ganamos, aunque no pude evitar recordar donde me gustaría estar y con quién lo que no quiere decir que no agradezca la compañía de aquella tarde porque no es cierto, gracias a ellas lo pasé también genial.

 Volviendo a los acontecimientos, salimos fuera para reunirnos con Eli y su amigo, un español muy serio, que nos miraba asustado y que parecía que iba con Italia más que con España por la cara que tenía. El caso es que Eli se dio cuenta de las banderas de mis mejillas y dijo que quería una, la dije que hablara con Alesia que era la maquilladora oficial. Vi a Eli aproximarse a Alesia y una cara rara por parte de ésta tras oí la petición de Eli. Desaparecí por unos momentos para ir a saludar a mi otro compañero de piso que también celebraba nuestra victoria entre voces y saltos cuando apareció Eli saltando con su minúsculo vestido rojo y un corazón con los colores de nuestra bandera pintado en su el gigantesco escote ( podéis imaginar donde llevaba el corazón pintado). Volvió mi cara de estupor y comprendí porqué Alesia había puesto esa cara de susto cuando le dijo que quería que la pintara una bandera. Joanna se acercó y me susurró al oído uno de los -It’s too much-, que no había parado de repetirme durante toda la tarde cada vez que miraba el vestido rojo de Eli. Haciendo acopio de mi malicia hice un gesto a Alesia que con su acento gallego y lejos de cualquiera que pudiera escucharla me dijo : -Esta chica está loca, pues no me pide que la pinte un corazón con la bandera en la teta, ¡EN LA TETA!. Y encima el rojo es mi pintalabios-; –ya ves, y luego tu te pintas los morros con esa barra-, la dije sin parar de reír, -Ahí calla, calla, deja que se me olvide-, me contestó riendo pero aun con la cara de alucine que todas teníamos ante semejante situación.

Pero la cosa no terminó ahí porque decidimos ir a la Bourse, en el centro de la ciudad a celebrar nuestra victoria, Joanna optó por irse a casa con su chaqueta azul “Azzurra” y las demás nos fuimos a seguir con nuestra euforia. La policía cortó los accesos a la Bourse al tráfico pero aun así se veían coches con banderas y dándole al claxon mientras se desviaban por otras calles. La verdad es que era bonito ver tanto rojo y tanto amarillo en la capital de Europa sintiendo que éramos los primeros en algo y no los últimos aunque fuera solo por unas horas. Pero esa alegría se convirtió en sorpresa cuando al llegar al edificio de la bolsa nos dimos cuenta de que de los allí congregados españoles de pura cepa éramos bien poquitos; ingleses, belgas y sobre todo magrebíes eran los que hondeaban nuestra bandera al grito de ¨Yo soy Español, Español, Español¨ , acercándose a las cámaras de televisión y haciéndose pasar por nosotros. –No me lo puedo creer-, fue lo único que acerté a decir, -Créelo-, me dijo un chico gallego, -menos mal que vosotras sois españolas auténticas porque esto está lleno de impostores, así piensan luego por aquí que qué morenos somos-. No me quedó otra que reír. Tras observar un poco el ambiente y reírnos de la situación empezaron unos fuegos artificiales. Fátima y yo los mirábamos embelesadas, -¡la pólvora!- exclamó Fátima, -creía yo que este año me quedaba sin ella-, me dijo sonriendo, -Ya ves Fati qué situación, dos torrijeñas en Bruselas, celebrando que somos los campeones de Europa rodeadas de nuestros vecinos del Sur diciendo que son españoles-. Nos miramos sonriendo y continuamos disfrutando del espectáculo.