PARA EMPEZAR...

PARA EMPEZAR...

Me llamo Marta Fernández, licenciada en periodismo, experta en Relaciones Internacionales y a un paso de ser Doctor en Ciencias Políticas.

Mi pasión por el periodismo y contar lo que pasaba comenzó siendo muy pequeña, quizá tuviera unos seis años, y veía a los reporteros en la tele, cada día en un sitio, contando historias diferentes, visitando muchos lugares, conociendo otras culturas y personas, todo muy apasionante. Y como siempre he sido muy cabezona eso fue justo lo que hice, convertirme en periodista y aunque no se si por azar o por mala suerte (o no), la vida no me está brindando la oportunidad de ser periodista pero si que me está dando la de viajar y conocer diferentes lugares, culturas y personas, a veces lejos de casa, otras veces muy cerca de ella, pero siempre encuentro en todo una historia que merece ser contada.

Ya decían Celtas Cortos "En estos días inciertos en que vivir es un arte", yo lo que pretendo es exprimir al máximo ese arte, contar mis experiencias y compartir mis viviencias que a veces son buenas y otras no tanto, pero que la mayoría de las veces dejan anécdotas graciosas y divertidas que me recuerdan lo maravilloso que es ir...Dando Vueltas por Ahí.



lunes, 17 de diciembre de 2012

MI CUMPLE BELGA


A pesar de mi más que incierto futuro y de que ya voy teniendo una edad y nada está claro en mi vida, tengo que confesar que me encanta cumplir años porque nunca pienso en realidad los que cumplo. Me gusta mucho que la gente me felicite, sí, me gusta muchísimo y me da igual la manera, lo importante es que ese día me dediquen unas palabritas.

Normalmente en mi familia tenemos una especie de ritual cumpleañero que consiste en ir todos a despertar al protagonista del día, felicitarle, darle nuestros regalos y disfrutar todos del momento. Pero yo ya llevo dos años en que no puedo hacer eso porque estoy lejos de casa, aun así siempre hay alguien que recuerda mi cumple y me hace ese día muy especial. Hace un año Fátima me organizó una sorpresita apareciendo de repente en casa con mis compañeros de piso, otra amiga, una tarta de manzana y regalos, gritando como loca el cumpleaños feliz, me alegró mucho un día en el que más que nunca me acordaba de los míos. Este año ha sido también muy bueno, con muchas felicitaciones y sorpresas…y como no…con la “martada” de fin de fiesta para terminar de rematar la faena.

 

La primera sorpresa la recibí el miércoles 12 por parte de Javi, como se iba a Bolonia justo el día de mi cumple a pasar todo el fin de semana, me regaló la entrada para ir al estreno de la película “El Hobbit". Me gustó mucho el regalo porque tenía muchísimas ganas de ir a ver la peli. Javi se portó muy bien en el cine (claro que ya iba advertido de que no quería escuchar ni un susurro), aprovechó para hablar un montón y sin parar antes de la peli y durante los anuncios pero en el momento clave supo mantener el tipo, eso sí, no pudimos evitar risas e intercambio de opiniones a pesar de habernos propuesto no abrir el pico durante las casi tres horas. Fue una tarde muy divertida.

Al día siguiente, cuando me desperté ya tenía los “veintitodos” pero estaba muy contenta porque ya había comenzado el chorreo de mensajes al móvil de todos aquellos que se acordaban de mí, llegué al trabajo y allí Alexandra, mi compañera de oficina, me esperaba con una flor de Pascua y un libro de recetas con M&M’s, que son uno de mis dulces favoritos. Por su parte mis compañeros de departamento me regalaron una tarjeta  y una caja de bombones Neuhaus que también son de mis favoritos. También, dos días antes había recibido también una felicitación por correo postal de mis padres…vamos que mi cumpleaños no podía ir mejor.

 A las cinco y veinticinco, loca de contenta me fui a casa, había quedado con Fátima y Joanna en Place Luxe para celebrar el cumple con ellas tomándonos las cervecillas de rigor. Llegué a casa, me duché y cuando me estaba secando vi como goterones de sangre caían al suelo, asustada intenté buscar la fuente de mi horrible descubrimiento y vi mi estomago, tripa y pierna izquierda ensangrentadas también. Asustada me miré la mano, y allí encontré el pequeño capilar roto que tengo en el dedo sangrando como loco. Ya me ha pasado más veces así que lo tapé como pude y me dispuse a limpiar la carnicería que mi diminuta herida había liado. A la vez estaba preocupada porque la última vez que me pasó tuve que ir al médico a que me cortaran la hemorragia y claro esta vez no iba a ser menos. Estuve durante unos veinte minutos intentando en vano parar aquel grifo pero era inútil, un poco desesperada me vestí como pude y llamé a Fátima para contarle mi problema y pedirle que me acompañara a urgencias porque estaba sola en casa. Fátima vino corriendo trayendo consigo un montón de gasas por si acaso nos hacían falta. Mientras me ayudaba a vendarme el dedo, Fátima iba practicando en francés lo que le iba a decir al médico, a mí me daba mucha risa porque Fati se mete mucho en el papel, finalmente decidimos meter el diccionario de francés en el bolso por si acaso y nos marchamos al hospital. El camino se me hizo muy ameno porque Fátima me iba entreteniendo y haciéndome reír mucho, más que al médico parecía que nos íbamos de fiesta. Bajamos en la parada de Poret de Hall y comenzamos a andar por un barrio no muy recomendable porque el hospital estaba por allí. Tuvimos que dar una vueltecita pero al final lo encontramos ycuando entré me dio la sensación de que tampoco era un lugar muy recomendable. Me destapé el dedo y había dejado de sangrar, pero lo toqué un poco y comenzó otra vez así que nos acercamos a la recepción a pedir turno. Muy en su papel de madre Fátima me pidió que no me riera mientras ella explicaba que me había pasado y me pidió la tarjeta sanitaria europea para que tomaran mis datos. La enfermera no escuchó la explicación de Fati, solo miró mi dedo, y nos mandó a la sala de espera. Enseguida me llamaron para que pasara a otra sala de espera que me gustó menos que la primera porque había enfermos en camillas por los pasillos, gente con pinta rara y me daba la sensación de suciedad. Aun así Fátima me estaba alegrando la estancia con las cosas que me contaba y me seguía haciendo reír muchísimo. De repente se abrió una puerta tras la que se podía ver una consulta y un hombre con pinta sucia que decía en español no se qué de perros y gatos, una enfermera, que tenía rasgos magrebíes, le dijo también en español que se esperara pero tan pronto como la vio alejarse, el señor se puso su chaqueta y se marchó por donde había venido. Al rato un médico vino preguntando por él y nosotras le dijimos que se había ido, la noticia no pareció gustarle mucho al doctor, yo estaba alucinando porque más que un hospital parecía un manicomio. Tras unas dos horas de espera (el dedo ya había dejado de sangrar) y tras oír unas cuantas veces “enseguida os atendemos”, un enfermero nos hizo pasar a una consulta y me pidió que me tumbara en una camilla. A mí me daba  un poco de cosa tumbarme porque aunque la camilla estaba limpia el hospital no me inspiraba confianza. El enfermero me pregunto qué me pasaba y Fátima le explicó en francés pero tampoco pareció hacer mucho caso:

-¿Tienes puesta la vacuna del tétano?, preguntó el enfermero

-¿Pero que está diciendo del tétano?, dije a Fátima, -si yo no me he cortado-.

Entre las dos y ahora en inglés le volvimos a explicar lo que me pasaba pero él seguía empeñado en la vacuna del tétano mientras yo negaba con la cabeza y no paraba de decir que no, que a mí vacunas no me ponían. Al final el enfermero cansado se fue a llamar al médico. De repente apareció el doctor que más que un médico parecía un presidiario, con él se repitió la misma historia y ni siquiera me limpió la sangre seca del dedo por lo que no pudo ver lo que tenía. Pensaba que era un corte y pasaba de nuestras explicaciones, lo mismo le daba inglés, que francés que mi desesperación en español diciéndole a Fátima que no nos estaban entendiendo, el médico seguía pensando que me había cortado y dañado una arteria, que por eso me salía sangre y que me tenía que poner la inyección del tétano porque si me la pusieron con 16 años me la tenía que haber renovado hace tres. Yo le dije que en España no nos hacía falta la vacuna del tétano y Fátima empezó a preocuparse porque no la teníamos puesta, yo intenté tranquilizarla diciéndola que seguro que en nuestro país no era obligatorio ponérsela porque no está tan sucio como Bruselas, cosa que sigo pensando, pero aun así dijo que quería preguntarlo en Toledo. Volviendo al tema, el médico seguía erre que erre con la vacuna y yo ya incorporada en la camilla y según Fátima con una cara de preocupación enorme seguía diciendo que no y que no a la dichosa vacuna. El médico se cansó y me dijo que si no quería inyección que me ponía una tirita y para casa, llamó al enfermero y fue lo que me hicieron: betadine, tirita y “ale bonita para tu casa”, eso sí antes tuve que pasar por caja y pagar 45 euros, es decir, el desinfectante y la tirita más caros de la historia, eso sí me dieron la factura para que pida el importe a la seguridad social española…me ahorro el comentario.

Salí del hospital muy indignada por el trato recibido y por haber tenido que pagar por nada, aun así, estaba muy agradecida con Fátima por haberme acompañado y amenizado en esa tarde de cumpleaños tan surrealista, si así empecé los veintinueve creo que este año…promete.

domingo, 9 de diciembre de 2012

VUELTA A NEKLA


Por la mañana nos levantamos temprano, Arek nos había despertado a las seis para despedirse de nosotras porque se tenía que ir a clase. Volvimos a dormir y nos levantamos sobre las nueve y pico, desayunamos y nos marchamos a ver la universidad de Poznan. Es un edificio antiguo y muy bonito, además brillaba el sol por lo que se hacía más llevadero estar en la calle. A pesar de que Joanna ya tenía sus botas me hizo entrar a más zapaterías porque quería mirar más. De nada sirvió que le dijera que me parecía una tontería porque ya tenía las suyas, pero bueno.

El día de San Martín estaba cerca y concretamente en Poznan se celebra mucho, hacen unos bollitos especiales llamados Rogale  Świetomarcinskie que es un bollo con forma de croissant relleno de una crema de nueces (creo). Estaba muy, muy bueno y Joanna se cuidó mucho de que los probara de la mejor pastelería de Poznan. Compré unas postales para mandárselas a mis padres y a mi hermano (tengo la costumbre de enviarles postales de los países que visito) y anduvimos a la parada del tranvía para bajar el pastel.

Cuando llevábamos un par de paradas de tranvía se subió un chico guapísimo, alto, rubio y bien vestido, llevaba como una bolsa de deporte. Joanna y yo que estábamos en una animada conversación nos callamos unos segundos al paso del chico y nos miramos con cara de aprobación:

-¡Qué guapo!-exclamó Joanna en español y a grito pelado en el tranvía. (Habíamos acordado que nuestro idioma para hablar de la gente que teníamos delante o cerca sería el español para evitar que nos entendieran).

De repente el chico se dio la vuelta y nos miró.

-¿Entiende?-preguntó Joanna de nuevo en español más roja que un tomate.

Yo no podía parar de reír. Le expliqué que no creía que la hubiera entendido que simplemente se habría girado porque escuchó un idioma raro. No sé si fue así o no pero nosotras continuamos hablando de lo guapo que era ese chico en español, lo mismo nos dio que nos entendiera o que no. Cuando nos bajamos él también lo hizo y tomó nuestra misma dirección. Joanna sonrió y me dijo que a lo mejor era el nuevo compañero de piso de su hermano porque ella no le conocía y no sabía quién era y que a lo mejor nos encontrábamos con él en la casa y podíamos hablar…en fin, una buena historia que se inventó, como el cuento de la lechera. Pero se nos rompió el cántaro cuando le vimos detenerse en una parada de autobús, nos reímos y continuamos nuestro camino. Entramos a comprar agua a un supermercado llamado “Chata Polska”, me hizo mucha gracia el nombre, que por cierto es una cadena muy famosa en Polonia, y digo que me hacía gracia porque siempre que lo veía me acordaba de Ana La Chata, una compañera de colegio, de hecho hice una foto y se la envíe vía facebook para decirla lo presente que la había tenido durante todo el viaje. Después llegamos al piso, cogimos nuestras maletas y fuimos a la estación a coger el tren rumbo a Nekla.

Joanna me había hablado de la aventura de los trenes polacos, pero yo que he viajado en tren en Túnez no me asusto ya con nada, además también aquí en Bruselas hay una tiradita de trenes que un poco más y van  a vapor, así que no me pareció tan horrible. Media hora después estábamos en Nekla y el padre de Joanna nos esperaba impaciente porque estaba viendo el tenis. A toda prisa realizó el recorrido que separaba la estación de la casa:

-Es que estoy viendo el tenis y el partido está muy interesante- nos dijo sonriendo.

Cuando llegamos a casa la madre de Joanna nos esperaba hirviendo agua para preparar el té, le contamos nuestra aventura nocturna y nos dijo que a Arek solo había que hacerle caso cuando se hablara de supermercados y centros comerciales pero nunca de pubs porque con Dominika nunca iba a ningún sitio. Joanna incluso me conto que una vez Dominika tardó tanto en arreglarse que cuando terminó dijo que estaba cansada y que no quería salir entonces Joanna se enfadó con ella porque habían estado esperándola dos horas para nada. Yo me reí mucho y me dio mucha rabia no haber podido conocer mejor a Dominika, es un asunto que tengo pendiente para la próxima vez.

Habíamos decidido que ese día haríamos merienda cena porque en realidad no habíamos comido más que el desayuno y el bollo de San Martín que llenaba un montón así que mientras hacíamos tiempo fuimos a una tiendecita donde venden de todo a que yo me comprara unos caramelos que están super, super ricos y Joanna a hacer unos recados a su madre. Los dulces polacos me encantan, así que no solo compré caramelos sino también una bolsa de galletas que están buenísimas. De camino a casa paramos en un lago que hay cerca de la casa de Joanna para tirar fotos porque las luces eran muy bonitas, hacía frío, estaba atardeciendo y el ambiente empezaba a oler al humo de las chimeneas. Ese olor me recordó a cuando era pequeña e iba al pueblo de mi padre, porque por las tardes en invierno olía igual.

Comimos arroz con pollo todo ello regado con crema de cebolla, estaba muy bueno porque la crema apenas sabe. Los padres de Joanna tenían una cena así que se marcharon pronto y nosotras zanganeamos viendo una telenovela polaca que Joanna me iba explicando hasta que llegaron Paulina (una amiga de Joanna) y su novio que nos llevaron a un pueblo cercano a tomar algo.  

Joanna me había advertido de que Paulina era una chica muy maja pero que se quejaba por todo y nada le hacía feliz. Se estaba quejando porque está estudiando el doctorado y tiene una beca con la universidad por lo que trabaja para ellos, vamos lo que me gustaría hacer a mí, pero dice que no tiene posibilidades de ser profesora en la universidad pública, al menos de momento. A mí me pareció injusto que se quejara por tener la suerte que tenía así que le dije que no se quejara que ya me gustaría a mí y que si no podía trabajar en la universidad pública una vez que se doctorase que lo hiciera en la privada mientras esperaba a que los profesores de la publica se jubilaran que alguna vez digo yo que lo tendrán que hacer. Paulina no había pensado en esa opción y le estuve explicando, su cara de amargamiento se fue alegrando un poco, algo que me agradecieron mucho su pobre novio, al que tiene que tener frito con tanta pena y Joanna. Una vez terminamos nuestros zumos y con una más animada Paulina volvimos a casa.  Los padres de Joanna no tardaron mucho en llegar, estuvimos hablando un rato con su madre que me pidió que buscará un novio español para Joanna y me preguntó que si me gustaba Arek porque me quería de nuera. Yo la dije que sí pero que a ver qué hacíamos con Dominika, y ella me dijo que algo se nos ocurriría. Nos reímos bastante.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano y tras el desayuno preparamos la maleta. Tardamos menos en llegar al aeropuerto que el día que llegamos porque había menos tráfico. Vinieron luego las despedidas y una invitación por parte de los padres de Joanna para volver. Asentí encantadísima pues me llevaba un buen recuerdo, en mis manos tenía el ramo de flores de Arek y la maleta llena de dulces y salchichas polacas que la familia de Joanna me había regalado. Habían sido una vacaciones estupendas que espero repetir muy pronto.