PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



viernes, 17 de mayo de 2013

TEOCLES

Ya ha llegado la hora de poner fin a estos dos meses que me he tomado de vacaciones. Tienen su explicación, los que me conocéis sabéis que yo no hago nada sin una razón y la razón es muy sencilla: estaba acostumbrándome a mi nueva vida. Sí, ya no vivo en Bruselas, el contrato se terminó sin posibilidad de extensión (nunca la tuvo) y me vi obligada a volver. Lo que en un principio fue alegría en un mes se convirtió en aburrimiento y en tristeza porque esa es la parte mala de los que nos pasamos la vida de vueltas por ahí…no sabemos bien donde queremos estar porque nuestro sitio ideal no existe, tiene un poco de aquí y de allá por tanto la única solución es aceptar nuestras cambiantes realidades hasta que encontremos la NUESTRA y yo no la he encontrado de momento.
Sé que mi estancia en España tienen los meses contados porque en enero emigro otra vez y aunque en un principio también hay fecha de vuelta, cuanto más tiempo paso en mi pueblo más me doy cuenta que mi sitio no está aquí y no está aquí porque me marché hace mucho y tanto yo como el lugar y sus gentes hemos evolucionado por diferentes caminos lo que se traduce en que soy la pieza que no encaja en el puzle.  
Por tanto, aunque quiero seguir manteniendo el blog, aunque parece ser que solo lo leen mis padres, me va a costar bastante dado que apenas salgo de mi casa, las salidas se suelen resumir a correr 8 kilómetros cada día y ahora con una pequeñita lesión en el pié ni eso. Así que de golpe y porrazo he pasado de estar hoy en Alemania, mañana en Luxemburgo pasado en Francia a vivir encerrada en las cuatro paredes de mi casa o como dice la gente de mi edad a los que la vida les sonríe, tienen casa, coche, novios o maridos con los que viven y no se ven obligados a cruzar fronteras para vivir en países fríos y lluviosos, “la casa de mis padres” porque a los nómadas como yo de repente al llegar a su sitio de origen la gente les toma como a unos cirqueros que van y vienen sin aspiraciones en la vida y sin quehaceres y te miran con pena mientras hablan de cómo han preparado las lentejas  o si han pasado la aspiradora a su casa de repente te miran y dicen dirigiéndose a ti cosas como:
-Ah pensarás que somos unas marujas como a ti eso no te toca.
Claro que no porque cuando vivía en Bruselas mi madre se cogía el Ryanair de las 6:30 de la mañana, llegaba, me limpiaba la casa, me preparaba la comida y la cena para que la calentara por la noche y se volvía en el Ryanair de las 6 de la tarde. Tampoco he tenido que lavar, ni planchar, ni que limpiar el filtro de la lavadora, ni cambiar bombillas, ni arreglar la percha que se calló de la pared dejándome dos preciosos agujeros, ni que pinchar unos radiadores que llevaban sin ser pinchados desde la batalla de Waterloo.
La diferencia está en que la gente que anda dando vueltas por ahí, no tiene temas de conversación tales como la comida, la ropa, o la plancha. Bastante tenemos con acostumbrarnos a las nuevas culturas y los climas como para andarnos preocupando si el arroz ha salido bueno o malo, nos lo comemos y punto.


Bueno pensareis que qué tiene que ver Teocles con todo esto, es más, os preguntareis quién es Teocles, pues es mi tortuga. Teo, como la llamo cariñosamente, llegó a mi casa en septiembre del año pasado, de hecho nos hemos conocido más a fondo esta primavera cuando ella se ha despertado de su letargo invernal y yo he vuelto de Bélgica. Desde que se ha despertado Teo se pasa las tardes estudiando la manera de escapar de las cuatro paredes del patio de mi casa. Como yo estoy ociosa como ella, los días que hace sol me siento a observarla y veo su largo cuello estudiando cada rincón del patio, de repente se acerca a alguna de las paredes y hace un esfuerzo inútil por trepar mientras mira con sus ojos de serpiente al cielo azul. Entonces me acerco a ella, me mira, pestañea y la digo que no se preocupe que en esas cuatro paredes está bien que tiene comida y agua. Y ella vuelve a pestañear y a veces me mira con cara de mala y cuando me descuido se sube a cualquier maceta, o planta o cubo o lo que sea que encuentre que es alto para poder escapar. A veces se cae y tengo que cogerla, darle la vuelta y regañarla. Estas últimas semanas ha estado muy latosa, portándose muy mal por las tardes y rompiendo plantas en su ardiente deseo de marcharse. Incluso me planteé  buscar algún criadero de tortugas y llevarla allí porque aunque Teo no lo sabe, la entiendo un poquito, porque las dos estamos igual.
Esta semana ya ha estado más tranquila y no ha intentado escaparse, ha debido considerar que no va a estar en ningún sitio mejor que aquí, ahora hace las labores de cualquier tortuga normal: comer, pasear, darse un baño, subirse a algún tiesto pero a tomar el sol no para intentar ir más arriba. Yo la sigo observando sentada al sol porque no tengo nada mejor que hacer y porque según la mitología china las tortugas son  signo de sabiduría, vamos a ver si se me pega algo y me acostumbro yo también pronto a mi nueva situación tomando el ejemplo de la sabia Teocles.